
Hace algunos meses se visibilizó el caso de Gisèle Pelicot, una mujer francesa que durante casi 10 años sufrió actos de violencia sexual facilitados por su entonces esposo. Este hombre suministraba sustancias psicoactivas a Giséle sin su consentimiento -lo que se conoce como sumisión química-, en este caso sedantes y somníferos, y se ponía de acuerdo con otros hombres para que abusaran sexualmente de ella mientras se encontraba inconsciente. Este caso actualmente está en juicio y Gisèle ha decidido hacerlo público bajo un poderoso lema: “la vergüenza tiene que cambiar de bando”.
El 25 de Noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y, desafortunadamente, el entorno relacionado con las sustancias psicoactivas no está libre de violencias de género. El caso de Gisèle no es único ni aislado. La sumisión química para violentar a las mujeres, la invalidación y justificación de la violencia hacia quienes usan sustancias psicoactivas por placer, e incluso las que están encarceladas o son llevadas a anexos, están viviendo violencias en estos escenarios.
Las mujeres que usan sustancias psicoactivas están más expuestas a la violencia de género, al ser culpabilizadas y revictimizadas por sus consumos, lo que como consecuencia genera dificultades para el acceso a la justicia. La carga del discurso moral que recae sobre las mujeres usuarias es muchísimo más pesada que la de los hombres. En el Informe de Mujeres que usan Drogas y Privación de la Libertad en México de Equis, uno de los testimonios menciona: “Un hombre que usa drogas sólo es estigmatizado como usuario. Una mujer es estigmatizada por usuaria y puta”, ejemplificando esta carga extra de juicios y estereotipos que de alguna forma hacen que se justifiquen las violencias ejercidas hacia nosotras.
Son incontables los casos de feminicidios en México y América Latina que ocurren en entornos de ocio nocturno donde hay uso de sustancias psicoactivas – tanto legales, como ilegalizadas. El discurso se repite: “Si no hubiera estado tomada/drogada no la hubieran matado”; el consumo de drogas, la mala mujer, la puta, la adicta – todas estas como justificantes, juicios desmoralizantes, arranca-dignidades.
No sólo es indignante la sangrienta violencia ejercida hacia las mujeres, sino que el discurso predominante también es completamente falso. Lamentablemente, a las mujeres se nos violenta en nuestras casas, en la calle a plena luz del día, en el trabajo, en la vida en pareja. Las sustancias psicoactivas no son un justificante.
En la violencia en pareja el uso de sustancias psicoactivas también toma un papel importante. De acuerdo con un estudio realizado por INMUJERES, 46% de las mujeres casadas o alguna vez en pareja han sufrido violencia a lo largo de su relación, y 23.4% consideran que esta violencia inició o empeoró debido al uso de alcohol de su pareja. Si bien desde el Instituto RIA no apoyamos la prohibición y creemos en medidas alternativas a la abstinencia para tratar consumos problemáticos de sustancias, consideramos importante que todas las personas usuarias sean reflexivas respecto a sus consumos, y la manera en que estos pueden afectar a otras personas, no tolerando ningún tipo de violencia.
En el caso de las mujeres que son enviadas a centros de tratamiento o “anexos”, la violencia también prevalece. Desde violencia física y maltrato, al ser enviadas de manera involuntaria a estos internamientos, hasta acoso y violencia sexual, no sin antes pasar por otras violencias de tipo verbal, de privación de alimentos, restricción de uso de sanitarios, o negación de acceso a servicios médicos cuando se necesitan. Por ser usuarias se nos coloca en una posición de humillación.
En entornos de conflicto donde hay disputas territoriales entre grupos del crimen organizado y las Fuerzas Armadas, las tasas de desapariciones y feminicidios aumentan. Por ejemplo, durante 2022 en Zacatecas hubo un aumento del 50% de desapariciones de mujeres, dato que se relaciona directamente con la presencia de cárteles y de las autoridades. La fallida guerra contra las drogas y la prohibición han propiciado un ambiente inseguro, rodeado de detenciones arbitrarias, abuso sexual, y tortura por parte de organismos como la SEDENA, el Ejército Mexicano y la Guardia Nacional.
Con relevancia en el contexto actual mexicano, debemos mencionar nuestra preocupación por las propuestas para reformar el artículo 19 constitucional que habla de incluir el narcomenudeo en la prisión preventiva oficiosa (PPO). Es preocupante debido a que se permitiría acusar de narcomenudeo a muchas personas que portan sustancias ilegalizadas, cuando en muchas ocasiones se trata de portación para consumo personal. La PPO afecta de manera desproporcionada a las mujeres, sobre todo a las que viven de por sí en situaciones precarizadas. Una vez encarceladas, muchas de estas mujeres sufren carencias de acceso a productos de higiene personal, medicamentos y atención médica, además de la discriminación y violencia por la que pasan dentro de los centros penitenciarios.
La violencia es transversal cuando se trata de mujeres y sustancias psicoactivas, y estos han sido tan sólo una breve muestra de muchas violencias ejercidas hacia nosotras. Se requiere de cambios en las narrativas y perspectivas en torno a nosotras, así como educación con perspectiva de género y políticas públicas que nos protejan y apelen a la justicia tras eventos de violencia. La violencia es sistémica y estructural, por lo que nuestra resistencia es imperativa, y la exigencia por seguridad y respeto a nuestros derechos humanos es urgente.
*Paola Rodríguez es Diseñadora Multidisciplinaria por el INBA y maestra en Prácticas de Desarrollo de Regis University. Le apasiona compartir información sobre políticas de drogas y modelos de reducción de riesgos y daños por uso de sustancias, así como dignificar a las personas usuarias en sus distintas interseccionalidades. Actualmente es encargada de Comunicación y Redes Sociales en Instituto RIA.

El líder de la operación asegura que su organización está construyendo infraestructura en Venezuela para extraer a personas del país en caso de que comience una guerra con Estados Unidos.
La operación de rescate para sacar de Venezuela a la líder opositora y premio Nobel María Corina Machado incluyó disfraces, dos barcos en mares agitados y un vuelo, según ha contado a la BBC el hombre que dice haberla dirigido.
Bautizada como “Operación Dinamita Dorada”, el peligroso viaje fue frío, húmedo y largo, pero la “formidable” Machado no se quejó ni una sola vez, según Bryan Stern, fundador de la Grey Bull Rescue Foundation.
“El mar está muy agitado. Está completamente oscuro. Usamos linternas para comunicarnos. Da mucho miedo, pueden salir mal muchas cosas”.
A pesar de los riesgos, todo salió bien. Machado llegó sana y salva a Oslo, Noruega, para recoger su Premio Nobel de la Paz justo antes de la medianoche del miércoles.
Tras haber vivido escondida en su propio país desde las controvertidas elecciones del año pasado en Venezuela, Machado no había aparecido en público desde enero. Sus hijos adultos, a quienes no había visto en dos años, estaban en Oslo para recibirla.
Grey Bull se especializa en misiones de rescate y evacuaciones, especialmente en zonas de conflicto y desastre. Un representante del equipo de Machado confirmó a CBS News, socio mediático de la BBC en Estados Unidos, que la organización estaba detrás de su operación de rescate.
Stern explicó que Grey Bull llevaba meses consolidando su presencia en el Caribe, incluida Venezuela y la vecina isla de Aruba, para prepararse para posibles operaciones en Venezuela.
“Hemos estado construyendo infraestructura sobre el terreno en Venezuela diseñada para sacar a estadounidenses, aliados, británicos y otras personas en caso de que comience la guerra en Venezuela”, declaró a la BBC.
Las especulaciones sobre una posible acción militar de Estados Unidos contra Venezuela han ido en aumento después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, pidiera al presidente Maduro que abandonara el cargo, acusándolo de enviar narcóticos y asesinos a Estados Unidos.
Según Stern, el reto en este caso consistía en sacar del país a alguien tan conocido como María Corina Machado, un nombre muy popular en Venezuela para la oposición.
Ninguna de las infraestructuras que su empresa había construido en el país, dijo, estaba “diseñada para la segunda persona más popular del maldito país con una diana en la espalda”.
Cuando entró en contacto por primera vez con el equipo de Machado, al principio no le revelaron su identidad, pero afirmó que fue capaz de adivinarla.
Se pusieron en contacto con él a principios de diciembre, a través de un contacto que conocía al equipo de Machado, y este era al parecer el segundo intento de sacarla de Venezuela, después de que el plan inicial “no saliera bien”, según dijo.
La operación se denominó “Dinamita Dorada” porque “(Alfred) Nobel inventó la dinamita” y Machado intentaba llegar a Oslo para recoger el Premio Nobel de la Paz.
Las cosas se movieron rápidamente. Stern dijo que habló con el equipo el viernes, que se desplegaron el domingo y que el martes ya habían completado su misión.
Su equipo había explorado varias posibilidades para sacar a Machado del país y se decidió por un plan que implicaba un tumultuoso viaje por mar.
Para proteger su futuro trabajo en Venezuela, Stern solo puede revelar algunos detalles del viaje.
Por tierra, trasladaron a Machado desde la casa donde se escondía hasta el punto de recogida de una pequeña embarcación, que la llevó frente a la costa hasta un barco un poco más grande, donde se reunió con él.
El viaje se realizó en “mares muy agitados”, con olas de hasta 3 metros de altura, en “una oscuridad total”, según contó.
“El viaje no fue agradable. Hacía frío, llovía mucho, estábamos empapados, las olas eran muy fuertes, y eso lo aprovechamos. La llevamos a tierra firme, hasta donde estaba su avión, y ella voló a Noruega”.
A lo largo del viaje, se tomaron varias medidas para ocultar y disimular su rostro y su perfil “digital”, ya que se trata de una política muy conocida.
“La amenaza biométrica es muy real”, señaló, y añadió que se tomaron medidas para asegurarse de que no pudiera ser localizada a través de su teléfono.
Stern dijo que María Corina Machado se comportó de manera “impresionante” a pesar de las dificultades durante el viaje, aceptando un jersey para abrigarse cuando él se lo ofreció, pero sin pedir nada más.
“Estaba empapada y helada, pero no se quejó ni una sola vez”, dijo riendo, reconociendo que la operación era muy peligrosa porque el agua “no perdona”.
“Si conduzco un barco y se me avería el motor, tendré que nadar hasta Venezuela”.
Cuando se le preguntó cómo podía garantizar la seguridad de los venezolanos que ayudaron en la operación, Stern respondió que mantuvieron sus identidades en secreto y que “nosotros [Grey Bull] realizamos muchas operaciones encubiertas”.
Muchos de los que ayudaron ni siquiera se dieron cuenta de que estaban trabajando para él, dijo Stern, mientras que otros creen que “conocen toda la historia”, pero en realidad no es así.
“Hay personas que hicieron cosas que eran benignas desde su perspectiva, pero que desde la nuestra eran fundamentales para la misión”.
Afirmó que la operación fue financiada por donantes, y no por el gobierno de Estados Unidos: “Nunca hemos recibido una nota de agradecimiento del gobierno de Estados Unidos, y mucho menos un dólar”.
Stern aseguró que se coordinó con algunos Estados nacionales y con los servicios de inteligencia y diplomáticos de varios países. Esto incluyó alertar a Estados Unidos de manera “informal”.
Machado ha dicho que tiene la intención de regresar a Venezuela, pero el Stern afirma que le aconsejó que no lo hiciera.
“Le dije: ‘No vuelvas. Eres madre. Te necesitamos’. Ella hará lo que tenga que hacer… Entiendo por qué quiere volver, porque es una heroína para su pueblo.
“Ojalá no volviera, pero tengo la sensación de que lo hará”.
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