
Julio, 2016: Stranger Things comienza a sonar; desde la primera temporada, Netflix y los hermanos Duffer entendieron que la característica mezcla entre ciencia ficción ambientada en los años ochenta era la identificación emocional que haría que una audiencia global conectara con ella. No solo miles, millones de personas estaban experimentando una conexión gradual y nostálgica en un territorio simbólico al que se puede volver, aun cuando esté marcado por el miedo y lo desconocido, un tono bastante similar a la actualidad si lo comparamos con el presente y los discursos transmitidos por los medios.
En un sinfín de contenido disponible en la red, resulta interesante preguntarnos: ¿qué hizo que Stranger Things se volviera un fenómeno mundial? La respuesta puede ser evidente: Las bicicletas, el papel tapiz floreado en las paredes, los videojuegos arcade, la música synth y los vínculos cara a cara que construyen una imagen de comunidad que contrasta con la presente limitante en cuanto a conexiones humanas; evocan a esta idealización del pasado, abriendo paso a que la nostalgia funja como refugio y promesa de un tiempo más simple, cercano, y aparentemente más seguro, a pesar de los peligros que envuelven al pueblo Hawkins.
La nostalgia en la serie opera como una estrategia narrativa eficaz porque no depende de la experiencia directa del espectador, incluso quienes no vivieron los años ochenta se sienten identificados apropiándose de él: un recuerdo -o la imagen de un recuerdo se vuelve compartido, construido a partir de referencias culturales, emociones y deseos, siendo de ese modo accesible para todos.
Es así como se nos revela algo interesante: recordar es más digerible cuando aquellas memorias son agradables. La serie selecciona cuidadosamente qué partes del pasado mostrar y cuáles omitir. Los años ochenta aparecen limitados en conflictos sociales, desigualdades o tensiones políticas. Lo que genera es una sensación agradable del pasado, identificada como la “política del recuerdo” propiciadas por los mismos Estados Nacionales son las que generan las condiciones de lo decible y lo indecible, es decir, los procesos de verdad y silenciamiento. Y que entra en un punto de comparación con la información que hoy podríamos tener disponible, información seleccionada cuidadosamente para ser mostrada a las masas.
La política del recuerdo busca construir relatos del pasado que sirvan a las necesidades del presente. Sin embargo, también nos lleva a preguntarnos: ¿qué hacemos con ese pasado? Mirar atrás puede ayudarnos a entender quiénes somos, pero quedarnos ahí puede impedirnos enfrentar los problemas del presente.
La relación de este argumento tiene que ver con aquellas versiones editadas, útiles para generar confianza y esperanza. Crea un fuerte sentido de “nosotros”, siendo, en el caso de la serie, el grupo de amigos y el pueblo de Hawkins que luchan contra una amenaza común y que en nuestra realidad denominaríamos “estructuras políticas de poder” independientemente de la ideología.
La serie no propone volver al pasado, habría que ser observado críticamente: su mayor aporte está en evidenciar cómo los recuerdos se construyen, se editan y se utilizan; como los históricos héroes del pasado o un ejemplo más actual, “la cuarta transformación”, insertando al presente un aspecto de “fuerza y transformación” que hubo en un pasado, alineándolo a la idea de (ahora sí) “estar del lado correcto” de la historia… “Primero los pobres”, otra narrativa emocional y nostálgica de un estado protector y de un México solidario… de ese modo, podría citar varios ejemplos, pero con estos espero se reafirme el uso emocional en los discursos transmitidos.
La política del recuerdo refuerza que el pasado siempre es una narrativa en disputa. Reconocer el poder de la nostalgia es el primer paso para disfrutarla sin quedar atrapados en ella y poder ver de forma más nítida las situaciones que día con día se nos presentan, sobre todo siendo muy conscientes de la fragilidad de la manipulación de medios que tenemos.
Idealizar el pasado es volverlo más agradable, es endulzarlo, pero eso no lo vuelve inocente; simplemente lo hace más digerible. El riesgo surge cuando el recuerdo se convierte en mito y deja de ser cuestionado, la ignorancia es un terreno frágil, uno idóneo para la influencia. Al final, la invitación es a reconocer que, tanto en la ficción como en la política, quien controla la “narrativa” controla la percepción de la realidad. Un buen discurso y escenario adecuado pueden ser más que suficientes para sembrar una idea que a largo plazo eche raíces.
Cerraré con una verdad un poco incómoda: quien controla el pasado narrado influye en el futuro; limitarnos a cuestionar e informarnos para ver las situaciones a las que nos vemos expuestos de una forma crítica requiere esfuerzo, pero si no se hace, es una condena a permitir que la nostalgia active recuerdos selectivos, endulce el pasado o moldee el presente y marque el futuro posible (aunque este no siempre exprese nuestra verdadera posición).
* Marisol Rodríguez es licenciada en mercadotecnia, apasionada por la lectura y la investigación de mercados. Actualmente funge como Project mánager en Lexia en el equipo cuantitativo. Amante de los momentos, la vida y experiencias.

Un análisis de los detalles clave de la nueva estrategia de seguridad nacional del gobierno de Trump y sus implicaciones para Europa, América Latina y el mundo.
La Estrategia de Seguridad Nacional del gobierno de Donald Trump ha generado alarma entre los aliados más cercanos de Estados Unidos y marca un alejamiento dramático de los principios fundamentales de la política exterior estadounidense de décadas.
El documento de 33 páginas, divulgado por el gobierno hace unos días, presenta el mundo primordialmente como un escenario económico, resaltando los acuerdos bilaterales y el nacionalismo económico por encima del multilateralismo y la promoción de la democracia.
La estrategia refleja las “cepas más ideológicas” del gobierno de Trump, comentó el corresponsal de BBC News en el Departamento de Estado, Tom Bateman, en el podcast The Global Story del Servicio Mundial de la BBC.
Esta también tiene implicaciones para América Latina, tanto en cómo se relaciona Washington con los cada vez más numerosos gobiernos de derecha, hasta la nueva versión de la Doctrina Monroe, que reafirma a la región como el “patio trasero” de EE.UU.
Igualmente impactante es lo que el documento omite, sin casi una sola crítica hacia adversarios tradicionales como Rusia y China.
En cambio, reserva el lenguaje más cargado para con Europa, lo que dio pie a la preocupación a lo largo de las capitales europeas.
Mientras que anteriores estrategias de seguridad nacional tendían a reafirmar los valores y prioridades compartidos de EE.UU. con los países europeos, este documento toma un giro diferente.
Europa será “irreconocible en 20 años a menos”, declara, por la acogida del continente a las instituciones multilaterales y sus políticas migratorias, que se han convertido en una influencia corruptora de la “identidad occidental”.
En esa sección, la estrategia crudamente declara que los estados de Europa enfrentan lo que llama la “eliminación civilizacional”.
Los líderes europeos han quedado, por lo menos en privado, “horrorizados” por el documento, dijo al podcast nuestro corresponsal en el Departamento de Estado.
“No están sorprendidos de que esta sea la postura ideológica de algunas partes del gobierno, pero verlo articulado dentro de un documento formal de política es bastante preocupante para ellos”, expresó.
La reacción en Europa de lado y lado del espectro político no se ha hecho esperar.
El diario francés de izquierda Le Monde catalogó el quiebre como un “divorcio”, señalando que marca una ruptura histórica con la era posterior al final de la Segunda Guerra Mundial
“El divorcio está finalizado, pendiente de la división de bienes”, escribe el diario en su artículo.
Más diciente aún en términos de la prensa francesa, indica el corresponsal Tom Bateman, es el comentario del diario conservador Le Figaro sobre la aparente contradicción de lo que afirma el documento sobre lo que llama la “pretensión del no intervencionismo” por un lado y, por el otro, el intervencionismo explícito en el caso de los países europeos.
La estrategia textualmente indica la intención de EE.UU. de cultivar la resistencia de los partidos de oposición en los países europeos. Eso implica apoyo a partidos de extrema derecha como el AfD en Alemania, el Partido Reforma en Reino Unido, y la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia, entro otros.
Es un apoyo explícito a los movimientos políticos en Europa que abogan por un nacionalismo económico y una oposición férrea a la migración, que el documento tilda de “partidos patrióticos”.
La estrategia hacia Europa sería una repetición de cómo ha accionado el gobierno de Trump en relación con América Latina, opina el corresponsal de la BBC.
En Argentina, por ejemplo, menciona el rescate económico que Trump aprobó para el gobierno de Javier Milei días antes de que su partido enfrentara elecciones legislativas que definirían el futuro de su proyecto político.
“Eso fue interpretado por los opositores (de Milei) como una evidente interferencia por Estados Unidos”, expresó Tom Bateman.
Ese apoyo se repitió antes de las recientes elecciones en Honduras, cuando Trump indultó al expresidente Juan Orlando Hernández, que cumplía una condena de 45 años en EE.UU. por narcotráfico, al tiempo que manifestó su apoyo al candidato de derecha Nasry “Tito” Asfura.
Lo mismo se ha visto en Brasil, con los ataques de Trump contra los tribunales de ese país que condenaron al expresidente de corte “trumpista” Jair Bolsonaro por su intento de golpe tras haber perdido las elecciones en 2022.
La nueva estrategia realza al continente americano, referido como el “Hemisferio Occidental”, como un principal foco de la política exterior de EE.UU.
El gobierno quiere “asegurarse… de que la región permanezca estable y suficientemente bien gobernada para evitar y desalentar la migración masiva hacia Estados Unidos”, lee el documento.
La estrategia introduce la idea de un “corolario Trump” a la doctrina Monroe, posicionando la táctica del gobierno como una secuela a la política del presidente James Monroe en el siglo XIX afirmando la primacía de EE.UU. en el continente americano y repeliendo la interferencia de los poderes coloniales europeos.
El gobierno considera esta renovada atención como necesaria para contrarrestar la influencia de China en América Latina, señala nuestro corresponsal, a pesar de que China no está mencionada directamente en el documento.
China ha logrado obtener demasiada posición económica en la región, según Trump, aunque su insinuación de que está “operando” el Canal de Panamá no es literalmente verdad.
Los recientes esfuerzos diplomáticos, incluyendo la visita del secretario de Estado, Marco Rubio, a países latinoamericanos a comienzos de año, son una señal de la intención de Washington de reafirmar su dominio tanto económico como estratégico en la región.
Aunque la estrategia no se extiende en la dimensión militar de esta política, la campaña de bombardeos aéreos contra supuestos narcotraficantes en el Caribe y la presencia de múltiples acorazados y personal militar estadounidense frente a las costas de Venezuela subraya la amenaza del uso de fuerza militar.
El deterioro de las relaciones entre EE.UU. y Europa ha sido aparente durante meses.
Una de las primeras señales de la actitud del gobierno de Trump hacia Europa se produjo en enero, cuando el vicepresidente de EE.UU., JD Vance, emitió un cáustico ataque contra las democracias europeas, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en el que reprendió a sus líderes por ignorar las preocupaciones de sus votantes sobre la migración y la libertad de expresión.
Pero en la práctica, esta incómoda relación se ha desarrollado en otro escenario; la guerra en Ucrania.
El documento parece sugerir que Europa no ha entendido las dinámicas de poder que están en juego y que Estados Unidos debe invertir energía diplomática para estabilizar la región.
La Unión Europea está acusada de obstaculizar los esfuerzos de Washington por termina la guerra en Urania, según el documento, y que EE.UU. deber “restablecer una estabilidad estratégica hacia Rusia”, que a su vez “estabilizaría las economías europeas”.
El mensaje central es que Ucrania debería permanecer siendo un estado viable pero eso requiere reconocer la posición dominante de Rusia.
Donald Trump está “perdiendo la paciencia” con Europa y Ucrania, señala nuestro corresponsal.
“Está claro… la presión está sobre los europeos para que asientan a una postura que los ucranianos básicamente interpretan como una capitulación”, comentó en el podcast.
La tensión en torno a Ucrania ya se manifestó en momentos de alto perfil, incluyendo la reunión en el Despacho Oval de Trump y Vance con el presidente Volodymyr Zelensky en febrero, en la que tacharon al presidente ucraniano de “irrespetuoso” y “desagradecido”.
Los líderes europeos ahora enfrentan la realidad de que EE.UU. podría presionar para lograr un resultado mucho más preferencial para Moscú que para Kyiv.
Rusia recibió con beneplácito la Estrategia de Seguridad Nacional, describiéndola como “ampliamente consistente” con su visión.
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional ya ha reconformado los debates en Washington y a lo largo de Europa.
Sus implicaciones para Ucrania, las relaciones EE.UU.-Europa y el orden global más amplio siguen desarrollándose.
Pero el documento deja una cosa inequívocamente clara: el gobierno de Trump pretende redefinir las prioridades de la política exterior de EE.UU. y espera que sus aliados se adapten a esa nueva realidad.
*Con información adicional del podcast The Global Story del Servicio Mundial de la BBC
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