La lucha cotidiana de los derechos humanos
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El Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh) es una organización civil... Continuar Leyendo
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Secuelas de la reforma judicial

El paso hacia un modelo de elección por sufragio de todas las personas juzgadoras del país amplía las posibilidades de control político sobre el Poder Judicial.
18 de septiembre, 2024
Por: Centro Prodh

El 12 de octubre de 1928, frente a la reforma judicial impulsada por el Gobierno de Álvaro Obregón, Luis Cabrera publicó una carta en la que escribió: “Hay que tener valor para decir las cosas con sinceridad y con franqueza. Lo que motivó esas reformas constitucionales no fue el llamado desprestigio de la Suprema Corte de Justicia, ni la corrupción del Fuero Común […] La verdad es que la precipitada e inconsulta reforma constitucional que se ha hecho con el pretexto hipócrita de mejorar la administración de justicia, se debió a un “programa” de reformas que tenía por objeto establecer en México una verdadera dictadura constitucional […]”.

El texto de Cabrera resuena hoy, a casi un siglo de distancia. Más que por la caracterización del régimen que emergió en ese tiempo, lo hace por la valentía con la que denunció cómo se habían instrumentalizado las disfuncionalidades de la justicia mexicana para aumentar el control del Ejecutivo sobre la Judicatura.

Precisamente, esto es lo que hay que denunciar de la reforma judicial que fue aprobada la semana pasada, en un proceso que deja detrás de sí graves y justificadas preocupaciones tanto por su forma como por su fondo. Y es que el paso hacia un modelo de elección por sufragio de todas las personas juzgadoras del país amplía las posibilidades de control político sobre el Poder Judicial.

Por eso, es relevante subrayar que son legítimas y razonables las diversas impugnaciones que se han anunciado. Si bien en México se ha mantenido por décadas un entendimiento ortodoxo conforme al cual las reformas constitucionales no se consideran susceptibles de ningún tipo de control, la discusión no está terminalmente zanjada y menos frente a una modificación de esta naturaleza. En el plano nacional, diversos ministros han estimado que esto es posible, por cuestiones de procedimiento, pero también de fondo. Lo mejor de la academia, tanto en el ámbito nacionalincluso la que hoy es cercana al partido en el podercomo en otras latitudes, así lo estima también. También, otras Cortes Supremas así lo han entendido, acudiendo a figuras como las decisiones políticas fundamentales o la sustitución de Constitución. Finalmente, la Corte Interamericana desde hace tiempo ha estimado que puede haber control de convencionalidad sobre normas constitucionales.

Es relevante recordar estas referencias ante la consideración de que impugnar la reforma es ingenuo, en el mejor de los casos, o antidemocrático, en el peor. No es así. Estamos ante un escenario frecuente en el constitucionalismo contemporáneo. Para los organismos de derechos humanos mexicanos, el tema no es nuevo y es de congruencia: bajo las mismas convicciones, organizaciones como el Centro Prodh acompañamos en 2001 las controversias constitucionales de los municipios indígenas ante la reforma constitucional que incumplió los Acuerdos de San Andrés.

Insistir en la legitimidad de estas impugnaciones no implica pronosticar que éstas vayan a ser exitosas. Nada permite presumir que vayan a prosperar y las condiciones son más que adversas. Pero sostener que el poder reformador de la Constitución no tiene ningún límite y que cualquier recurso es frívolo o contrario a la soberanía popular, no refleja la complejidad de los debates del constitucionalismo contemporáneo y abre la puerta a escenarios indeseables para los derechos humanos, incluso más allá de la actual coyuntura.

Estamos en un momento en el que importa llamar las cosas con su nombre. México no se ha convertido en una dictadura por la reforma: equiparar la actual deriva política a regímenes de esta naturaleza de inicios del siglo XX no resiste el rigor histórico. Pero lo que en forma y fondo ocurrió con la reforma judicial no anuncia el promisorio fortalecimiento democrático pregonado desde el poder.

Por eso, las alertas sobre la deriva que está viviendo México son justificadas. De reproducirse lo visto en la discusión sobre la justicia en el inminente debate de las modificaciones más nocivas que también se incluyeron en el llamado “Plan C” —incrementar la prisión preventiva oficiosa, entregar la Guardia Nacional con fuero militar a Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y modificar el histórico artículo 129, desaparecer al INAI y al Coneval, e impulsar una reforma electoral con aspectos regresivos—, será factible hablar de cambio de régimen e incluir a México en la creciente lista de países que experimentan erosiones o declives democráticos por el ascenso de formaciones políticas con robusto respaldo popular, pero con poco compromiso con los valores del constitucionalismo.

Estos regímenes se apartan del ideal y la práctica de la democracia constitucional, que no sólo exige mayorías en urnas, sino también división de poderes, pluralismo, sujeción al régimen internacional de derechos humanos, subordinación de lo militar a lo civil, etcétera. El componente mayoritario se preserva —y en ese sentido básico, estos países siguen siendo democráticos—, pero no sucede lo mismo con las demás exigencias de un régimen plenamente constitucional.

México nunca ha sido una democracia constitucional plena. Imposible afirmarlo así dada la campante desigualdad tolerada por la tecnocracia durante décadas y, al menos desde hace 15 años, por el control territorial de la macrocriminalidad en amplias zonas del país, traducido en miles de homicidios y desapariciones impunes. Pero el ideal de la democracia constitucional subsistía y orientaba como horizonte los esfuerzos y las prácticas de diversos actores políticos y cívicos que confluyeron en las más rescatables iniciativas públicas de las últimas décadas, en procesos sociales donde se conquistaron derechos.

Abandonar este ideal en aras de un incierto proyecto que procede en forma y fondo como lo vimos en la discusión de la reforma judicial, aprovechando la flaqueza política y moral de los partidos de oposición, justifica plenamente alertar sobre el riesgo de la erosión democrática.

En ese panorama sombrío, si algo hay que rescatar es que toda la evidencia indica que estos procesos no son ni lineales ni fatales. De la responsabilidad de la próxima presidenta y de quienes detentan la mayoría; de la actuación de la oposición formal; del entendimiento de la comunidad internacional; del entorno económico, y de la vitalidad del espacio cívico —medios, sociedad civil, movimiento sociales— depende en buena medida que se active la resiliencia democrática para que no se desemboque en los peores escenarios. Decir las cosas con honestidad y franqueza, como lo hiciera hace un siglo Cabrera, también contribuye a este fin.

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Imagen BBC
¿Qué son los Cinturones de Van Allen, considerados ‘uno de los mayores riesgos’ para los astronautas en el espacio?
5 minutos de lectura

Este jueves la misión Polaris Dawn atravesó los Cinturones de Van Allen para que su tripulación realizara una caminata en el espacio exterior.

12 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
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Dos de los miembros de la tripulación de la nave Resilience hicieron historia este jueves al caminar en el espacio como parte de la misión Polaris Dawn, la primera financiada enteramente con fondos privados.

En ella viajan el multimillonario Jared Isaacman, fundador de la empresa de procesamiento de pagos Shift4, junto con Scott “Kidd” Poteet, un piloto retirado de la Fuerza Aérea, y dos ingenieras de SpaceX, Anna Menon y Sarah Gillis.

La Polaris Dawn forma parte de un plan de SpaceX para llevar misiones tripuladas “hacia la Luna, Marte y más allá”, según la propia empresa.

Para llegar a la estratósfera, donde este jueves Isaacman y Gillis realizaron una caminata espacial, la nave tuvo que atravesar los Cinturones de Van Allen.

Según la Agencia Estadounidense del Aire y el Espacio (NASA, en inglés), son “uno de los mayores peligros” que enfrentan los astronautas.

El empresario Jared Isaacman durante su caminata.
EPA
El multimillonario Jared Isaacman y la ingeniera Sarah Gillis realizaron este jueves la primera caminata espacial comercial de la historia.

La misión Polaris Dawn logró transitar con éxito esos cinturones, gracias a la protección de la nave Resilience y de los trajes espaciales que utilizaron, que fueron recientemente rediseñados por SpaceX para ser mucho menos voluminosos que los que utiliza la NASA.

Pero ¿qué son los Cinturones de Van Allen y por qué son una preocupación para los viajes espaciales?

Un escudo protector para el planeta

La Tierra está protegida por la magnetosfera, una capa magnética que se origina del núcleo de hierro del planeta y que atrapa partículas de radiación de alta energía.

Tiene la función de prevenir los efectos dañinos que las tormentas y el viento solar pueden provocar en la tecnología y los seres humanos.

Las partículas de radiación atraídas por la magnetosfera forman dos cinturones, conocidos como los Cinturones de Van Allen, que rodean nuestro planeta en forma de donas.

De acuerdo con la NASA, un primer cinturón exterior “está formado por miles de millones de partículas de alta energía que se originan en el Sol y un segundo cinturón interior resulta de las interacciones de los rayos cósmicos con la atmósfera de la Tierra”.

Para llegar al espacio exterior, los astronautas deben atravesar los cinturones, pero lo hacen con rapidez para limitar su exposición a la radiación.

cápsula resilience despega en cabo cañaveral
Getty Images
La tripulación de Polaris Dawn viajó en la cápsula Resilience, que despegó desde Cabo Cañaveral, en Florida.

El riesgo

Pier Jiggens, un investigador de la Agencia Espacial Europea (ESA, en inglés) que es especialista en radiación espacial y diseño de naves, comentó en un blog publicado por esa misma organización que existen dos riesgos para los astronautas al cruzar los Cinturones de Van Allen.

Según el científico, los astronautas podrían sufrir lo que llamó “efectos deterministas”, que se dan por una exposición de bajo nivel a la radiación por un largo periodo de tiempo o por una radiación de alto nivel en un corto plazo.

“Provocan trastornos en el sistema nervioso central, supresión de la hematopoyesis en la médula ósea, cataratas y otros problemas de visión, y enfermedad aguda por radiación, que sería un riesgo significativo en las actividades extravehiculares (EVAs, o paseos espaciales)”, comentó.

En segundo lugar, habló sobre los llamados “efectos estocásticos” o enfermedades que podrían o no padecer los astronautas en un futuro, como el cáncer.

Jiggens dice que como los científicos conocen los Cinturones de de Van Allen, pueden proporcionar material de protección para las tripulaciones, y si alguien se ve afectado “es porque es una misión muy mal planificada”.

Según el científico, los expertos emplean distintos materiales para proteger a los astronautas, que van desde el propio aluminio del que están hechas las naves, hasta plásticos, polietileno, agua y, más recientemente, litio.

ilustración de los cinturones de van allen
NASA
Una de las primeras ilustraciones de los Cinturones de Van Allen, descubiertos en 1958.

El hito de Van Allen

Los anillos llevan el apellido de James Van Allen, el científico que los descubrió.

Van Allen, quien era profesor de física de la Universidad de Iowa, elaboró junto a varios estudiantes una serie de instrumentos para detectar micrometeoritos y rayos cósmicos que fueron lanzados al espacio en los satélites Explorer 1 y Explorer 3 en enero de 1958.

El Explorer 1 fue el primer satélite artificial lanzado al espacio, algo que fue posible gracias a un programa de investigación internacional impulsado por el científico.

Con los datos de estos instrumentos descubrieron el cinturón interno. Luego, en julio de ese año lanzaron el Explorer IV y en diciembre La Pioneer 3, que dieron paso al descubrimiento del anillo externo.

james van allen
Getty Images
James Van Allen fue un profesor de física en la Universidad de Iowa.

Según una publicación de la NASA, los cálculos de Van Allen establecieron que era posible viajar a través de las regiones de menor radiación de los cinturones para alcanzar el espacio exterior.

En 1968, la misión Apolo 8 de la NASA fue la primera nave espacial tripulada en volar más allá de los cinturones.

En 2012, la agencia estadounidense descubrió un tercer cinturón, pero que aparece de forma transitoria en función de la actividad solar.

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BBC

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