En América Latina, cada vez se escucha hablar más comúnmente a los gobiernos, a las organizaciones civiles y a la ciudadanía de la necesidad de aumentar los impuestos en la región, especialmente para las personas con más riqueza. Esto se debe a que los países latinoamericanos tienen la necesidad y la obligación de aumentar su recaudación, que históricamente ha sido baja, y así poder solventar los gastos que implican la garantía de los derechos sociales de la ciudadanía. De hecho, los niveles de tributación promedio en la región latinoamericana, cercanos a 23 % del PIB, están muy por debajo del promedio de regiones como la OCDE, que alcanzan en promedio un 34 %.
Además, el sistema fiscal en América Latina se caracteriza por depender de una manera particularmente importante en impuestos al consumo (en algunos países conocidos como IVA, o “impuesto al valor agregado), que suelen ser regresivos, pues cobran la misma cantidad de impuesto a cualquier persona, independientemente de su capacidad de pago o nivel de ingresos.
Al contrario, en la región son débiles los impuestos a los ingresos (también conocidos como impuestos a la renta) y los impuestos al patrimonio, que son progresivos, es decir, aportan más quien tiene más, quien tiene una mayor capacidad de pago. Especialmente los impuestos al patrimonio aportan menos del 5 % del total de los impuestos efectivamente cobrados en los países de la región latinoamericana, y son una ventana de oportunidad para aumentar la recaudación de forma importante, progresiva y más justa.
En los últimos años, ha aumentado la desigualdad en la región de América Latina, particularmente debido a dos acontecimientos paralelos que no son casualidad: Primero, la pobreza ha aumentado de una manera muy abrupta, debido a distintas causas como con las consecuencias que dejó la pandemia y el conflicto en Ucrania, así como la inflación (el aumento de precios) de bienes esenciales como la comida, el alquiler y la gasolina, que ha derivado también de los otros factores. Pero en segundo lugar, al mismo tiempo que aumenta la pobreza, la riqueza de los ultra-ricos en la región ha alcanzado niveles históricos, lo que ha ampliado la brecha entre los más ricos y los pobres en la región latinoamericana. A pesar de eso, los niveles de tributación de los ultra-ricos no han subido de forma importante.
Las ilustraciones de Cecilia Marins están disponibles aquí.
Por otro lado, los gobiernos en la región no han logrado asumir completamente sus responsabilidades ante la crisis económica y social de los últimos años, particularmente debido a los bajos niveles de tributación. De esa forma, el nivel insuficiente de impuestos recaudados hace que se queden muy cortas muchas de las políticas de protección social para la ciudadanía, que además deberían priorizar a las poblaciones más vulnerables, así como los gastos en salud, educación e infraestructura. Para pagar los costos de las crisis y la pandemia, los gobiernos en América Latina necesitan más dinero, y éste debería venir de quienes más se han beneficiado económicamente durante los últimos años: los ultra-ricos.
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Lo que se ha dado históricamente en la región latinoamericana es un círculo vicioso contrario: se han cobrado pocos e insuficientes impuestos, y dicha tributación se ha basado más en los que menos tienen, evitando cobrar lo justo a los más ricos de la región. Pero sí hay opciones de dónde se puede cobrar más para aumentar la recaudación: en América Latina viven 91 del total de milmillonarios del planeta, quienes se benefician de un sistema tributario que no recauda prácticamente nada de impuestos al patrimonio y/o a la riqueza. Imaginemos que, por ejemplo, sólo en Colombia, 45 de cada 100 dólares creados durante los últimos años han ido a parar a los bolsillos del 1% más rico, mientras que el 50% más pobre sólo se ha hecho de 12.4 dólares.
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Frente a las ideas que resonaron en el Foro Económico Mundial de Davos 2023 sobre aumentar los impuestos a los ultra-ricos en la región latinoamericana y en el mundo, particularmente ante la propuesta específica de crear un impuesto a la riqueza neta de aquellas personas que posean más de un millón de dólares, han surgido distintos mitos que aseguran el cobro de dichos impuestos es difícil porque las “grandes fortunas huirán del país”.
Esa presunción es falsa, al menos por tres razones que ha mencionado perfectamente Oxfam Latinoamérica en distintos espacios. Primero, porque la medida propuesta, el impuesto al patrimonio neto, si bien podría recaudar cantidades importantes de dinero, implica fracciones muy pequeñas para las inmensas riquezas de los milmillonarios. La propuesta de Oxfam es una tributación progresiva, que cobre el 2 % de la riqueza neta a quienes tengan un patrimonio neto superior a un millón de dólares, luego 3 % a quienes tengan más de 50 millones de dólares y 5 % a quienes tengan más de 1,000 millones de dólares. Para dimensionar el tamaño del impacto de un impuesto así, pensemos que esta tributación escalonada sería suficiente para incrementar 36 % la inversión pública en salud en toda la región latinoamericana.
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Además, si por alguna razón algunas de las grandes fortunas de Latinoamérica de cualquier modo decidieran irse, a nivel mundial se ha hablado de medidas que los gobiernos podrían implementar para controlar dicha fuga. Entre ellas, se ha hablado de un exit tax, o impuestos que buscarían desincentivar la fuga de capitales a paraísos fiscales.
Por último, también es cierto que a nivel mundial distintos grupos de multimillonarios han promovido y movilizado cada vez más comúnmente la idea de que los más ricos deberían pagar mayores y más justos impuestos. Un ejemplo de lo anterior es el grupo de Patriotic Millionaires, que justamente ha promovido que las personas más ricas deberían pagar una mayor parte de sus ingresos y sus fortunas en impuestos.
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Al parecer, cada vez se llega más a la conclusión a nivel internacional, así como en América Latina, que una salida a la crisis actual y una forma de lograr una sociedad más justa, es aumentando los impuestos al patrimonio para así lograr que las personas más ricas logran tributar con lo justo, y regresar a la sociedad un poco de la riqueza que de ésta han tomado. ¿Ustedes qué opinan al respecto, están a favor del aumento a los impuestos al patrimonio de los ultra-ricos?
El fenómeno meteorológico de las tormentas secas tiene el potencial de crear incendios forestales rápidamente y en zonas de difícil acceso. ¿Cómo se producen?
España y otras partes de Europa están atravesando esta semana por una extensa ola de calor que ha estado acompañada por incendios forestales, algunos de gran magnitud.
La Agencia Estatal de Meteorología de España (Aemet) había emitido para este martes un aviso rojo de peligro extremo para la provincia de Sevilla, así como para partes de la provincia de Córdoba, ambas en el sur del país, porque se preveía que podían registrar temperaturas de hasta 44 °C.
Además advirtieron las altas temperaturas se mantendrán hasta inicios de la semana próxima y que en muchas partes del país podrían ubicarse entre 40 °C y 42 °C.
La ola de calor en España se ha visto particularmente agravada por la ocurrencia de numerosos incendios forestales en distintas provincias. En algunos de estos como el ocurrido en la localidad de Tres Cantos, a las afueras de Madrid, los equipos de bomberos han enfrentado grandes dificultades para extinguir el fuego debido a los vientos y el clima seco.
Según José Luis Camacho, portavoz de la Aemet, un fenómeno meteorológico ha estado contribuyendo en España a la generación de estos incendios: las tormentas secas.
Tales fenómenos “hacen que el fuego se origine en poco tiempo, se propague rápido por el viento y, si el lugar es inaccesible, que los medios de extinción tarden en llegar”, dijo Camacho este martes a la agencia Europa Press.
El funcionario advirtió que esta semana las condiciones del tiempo se están conjugando para que se produzcan tormentas secas en algunos puntos de España, aunque también se espera que algunas húmedas ofrezcan alivio.
¿Pero qué son tales tormentas secas y por qué contribuyen a los incendios?
Quizás alguna vez en una tarde de verano has escuchado el resonar de los truenos, pero no ves que caiga lluvia. Eso podría tratarse de una tormenta seca.
En ese fenómeno se generan condiciones atmosféricas para que se produzca la precipitación de lluvia, como en cualquier tormenta, pero debido a que el aire debajo de las nubes está muy caliente o seco, la lluvia se evapora antes de llegar al suelo.
Sin embargo, si hay condiciones de tormenta eléctrica, los rayos sí pueden alcanzar la superficie. Y cuando la vegetación en el suelo está seca, y la escasa o nula lluvia no la humedece, la caída de rayos puede iniciar incendios, explica la meteoróloga de la BBC Helen Willetts.
En regiones donde las condiciones del tiempo han generado un ambiente muy seco, como ha ocurrido este verano en España, una lluvia ligera no puede contrarrestar la propagación de incendios.
“Si el clima ha sido cálido y seco durante un período prolongado, se requiere una mayor cantidad de lluvia para humedecer el lecho combustible y reducir las posibilidades de ignición por rayos”, explica la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE.UU.
Se consideran secos los relámpagos que caen cuando hay menos de 2,5 mm de lluvia. (Un milímetro de lluvia equivale a un litro por metro cuadrado).
En un estudio publicado en 2022, científicos identificaron las siguientes condiciones necesarias para que produzcan relámpagos secos:
Dmitri Kalashnikov, investigador de la Universidad Estatal de Washington en el noroeste de Estados Unidos y autor principal de ese estudio, señaló que debido a las igniciones múltiples, los incendios por rayos secos son difíciles de controlar.
“Contrasta eso con un incendio causado por humanos”, afirmó Kalashnikov. “Ese tipo de incendio, sea provocado o accidental, se limita a una localidad y por lo general ocurre en sitios cercanos a los que es más fácil acceder”.
En cambio, las tormentas secas pueden producir incendios en cualquier parte, incluidas zonas remotas o de difícil acceso para los equipos de combate al fuego.
Estas condiciones son las que se han registrado en España y que han provocado la propagación de incendios forestales.
Las tormentas comunes, que implican la precipitación de agua al suelo, se producen cuando el aire es muy inestable o volátil.
Son el resultado de un rápido ascenso del aire, algo parecido al vapor que se eleva de una taza de té caliente, explica Willetts . Pero una vez que el aire se enfría, se condensa y forma nubes oscuras y densas llamadas cumulonimbus.
El aire ascendente sigue alimentando estas tormentas mientras comienzan a retumbar. Es la forma que tiene la naturaleza de reequilibrar la energía en la atmósfera.
Dentro de las tormentas eléctricas, el aire cálido y húmedo se mueve rápidamente hacia arriba y hacia abajo, y las corrientes ascendentes empujan el aire por encima del nivel de congelación, por lo que las gotas de agua del aire se convierten en hielo o granizo.
Así, dentro de las nubes de tormenta hay una mezcla de hielo y agua, que se rozan entre sí y transfieren cargas eléctricas. Esto provoca una acumulación de carga eléctrica y, cuando esta alcanza una magnitud suficiente, se libera en forma de relámpago.
Cuando se produce un rayo, explica Willetts, este es capaz de calentar el aire hasta alcanzar unos 30.000 °C.
El aire se calienta tan rápidamente que se expande de repente creando una onda de choque, una enorme vibración en el aire.
Eso es lo que oímos como un trueno.
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