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Reforma judicial: límites convencionales
La lucha cotidiana de los derechos humanos
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El Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh) es una organización civil... Continuar Leyendo
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Reforma judicial: límites convencionales

Pasar por alto obligaciones constitucionales y perseverar en el atribulado ánimo reformista que estamos presenciando, cuya premura sólo es penosamente explicable por la pretensión de obsequiarle a López Obrador su reforma antes de que deje el poder, coloca al país al borde una crisis constitucional de pronóstico reservado.
10 de septiembre, 2024
Por: Centro Prodh

“Cuando los Estados establezcan procedimientos para el nombramiento de sus jueces, debe tenerse en cuenta que no cualquier procedimiento satisface las condiciones que exige la Convención para la implementación adecuada de un verdadero régimen independiente”. Así lo señaló la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) en el caso Reverón Trujillo vs Venezuela, resuelto en 2009.

El Tribunal Regional precisó que sólo podía estimarse compatible con la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH) aquella regulación judicial que asegurara plenamente la independencia de las personas juzgadoras sobre la base de tres cuestiones esenciales: un adecuado proceso de nombramiento, la inamovilidad en el cargo y la garantía contra presiones externas.

En México, aunque se dieron pasos en las décadas recientes -sobre todo a nivel federal-, no hemos conocido un sistema que verdaderamente garantice a plenitud estas tres cuestiones. Todas las voces serias coinciden en que esto es así y en que por ello es indispensable transformar integralmente el sistema de justicia. Reconocida esta verdad, hay que decir simultáneamente que la reforma judicial propuesta por la actual administración, aprobada en la Cámara de Diputados y próxima a votarse en el Senado, genera un esquema todavía peor en cuanto al proceso de nombramiento, la inamovilidad en el cargo y la garantía contra presiones externas.

Los potenciales aspectos benéficos de la propuesta -la separación de la Presidencia de la Corte de la Presidencia de lo que hoy es el Consejo de la Judicatura, por ejemplo- se diluyen y vuelven irrelevantes frente al inmenso daño que causará instaurar la elección por voto popular de personas juzgadoras tanto en la justicia local como en la justicia federal, ahora acompañada en la propuesta por la lesiva figura de los jueces sin rostro.

Aludir a la ya citada sentencia de la Corte Interamericana, frente al avance de la discusión en la Cámara Alta, sirve para recordar también que el poder reformador de la Constitución no está exento de límites constitucionales y convencionales. Existen diferencias estructurales entre el Poder Constituyente originario, que de forma extraordinaria discute y aprueba una Constitución, y el Poder Reformador de la Constitución, que tiene facultades para reformar esa norma suprema pero siempre dentro de sus límites.

Así, el Poder Reformador de la Constitución tiene que sujetarse a los procedimientos que la propia Constitución establece, incluso cuando pretende reformarla. Es posible argumentar además -y en algunos asuntos ya se ha hecho- que al menos desde 2011 el Poder Reformador de la Constitución debe sujetarse también a ciertos contenidos sustantivos mínimos: los derechos humanos contenidos en los tratados internacionales que México ha firmado y ratificado, puestos al centro de nuestro ordenamiento legal por virtud del artículo 1 constitucional.

Bajo esta óptica, el Poder Reformador de la Constitución no debería ignorar el sentido de fallos como el emitido por la Corte Interamericana en el caso Reverón Trujillo, citado al inicio de este texto, en que el tribunal interpretó el contenido de los derechos humanos al debido proceso y a la protección judicial.

Pasar por alto obligaciones como la señalada y perseverar en el atribulado ánimo reformista que estamos presenciando, cuya premura sólo es penosamente explicable por la pretensión de obsequiarle al Primer Mandatario su reforma antes de que deje el poder, coloca al país al borde una crisis constitucional de pronóstico reservado.

En este panorama, conviene mirar hacia las experiencias de resiliencia democrática que se han gestado en otras latitudes frente a riesgos análogos. Citando sólo un ejemplo en este sentido, viene a cuento el papel de la Corte Constitucional Colombiana cuando declaró incompatible con la Carta Magna de aquel país la pretensión del presidente Álvaro Uribe de reelegirse para un tercer período, mediante reforma constitucional. En su fallo, grosso modo el máximo tribunal de Colombia sentenció que el Poder Reformador de la Constitución es un poder derivado que no puede asumir el papel que corresponde al constituyente primario, por lo que le está vedado sustituir la Constitución, lo que sucede en los hechos cuando se introducen reformas que atentan contra su contenido esencial: en el caso colombiano, la prohibición de la reelección presidencial para un tercer período.

Si la minoría legislativa no resiste las presiones o si prospera el fraude a la Constitución, inherente a ignorar la práctica establecida y disminuir en los hechos el número de senadores y senadoras requerido para modificar esa norma, aprobando esta misma semana la reforma judicial en sus términos, categorías como la sustitución de Constitución tendrán que inspirar los debates por venir en México, en el marco de una innegable erosión de la frágil democracia mexicana, pues la introducción de la elección de todas las personas juzgadoras del país atenta gravemente contra la independencia judicial, condición esencial del régimen establecido por la Constitución de 1917, mandata también por las convenciones internacionales que México ha firmado.

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Imagen BBC
El gran éxito económico que lograron los libaneses que migraron a América Latina en el siglo XIX y que mantienen sus descendientes
9 minutos de lectura

La diáspora libanesa en América Latina echó raíces en la región desde hace casi 150 años. Desde entonces se convirtió en una de las comunidades más prósperas.

03 de octubre, 2024
Por: BBC News Mundo
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“Ser libanés no es una nacionalidad, es un oficio”, dice un poema del escritor libanés Roda Fawaz.

Su verso transmite un sentimiento que comparten millones de personas originarias de esa nación de Medio Oriente, o descendientes de migrantes que lo hicieron a lo largo de los últimos 150 años, y que se establecieron en muchos países del mundo.

América Latina fue un destino de una buena parte de ellos. Notablemente en Brasil, con entre 8 y 10 millones de brasileños-libaneses. Pero también en el resto de los países, desde México hasta Argentina, se calcula que hay unos cuatro millones más repartidos en la región.

Entre ellos hay nombres que han logrado un lugar destacado en el mundo de los negocios, la política o la cultura. Los empresarios son tal vez los más conocidos, con apellidos como Slim (México), Jafet y Ghosh (Brasil), Char (Colombia), Menem (Argentina) o Saieh (Chile).

Y con fama internacional, Shakira o Salma Hayek o el actor Ricardo Darín dan muestra de lo lejos que han llegado las artistas de origen libanés.

La diáspora en América Latina casi triplica los 5 millones de habitantes de Líbano, país que actualmente atraviesa una crisis por la guerra entre el grupo armado Hezbolá asentado en territorio libanés y las fuerzas de Israel.

Shakira en Líbano en 2003
Getty Images
Shakira, cuyos apellido libanés Mebarak viene de su padre, visitó Líbano en más de una ocasión.

Pero el éxito de esta comunidad en América Latina no fue automático. Fue a base de lo que el historiador mexicano de origen libanés Carlos Martínez Assad llama “una migración solidaria” que los llevó a establecerse en diversos países de la región.

“Algunos estuvieron primero en Venezuela o Colombia y luego se vinieron a México. Y al revés, gente que estuvo en México terminó en otro país de América Latina. O a Estados Unidos y viceversa, primero llegaron allá y se vienen a México. Es un fenómeno de establecimiento de redes”, explica el investigador, autor de una basta colección de libros y publicaciones sobre la migración libanesa.

Pero lo que caracterizó a esta comunidad, y que los llevó a fijarse en el imaginario social, fue el comercio. Encontraron las formas y los medios para llevar productos a muchos puntos de los países que adoptaron y así establecer sus bases en la industrialización y modernización de América Latina.

¿Por qué dejaron Líbano?

El país que hoy es Líbano fue durante tres siglos (1516-1918) parte del Imperio Otomano, que dominó extensas porciones de Medio Oriente, el norte de África y la península de los Balcanes en el este de Europa.

Fue en el siglo XIX cuando la región del Monte Líbano comenzó a experimentar una época convulsa, en buena medida por la disputa por el poder político, económico y religioso entre los cristianos maronitas y los musulmanes drusos.

Los maronitas vieron cómo a partir de la década de 1840 empezó a haber escasez de alimentos y oportunidades, dice Martínez Assad. Y con el estallido de una guerra con los drusos, vinieron las primeras oleadas de emigración a partir de 1860.

“Hubo 60 años de gran inestabilidad en la región”, explica el historiador. Muchos de los maronitas se dirigieron a Europa, Asia, Oceanía y África. Pero otros también apuntaron al pujante continente americano.

Una ilustración de la masacre de maronitas de 1860
Getty Images
En la década de 1860 hubo matanzas de cristianos maronitas en el conflicto con los drusos.

La Primera Guerra Mundial, en la que el Imperio Otomano hizo alianza con las Potencias Centrales, generó una nueva oleada de emigrantes. “Los turcos reclutan a jóvenes, sin importar su religión, los agarran de la calle. Por eso mucha gente, para proteger a los hijos, los sigue enviando a otros países, como los de América”,

Eso explica en buena medida por qué la migración libanesa a América se caracterizó por la llegada de gente joven.

Se sabe que en un inicio muchos libaneses fueron llevados desde Europa a los países de la región latinoamericana con intermedio de agentes. Muchos tenían intención de llegar a EE.UU., pero fueron engañados y llevados a países como Brasil, Venezuela, Cuba o México.

Otros vieron en los países de América Latina un lugar con oportunidades.

Los comerciantes

El hecho de que los libaneses que emigraban de su país fueran cristianos, de la rama de los maronitas que practican un ritual cercano al católico, facilitó en buena medida su adaptación y aceptación cultural en los países de la región, explica Martínez Assad.

“Va a permitir el contacto mucho más amplio, incluso favorece los matrimonios, algo que no sucedió con otras comunidades, como los judíos o los asiáticos”, señala.

El territorio libanés otomano también tuvo una fuerte relación con Francia. Durante la conflictiva década de 1860, las fuerzas francesas defendieron a los maronitas y tras la Primera Guerra Mundial el territorio libanés fue un protectorado francés. Eso explica que culturalmente hubo mucho intercambio entre ambas partes.

Por ello, considera Martínez Assad, la francofilia de los libaneses les ayudó a la adaptación a otras lenguas romances, como el español y el portugués de los países de América Latina.

Ya desembarcados en América, se produjo un “fenómeno de establecimiento de redes” de libaneses que les permitió extenderse más allá de los principales puertos y ciudades.

“En Líbano hay algo que se le da mucha importancia al pasado fenicio, que aunque fue hace miles de años, queda en el inconsciente la idea de ser mercaderes. De tirarse al mar para la aventura y vivir de lo que se produce”, dice el historiador.

Un vendedor
Archivo General de la Nación Argentina
Los libaneses se hicieron buenos comerciantes, pero una imagen de vendedor ambulante fue la que se fijó en el imaginario colectivo.

Los libaneses se dedicaban, en general, al comercio y la agricultura en Líbano.

Pero es esa primera actividad la que empiezan a desarrollar en América Latina. Quienes no eran comerciantes en el pasado, entienden que en países como Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, México o Venezuela hay necesidad de establecer cadenas de distribución.

Y así es que muchos “se dan a la tarea de irse a muchos poblados”.

En Brasil se dio uno de los primeros fenómenos de los llamados “mascates” que caracterizarían a los libaneses en el continente: eran vendedores ambulantes que cargaban a cuestas una enorme caja con productos novedosos, muchos traídos del exterior, que iban vendiendo por las calles y las plazas.

Una figura que se replicó en otros países rápidamente y que llevó a los libaneses a adquirir ese perfil social de comerciantes de todo tipo de productos y novedades.

Si bien ser cristianos y adaptarse al idioma les permitió ir echando raíces en los países de la región. también enfrentaron algunas resistencias. En Sudamérica, en particular, los empezaron a llamar “turcos”, en ocasiones con un dejo despectivo, por su acento al hablar español y el hecho mismo de que vinieran del imperio dominado por Turquía.

Pero de hecho, la migración libanesa también se fundió con la de los sirios (vecinos de Líbano) que llegaron a América para probar suerte, lo que los llevó a ser puestos socialmente en el mismo grupo migrante aunque en estricto sentido fueran de origen diferente.

El monumento a la migración libanesa en Ciudad de México
Getty Images
En Ciudad de México hay un monumento a la migración libanesa.

Su prosperidad

Aunque Martínez Assad destaca que no todas las familias de origen libanés que hoy viven en América Latina son adineradas, fueron un grupo social que tuvo cierta prosperidad a lo largo del siglo XX.

Muchos comerciantes pasaron de ser vendedores ambulantes a establecer locales comerciales. Las redes para mover mercancías ya no solo se limitaron a un nivel local o regional, sino que comenzaron a establecer agencias de importación.

Las segundas y terceras generaciones de libaneses en América Latina también tuvieron mayor acceso a la educación universitaria, lo que fue clave para las familias.

Los Slim en México, los Char en Colombia, o la Jafet en Brasil, pero también otras cuantas familias en otros países de la región, pusieron las bases de lo que hoy son grandes empresas e industrias desde la década de 1920.

Miembros de la comunidad libanesa en CDMX
Getty Images
La diáspora libanesa ha alcanzado altos espacios en los negocios y la política.

Y con los negocios también abrieron la puerta de la política, desde su acceso a puestos locales hasta los nacionales. En Brasil, el país con la mayor población de origen libanés, Michel Temer es un político de origen libanés que llegó a ser presidente (2016-2018). Pero también cientos de políticos de esa comunidad han pasado por el Congreso.

Ecuador también tuvo al presidente Abdalá Bucaram (1996-1997), México a Plutarco Elías Calles (1924-1928) y Argentina a Carlos Menem (1989-1999). Dos altos funcionarios venezolanos son Tarek William Saab y Tareck El Aissami, que tienen origen sirio-libanés.

Shakira y Salma Hayek son dos de las artistas latinoamericanas que más lejos han llegado en la música y el cine, respectivamente.

También crearon fundaciones, hospitales y su comida se empezó a conocer mediante restaurantes en las principales ciudades de América Latina.

El poder político y económico, sin embargo, también ha atraído escándalos de corrupción. En México, dos miembros de la comunidad, de las familias Nacif y Kuri, estuvieron involucrados en casos de pederastia. Situaciones individuales que terminan por salpicar a toda la comunidad.

Mirar desde lejos

Para Martínez Assad, la prosperidad de la comunidad vino a consecuencia de la dedicación al trabajo de las primeras generaciones.

“Algo que se exalta mucho es el trabajo y yo creo que es cierto. Yo procedo de una familia que mis tíos se levantaban a las 5 am para arreglar su negocio. Pasaban todo el día la tienda. Y en la noche seguían arreglando los negocios del día siguiente”, señala.

En la actualidad, los constantes conflictos sociales y militares en Líbano en las últimas dos décadas -en especial la lucha del grupo armado chiita Hezbolá con Israel- ha sido vista con preocupación por la comunidad libanesa.

Sin embargo, Martínez Assad percibe cierta distancia, cuando menos en la comunidad mexicana cristiana maronita.

“No hay migración de vuelta ni mucho conocimiento de lo que ocurre en Líbano. La política es muy compleja de entenderla. El gobierno está conformado por grupos religiosos, de 18 religiones que hay en Líbano”, señala

Situaciones como el conflicto actual con Israel, que ha emprendido incursiones contra Hezbolá en el sur de Líbano, sin embargo, no dejan de ser “muy lamentables” para los libaneses que tienen que ver desde lejos el conflicto en el país que para sus ancestros fue su hogar y que les da identidad a miles de kilómetros de distancia.

Como escribía Fawaz: “Ser libanés es dejar Líbano pero Líbano no te abandona jamás. Ser libanés es tener un país que nunca he vivido pero es el mío”.

Línea gris
BBC

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