Sexenios van y sexenios vienen y la situación de exclusión, precariedad y vulneración de los derechos de las mujeres continúan marcando el panorama de adversidades que enfrentan en el ámbito del trabajo.
De cara a un año más de conmemoración por el Día Internacional de la Mujer, vale la pena desmenuzar las diversas barreras que afrontan la enorme mayoría de ellas.
Con el propósito de aportar al análisis, la reflexión y la toma de decisiones, Acción Ciudadana Frente a la Pobreza presenta un reporte especial basado en ocho historias que, en su conjunto, exhiben los retos multidimensionales que se deben afrontar desde el Gobierno, los órganos legislativos, la iniciativa privada y sociedad civil organizada.
Con datos oficiales, al cierre del año pasado, en México casi 22 millones de mujeres están fuera del sistema laboral, de las cuales 17.7 millones, que representan el 80% de ellas, no pueden salir a buscar trabajo pues se encuentran realizando tareas de cuidado en sus hogares, sin remuneración. Además, 4.3 millones están desempleadas.
Otro aspecto que recrudece la exclusión son las desigualdades laborales y salariales que enfrentan, mismas que aumentan otra vez, según el número de hijos que tienen, la sobrecarga de tareas de cuidado.
La Encuesta Nacional de Ingreso en los Hogares (ENIGH 2022, la más reciente) revela que del total de mujeres que no trabajan, 40% tenían tres hijos o más. Las que tienen 2 hijos fueron el 20% y con un hijo, 12%. Además, conforme aumenta la cantidad de hijos, los ingresos que perciben son menores. Las mujeres con un hijo ganaban, en promedio, 22,504 pesos por trimestre; mientras que con cuatro hijos, el ingreso cae a 13,583 pesos por trimestre.
Ser mujer joven, y mujer indígena, son de las barreras más profundas de la raíz de la pobreza.
En México hay 15. 6 millones de jóvenes oportunidad, son personas de 15 a 29 años de edad que se enfrentan a contextos adversos y que los llevan a vivir en exclusión y precariedad.
De este grupo, 8.2 millones son mujeres (53%), y de ellas, 3.8 millones se encuentran fuera de la escuela y del trabajo, 3 millones están en esa situación por realizar labores domésticas y de cuidado.
Además, 2.7 millones están fuera de la escuela y tienen trabajos precarios; y 1.6 millones que, aunque siguen en la escuela, viven en hogares con pobreza.
En 2022 había 3.4 millones de mujeres indígenas, y más de 80% de ellas, de 15 años o más, tenían nivel de escolaridad secundaria o menos. La ENIGH de ese año revela que 43% no tenían trabajo, y según el CONEVAL, con datos de ese mismo año, 7 de cada 10 estaba en situación de pobreza multidimensional. De quienes trabajan, 82% no estaban afiliadas a ninguna institución de salud.
Las mujeres que sí cuentan con un empleo lo hacen en condiciones precarias. De 24.3 millones que trabajan, 80 % no gana lo suficiente para comprar dos canastas básicas al mes; es decir, tienen salarios de pobreza, y 60 % no tienen acceso a seguridad social ni a servicios de salud. Además, casi 2 de cada 10 asalariadas trabajan jornadas excesivas de más de 48 horas y cerca de la mitad (47%) no tienen contrato estable.
Tener un empleo en el sector formal, tampoco es garantía de que cuenten con salario suficiente para superar la pobreza.
De casi 9 millones de mujeres con trabajo y afiliadas al IMSS, 5.2 millones (58%) carecen de salario digno; esto es, superior a 12,500 pesos al mes. Con salarios de pobreza son 37%; esto es, menor a 12,500 pesos al mes, y 21% perciben salarios de sobrevivencia; es decir, alrededor de 12,500 pesos al mes, monto con el que apenas se cubre el costo de dos canastas básicas.
La inmensa mayoría de las mujeres trabaja en condiciones de informalidad: sin derechos laborales ni seguridad social. En el tercer trimestre de 2024 eran 13.4 millones, que representa 55% de las mujeres ocupadas. Y 82 % de ellas tenían salarios de pobreza, menores al costo de dos canastas básicas.
Además, el trabajo doméstico remunerado recae en gran medida en las mujeres: de 2.3 millones de personas con esa actividad 2.1 millones, 91 % son mujeres.
Del total de trabajadoras domésticas asalariadas, 97 % tienen trabajo informal; 85 % tienen salarios de pobreza; 71 % carece de prestaciones laborales y 98 % carecen de un contrato estable.
Los diversos aspectos de la situación laboral de las mujeres dan cuenta de que la exclusión económica impuesta por género es una de las principales raíces de la pobreza y la desigualdad.
Para cambiar esta realidad, es crucial impulsar acciones concretas que promuevan su plena inclusión y autonomía económica para derribar las estructuras discriminatorias que perpetúan la exclusión y precariedad.
Uno de los pasos más importantes es la creación de un Sistema de Cuidados que redistribuya las responsabilidades actualmente sobrecargadas sobre las mujeres. Este sistema debe involucrar al Estado, a las empresas y a la familia.
Un desafío fundamental es eliminar los salarios de pobreza a través del incremento al salario mínimo y que las empresas asuman el compromiso voluntario por el salario digno de $12,500 pesos al mes.
Para lograr una transformación real, se requiere de un compromiso social firme que garantice los derechos de las mujeres, su autonomía económica y una verdadera igualdad sustantiva.
Este tipo de cambios beneficiarán a la sociedad en su conjunto, pero, sobre todo, liberará a las mujeres de la exclusión, la vulnerabilidad y de las violencias por género que les impide una vida digna y sin pobreza.
Desde China “descubriendo” el mundo hasta el ruido en Ciudad de México, esta selección de mapas revelan algo sorprendente sobre nuestro presente y pasado.
Esa emoción fue su criterio de selección para el libro “40 Maps That Will Change How You See The World” (“40 mapas que cambiarán tu forma de ver el mundo”), publicado recientemente por este profesor de geografía social de la Universidad de Newcastle, en Inglaterra.
“Cada uno de estos 40 mapas es disruptivo”, escribe Bonnett en la introducción. “Son mapas que desafían nuestra visión del mundo, a veces empujándola más allá, a veces derribándola”, continúa.
Bonnett es autor de numerosos trabajos que exploran la intersección entre geografía y sociedad, y sus libros han sido traducidos a 19 idiomas.
En este último volumen incluye desde mapas antiguos hasta otros creados con tecnologías de última generación, tanto de nuestro planeta como del espacio.
Hablamos con Bonnett de seis de ellos que ilustran parte de la diversidad y riqueza de su libro.
En 2001 un historiador amateur descubrió en una tienda de antigüedades de Shanghai algo que prometía cambiar la historia de la humanidad: un mapa de 1418 que muestra al mundo entero, incluyendo América.
Es decir, se trataba de un mapa creado 70 años antes de que Cristóbal Colón llegara al continente.
Pero quien lo hizo no solo fue capaz de dibujar de forma bastante exacta todos los continentes, incluyendo la Antártida. También agregó anotaciones. Por ejemplo, sobre África dice que “la piel de la gente aquí es como laca negra”, mientras que en América del Sur se afirma que “los seres humanos son utilizados como víctimas de sacrificio y la gente rinde homenaje al fuego”.
La noticia del llamado “mapa de 1418” recorrió el mundo. “La idea de que los chinos descubrieron América con tal grado de detalle antes que los europeos es muy significativo”, le dice Bonnett a BBC Mundo.
Por si esto fuera poco, al mando de la misión que recorrió el planeta estaba el legendario explorador chino Zheng He.
Pero había un problema: todo era falso.
Según Bonnett, el mapa tiene tal grado de detalle que sería imposible que los chinos tuvieran ese volumen de información sobre el mundo sin que las sucesivas expediciones dejaran rastro alguno en los lugares registrados.
“Es el único mapa falso de todo el libro, pero creo que es realmente interesante porque muestra cómo hay un enorme apetito por diversificar la historia”, afirma Bonnett.
En su opinión, China tiene “la tradición cartográfica más extraordinaria de todos los países del mundo”, y las titánicas expediciones de Zheng He por por el sudeste asiático, la península arábiga y el Cuerno de África arrojaron descubrimientos con un enorme impacto en el mundo.
“Incluyo este mapa para decir que los chinos sí descubrieron el mundo y que necesitamos hablar de eso, pero no es necesario que empecemos a inventar cosas para ello. Sus méritos se sostienen por sí solos”, afirma.
“Nuestros mapas ‘modernos’ son todos caminos y ciudades, pero muchos mapas ‘premodernos’ tenían espacio para la magia y la narrativa”, escribe Bonnett sobre dos mapas aztecas que aparecen en el libro. Se trata del Códice de Quetzalecatzin y el Códice Nuttall.
El primero es de 1593, o sea, posterior a la llegada de los conquistadores, mientras que el otro es del siglo previo, lo cual lo convierte en un raro sobreviviente: la mayoría de los mapas —así como libros y otros textos— fueron señalados como demoníacos por los españoles y quemados.
Bonnett reconoce que el Códice Nuttall “no se parece en nada a un mapa al principio”, porque estamos acostumbrados a que este objeto sea una versión en miniatura de la realidad vista desde arriba. Aquí, en cambio, lo que vemos son personas, animales y algunos seres fantasiosos todos en una mezcla de perspectivas.
La clave para comprender el Códice Nuttall está en decodificar los símbolos. Por ejemplo, hay una criatura con la boca abierta que indica la presencia de una cueva.
“Es un tipo de mapa que, de alguna forma, nunca más volvimos a ver”, se lamenta Bonnett.
El Códice de Quetzalecatzin, en cambio, es un objeto híbrido. Incluye simbología azteca, pero también texto en español o en náhuatl usando escritura latina.
Fue creado por una de las familias aztecas más poderosas de la época, los Quetzalecatzin o de León, según el nombre español adoptado.
Su objetivo era demostrar el derecho ancestral que tenían sobre determinadas tierras en las regiones de lo que hoy son Puebla y Oaxaca, razón por la cual incluye datos geográficos, así como un árbol genealógico.
“Es un mapa del tiempo, además del espacio”, dice Bonnett. En el libro también afirma que “es importante no porque sea un mapa indígena o colonial. Es importante porque muestra la transición y el nacimiento de una sociedad mestiza o ‘mixta'”.
En un momento donde la sociedad japonesa vivía bajo un profundo aislacionismo, este “mapa universal” buscaba mostrar que “los países son diferentes y las personas también”, según se aclara arriba del todo.
Fue elaborado en 1671 y está dividido en dos: de un lado hay un mapamundi y del otro, 40 parejas, siempre formadas por un hombre y una mujer.
Sobre el mapa en sí, Bonnett escribe: “Lo primero que notamos es que el mundo tiene una orientación inusual. Las Américas se encuentran en el extremo ‘norte’ y Asia en el medio y en la parte inferior. Esto hace que Japón esté más o menos en el centro”.
Pero sin dudas lo que se roba la atención es la selección de parejas. Representan diferentes naciones y etnias con supuestas ropas típicas y datos curiosos no siempre verdaderos.
Por ejemplo, hay una pareja de gigantes y otra de enanos. Sobre estos últimos se dice que miden unos 36 centímetros y que, para evitar ser capturados y devorados por grullas, “siempre caminan en grupo”.
Junto a la dupla de Brasil dice: “Esta gente no vive en casas; les gusta vivir en cuevas. Comen carne humana”. Y luego: “Cuando una mujer está a punto de dar a luz, al hombre le duele el estómago. Las mujeres no sienten dolor”.
“Pareciera que varias de estas parejas están allí porque son intrigantes y hasta divertidas”, dice Bonnett, agregando: “Este es un mapa sobre el otro exótico visto desde aquel Japón”.
En su opinión, este mapa muestra que incluso cuando se intenta aislar a un pueblo, su gente sigue siendo curiosa. “A pesar de las duras restricciones, el deseo de conocer el mundo, de ampliar la imaginación a otros pueblos y otras tierras es insaciable”, escribe.
Esta imagen es quizás la más simple y efectiva al momento de —como promete el libro— cambiar formas de pensar.
Se trata de un mapa sobre la importancia del agua, la cual cubre nada menos que dos tercios de la superficie de la Tierra. Por eso, en vez de usar la diagramación típica, pone a los océanos en el centro y relega a los continentes a los bordes.
“No hay un océano Atlántico, un océano Índico y todo el resto de cuerpos de agua con sus diferentes nombres que implícitamente indican que están separados. En realidad, solo hay un océano, pero lo etiquetamos para que parezca que tiene fronteras políticas”, explica.
El mapa agrega una capa extra de información al representar al agua con distintos tonos de azul y celeste para mostrar las diferentes profundidades.
De hecho, fue creado por un equipo internacional de expertos llamado Carta Batimétrica General de los Océanos, el cual tiene el objetivo de crear un mapa de los fondos oceánicos de todo el mundo para 2030.
Bonnett destaca la cantidad de “estadísticas interesantes que hay en este pequeño capítulo”. Por ejemplo, que el 78% de la biomasa animal vive en el agua y que el 91% de las especies del océano no han sido descritas.
En su opinión, “este mapa muestra lo enorme, espacioso y fértil que es este espacio”.
De los 40 mapas del libro, Bonnett dice que el que más le han comentado es el del ruido en Ciudad de México provocado por el tráfico vehicular. “Ha sido increíblemente influyente”, reconoce.
Creado en 2011 por científicos del Laboratorio de Análisis y Diseño Acústico de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, este mapa “se convirtió en una declaración fundacional en el campo de la acústica ambiental”, afirma en su libro.
En la entrevista da un paso más y señala que “fundó un movimiento de resistencia en favor de la tranquilidad. Es un mapa que dice ‘basta'”. Es que, desde su publicación, muchas municipalidades e instituciones quieren saber qué tan ruidosa es su área.
Para Bonnett, “cualquier mapa que quiera cambiar el debate sobre un tema debe entenderse de manera fácil e inmediata. Este lo es: revela una ciudad enferma. Esos colores febriles, esas venas gordas y palpitantes; es una migraña cartográfica”.
El mensaje es que “el ruido arruina vidas, enferma a la gente y está en todas partes”, escribe.
Por ejemplo, estar expuesto 8 horas diarias a la categoría más alta de decibeles, que va del 75 en adelante y que está representada en tonos de azul y negro, tiene como consecuencia la pérdida de audición.
Esta cantidad de decibeles es equivalente al sonido de una licuadora, una cortadora de césped o un metro. Y se los encuentra por toda la ciudad.
“Sobre el final del libro hay bastantes mapas de astrogeografia, porque los científicos espaciales los utilizan no solo como ilustración, sino como una herramienta fundamental de investigación”, explica Bonnett.
El último mapa del libro, el número 40, es uno de sus favoritos. Muestra el llamado supercúmulo de Laniakea, un término del hawaiano que significa “cielo inmenso” o “inconmensurable”.
Fue elaborado por un equipo encabezado por el Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawái y muestra las trayectorias migratorias de las galaxias impulsadas por el Big Bang, trazando lo que Bonnett describe como “una suerte de río de estrellas”.
Bajo el pequeño punto rojo se encuentran la Vía Láctea y muchas otras galaxias.
“Es un objeto extraordinariamente hermoso”, que “moldea la forma en que piensas sobre todo”, dice.
En el libro explica que las galaxias “son parte de estructuras más grandes. Estructuras como Laniakea. Para saber nuestro lugar en el universo necesitamos saber sus nombres y entender nuestra relación con ellas”.
Este mapa ayuda a entender que, por ejemplo, la Vía Láctea se desplaza a 600 kilómetros por segundo y que lo hace arrastrada por otras galaxias de nuestro supercúmulo.
Bonnett reconoce: “Si ya la Vía Láctea es demasiado grande para que podamos siquiera imaginarla, Laniakea es todavía mucho más grande que eso. Y hay algo emocionante en intentar expandir tu imaginación hasta el horizonte más lejano posible”.
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