Claudia Sheinbaum no es una política convencional. Con un doctorado en Ingeniería Energética y una carrera como investigadora en el Instituto de Ingeniería de la UNAM, su conocimiento profundo del sector de energía la diferencia de otros actores políticos. Su trabajo como investigadora se ha centrado en la eficiencia energética y las energías renovables, áreas que prometen un desarrollo sostenible a largo plazo.
En 2018, año en que fue elegida jefa de gobierno de la Ciudad de México, coescribió junto con el Dr. Juan J. Vidal Amaro, el artículo científico “Una Estrategia de Transición Energética de Combustibles Fósiles a Fuentes de Energía Renovable en el Sistema Eléctrico Mexicano” (A Transition Strategy from Fossil Fuels to Renewable Energy Sources in the Mexican Electricity System).
El estudio plantea rutas para planificar el tránsito de la matriz energética mexicana hacia el uso de energías renovables en el sistema eléctrico hasta cubrir entre el 75% y 100% de la demanda de electricidad. En escenarios de reducción gradual del uso de combustibles fósiles como el gas natural y diésel, los autores plantearon diversas combinaciones de tecnologías como la energía eólica, solar y bioenergía. Siguiendo su modelo matemático se alcanzarían metas específicas de uso de energías renovables para los años 2024, 2035 y 2050.
En 2019, fecha de publicación del artículo, México era uno de los países con mayores emisiones de efecto invernadero relacionadas con la producción de energía eléctrica. La quema de combustibles fósiles entonces era equivalente al 85%. Un escenario —hay que decirlo— peor, aunque no mucho mejor, al que hoy tenemos: el 76% de la electricidad que se consume en México se sigue produciendo de esa manera. Así lo hemos registrado desde México Evalúa en nuestro observatorio El Sextante.
Desde México Evalúa hemos señalado nuestra preocupación ante lo que denominamos la paradoja energética: el vaivén de los distintos gobiernos entre políticas energéticas con visiones diametralmente distintas. Así, aunque Claudia Sheinbaum pertenezca al mismo movimiento social que el presidente López Obrador, sus propuestas de campaña reflejan una tensión entre innovación y apego a la política energética que él ha impulsado.
El actual mandatario está mucho más vinculado a la tradición petrolera. Su política busca fortalecer a las empresas del Estado con modelos de negocio tradicionales. En vez de avanzar hacia una matriz más limpia por medio de energías renovables, prioriza la quema de combustibles fósiles como fuente de energía. Además, promueve subsidios polémicos por su regresividad, al favorecer más a los ricos que a los pobres.
Del plan de gobierno de Claudia Sheinbaum, y del proyecto de nación 2024-2030 publicado por su partido, Morena, se desprende que la política energética mantendría un enfoque soberanista, incluyendo los subsidios a las fuentes fósiles de energía. No se debe soslayar que ese documento emanó de numerosas asambleas de militantes convencidos. El capítulo titulado “Soberanía y Transición Energética” llama a “construir y fortalecer la infraestructura necesaria para más refinerías de petróleo, plantas de gas e industrias mineras con el menor impacto ambiental”, “distribuir el Gas Bienestar a todo el país” y “garantizar la autosuficiencia en gasolinas”. Al final, casi como una prioridad menor, llama a “ampliar la generación de energías verdes” y a “descarbonizar la energía”.
La política energética de Sheinbaum se encuentra en una encrucijada entre la innovación tecnológica y la tradición nacionalista-petrolera. Su experiencia científica le brinda una oportunidad única para avanzar hacia una matriz energética más diversificada y sostenible, pero su trayectoria política y la ideología predominante en Morena, así como la visión del presidente, le impondrán desafíos significativos. Es decir, continuamos atrapados en la paradoja energética.
La virtual presidenta electa ha anunciado el Plan Nacional de Energía como un pilar de su administración. Sin embargo, como aún no se publica, su contenido sólo puede especularse.
Si en ese plan, o en su implementación, prevalece la Claudia Sheinbaum científica, que en 2018 buscaba expandir las energías renovables, va a enfrentar un entorno institucional complicado. Construir nuevas plantas de energía limpia, modernizar y ampliar las líneas de transmisión, e invertir en almacenamiento, requerirá inversión significativa en un contexto de escasos recursos fiscales y creciente deuda pública.
Por otro lado, la necesaria participación del sector privado en el segmento de generación eléctrica, estará limitada a un 46%, bajo reglas aún desconocidas; y según el proyecto de reforma en materia de industrias estratégicas, “en ningún caso los particulares tendrán prevalencia sobre la Empresa Pública del Estado”. Además, la extinción del régimen legal de “Empresas Productivas del Estado” planteada en dicha reforma, y la desaparición de órganos autónomos como la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), la Comisión Reguladora de Energía (CRE) y la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), planteada en la reforma en materia de simplificación orgánica, podrían inhibir esa indispensable inversión privada al reducir la certeza jurídica, la flexibilidad y la transparencia del sistema energético.
¿Podrá la nueva presidenta impulsar una transición efectiva hacia energías renovables sin comprometer la estabilidad económica y la soberanía energética? ¿Logrará equilibrar la necesidad de atraer inversión privada con su inclinación hacia una mayor intervención estatal?
El éxito de Sheinbaum dependerá de su capacidad para balancear estos intereses y promover la transición energética. Más allá de lo ideológico, cuenta con el apoyo de la opinión pública. Según la ONU, 88% de los mexicanos aboga por un mayor compromiso contra el cambio climático y considera que tanto el gobierno como las grandes empresas deben asumir la responsabilidad principal en este esfuerzo.
*Ana Lilia Moreno (@analiliamoreno) es la coordinadora del Programa de Regulación y Competencia en México Evalúa, donde también colabora Miguel del Valle.
Según los resultados del Consejo Nacional Electoral (CNE), con el 90% de las actas escrutadas, Daniel Noboa aventaja a Luisa González por casi un 56% frente a un 44%.
El presidente Daniel Noboa ganó las elecciones presidenciales de este domingo en Ecuador, aunque la opositora Luisa González desconoció los resultados y habló del “mayor fraude que han visto los ecuatorianos”.
Según los resultados del Consejo Nacional Electoral (CNE), con el 90% de las actas escrutadas, Noboa aventaja a González por casi un 56% frente a un 44%.
“Con más del 90% de las actas se marca una tendencia irreversible en los resultados. La autoridad electoral considera que el binomio ganador es el de ADN conformado por Daniel Noboa y Maria Jose Pinto”, dijo Diana Atamaint, presidenta del CNE.
Sin embargo, González desconoció los resultados.
Lee | Elecciones en Ecuador: los presidenciables Daniel Noboa y Luisa González evaden la agenda ambiental
“Revolución Ciudadana siempre ha reconocido una derrota cuando así lo han demostrado las estadísticas. Hoy no reconocemos los resultados presentados por el CNE”, dijo González ante sus seguidores.
“Vamos a pedir el reconteo y que se abran las urnas”, agregó la opositora, que dijo que el país está ante el “mayor y más grotesco fraude que hemos presenciado los ecuatorianos”, agregó sin creer la amplia ventaja lograda por Noboa en unos comicios que, según las encuestas, se prevían ajustados.
El presidente, empresario y político de 37 años adscrito al partido Acción Democrática Nacional (ADN), y González, la candidata de Revolución Ciudadana, fundado por el expresidente Rafael Correa, habían sido los más votados en la primera vuelta en febrero.
Noboa sumó el 44,3% de los votos frente al 43,8% de González.
Estos comicios fueron una reedición de la segunda vuelta de las presidenciales de 2023, celebradas de forma excepcional para completar el mandato inconcluso de Guillermo Lasso, quien disolvió el Parlamento en medio de un escándalo político.
Hace 18 meses Noboa se convirtió en el presidente más joven de la historia del país al derrotar a González por un ajustado 51,8% frente a 48,1%.
Este domingo la ventaja de Noboa es mucho mayor, según los resultados.
Tanto el contexto político, social y económico como el modo en que llegaron los candidatos, su bagaje reciente y la percepción de la ciudadanía cambiaron respecto a 2023.
El azote del crimen organizado y el narcotráfico en Ecuador, así como la crisis económica y energética que atravesó el país en los últimos tiempos, estuvieron muy presentes en la mente de los votantes este domingo.
La seguridad es la mayor preocupación de 4 de cada 10 ecuatorianos según las encuestas, una cifra similar a la de 2023.
Noboa enfocó su campaña anterior en la promesa de mano dura contra el crimen en pleno avance de las bandas criminales y violencia en las calles.
El asesinato del candidato Fernando Villavicencio había conmocionado al país semanas antes de aquellas elecciones y la sensación generalizada de inseguridad favoreció, según expertos, al entonces aspirante de ADN.
Después de 18 meses, los resultados en seguridad del gobierno de Noboa ofrecen un balance cuestionable.
Aunque logró ciertos avances iniciales, el “Plan Fénix”, que permitió la intervención de las Fuerzas Armadas en cárceles y calles, no logró la transformación que muchos esperaban.
El promedio de asesinatos diarios bajó de 22 en 2023 a 19 en 2024. Sin embargo, la violencia repuntó con fuerza a inicios de este año: enero y febrero acumularon 1.529 muertes violentas, una media de 26 por día.
La lucha contra el crimen de Noboa además generó denuncias de abusos de derechos humanos.
El caso más grave fue el de los llamados “4 de Guayaquil”, cuatro menores de edad detenidos por militares tras jugar un partido de fútbol en diciembre de 2024, cuyos cuerpos aparecieron calcinados con signos de tortura.
Proveniente de una influyente familia de empresarios, Noboa había debutado en la política como asambleísta apenas dos años antes, y su avance a la segunda vuelta se consideró entonces una sorpresa.
Sin embargo, con una imagen fresca y un discurso centrado en seguridad, logró capitalizar el voto anticorreísta y proyectarse como una figura de renovación que finalmente ganó el apoyo del electorado.
La situación es muy diferente en esta segunda vuelta: Noboa llegó al balotaje con el desafío de defender su gestión tras casi 18 meses en el poder.
Los momentos iniciales de su gobierno estuvieron marcados por una alta popularidad atribuida a su respuesta a la crisis de seguridad, que fue decayendo a medida que los resultados no llegaban.
En este contexto, Noboa ha intentado reposicionarse, con una campaña centrada en reforzar su perfil de líder fuerte frente a la posibilidad del regreso del socialismo a la política de Ecuador y ha remarcado su cercanía con Estados Unidos y con el actual presidente de ese país, Donald Trump.
El resultado parece avalar lo hecho en esos meses y de confirmarse su victoria tendrá ahora cuatro años por delante para avanzar su agenda.
“Pese a ser un presidente con resultados muy pobres y un personaje de poco carisma, sostiene un apoyo importante gracias a su equipo de campaña y al uso del aparato estatal”, indicó a BBC Mundo antes de la segunda vuelta el politólogo Andrés Chiriboga.
Chiriboga también subrayó el respaldo que Noboa ha conseguido entre sectores clave del poder: “Cuenta con el apoyo de los altos mandos de la fuerza pública, del aparato judicial, y ha cultivado una relación muy cercana con Estados Unidos”.
El presidente ecuatoriano viajó a finales de marzo a Estados Unidos para reunirse con el presidente Trump en su residencia de Mar-A-Lago, en Florida. Este encuentro se interpretó como un respaldo para Noboa.
Luisa González, por su parte, era hace dos años una exasambleísta asociada directamente al expresidente Rafael Correa (2007-2017) -y por tanto a la izquierda ideológica ecuatoriana y latinoamericana- sin apenas experiencia en campañas nacionales.
Su candidatura se presentaba como la continuidad directa del proyecto de la Revolución Ciudadana, con un discurso reivindicativo del legado del correísmo que no logró captar suficientes apoyos fuera de su electorado tradicional.
Revolución Ciudadana “hizo una apuesta interesante por dar a la candidata más independencia. La figura del presidente Correa está presente pero de una manera más sutil”, afirmó el politólogo Andrés Chiriboga.
El objetivo de esto era romper el llamado “techo” del correísmo, una opción política que cuenta con numerosos partidarios acérrimos pero que le cuesta ganar votos de centristas e indecisos, cruciales para superar el 50% en esta segunda vuelta electoral.
De acuerdo a los resultados de este domingo, parece que el “anticorreísmo” volvió a ser una gran fuerza política que jugó en contra de González y a favor de Noboa.
Y eso a pesar de que González hizo un giro ideológico para seducir a sectores más conservadores o moderados que tradicionalmente desconfían del correísmo.
González mostró una actitud más combativa, marcando distancias con Noboa y proyectando una imagen de firmeza para capitalizar el descontento de parte de la ciudadanía hacia el actual gobierno, y con un discurso centrado en la mejora económica.
Tampoco pudo aprovechar para ampliar apoyos la alianza firmada en marzo con el movimiento indígena Pachakutik y el influyente líder indígena Leonidas Iza, un sector hasta hace poco enfrentado al correísmo por sus políticas extractivistas pero que también se opone a Noboa.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.