En un giro inesperado, cada vez más adolescentes y jóvenes formados en un entorno de conciencia social, feminismo y diversidad están adoptando discursos que evocan roles de género tradicionales. Bajo un nuevo lenguaje, conceptos como “hombre de alto valor” o “energía masculina y femenina” reempaquetan viejas ideas conservadoras con estética moderna. ¿Estamos ante una moda pasajera o frente a una transformación cultural profunda?
Resulta llamativo que, entre adolescentes y jóvenes que crecieron en plena expansión del movimiento woke — estar consciente de temas sociales y políticos, en especial el racismo[1]— y el feminismo, estén ganando popularidad discursos que evocan valores conservadores. Paradójicamente, en lugar de continuar visibilizando desigualdades y cuestionando estructuras opresivas, muchos adoptan ideas que refuerzan los roles de género tradicionales y jerarquías sociales ya conocidas.
Esta contradicción plantea preguntas urgentes: ¿por qué una parte de la juventud abraza estos valores? ¿Estamos ante una moda pasajera o frente a una ideología que podría consolidarse y marcar el rumbo de las próximas generaciones?
En redes sociales, proliferan discursos que refuerzan estos roles de género. Para los hombres, se idealiza la figura del “proveedor”: alguien que resuelve, protege y lidera. Estas cualidades, presentadas como requisitos para ser un “hombre de alto valor”, pueden generar presión y frustración en quienes no se sienten capaces de cumplir con ese estándar, afectando su autoestima y relaciones.
Un ejemplo reciente que visibiliza esta problemática es la serie de Netflix Adolescencia, que expuso la dinámica de las comunidades virtuales de incels (célibes involuntarios). En estos espacios, se culpa a las mujeres por la falta de éxito romántico o íntimo de los hombres, promoviendo discursos misóginos, de extrema derecha y con una fuerte carga de resentimiento y violencia de género.
Las mujeres tampoco están exentas de discursos que complejizan los avances del feminismo. Cada vez más se romantiza el estereotipo de la trad wife —término surgido en los años 50 para describir a la mujer dedicada al hogar, los hijos y la cocina[1]—, idealizando relaciones donde el hombre asume el rol de proveedor y protector. Esta narrativa se refuerza con contenidos que afirman que el “valor” de una mujer en una relación depende de su equilibrio entre “energía femenina y masculina”.
“El riesgo de categorizar ciertas cualidades como “femeninas” o “masculinas” es que esto puede limitar la expresión genuina de cada persona”: Psi Mammoliti
A esto se suma una estética aspiracional que refuerza diferencias de clase: el estilo Old Money, el minimalismo y las imágenes de vidas pulcras y ordenadas se presentan como modelos de éxito, disfrazando el clasismo bajo una apariencia de sofisticación y buen gusto.
La respuesta al caos
“El pensamiento conservador tiene una tendencia hacia las formas autoritarias, las cuales son vistas como legítimas en épocas de crisis, de agudización de los conflictos sociales, cuando se produce la clásica evolución de una crisis económica a una crisis social”: Joan Antón
Como bien sabemos, el contenido que circula en plataformas digitales es reflejo del contexto social, político y cultural. Hoy, en un escenario postpandémico marcado por la reelección de Donald Trump en Estados Unidos, tensiones bélicas en Europa y Asia, recesiones económicas y un aumento alarmante de trastornos como la ansiedad y la depresión, se ha configurado un clima global de inestabilidad e incertidumbre.
A este panorama se suma la sobreexposición a contenido multimedia que impone estándares inalcanzables sobre lo que una persona “debe ser”: más productiva, más creativa, más disruptiva, más competitiva, más inteligente… más todo.
¿Hemos llegado a un punto de saturación? ¿El auge del conservadurismo es una reacción al progresismo o una búsqueda de orden y seguridad en medio del caos?
La historia, dicen, es un ciclo que se repite. Tal vez, tras años de impulso hacia el cambio, hemos alcanzado un punto de quiebre que despierta nostalgia por estructuras jerárquicas y claras. En ese vacío de certezas, el conservadurismo reaparece como una respuesta emocional más que ideológica.
A medida que esto ocurre, se presentan cuestionamientos y críticas desde la perspectiva de los adultos como resultado de las tensiones generacionales, dando paso a discusiones constantes sobre este fenómeno entre cibernautas.
¿Entonces qué pasará en el futuro, cuando estas generaciones crezcan y sean la mayoría poblacional? ¿Surgirá una nueva derecha que rescate la tradición en su totalidad?
Este fenómeno no debe leerse únicamente como una regresión, sino como una señal de transformación cultural. Las nuevas generaciones podrían estar construyendo un híbrido ideológico: una mezcla entre la seguridad de lo tradicional y la crítica del progresismo.
Sin embargo, es crucial mantener una mirada analítica. ¿Qué ideas estamos normalizando bajo la apariencia de estabilidad? ¿Qué derechos podrían estar en riesgo si romantizamos estructuras jerárquicas del pasado? Este artículo no busca emitir juicios, sino invitar a la reflexión. En tiempos de cambio, la clave está en no perder de vista los avances logrados en libertad, equidad y diversidad. La transformación es inevitable, pero debe ser consciente y justa.
*Karen Cabrera es investigadora en Lexia, especializada en investigación cualitativa y estrategia enfocada en las personas para impulsar proyectos de comunicación, sociales, productos, servicios y experiencias.
La cercanía de Javier Milei y Donald Trump y el recelo que ambos sienten hacia China están contribuyendo a que Argentina se acerque cada vez más a Occidente, y eso incluye el Reino Unido.
Cuatro décadas después de una guerra de 74 días que marcó las relaciones entre Argentina y Reino Unido desde 1982, ambos países parecen estar reconsiderando sus vínculos.
El gobierno de Javier Milei confirmó a la prensa argentina a principios de julio que mantiene un “diálogo” en materia de Defensa con Londres desde 2024 para restablecer “intercambios y contactos bilaterales” que no existían anteriormente, en gran parte debido a la prolongada disputa sobre la soberanía de las islas Malvinas/Falklands.
Por su parte, el gobierno británico le informó a BBC Mundo que en enero de 2025 Reino Unido y Argentina mantuvieron “conversaciones oficiales de estado mayor de Defensa” como parte de “compromisos bilaterales más amplios para cooperar en áreas de interés mutuo”.
Pero en un comunicado, el Ministerio de Defensa de Reino Unido precisó que el compromiso de su país con las Malvinas/Falklands se mantiene intacto.
“Son los isleños de las Falklands quienes deben decidir su futuro: tienen claro su deseo de que las islas sigan siendo británicas”, añadió.
El gobierno británico resaltó, además, la larga historia que comparten Argentina y Reino Unido: “2025 marca el bicentenario de sus relaciones diplomáticas. Una relación constructiva es de mayor interés para ambos”.
Milei parece estar de acuerdo con esto último. Desde que asumió el poder en diciembre de 2023 se ha esforzado por trazar lazos cada vez más profundos con Occidente en general y Estados Unidos en particular.
Su primer viaje al exterior como presidente de Argentina fue al Foro de Davos, en Suiza, donde advirtió que “Occidente está en peligro” debido el socialismo y propuso “hacer a Occidente grande nuevamente”, una frase que alude al eslogan “Make America Great Again” utilizado por el presidente Donald Trump y sus simpatizantes.
Y precisamente la llegada de Trump a la Casa Blanca a principios de este año le ha dado un nuevo impulso a la visión pro Occidente del mandatario libertario.
Pero también lo han hecho su desdén hacia el socialismo y el comunismo, así como su postura crítica hacia China y su presidente, Xi Jinping, a quien llegó a tildar de “asesino” durante su campaña presidencial, aunque luego matizó una vez que asumió su mandato.
Una de sus primeras medidas al frente de la Casa Rosada fue declinar el unirse al club de naciones BRICS, una alianza económica y política formada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, e incluso presentó una solicitud de ingreso como socio global de la OTAN.
Este evidente alineamiento con Occidente y sus estructuras multilaterales también incluye un complicado acercamiento con una nación vista como enemiga por muchos argentinos: Reino Unido.
Graciela Iglesias-Rogers, profesora argentina de Historia Moderna de la Universidad de Winchester, Inglaterra, le dice a BBC Mundo que el acercamiento es interesante porque la iniciativa de diálogo en materia de defensa viene precisamente de Argentina.
“Milei quiere rearmar a su país, pero Reino Unido mantiene un embargo directo de armas contra Argentina. Su gobierno quiere ahora que se levante ese bloqueo, porque dificulta que exista una relación más cercana a nivel militar con Occidente y una renovación de las relaciones con Londres”, añade.
Tras la Guerra de las Malvinas, Reino Unido impuso un embargo total a la llegada de material militar a Argentina. Inicialmente, esto tuvo un impacto menor en las Fuerzas Armadas del país, porque el presupuesto militar argentino por muchos años ha sido uno de los más bajos de América Latina y gran parte del dinero se invierte en salarios y mantenimiento.
De acuerdo con el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), el gasto de Argentina en Defensa ha estado por debajo del 1% del PIB desde 2004 y en 2023 fue de un 0,5%.
Pero el gobierno de Milei ha señalado que pretende elevar progresivamente la cifra a un 2%.
En un momento en que Argentina busca modernizar su ejército y alinearse con Occidente, el embargo de Reino Unido presenta un gran problema: muchos de los artefactos militares estadounidenses y occidentales contienen componentes británicos.
El Ministerio de Defensa británico le dijo a BBC Mundo que actualmente no tiene planes para cambiar su política de control de exportaciones hacia Argentina.
“Evaluamos todas las solicitudes de licencias de exportaciones caso por caso en función del Criterio de Licencias de Exportaciones Estratégicas (una unidad que garantiza que las exportaciones cumplan con las obligaciones internacionales, los derechos humanos y la seguridad nacional de Reino Unido)”.
El gobierno británico agregó que las exportaciones que puedan aumentar la capacidad militar de Argentina se evalúan bajo ese contexto y tomando en cuenta la política que mantiene contra Argentina.
El gobierno de Argentina no respondió a las solicitudes de comentarios de BBC Mundo.
Javier Milei fue uno de los primeros líderes mundiales en felicitar públicamente a Trump y ofrecerle su apoyo después de que el candidato republicano ganara la elección presidencial en noviembre.
“Ahora, Make America Great Again. Sabes que puedes contar con Argentina para llevar a cabo tu tarea”, afirmó el líder en la red social X.
La admiración parece ser recíproca. Según informó el portavoz de Milei, Trump le dijo al mandatario argentino en su primera llamada telefónica después de la elección: “Eres mi presidente favorito”.
“Incluso antes de ser presidente, Milei siempre ha manifestado una búsqueda continua de alineación con EE.UU., y no con cualquier EE.UU., sino con el EE.UU. de Trump”, le dice a BBC Mundo Leandro Ocón, profesor de la Facultad del Ejército de la Universidad de la Defensa Nacional, en Buenos Aires.
El experto en defensa afirma que un amplio sector de la sociedad argentina apoya una visión pro Occidente y pro OTAN, pero el conflicto del Atlántico Sur siempre se interpone.
“La rivalidad (con Reino Unido) y la situación no resuelta de las islas Malvinas siempre ha traído mucho desconcierto en otros sectores de la sociedad sobre si Argentina debe alinearse o no con Occidente”, añade.
Ocón estima que esto, sumado al embargo británico a las Fuerzas Armadas argentinas ha empujado en el pasado a su país a las manos de China, una potencia que sigue expendiendo su influencia en América Latina.
La historiadora Graciela Iglesias-Rogers asegura que la amenaza China en Sudamérica es “más sofisticada” que la que representó en su época la extinta Unión Soviética.
“China ha invertido mucho dinero en infraestructura en América del Sur, aprende sobre la región y dialoga con sus líderes”, afirma.
Según datos aduaneros chinos, el año pasado el intercambio comercial entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que incluye a 33 países de la región, fue de US$515.000 millones, una cifra astronómica si se compara a los apenas US$12.000 millones que se comercializaron en el año 2000.
China ha invertido millones de dólares en infraestructura y materias primas de la región, específicamente en la construcción de refinerías y plantas de procesamiento de carbón, cobre, gas natural y más recientemente en la producción de litio en el “triángulo del litio” que conforman Chile, Bolivia y Argentina.
Y el presidente Xi Jinping prometió a principios de mayo impulsar aún más la presencia de China en América Latina y el Caribe con una nueva línea de crédito de US$9.000 millones y nuevas inversiones en infraestructura.
Durante una visita a Buenos Aires en abril, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, acusó al gigante asiático en una entrevista a la agencia Bloomberg de firmar “acuerdos abusivos etiquetados como ayuda” con países africanos que terminaron endeudados y sugirió que Pekín podría estar haciendo lo mismo en América Latina.
La embajada de China en Argentina calificó las palabras de Bessent de “calumnia” y “difamación”.
Iglesias-Rogers sugiere que la creciente influencia china en su país es consecuencia de años de negligencia por parte de Occidente.
“Durante el gobierno anterior al de Milei, China hizo inversiones en Argentina y hasta se involucró en la vida política y cultural, y ahora Estados Unidos, que siempre ha tenido una preponderancia cultural en la Argentina, teme terminar perdiendo su posición”, explica.
“Es un problema que (Washington) está confrontando en muchas partes del mundo y ahora, en América del Sur, China cuenta con una influencia política que hace 15 años no tenía”, indica la historiadora.
Desde hace años, China también ha estado aumentando su presencia en el Atlántico Sur con cinco estaciones de investigación que ha instalado en la Antártida.
Por su parte, Estados Unidos avanza con un proyecto para construir una base militar “conjunta” en Ushuaia, Tierra del Fuego, una ciudad estratégica debido a su cercanía con la Antártida.
Durante un viaje a la región en abril, Milei precisó que el proyecto sería “el puerto de desarrollo más cercano a la Antártida” y que convertiría a ambos países en “la puerta de entrada al continente blanco”.
Un mes después, el almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur de EE.UU., viajó a la región para fortalecer la iniciativa.
De acuerdo con el profesor Leandro Ocón, el aumento de la presencia de China en el Atlántico Sur, que muchos ven como una amenaza, y las ambiciones de EE.UU. en la región hacen que tanto en Washington como en Buenos Aires se vea con buenos ojos un acercamiento entre Argentina y Reino Unido.
“Alinear a Argentina con Occidente es algo que, además de ayudar a EE.UU. con su proyección en Sudamérica y la Antártida, podría contribuir a que el conflicto de las Malvinas pueda resolverse por la vía diplomática en un futuro”, añade.
Pero el analista internacional Alejandro Laurnagaray de Urquiza, profesor de la Universidad Argentina de la Empresa, asegura que el gobierno argentino se enfrenta a un dilema.
“Milei quiere mantener al mismo tiempo buenas relaciones diplomáticas y comerciales con Pekín y Washington. El problema es que el gobierno de Trump ve eso como una traición”, le dice a BBC Mundo.
Laurnagaray sugiere que alejarse de China sería un “gran error estratégico” contrario a los intereses y las necesidades de Argentina.
Él forma parte de un grupo de analistas que creen que la decisión de Milei de rechazar la invitación de unirse al grupo de los BRICS fue “una oportunidad perdida”.
“Es un grupo de economías emergentes y tres sus integrantes están entres los principales socios comerciales de Argentina. Brasil es el primero y China es el segundo”, apunta.
“Argentina no debe darle la espalda a Estados Unidos ni a Occidente, pero tampoco debe alejarse de China”.
Según Iglesias-Rogers, la mayoría de los argentinos ven el acercamiento con Occidente e incluso con Reino Unido de forma positiva.
“Culturalmente el argentino promedio se siente occidental, nuestra historia y nuestras raíces culturales son occidentales. Pero la cuestión está en los términos del acercamiento. ¿Cómo se llega a una reconciliación con Gran Bretaña?”, dice.
“Creo que hace falta más diálogo, algo que el gobierno ya ha comenzado, y conocer un poco más nuestra larga historia que en algún momento fue muy cercana, debido a las migraciones de lado y lado”, prosigue.
En una entrevista otorgada a la BBC en mayo de 2024, Milei aseguró que las Islas Malvinas están actualmente “en manos de Reino Unido” y prometió recuperarlas por la vía democrática.
El presidente admitió que el proceso podría llevar décadas y enfatizó que Argentina no “busca el conflicto”.
“No vamos a renunciar a nuestra soberanía ni vamos a buscar conflictos con el Reino Unido”, afirmó.
La historiadora Graciela Iglesias-Rogers asegura que los argentinos pueden o no estar de acuerdo con esa visión.
“Pero lo que sin duda los argentinos jamás va a reconocer es que el conflicto no existe”, explica.
Sea cual sea el resultado del nuevo diálogo entre los gobiernos de Argentina y Reino Unido, Iglesias-Rogers cree que uno de los primeros pasos debería ser levantar el embargo británico a las fuerzas armadas de Argentina que, según la historiadora, ha perdido sentido.
“Si Argentina realmente quiere armamentos los va a conseguir con o sin embargo, incluso si se los tiene que comprar a China o a Rusia”.
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