El alcohol, al ser una sustancia regulada y altamente aceptada a nivel social, se ha arraigado profundamente en nuestra cultura haciéndose presente en prácticamente todas nuestras celebraciones, rituales y tradiciones. Sin embargo, la normalización de su consumo excesivo puede llevar a pasar por alto los riesgos asociados, además de reforzar la idea equivocada de que la bebida es el único indicador de disfrute y conexión social. Por esa razón, y aprovechando que ayer fue el Día Mundial sin Alcohol, contactamos a Lucía Flores Olvera del colectivo Cero Cruda, quien nos contó lo que significa repensar nuestra relación con esta sustancia.
En México el consumo problemático de alcohol entre las mujeres está aumentando, y la brecha entre hombres y mujeres se cierra cada vez más. Por ejemplo, durante la contingencia por COVID, el consumo diario se duplicó en hombres y se triplicó en mujeres.
Además, el alcohol afecta aún más la salud de las mujeres que la de los hombres, pues si bien las mujeres en promedio inician el consumo a mayor edad, las problemáticas relacionadas con este se desarrollan de forma más acelerada y son potencialmente más severos en nosotras.
Por otro lado, el consumo problemático de alcohol puede incrementar por experiencias de abuso, violencia de género y trauma, situaciones que, desgraciadamente, tienen una alta prevalencia entre las mujeres en México, así como en contextos de vulnerabilidad económica, dependencia financiera, problemas de salud mental, etc. Además, el estrés —muchas veces potenciado por la doble jornada laboral de muchas mujeres— también puede jugar un rol significativo.
Frente a esta situación, nos encontramos con una creciente normalización del consumo de alcohol entre las mujeres fomentado por el marketing de bebidas alcohólicas y la representación de la mujer en el cine y la televisión.
A la par de esta normalización del consumo, las mujeres con uso problemático de alcohol son objeto de mayores sanciones sociales que los hombres, especialmente si son madres o cuidadoras. El estigma que sufren las mujeres con un consumo problemático de alcohol explica, en parte, que retrasen lo más posible la búsqueda de ayuda. En México, solo el 4 % de las personas con dependencia o uso problemático de alcohol buscan ayuda, y muchas veces esta búsqueda es mayor en hombres que en mujeres, ya que estas no acuden a los servicios por miedo a ser juzgadas y rechazadas, o porque no pueden ingresar a un centro de tratamiento y dejar sus tareas de cuidado.
Por todas estas razones, es importante examinar y repensar nuestro consumo de alcohol, así como cuestionar el lugar que tiene la bebida en la vida cotidiana.
Lucía: A finales de 2019 decidí dejar de tomar alcohol, pues llegué a un punto en que el consumo estaba ocasionando daños en mi salud física y mental, así como en mis relaciones. En ese momento me di cuenta de que las cosas iban a empeorar realmente si no hacía un cambio en mi vida. Desde hace muchos años, antes de tomar esta decisión, me había percatado de que tenía un consumo problemático y había intentado dejar el alcohol en repetidas ocasiones, pero siempre regresaba a los mismos patrones de consumo, puesto que no había hecho un trabajo personal para entender y tratar las causas más profundas. Iniciar con terapia psicológica me ayudó a hacer este trabajo y así poder dar este paso. Fue muy importante que no solamente dejé de tomar, sino que hice muchos cambios positivos en mi vida para llegar a un punto de equilibrio y bienestar.
Lucía: Al inicio lo más difícil fue aprender a sentir y gestionar emociones difíciles sin recurrir al alcohol para “anestesiarme”. También tuve que iniciar un duelo de la identidad que me había construido alrededor del alcohol, pues esta estaba muy presente en mi vida laboral y social, donde se valoraba trabajar mucho y fiestear aún más. Tuve que atreverme a socializar sin tomar alcohol, lo que al principio me causaba mucha ansiedad, pero luego me di cuenta de que podía pasarla aún mejor sin tomar y, principalmente, sin cruda al día siguiente. Paradójicamente, lo más difícil no fue el dejar el alcohol, sino asumir mi decisión de no tomar frente a los demás, pues me daba vergüenza que me asociaran con el “alcoholismo”. Fue ahí donde me di cuenta que yo misma tenía muchos prejuicios que deconstruir para poder aceptarme y sentirme orgullosa de haber hecho este cambio. Se me hace muy irónico que el alcohol esté tan glorificado al punto de que nos sintamos avergonzadas de decidir no tomar, lo que debería ser una decisión respetada.
Una vez que asumí que había dejado de tomar, me tuve que enfrentar al juicio y la incomprensión de las personas cuando les decía que no estaba tomando. Especialmente algunos amigos no entendían por qué había dejado de tomar, si según ellos“no estaba tan mal”, pues siempre fui “funcional” y exitosa a nivel profesional a pesar de tener un consumo problemático.
Después de 3 años sin tomar, hoy tomo muy de vez en cuando y siempre de manera muy moderada. El alcohol se ha vuelto irrelevante en mi vida, y mi principal problema es la falta de opciones de bebidas sin alcohol en los bares y restaurantes.
Lucía y Mildred: La idea de crear Cero Cruda surgió de mi propia experiencia de consumo problemático y, posteriormente, de vivir una vida libre de alcohol. Cuando dejé de tomar me di cuenta que hay pocas opciones disponibles para las mujeres que quieren cambiar su relación con el alcohol. Como mujeres, no es fácil cuestionarnos sobre nuestro consumo de cualquier sustancia, y aún menos compartir esos cuestionamientos con otras personas. Hoy en día la mayoría de los grupos de apoyo son mixtos, por lo que identifiqué la necesidad de crear un espacio únicamente para mujeres, mismo que sea seguro para expresarnos sin prejuicios y tocar temas sensibles, como la violencia de género.
La necesidad de crear un programa como este fue validada por entrevistas cualitativas con más de veinte mujeres realizadas entre mayo y junio de 2022. Fue durante esta investigación que conocí a mi compañera Mildred, quien es psicóloga social, y juntas fue que decidimos crear Cero Cruda.
Lucía y Mildred: Cero Cruda tiene el objetivo principal de crear un espacio de reflexión, apoyo emocional y acompañamiento para mujeres que queremos cambiar nuestra relación con el alcohol y otras sustancias.
De igual manera, busca crear espacios seguros en los que las asistentes puedan expresarse sin ser juzgadas, brindándoles acompañamiento y guiando la reflexión de las emociones alrededor del consumo de sustancias. Ofrecemos información, círculos de reflexión y talleres a precios accesibles.
Todas las actividades de Cero Cruda se hacen desde una perspectiva empática, de autocuidado y aprendizaje. Nos guiamos por la filosofía de la reducción de riesgos y daños y todas las intervenciones se hacen con enfoque de género.
Lucía y Mildred: Hemos alcanzado, en su mayoría, a mujeres jóvenes de la Ciudad de México y del área metropolitana, pues los talleres son presenciales, y por ahora solo están disponibles en la capital. Se trata de mujeres que experimentan una fuerte ambivalencia ya que, por un lado, están conscientes de los problemas que les causa el consumo de alcohol y otras sustancias, pero al mismo tiempo no están listas para dejarlo por completo. Algunas de las participantes tienen la abstinencia como objetivo, pero otras solo buscan moderar su consumo. Cada participante fija sus propios objetivos, y la única condición para poder participar es que quieran examinar su relación con el alcohol y otras sustancias. El costo de los talleres es muy accesible, pues se busca que cualquier mujer pueda participar, independientemente de sus recursos financieros.
Eventualmente nos gustaría poder alcanzar a mujeres de otros estados y a poblaciones vulnerables como las mujeres privadas de su libertad.
Finalmente, cabe recalcar que Cero Cruda no es un programa clínico ni un programa de desintoxicación.
Lucia: Cambiar mi relación con el alcohol ha sido lo mejor que he hecho por mi salud física y mental. Al principio pensé que dejar de tomar equivalía a privarme de algo, pero me di cuenta que gané mucha confianza en mí, mejoré mis relaciones, y ahorré mucho dinero. Principalmente me ahorré las crudas, los blackouts, los cambios de humor, y la sensación de estar desperdiciando mi vida. Gracias a esta decisión, he descubierto una vida mucho más plena y auténtica, y he hecho muchísimas cosas que siempre había querido hacer pero que no imaginaba posibles. Aprendí a estar conmigo misma, a aceptarme tal como soy, y a estar presente en los buenos y malos momentos, sin necesidad de recurrir al alcohol para celebrar o para anestesiarme.
El relato de Lucía y Mildred revela los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres al reconsiderar su relación con el alcohol, destacando la necesidad de opciones en un contexto donde la sobriedad, al contrario del uso de otras sustancias, es cuestionada. A pesar de estos retos, Cero Cruda se posiciona como un espacio inclusivo, permitiendo que cada participante defina sus propios objetivos, reconociendo la diversidad de experiencias y elecciones.
La iniciativa ha resonado principalmente en mujeres jóvenes en la Ciudad de México, pero aspira a trascender fronteras y llegar a poblaciones más vulnerables. Es crucial enfatizar que Cero Cruda no busca desestimar la elección de aquellas que disfrutan del alcohol de manera responsable, sino más bien ofrece una alternativa para las mujeres que buscan un cambio en su relación con esta sustancia. Desde Instituto RIA y Cero Cruda les invitamos a reflexionar sobre su consumo de alcohol desde el autocuidado y la gestión de placeres y riesgos. ¡Considerar cómo impacta en nuestro bienestar físico, emocional y social es un paso valioso hacia una relación más consciente y equilibrada con la sustancia!
* Lucía Flores se dedica al diseño y la gestión programas para impulsar la igualdad de género, prevenir la violencia contra las mujeres, mejorar la resiliencia ante el cambio climático y la inclusión financiera. Mildred Vázquez es psicóloga social, investigadora, activista y divulgadora feminista. Romina Vázquez es defensora de derechos humanos y gestora de paz por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Actualmente colabora en el Instituto RIA.
No son nómadas digitales ni llegaron a Argentina atraídos por el tipo de cambio. Por el contrario, padecen al igual que los argentinos la crisis económica que vive el país.
Muchos extranjeros eligen quedarse en Argentina a pesar de los problemas que desde hace varios años atraviesa un país con más de 140% de inflación.
“Argentina está riquísimo en muchos sentidos”, dice Paige Nichols, de 36 años y que llegó a Buenos Aires desde Washington hace 15 años. Para esta asesora en contenidos digitales, Argentina es un país que puede “volverte loco”, pero eso no quita lo bueno de vivir en una sociedad “dinámica y creativa”.
De las más de 46 millones de personas que viven en Argentina más de tres millones son extranjeros con residencia argentina, según los últimos datos del Registro Nacional de las Personas.
Esa cifra, que representa un 6,5% de la población del país, no incluye a los inmigrantes que no están registrados, por lo que se estima que el número puede llegar a ser mucho más alto.
“Argentina es reconocida por tener la mejor educación de América Latina“, dice Isla Montalier, de 29 años, que en 2012 viajó desde Sergipe, en el noreste de Brasil, hasta Buenos Aires para estudiar Medicina en una universidad privada.
Isla es parte del 87% de los migrantes que llegan a Argentina desde otros países de Sudamérica.
“Todos sabemos la situación que vive el país. Me duele lo que pasa. Pero desde que llegué nunca pensé en irme a otro lugar“, dice Larry Montes, un arquitecto de 33 años que antes de dejar Venezuela en 2017 había evaluado la posibilidad de instalarse en Santiago de Chile.
El sentimiento de comunidad, el buen trato de los argentinos a los migrantes, la energía vibrante, sus universidades, el modo de relacionarse, la mirada disruptiva y la vida nocturna son algunos de los motivos que explican por qué muchos extranjeros se quedan a pesar de las dificultades.
En BBC Mundo hablamos con algunos de ellos sobre los motivos que los llevaron a elegir Argentina.
El día que llegué a Buenos Aires sentí que era mi lugar en el mundo.
Todos sabemos la situación económica que vive Argentina. Me duele lo que pasa. Pero desde que llegué en 2017 nunca pensé en irme, si bien antes de salir de Caracas había pensado en instalarme en Santiago de Chile.
Argentina es un país muy cálido con los migrantes venezolanos.
En muchos otros países de América Latina los venezolanos somos víctimas de xenofobia. Por el contrario, en Argentina somos una comunidad respetada. Los venezolanos nos sentimos agradecidos con este bello país.
Mira, por poner un ejemplo, en mi primer empleo me encontré con una persona de manera extraña, en la casa de unos conocidos, y a la semana siguiente ya estábamos comiendo un asado en su casa. ¡Es hermoso!
También lo noto en el ámbito profesional. Soy arquitecto y desde un primer momento conseguí trabajo en el sector de la construcción. Los profesionales argentinos siempre me han tratado con respeto en mis lugares de trabajo, me han hecho sentir integrado.
Pienso que eso tiene que ver con el pasado migratorio de muchas familias argentinas, que hacen de Argentina un lugar cálido para el extranjero. La mayor parte de la gente te abre las puertas de su casa, te recibe bien, te invita a comer.
Claro que me gustaría que la realidad económica no estuviera tan agitada. Ese es un sentimiento que tenemos todos en este momento.
Pero del resto… A mí me encanta vivir aquí. No puedo sentir más que agradecimiento por esta bella patria que me recibió con muchísimo amor.
A veces digo, en broma, que me quedo en Argentina porque me gusta sufrir.
Argentina tiene un caos seductor. Me refiero a que aquí hay espacio para el cambio, la transformación, la creatividad.
De todos modos, no romantizo el caos. Por momentos, me vuelve loca este país.
Por ejemplo, si un día tengo que ir al banco, al supermercado y al correo, eso me puede llevar hasta tres días: vas al banco y no hay sistema; vas a al super y no encontrás la mitad de los productos que querés llevar; llegás al correo y están de huelga.
Entonces, ahí aparece la pregunta que me hacen muchos: ¿Por qué dejaste Estados Unidos, un país de primer mundo, para vivir acá? Eso es lo que mucha gente no puede entender.
Bueno, Argentina está riquísimo en un montón de sentidos. Este país me ha dado todo en estos 15 años que llevo: me dio trabajo, una comunidad de amigos, una familia elegida, me abrió las puertas y los ojos.
Además, me gustan los contrastes de los argentinos: la histeria con sinceridad, las ganas de romper las reglas con el respeto a ciertas convenciones sociales. Es un país que te obliga a estar siempre despierta.
Por supuesto, eso tiene un costado negativo, es un país que te exige demasiado, no podés descansar porque no sabés con qué te vas a encontrar.
En Argentina hacemos más con mucho menos y eso nos obliga a ser creativos y dinámicos, algo que al final del día es una fortaleza.
Nací en Pernes-les-Fontaines, en el sur de Francia.
Después de estudiar administración de empresas y comunicación en Francia, decidí que quería vivir en el exterior, aunque no empecé por Argentina sino por California, en Estados Unidos.
En Los Ángeles noté que cada uno se enfoca en su vida sin mirar demasiado al otro y, para mí, el modo de relacionarse es importante.
Por ejemplo, no existe la costumbre de sentarse a conversar en un café. Creo que la ausencia de este tipo de costumbres condiciona mucho la forma en la que la gente se vincula.
En cambio, en 2011, cuando llegué a Argentina, noté que los franceses y los argentinos tenemos mucho en común.
Por ejemplo, compartimos el buen comer. Parece algo menor pero cuando digo esto me refiero a que nos relacionamos sentados alrededor de una mesa: una buena comida con buenas conversaciones.
Tanto los franceses como los argentinos valoramos más la idea de comunidad que la idea del éxito y el fracaso individual. Lo ves en la educación y en la salud pública, en la forma en que la gente sale a la calle, camina a la noche, se encuentra. Todo eso habla mucho de una sociedad.
Por supuesto, siento preocupación por lo que pasa en Argentina, sobre todo desde que soy madre. Yo quiero que mi hijo crezca en una sociedad democrática y quiero que tenga algún tipo de futuro que no sea desastroso.
En ese sentido, pensamos en nuestra permanencia en el país, pero no tengo lista la valija en un rincón de mi casa.
Siempre quise ser médica. Pero estudiar Medicina en Brasil es muy caro.
La educación en Brasil es elitista. Es muy raro ver a alguien que no sea blanco de clase media o media-alta entre los médicos que se reciben en mi país.
En las universidades públicas, si no fuiste a colegios privados, es muy difícil que puedas aprobar el “vestibular” [examen de ingreso a la universidad]. En las privadas, la cuota llega a ser cinco veces más alta que en las universidades pagas de Argentina.
Por eso, muchos brasileños venimos a estudiar acá. En mi caso, me recibí en una universidad privada que no podría haber pagado en Brasil.
En ese sentido, vemos con cierta preocupación -y creo que puedo hablar por gran parte de la comunidad de brasileños en el país- el debate sobre el futuro de la educación pública en Argentina, sobre todo los que están estudiando en este momento.
Argentina es reconocida por tener la mejor educación de América Latina. Me pregunto qué pasaría en este es un país, que tiene un 50% de pobres, si no tuvieran acceso a la educación. Pienso que estarían en una posición mucho más complicada.
En mi caso, no pienso en irme del país. De eso me di cuenta un día de 2014, caminando con mi mamá por la calle Florida de Buenos Aires, cuando me dijo que tenía que pensar qué iba a hacer cuando volviera a Brasil.
En ese momento le respondí: “No quiero volver a Brasil. Me encanta la vida que tengo en Argentina“.
En Argentina descubrí un país donde pasa de todo en todo momento.
Me fui de Medellín, lugar donde nací, para Quito, Ecuador, a los 19 años. Estuve un tiempo ahí, pero la ciudad me parecía demasiado chica, muy conservadora.
Por el contrario, Buenos Aires es un lugar muy creativo.
Ya en Argentina, empecé poco a poco a dedicarme a la gastronomía. Primero, desde el mundo de los vinos, gracias a una sociedad con la que abrimos un bar de vinos.
Soy consciente de los problemas que vive Argentina. Para los que trabajamos en el ámbito de la gastronomía el día a día se hace muy difícil. Tenés que estar pensando siempre en los precios cuando podrías invertir ese tiempo en otras cosas.
Pero me quedo porque siento una evolución. A pesar de la crisis económica, en Argentina noto un crecimiento constante.
Además, no creo que haya tantas ciudades como Buenos Aires en Latinoamérica. Este es un lugar con gente de todas partes del mundo, divertida, con una vida nocturna intensa, que muchas de las otras ciudades de América Latina no tiene.
Me parece que eso tiene que ver con que es más segura. Si bien la seguridad ha mejorado en Medellín y ha empeorado en Buenos Aires, todavía estamos lejos de llegar a los niveles de violencia con los que se viven en algunas regiones de Colombia.
Si le tuviera que dar un consejo a alguien que está con ganas de venir a Argentina, le diría que pruebe en otras ciudades: Córdoba, Mendoza, Bariloche, que no piense solo en Buenos Aires. Hay muchas oportunidades en otras provincias.
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