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De cómo olvidar: una breve mirada sobre la primera muerte (en vida) de las juventudes en México
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De cómo olvidar: una breve mirada sobre la primera muerte (en vida) de las juventudes en México

Entre las millones de historias de vida que construyen a la Ciudad de México puede vislumbrarse un fenómeno histórico común: la crítica entre grupos sociales y, claro, la incompatibilidad intergeneracional.
15 de noviembre, 2024
Por: Mariana López Jiménez

Los salones de belleza en la Ciudad de México son espacios complejos, liminales, de paso. Las personas dedicadas al oficio, al menos aquellas con quienes he tenido oportunidad de conversar, coinciden en que parte de su trabajo, más allá del servicio (como un tinte o un corte de cabello), es la escucha activa y, hasta cierto punto, la terapia. Si se toma en cuenta que la salud mental en México continúa siendo tabú, ‘terceros’ espacios como las cantinas o los salones de belleza, según la identidad de género, mantienen su atractivo terapéutico. La relación entre el cliente y quien ofrece un servicio, en este sentido, es resultado de una interacción cercana y de inquebrantable (inagotable) confianza, al menos desde un lado.

Viene a mí una historia que Guadalupe, una estilista veterana, compartió conmigo hace algunos años. Ella recordó a Jesús, un hombre solitario de mediana edad. Él mantenía distancia de su familia y nunca se casó. Jesús visitaba el salón de Guadalupe, sin falta, los jueves por la tarde. No pedía ningún servicio, para ello agendaba un espacio cualquier otro día de la semana. Él sólo iba a conversar con ella. Para Guadalupe se hizo normal apartar la cita de plática, como parte de un acuerdo tácito, hasta la inesperada muerte de Jesús. Aunque ella no consideraba que fueran amigos, haber escuchado a su cliente tantos años, sin reservas, la hacía sentir que lo conocía mejor que nadie: más que la familia y amistades.

Cuando le pregunté a Guadalupe el porqué no creía que su relación con Jesús fuese de amistad, ella me dio a entender que una interacción de esa naturaleza implicaba interés recíproco por conocer y reconocer al otro. Según entendí, la relación entre la estilista y su cliente tenía más parecido a la dinámica de una terapia psicológica convencional. Entendió muy pronto que, para que Jesús se sintiera cómodo, ella debía quedarse al margen, leer la habitación, y adaptarse a la posición que él adoptara en su narrativa: sin juicio, sin opinión. La experiencia de Guadalupe con Jesús es sólo un ejemplo de cómo el salón de belleza se puede configurar como un espacio de afirmación personal, de autenticidad, de libertad. “No se puede juzgar aquello que no se conoce del todo”, me compartió Guadalupe.

Con esto en mente, quisiera escribir desde mi experiencia. Hace algunos días hice una cita en el salón de María, estilista con una cartera de clientes sólida desde que empezó su carrera profesional. Las nuevas con ella, como yo, llegamos al salón por recomendación de algún cercano. Esto es importante ya que, de alguna forma, las historias que llegan a los oídos de María están interconectadas, forman parte de la narrativa de su colonia. Recuerdo haber aparecido en el salón mucho antes de la hora; María todavía estaba trabajando en el cabello de otra clienta, Beatriz. Con la mirada en el celular, alcancé a escuchar que “Betty” era profesora de letras en una universidad privada de la Ciudad de México.

No presté más atención a la conversación hasta que, algo molesta, Betty le contaba a María cómo ninguno de sus estudiantes aprobó su última evaluación. Esto dio pie a que se repartieran los pedazos de la culpa –a la generación, a los jóvenes– del fracaso: “son ociosos, el futuro del país está en las peores manos, ¡por eso estamos como estamos!”. María y yo, por un momento, intercambiamos una mirada de preocupación, pero ninguna reaccionó. Beatriz continuó, sus comentarios parecían seguir una línea que podrá resultar familiar al lector: los jóvenes no quieren trabajar, abandonan sus estudios a la menor dificultad, ellos abusan de la caridad de sus padres y necesitan mano dura para reponerse. María asintió sin juzgarla, sin responder. Yo regresé la mirada al teléfono. María continuó trabajando mientras Beatriz contestó una llamada telefónica.

Cuando Arturo, cliente de la colega de María, llegó al salón, el ambiente se aligeró. Se sentó al lado mío en la sala de espera y empezamos a platicar; para mi fortuna, tenemos una amiga en común. Entre las preguntas de rutina, y al compartir periodo de exámenes, hablar de temas como desgaste, depresión y desánimo se sintió como lo correcto: siempre ayuda el ánimo entre pares. Sin embargo, a diferencia de conversaciones anteriores con la misma temática, algo incomodaba a Arturo. Mencionar el burnout nos llevó a reflexionar sobre un contexto más grande: no éramos los únicos ni los últimos en experimentarlo. Los peligros y consecuencias de minimizar el problema podían ser fatales, y ésta –en una breve conversación de viernes– parecía ser una condición que, de alguna forma, resentimos los jóvenes en México: el que trabaja (con o sin remuneración), estudia, migra, milita…

“Recuerdo a Silvia”, compartió, “recuerdo su fatiga”, continuó. “¿De qué le servía tanto esfuerzo si al final su vida se perdería entre deudas, las expectativas rotas de sus padres, y sus sueños frustrados?”. Silvia, compañera de carrera de Arturo, se quitó la vida en 2019, sólo tenía 20 años. Al recordar la vida de su amiga, el salón quedó en silencio. Las tres –María, Betty, y yo– adoptamos un luto, condolencia, inconsciente. Nuestro voto de silencio se rompió con la llegada de Roberta, la colega de María. El ánimo en el espacio se armonizó lentamente a la personalidad y vivacidad de Roberta. No se habló sobre Silvia hasta que Arturo se despidió, y Roberta cerró la puerta del salón tras salir.

Aún en la sala de espera, ver cómo las canas de Betty, ahora cubiertas por el tinte, parecían pequeños destellos en contraste con el resto de su cabello fue la única manera que encontré para reprimir mis emociones. Al poco rato, María me pidió que me sentara en el asiento al lado de Beatriz, donde Roberta había atendido a Arturo, para empezar a trabajar conmigo. Después de explicarle a María mis preferencias para un corte de cabello, el salón volvió a quedar en silencio. Betty pagó, pero regresó a su silla. Noté que su respiración se agitó, presagio del fin para nuestro segundo luto. “Eso no está bien”, dijo, “no es posible, las cosas tendrían que cambiar: de verdad, era sólo una niña”, terminó. María y yo asentimos.

Aunque Betty haya olvidado a Silvia durante el fin de semana, todavía me pregunto hasta qué punto la recordó al entrar a su salón de clases el siguiente lunes. La conversación con Arturo –una plática entre conocidos, sin la intención de ser performativa para Beatriz; una charla entre quienes viven ser jóvenes en México en cierto contexto (evidentemente privilegiado)– tuvo un claro efecto en Betty. ¿Cambió en algo el regaño disfrazado de discurso que tal vez tenía pensado recitarles a sus estudiantes? Si no fuera el caso, me gustaría preguntarle en qué medida pudo ver a Silvia, a Arturo, o a mí en los rostros de sus aprendices. Así, las respuestas a estas preguntas constituyen un por qué: una razón más para hablar y escribir respecto a las diversas juventudes en el país desde la empatía –ponerles un nombre y un rostro, dotarles de vida–, una necesidad innegable para darle sentido al futuro que compartimos y que está, inexorablemente, sujeto a los sueños de la juventud.

* Mariana López Jiménez es tesista de la licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México.

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Imagen BBC
Daniel Noboa vs. Luisa González: las diferencias que hay entre la elección de este domingo en Ecuador y la que disputaron en 2023
10 minutos de lectura

Los ecuatorianos elegirán de nuevo a su presidente entre Noboa y González en una batalla mucho más reñida y un contexto distinto al de hace 18 meses.

13 de abril, 2025
Por: BBC News Mundo
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Ecuador vuelve a elegir presidente en una segunda vuelta con los mismos protagonistas de los comicios de octubre de 2023: Daniel Noboa y Luisa González.

Las elecciones se celebran sin un claro favorito, ya que el actual mandatario y la líder de la oposición llegan a las urnas con empate técnico, según las dos encuestas más recientes.

La firma Comunicaliza, autorizada por el Consejo Nacional Electoral (CNE), da a Noboa el 50.3% de los votos válidos y a González el 49.7%, mientras Telcodata apunta a una victoria de la opositora por 50.2% frente al 49.8% del presidente. Ambos pronósticos están dentro del margen de error.

El empresario y político de 37 años adscrito al partido Acción Democrática Nacional (ADN) y la candidata de Revolución Ciudadana, fundado por el expresidente Rafael Correa, fueron los más votados en la primera vuelta en febrero. Noboa sumó el 44.3% de los votos frente al 43.8% de González, según los resultados oficiales.

Ambos se medirán este domingo en una reedición de la segunda vuelta de las presidenciales de 2023, celebradas de forma excepcional para completar el inconcluso mandato de Guillermo Lasso después de que este disolviera el Parlamento en medio de un escándalo político.

Hace 18 meses Noboa se convirtió en el presidente más joven de la historia del país al derrotar a González por un ajustado 51.8% frente a 48.1% tras una campaña en la que las encuestas tampoco habían apuntado a un claro favorito.

La batalla está de nuevo tan reñida que pocos analistas se atreven a vaticinar un vencedor.

Sin embargo, tanto el contexto político, social y económico como el modo en que llegan los candidatos, su bagaje reciente y la percepción de la ciudadanía distan mucho de ser los mismos que en 2023.

El azote del crimen organizado y el narcotráfico en Ecuador, y la crisis económica y energética por la que ha atravesado el país en los últimos tiempos estarán muy presentes en la mente de los votantes este domingo.

Noboa: de candidato sorpresa a responder por su gestión

Noboa
Getty Images
Noboa se convirtió con 35 años en el presidente más joven de la historia de Ecuador

“En 2023 había un desconocimiento generalizado sobre quién era Daniel Noboa”, indica a BBC Mundo la analista Caroline Ávila, experta en Comunicación Política.

Proveniente de una influyente familia de empresarios, Noboa había debutado en la política como asambleísta apenas dos años antes, y su avance a la segunda vuelta se consideró entonces una sorpresa.

Sin embargo, con una imagen fresca y un discurso centrado en seguridad, logró capitalizar el voto anticorreísta y proyectarse como una figura de renovación que finalmente ganó el apoyo del electorado.

“Noboa, que venía como 10 puntos debajo, logró subir y ponerse muy arriba porque logró catapultar en su propuesta todo el anticorreísmo. Y sus rivales de Revolución Ciudadana sabían que en la segunda vuelta serían todos contra el correísmo. Eso básicamente se dio en 2023”, afirma Ávila.

La situación es muy diferente en esta segunda vuelta: Noboa llega al balotaje con el desafío de defender su gestión tras casi 18 meses en el poder.

La carga del desgaste, las promesas incumplidas y las decisiones polémicas han cambiado su perfil ante el electorado, según Caroline Ávila.

“Noboa ahora tiene que arrastrar el desgaste de un año y medio de gestión en un periodo muy difícil. Es un presidente que ofreció cosas que no necesariamente pudo cumplir, y eso le está pasando factura”, afirma.

Los momentos iniciales de su gobierno estuvieron marcados por una alta popularidad atribuida a su respuesta a la crisis de seguridad, que fue decayendo a medida que los resultados no llegaban.

En este contexto, Noboa ha intentado reposicionarse, con una campaña centrada en reforzar su perfil de líder fuerte frente a la posibilidad del regreso del socialismo a la política de Ecuador.

Noboa en campaña
Getty Images
Noboa desplegó una intensa campaña para renovar su mandato.

“Pese a ser un presidente con resultados muy pobres y un personaje de poco carisma, sostiene un apoyo importante gracias a su equipo de campaña y al uso del aparato estatal”, indica a BBC Mundo el politólogo Andrés Chiriboga.

Chiriboga también subraya el respaldo que Noboa ha conseguido entre sectores clave del poder: “Cuenta con el apoyo de los altos mandos de la fuerza pública, del aparato judicial, y ha cultivado una relación muy cercana con Estados Unidos”.

El presidente ecuatoriano viajó a finales de marzo a Estados Unidos para reunirse con el presidente Donald Trump en su residencia de Mar-A-Lago.

Este encuentro se interpretó como un espaldarazo para Noboa, quien logró transmitir a la ciudadanía que, gracias a su relación cordial con Trump, Ecuador no será uno de los principales blancos de la cruzada arancelaria del mandatario estadounidense.

Luisa González: el giro ideológico para romper el “techo” del correísmo

Luisa Gonzalez
Getty Images
De ganar el domingo, Luisa Gonzalez haría historia al convertirse en la primera mujer presidenta electa de Ecuador.

Luisa González, por su parte, era hace dos años una exasambleísta asociada directamente al expresidente Rafael Correa -y por tanto a la izquierda ideológica ecuatoriana y latinoamericana– sin apenas experiencia en campañas nacionales.

Su candidatura se presentaba como la continuidad directa del proyecto de la Revolución Ciudadana, con un discurso reivindicativo del legado del correísmo que no logró captar suficientes apoyos fuera de su electorado tradicional.

Dieciocho meses después, su perfil ha cambiado notablemente.

Revolución Ciudadana “ha hecho una apuesta interesante por dar a la candidata más independencia. La figura del presidente Correa está presente pero de una manera más sutil”, afirma Chiriboga.

El objetivo de esto es romper el llamado “techo” del correísmo, una opción política que cuenta con numerosos partidarios acérrimos pero le cuesta ganar votos de centristas e indecisos, cruciales para superar el 50% en la segunda vuelta electoral.

Uno de los aspectos más visibles de esta transformación es el giro ideológico de Luisa González, que ha variado su discurso para seducir a sectores más conservadores o moderados que tradicionalmente desconfían del correísmo.

“Ha hablado, por ejemplo, de que no se va a permitir que hagan operaciones trans a nuestros niños, en un discurso para acercarse al segmento más conservador, principalmente en Guayaquil”, indica Caroline Ávila.

También sostuvo que solo reconoce a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela para deportar a los venezolanos que residen ilegalmente en Ecuador, en un guiño a sectores del electorado críticos con la inmigración.

González también ha mostrado una actitud más combativa, marcando distancias con Noboa y proyectando una imagen de firmeza para capitalizar el descontento de parte de la ciudadanía hacia la actual administración.

“En el último debate que representó a ese votante que está muy molesto con Daniel Noboa. Fue la persona que llegó y le dijo: ‘Usted a mí me respeta, majadero'”, puntualiza Ávila.

Otro avance en su estrategia para ampliar apoyos ha sido la alianza firmada en marzo con el movimiento indígena Pachakutik y el influyente líder indígena Leonidas Iza, un sector hasta hace poco enfrentado al correísmo por sus políticas extractivistas pero que también se opone a Noboa.

González recibe el apoyo del líder de Pachakutik, Guillermo Churuchumbi.
Getty Images
González recibió el apoyo del líder de Pachakutik, Guillermo Churuchumbi.

El politólogo Andrés Chiriboga califica esta alianza como “muy importante para la campaña de González” pero advierte que “no garantiza el traslado automático de votos”.

Caroline Ávila, por su parte, opina que “Pachakutik, como partido político, no es de mucho confiar y existe todavía en las bases una gran resistencia al correísmo que no ha sido del todo subsanada”, por lo que no se puede garantizar que sus votantes de la primera vuelta apoyen masivamente a Revolución Ciudadana en la segunda.

Además, “se prevé que Cotopaxi, Chimborazo, Tungurahua y Bolívar, que son las provincias con alta presencia del voto de Pachakutik, le den una rotunda victoria a Daniel Noboa”, apunta Ávila.

La evolución de Luisa González también se refleja en su narrativa de campaña, más enfocada en lo económico en comparación a 2023 y en propuestas sociales concretas como el fortalecimiento de la educación pública o el impulso de energías renovables.

Aunque es una incógnita si la nueva versión de Luisa González logrará imponerse a Noboa en las urnas, Ávila coincide con la mayoría de analistas al afirmar que la candidata correísta llega más preparada y con una estrategia más ambiciosa que hace 18 meses.

Qué ha cambiado en seguridad y economía

La seguridad es la mayor preocupación de 4 de cada 10 ecuatorianos según las encuestas, una cifra similar a la de 2023.

Noboa enfocó su campaña anterior en la promesa de mano dura contra el crimen en pleno avance de las bandas criminales y violencia en las calles.

El asesinato del candidato Fernando Villavicencio había conmocionado al país semanas antes de aquellas elecciones y la sensación generalizada de inseguridad favoreció, según expertos, al entonces aspirante de ADN.

Después de 18 meses, los resultados en seguridad del gobierno de Noboa ofrecen un balance cuestionable.

Aunque logró ciertos avances iniciales, el “Plan Fénix”, que permitió la intervención de las Fuerzas Armadas en cárceles y calles no ha logrado la transformación que muchos esperaban.

El promedio de asesinatos diarios bajó de 22 en 2023 a 19 en 2024. Sin embargo, la violencia repuntó con fuerza a inicios de este año: enero y febrero acumularon 1.529 muertes violentas, una media de 26 por día.

Los dos analistas consultados por BBC Mundo creen que la lucha contra el crimen de Noboa no ha tenido efectos significativos, además de provocar abusos de derechos humanos.

El caso más grave fue el de los llamados “4 de Guayaquil”, cuatro menores de edad detenidos por militares tras jugar un partido de fútbol en diciembre de 2024, cuyos cuerpos aparecieron calcinados con signos de tortura.

Los expertos dudan, en todo caso, de que Luisa González logre capitalizar la falta de resultados de su oponente en materia de seguridad.

“La campaña de Luisa González no tiene la suficiente testosterona como para convencer al votante sobre planes de seguridad. No tiene un símbolo específico que le dé sentido al votante sobre por qué darle el voto a ella en materia de seguridad”, apunta Caroline Ávila

En el ámbito económico, la situación ha empeorado desde 2023: Ecuador entró en recesión técnica en 2024, con una caída del PIB del 0.4% en el año y un descenso del 1.5% en el último trimestre.

La crisis energética, consecuencia de una prolongada sequía y años de falta de inversión en infraestructuras, derivó en apagones de hasta 14 horas diarias que afectaron seriamente la producción y el empleo.

“Se estima una pérdida de 200.000 puestos de trabajo como consecuencia de los apagones. Solo con ese dato te puedes dar cuenta del efecto económico que está sufriendo la población”, indica Ávila.

Mujer en tienda durante apagón
Getty Images
Los apagones de 2024 causaron una fuerte disrupción en las vidas y la economía de los ecuatorianos.

A esto se suma un deterioro de las condiciones de vida en un país donde la canasta básica familiar roza los US$800 mensuales, el salario mínimo es de US$470 y la pobreza alcanza al 28% de la población.

“La situación económica sigue siendo difícil, sobre todo en términos laborales, y el desempleo y la precarización del trabajo formal son problemas serios”, destaca la politóloga.

Aunque el gobierno de Noboa logró un préstamo de US$4.000 millones del FMI y contuvo la inflación, explica, la percepción entre muchos votantes es de frustración por la falta de resultados.

A esto se suman otras controversias que han afectado a la imagen de Noboa en su corto mandato, como su conflicto con la vicepresidenta Verónica Abad o la crisis diplomática con México tras la irrupción de la policía ecuatoriana en su embajada.

Pese a ello, el presidente conserva un respaldo relevante y las encuestas le dan las mismas posibilidades de ganar que a su rival.

Luisa González, por su parte, no ha parado de señalar las carencias del gobierno actual, aunque sin ofrecer soluciones claras y convincentes en todos los frentes.

Los analistas creen que una parte importante del apoyo a González en esta segunda vuelta, específicamente entre los votantes no correístas, responderá más al rechazo a la gestión de Noboa que a una adhesión entusiasta a su persona, su partido y sus propuestas.

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