Las enfermedades crónico degenerativas son el mayor lastre y ocupan las primeras causas de morbi-mortalidad en la población adulta, siendo altamente prevalentes en países como México. Esto se traduce en una verdadera epidemia que día a día crece y limita la esperanza y calidad de vida de quienes viven con ellas.
En nuestro país las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte por encima de patologías tan graves como el mismo cáncer. La relación entre las enfermedades del corazón y riñón, aunque conocida, ha recibido poca atención. Hoy en día existen esfuerzos para profundizar en el conocimiento de esta relación inversa (corazón-riñón) que a la postre permita ofrecer mejores tratamientos, encaminados a evitar la progresión y los desenlaces de una y otra enfermedad, con todo lo que conlleva para la calidad de vida de quienes viven con alguna de estas condiciones y el gasto en salud pública.
Recordemos que en México cerca del 18 % de la población padece diabetes mellitus y cerca de un 32 % hipertensión arterial; tres de cada cuatro mexicanos vivimos con sobrepeso u obesidad y se calcula que más del 10 % padecen una enfermedad renal. Todas estas son las principales condicionantes que afectan a nuestro corazón y riñón.
Esta relación entre el corazón y los riñones es muy cercana e importante. Ambos órganos trabajan de forma conjunta para garantizar una adecuada circulación de la sangre, mantener el equilibrio metabólico y la eliminación de desechos en nuestro cuerpo. El corazón se encarga de recibir y enviar sangre a todos nuestros órganos y es sumamente susceptible a alteraciones en la función de otros órganos. El riñón mantiene el equilibrio interno del cuerpo, filtra y elimina toxinas y al igual que el corazón su homeostasis (que es el estado de equilibrio necesario para funcionar de forma adecuada) es fácilmente vulnerada por las enfermedades crónicas.
El riñón y el corazón funcionan como un circuito donde uno depende del otro y viceversa, a nivel neurohumoral, las sustancias que se liberan cuando uno se afecta, dañan de manera remota al otro y limitan cada vez más su función. A estas alteraciones donde se afecta la función de ambos órganos se le conoce como síndrome cardiorenal y, a partir del mayor conocimiento de este síndrome cardiorrenal (daño cardiaco y daño renal) hemos logrado entender este acompañamiento que de manera normal en pacientes sanos permite una adecuada eliminación de toxinas, regulación de agua y sal, a nivel renal, así como una adecuada contracción y relajación cardiaca, y un adecuado flujo sanguíneo a todos los órganos, lo cual es indispensable para mantener un buen estado de salud.
Cuando hablamos de una visión cardiorenal, nos centramos en un enfoque dual entre ambas especialidades, y es esta unificación de criterios lo que nos lleva a evitar el retraso en la progresión de las enfermedades y la oportunidad de mirar a los pacientes de manera integral. A nivel del sistema de salud nos permite reducir el tiempo y costos de atención, pero sobre todo permite ofrecer tratamientos más específicos y efectivos.
Una clínica cardiorenal es el lugar donde de forma conjunta especialistas en cardiología y nefrología, así como un grupo de profesionales (nutriología, enfermería, etc), evalúan, discuten y definen la mejor estrategia de tratamiento en paciente con enfermedad renal y cardiaca concomitante.
Estar en un mismo espacio y ver al paciente de manera integral da la oportunidad de acortar y optimizar los tiempos de diagnóstico y tratamiento, unificar criterios y brindar una atención personalizada, con una mirada holística de su entorno y enfermedad. Además tienen un objetivo docente para hacer crecer esta visión.
El trabajo colaborativo de la clínica cardiorenal nos ha permitido observar resultados favorables y satisfactorios en nuestros pacientes, mejorar su calidad de vida y ofrecer nuevas oportunidades de tratamiento. La clínica cardiorenal nos ha convertido en un equipo de trabajo junto con los pacientes, donde el objetivo central es mejorar la salud de cada uno de ellos y su calidad de vida, brindando un tratamiento altamente especializado.
Recordemos que el tiempo es oro, y entre más rápidamente logremos establecer un diagnóstico y tratamiento adecuado, eso nos permitirá limitar la velocidad de progresión de las distintas enfermedades del corazón y el riñón y sus desenlaces.
La prevención será la mejor forma de cambiar la situación actual que vivimos. Impulsar hábitos saludables como la alimentación, el ejercicio, el control de peso, entre otros, serán las mejores herramientas para el cuidado de nuestra salud. Y en aquellos casos donde ya existe una enfermedad, el diagnóstico oportuno y llegar al tratamiento adecuado puede retrasar la progresión y darnos una mejor calidad de vida para cada uno de nosotros como pacientes.
La enseñanza es la principal arma que tenemos, para poder lograr un país más sano, más fuerte, y con mayor conocimiento de esta pandemia.
* Mauricio Arvizu es médico internista, nefrólogo y nefrólogo intervencionista, labora en el INCMNSZ y en el Hospital Médica Sur; especialista de la clinica cardiorenal del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ). Clemente Barrón Magdaleno es médico cardiólogo, médico intensivista cardiovascular, ECMO especialista y Coordinador de la Clínica de Insuficiencia Cardíaca del INCMNSZ y especialista de la clínica cardiorenal del INCMNSZ. Marisol Robles es presidenta de la Fundación Mario Robles Ossio y parte del Comité Directivo de la Alianza Global de Pacientes por la Salud Renal, además de paciente trasplantada.
Unos objetos astrofísicos que se formaron en las primeras etapas del universo han generado un debate entre los científicos que tratan de entender qué son y cómo se crearon.
El poder del telescopio espacial James Webb fue puesto a prueba hace poco y dio con unos resultados que han desconcertado a los científicos.
Detectaron indicios de unos objetos que se formaron hace unos 12.000 millones de años, relativamente muy poco después del Big Bang, que ocurrió hace 13.800 millones de años.
Se trata de unos objetos que antes no habían sido detectados y que desafían lo que la ciencia sabe de cómo se conforman las galaxias.
Debido a su brillo en el espectro rojo de los instrumentos con los que se miran, los astrónomos los llamaron “pequeños puntos rojos”. Pero definir qué son ha despertado un debate entre los científicos.
Y es que por sus características, pareciera que son unas pequeñas galaxias, de un 3% del tamaño de la Vía Láctea, pero que contienen miles de millones de estrellas.
También podría tratarse de unas galaxias que albergan grandes agujeros negros, con una formación que no había sido vista en las galaxias más cercanas que se conocen hasta ahora.
Todo depende de cómo estos objetos astrofísicos sean observados.
Algunos expertos incluso han comparado su cambio de apariencia con los pulpos imitadores, una especie que puede adoptar el color y forma de otros animales marinos para camuflarse.
Son unos “maestros del disfraz”, como dice el astrofísico Fabio Pacucci, del Instituto Smithsoniano de EE.UU.
Los pequeños puntos rojos “provienen de distancias tan lejanas que se ven muy débiles”, explica a BBC Mundo el astrónomo Mario Hamuy, profesor de la Universidad de Chile.
“Tienen tamaños típicos de unos 3.000 años luz de diámetro, un 3% del diámetro de la Vía Láctea, por ejemplo, y tienen un color muy rojo, lo que se debe a que la luz que emiten ha sido fuertemente enrojecida por la presencia de granos de polvo en su entorno”, agrega.
A diferencia de los telescopios de uso doméstico, los grandes observatorios como el James Webb pueden percibir luz de objetos muy lejanos en el universo. Las señales de energía que reciben pueden ser captadas en distintas frecuencias, que se analizan en espectros.
Cuando el James Webb se enfocó en los puntos más lejanos del universo, se encontró con estas señales de los “pequeños puntos rojos”, que tenían características de objetos astrofísicos diferentes a los vistos antes.
Dependiendo de cómo se les vea en el espectro, tienen una de las dos características que dividen a los científicos.
“Todos las fuentes de luz en el universo cambian de apariencia cuando uno las observa en distintas ventanas del espectro electromagnético. De la misma manera que si tomas una imagen de tu mano en rayos X o en luz óptica. En el primer caso verás los huesos de la mano y en el segundo verás la piel”, explica Hamuy.
“Los pequeños puntos rojos no son la excepción. Según qué ventana del espectro utilices, verás distintas regiones internas del objeto”, añade.
Como otros objetos del universo temprano, estos puntos existieron hace miles de millones de años y telescopios como el James Webb están detectando la luz que viajó desde entonces por el espacio.
Así es como los científicos vieron en estos pequeños puntos rojos características como las de una galaxia que alberga millones de estrellas con uno de los análisis del espectro, pero con otro una galaxia con un agujero negro supermasivo.
“No vemos este tipo de galaxias en nuestro universo cercano. Entonces fue algo que surgió en esa época temprana, que duraron por cierta cantidad de tiempo y que ahora no vemos”, explica a BBC Mundo la astrofísica Begoña Vila, una ingeniera de instrumentos de la NASA.
“En cuanto se empezaron a observar, al principio se pensaba que eran otro tipo de objeto. Pero ahora se sabe que son galaxias y es súper emocionante para todos”, añade.
Dado lo diferente que son estos objetos del universo temprano y por ser “maestros del disfraz”, están desafiando los modelos que los científicos han construido para explicar el origen de las galaxias.
Una parte de lo sorprendente de estos objetos, explica Vila, es que no se sabe cómo podrían tener tantas estrellas —un número quizás similar a las que alberga la Vía Láctea— en un espacio tan pequeño, astronómicamente hablando.
“Cómo se formaron tantas estrellas tan rápido es una duda”, dice.
Pacucci explica que en estas galaxias habría tantas estrellas en un espacio tan pequeño que es como si toda la población de China fuera colocada en una habitación.
Esto lleva a que se cuestione si los modelos que tienen los científicos para explicar la formación y composición de galaxias en las etapas tempranas de formación del universo son las correctas.
“Los modelos que existen sobre la formación de galaxias por ahora explican muy bien lo que tenemos a nuestro alrededor, las galaxias cercanas, pero ya están indicando que necesitan modificaciones para este universo temprano, para estas galaxias”, sostiene Vela.
De igual manera, si los pequeños puntos rojos son en realidad unas galaxias que albergan un agujero negro supermasivo, la comprensión que tienen los científicos sobre cómo se forman tendría que ser repensada. Aunque no a un nivel que cambie las grandes teorías, aclara Vila.
“(En un principio) parecía que se había roto la cosmología y se pensaba que había que cambiarla. Pero no fue así. El Big Bang sigue perfecto, no hay problemas”, dice la experta de la NASA.
“Lo que pasa es que los modelos que se tenían hasta ahora estaban basados en los datos que conocíamos y reflejaban lo que conocemos hasta ahora. Pero claramente este universo temprano tiene sorpresas y eso es para lo que Webb se diseñó”.
Desde que se identificaron los pequeños puntos rojos en el espacio y se encontraron con su cambio de apariencia llamativo, los científicos han continuado sus estudios con nuevos modelos e instrumentos para observarlos y tratar de entender de qué se trata.
Se espera que en los próximos años, los investigadores puedan tener una teoría que pueda explicar qué son y cómo se formaron.
Para Vila, tal vez la respuesta más adecuada no es definir si son galaxias con millones de estrellas o agujeros negros supermasivos: “Puede ser un poquito de ambas teorías”.
Pero también esto permitirá a los científicos conocer más sobre la formación del universo desde etapas que, hasta antes de la puesta en marcha del telescopio espacial James Webb, se tenían menos datos.
“Lo más sorprendente es que los pequeños puntos rojos son muy abundantes. Si se tratara de galaxias activas, excederían en un factor 10 a los cuásares [galaxias muy pesadas] detectados por métodos tradicionales”, opina Hamuy.
Y agrega: “En cualquier escenario, los pequeños puntos rojos resultan cruciales para comprender la formación temprana de las galaxias“.
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