
Mes a mes, México Evalúa captura las tendencias de la violencia homicida en el país, a través de tres delitos: homicidios dolosos, feminicidios, y personas desaparecidas. Esto nos permite identificar el comportamiento de la violencia letal, entidad por entidad, y no estar acotados por el dato de homicidios diarios con el que la administración de Sheinbaum da sustento a su narrativa sobre la pacificación del país.
En la evaluación del primer trimestre de 2025, y con base en los tres delitos mencionados, es posible señalar que 10 entidades —un tercio del país— tienen balances de seguridad muy negativos. Nayarit, Puebla, CDMX, Quintana Roo, Michoacán, Tabasco, Baja California, Guanajuato, Sonora y Sinaloa están en esta condición. En ellos, la tasa por cada cien mil habitantes es superior al promedio nacional registrado en el primer trimestre de 2024 y exponen una tendencia al alza desde hace, al menos, un año.
La violencia de los estados del noroeste se explica por las disputas al interior del Cártel de Sinaloa. Entidades aledañas a Sinaloa y otras donde hay presencia de brazos armados y operativos del cártel están tomando partido por alguna de las facciones e incluso algunos están en proceso de independización. A esto se suma el arribo de otras organizaciones que ven en el momento de conflicto la oportunidad perfecta para capturar nuevos territorios.
La violencia en el centro del país se explica por la disputa por el control de rutas y mercados ilícitos como la extorsión y el huachicol, así como por la resistencia de organizaciones locales ante los intentos de vasallaje de organizaciones regionales o nacionales.
Jalisco, Michoacán y Guanajuato también están experimentando un proceso de reacomodos criminales ante una posible alianza de un cártel de Michoacán con el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG). De ahí la conflictividad social y los numerosos bloqueos experimentados el 24 de abril de 2025, que pasaron a segundo término en los medios por las exequias del papa Francisco.
En Tabasco, el conflicto se explica por la ambición de control territorial del CJNG, La Barredora y una escisión de reciente incursión. En Quintana Roo, la disputa de baja intensidad entre el Cártel de Caborca y CJNG se ha visto atizada por la incursión de brazos armados adscritos a organizaciones regionales o nacionales. El panorama actual es grave, pero la prospectiva de la seguridad en otros estados tampoco es favorable. Por el contrario, debe llamar a la acción.
El reporte de México Evalúa es pertinente porque advierte los procesos de profundización de la violencia al identificar a las entidades inmersas en un delicado proceso de descomposición de sus condiciones de seguridad. Si en los estados señalados las autoridades son omisas, pronto tendrán diagnósticos muy negativos de violencia homicida, que suelen estar asociados a conflictos criminales de alta intensidad. Más grave aún: la población quedará expuesta a actos de violencia, desaparición y reclutamiento, que a su vez intensifican la comisión del delito de extorsión.
Los datos de México Evalúa indican que, pese a estar por debajo del promedio nacional, Baja California Sur, Hidalgo, Aguascalientes y Campeche están experimentando un recrudecimiento en la violencia homicida. Por ello, tendencialmente, en los próximos meses podrían presentar un diagnóstico muy negativo. ¿Pero qué está pasando a nivel de tierra?
En Baja California Sur desde finales de abril se registraron eventos de conflictividad social asociada a la disputa criminal por el control del territorio, en específico Los Cabos y La Paz. Entre los elementos que apuntan al contagio de la violencia en la entidad, se registran: intercambios de fuego entre organizaciones, ataques contra elementos de la Sedena, bloqueos con camiones incendiados, asesinatos de agentes de investigación (entre ellos, Ulises Omar Cota Montaño, sobrino de exgobernador Leonel Cota Montaño), la alerta de seguridad emitida por parte del Consulado General norteamericano y la posterior detención de Marcos Ivan N., líder de la facción de “Los Mayitos”. Detrás de estos hechos está el conflicto con epicentro en Sinaloa y el reacomodo criminal atizado por los decomisos de droga realizados en abril. De hecho, es un fenómeno similar al observado en Sonora. Por esta razón siempre se destacó, desde México Evalúa (consultar el balance de los primeros 100 días de gobierno de Claudia Sheinbaum), la importancia de concentrar esfuerzos institucionales por encapsular el conflicto sinaloense.
En Hidalgo, donde el gobernador afirmó que no hay presencia ni control territorial de organizaciones criminales —salvo actividades operativas como la extracción ilegal de hidrocarburos—, la violencia homicida y la desaparición de personas van al alza. CJNG busca afianzar su disciplina sobre las organizaciones locales, con quienes había algunas alianzas, pero que al parecer se rompieron, sumergiendo a Hidalgo en el contexto de violencia que se observa en la zona centro del país.
En Aguascalientes, la violencia homicida y la desaparición de personas ocurre en el marco de disputas territoriales entre CJNG y Cártel Santa Rosa de Lima. Aunado a ello, brazos armados del Cártel de Sinaloa defienden sus cotos de control en ciertas zonas de la entidad. Una vez más, detrás de lo observado, hay un fenómeno de contagio de la violencia, en este caso del conflicto en Zacatecas hacia la entidad hidrocálida.
Campeche también se ha visto contagiado por las disputas territoriales de Quintana Roo, con el agravante de que su buen desarrollo de infraestructura le posiciona como un punto neurálgico para la recepción y envío de sustancias ilícitas a los Estados Unidos. Por esta razón es disputado por el CJNG, las facciones del Cártel del Golfo, el Cártel de Caborca y la facción de los Chapitos.
Los datos sirven para tomar decisiones. Hoy los datos nos dicen dónde están los potenciales incendios. ¿Puede el Estado mexicano administrar tantos conflictos armados en diversas regiones del país? Si la inteligencia es la bandera de la estrategia nacional de seguridad pública de la presidenta Sheibaum, entonces es ahí donde deben focalizarse recursos y presencia de policías y Fuerzas Armadas.
Una vez más, es fundamental construir perímetros que aíslen los conflictos por entidad federativa y se trabaje activamente por disminuir su poder de fuego. De no hacerlo, es esperable que las organizaciones incursionen en otras entidades y esto rompa los equilibrios entre esos grupos delictivos. Con ello, desaparecerán las condiciones de paz, por más exiguas que sean. Seamos proactivos y no reactivos. Evitemos más incendios.
* Yair Mendoza (@yair_mendozacg) es maestro en ciencia política, profesor universitario e investigador del Programa de Seguridad Pública de México Evalúa (@mexevalua).

Los astrónomos han detectado señales de que nacen cada vez menos estrellas. Podría ser parte de un declive gradual del Universo y de todo lo que contiene. Pero ¿por qué? ¿Y cuánto deberíamos preocuparnos?
En las últimas dos décadas los astrónomos han ido notando pistas de que el cosmos tal vez ha pasado su mejor momento.
Una de esas señales es que menos estrellas han ido naciendo.
Ahora, eso no significa que el universo se está quedando sin estrellas. Hay estimaciones de que hay por lo menos un septimillón de ellas -eso es un número seguido de 24 ceros.
Pero los astrónomos creen que la producción de nuevas estrellas se está reduciendo.
El consenso científico actual es que el universo tiene una edad de 13.800 millones de años.
Las primeras estrellas se formaron poco después de que el Big Bang apareciera.
De hecho, el año anterior, el telescopio espacial James Webb halló un trío de estrellas en nuestra galaxia, la Vía Láctea, que se cree tienen una edad cercana a los 13.000 millones de años.
Las estrellas son esencialmente bolas gigantes de gas caliente que comenzaron su vida de la misma forma.
Ellas se forman en nubes enormes de polvo cósmico conocidas como nebulosas. La gravedad junta los gases, que eventualmente se calienta y se convierte en una estrella bebé, o como se le conoce, protoestrella.
A medida que el corazón de la estrella se calienta a millones de grados centígrados, los átomos de hidrógeno que están contenidos allí comienzan a agitarse para formar helio a través de un proceso llamado fusión nuclear. Esta reacción emite luz y calor y la estrella ahora está en una fase estable de “secuencia principal”.
Los astrónomos estiman que las estrellas en secuencia principal, incluido nuestro propio Sol, son aproximadamente el 90% de todas las estrellas del universo. El rango varía entre una décima parte hasta 200 veces la masa de nuestro Sol.
Eventualmente esas estrellas consumen su combustible y pueden tomar diferentes caminos en su manera de morir.
Estrellas con masas pequeñas como nuestro Sol entran en un proceso de desvanecimiento que puede durar miles de millones de años.
Para estrellas “hermanas” más grandes, con al menos ocho veces el tamaño del Sol, su final es más dramático: ellas se destruyen en una gran explosión conocida como supernova.
En 2013, un equipo internacional de astrónomos dedicados a estudiar las tendencias en la formación de estrellas afirmó que de todas las estrellas que iban a nacer en la historia del Universo, el 95% ya lo había hecho.
“Vivimos en un universo dominado por estrellas viejas”, dijo en ese momento el autor del estudio, David Sobral, en un artículo publicado en la revista Subaru Telescope.
En la línea del tiempo del universo, parece que su momento de mayor producción de estrellas ocurrió hace unos 10.000 millones de años, en un período conocido como el “Mediodía Cósmico”.
“Las galaxias convierten el gas en estrellas y lo están haciendo a una tasa decreciente”, explica el profesor Douglas Scott, cosmólogo de la Universidad de British Columbia en Canadá.
Scott es el coautor de un informe, que aún no se ha publicado, en el que se analiza información de los telescopios de la Agencia Espacial Europea, Euclides y Herschel.
Él y su equipo de investigadores espaciales fueron capaces de estudiar de forma simultánea cerca de 2,6 millones de galaxias, lo que fue posible gracias al mapa 3D del universo creado por la misión Euclides.
Los astrónomos estaban particularmente iuteresados en el calor que emiten las estrellas. Las galaxias con mayor tasa de formación de estrellas tienden a tener un polvo cósmico más caliente a medida que contienen estrellas más grandes y calientes.
El equipo halló que las temperaturas de las galaxias han ido disminuyendo en los últimos mil millones de años.
“Ya se nos pasó el momento de mayor formación de estrellas, y habrá cada vez menos formación de nuevas estrellas en el universo”, agrega Scott.
Es verdad que la muerte de las viejas estrellas puede llevar a la formación de nuevas usando el mismo material, pero no es tan simple.
Asumamos que tenemos una pila de materiales de construcción y la usamos para hacer una casa. Si queremos construir uno nuevo, podemos reciclar cosas de una casa vieja, pero no todo será útil.
“Eso significa que solo podemos hacer una casa más pequeña. Cada vez que hagamos una demolición, habrá menos materiales que sean útiles hasta que no se pueda construir nada”, señala Scott.
Eso es lo que pasa con las estrellas.
“Cada generación de estrellas tienen menos combustible para gastar y eventualmente no habrá suficiente combustible para hacer una estrella”, añade.
Y concluye: “Ya sabemos que las estrellas menos masivas son más comunes que las estrellas masivas en el universo”.
Los científicos han teorizado durante mucho tiempo que el universo llegará a su fin algún día. Simplemente no pueden estar seguros de cómo ni cuándo.
Una de las teorías más aceptadas actualmente es la muerte térmica.
También conocida como la “Gran Helada”, predice que a medida que el universo continúa expandiéndose, la energía se dispersará hasta que finalmente se enfríe demasiado para sustentar la vida. Las estrellas se alejan cada vez más, se quedan sin combustible y no se forman nuevas.
“La cantidad de energía disponible en el universo es finita”, explica Scott.
Pero antes de que mires con melancolía el cielo, la desaparición de las estrellas tomaría una cantidad astronómica de tiempo.
Scott estima que seguirán apareciendo nuevas estrellas durante los próximos 10 a 100 mil millones de años, mucho después de que nuestro Sol probablemente haya desaparecido.
En cuanto a la “Gran Helada”, podría tardar aún más: a principios de este año, astrónomos de la Universidad Radboud de los Países Bajos estimaron que el final llegaría en aproximadamente un quinvigintillón de años, es decir, un uno seguido de 78 ceros.
Hay tiempo de sobra, entonces, para apreciar las estrellas la próxima vez que haya una noche despejada.
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