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La Sustancia y la violencia estética: cuando la realidad supera la ficción
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La Sustancia y la violencia estética: cuando la realidad supera la ficción

La Sustancia es un reflejo incómodo pero necesario de cómo la violencia estética y la opresión cultural afectan a las mujeres. A través de sus imágenes perturbadoras, la película invita a cuestionar las normas que imponen el sufrimiento y promueven ideales de belleza dañinos.
25 de noviembre, 2024
Por: Aline Ross

Recientemente fui al cine a ver La Sustancia, y la experiencia es difícil de resumir, me encantó y me aterró al mismo tiempo. La película tiene el efecto de elevar el cortisol de cualquier espectador, empujándolo hacia una reflexión incómoda: a veces, la realidad supera la ficción. Al usar tomas que amplifican el body horror —close-ups, zooms extremos y crudeza explícita—, La Sustancia confronta al espectador desde el morbo estético para denunciar la obsesión contemporánea por la juventud y la perfección. En palabras de algunos críticos, el lente cinematográfico actúa aquí como un “ojo patriarcal”, un enfoque masculino que presenta a las mujeres desde la perspectiva de un sistema que las consume. En este marco del 25 de noviembre, Día de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, la película es más relevante que nunca.

Quiero analizar ciertos aspectos de La Sustancia donde, lo que llamaré su sátira grotesca, expone un sistema que convierte los cuerpos femeninos en terreno de explotación y consumo. Fargeat, la directora, exhibe cómo la industria de la belleza crece alimentándose de las inseguridades femeninas, transformando esta necesidad de “ser más” en una obsesión social. La película descompone esta adicción que propaga el deseo insaciable de ser agradable estéticamente, una adicción que, como muestra la historia, se vuelve autodestructiva.

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Un elemento que considero crucial en esta crítica es el simbolismo del paquete que recibe la protagonista, Elisabeth Sparkle. Como un envío rápido y sin instrucciones tipo Amazon, el paquete encarna nuestra relación de consumo instantáneo y sin reflexión. Esta idea de “compra ahora, cuestiona después” evoca cómo, bajo presiones sociales, aceptamos productos que refuerzan ideales de belleza inalcanzables sin siquiera cuestionar su origen o efectos, puede ser una crema, botox o hasta el famoso por su letalidad BBL. En La Sustancia, este acto de consumo ciego ilustra una idea de fondo: el sistema que vende estos productos y procedimientos estéticos explota una idea de mujeres “defectuosas” o “incompletas” que necesitan “mejorarse”. Con ello normaliza la violencia estética como una forma de violencia de género: una presión insidiosa y constante que atrapa a las mujeres en una espiral de autocrítica y dependencia externa.

Un tema central de la película es la relación entre el envejecimiento y la violencia estética. La protagonista, al cumplir 50 años, es marginada por la industria, que la considera un “objeto sin valor”. Esto desencadena una brutal confrontación interna, donde su versión joven golpea sin piedad a su versión adulta casi hasta la muerte. Esta lucha es una alegoría poderosa de cómo, en una sociedad obsesionada con la juventud, la autoimagen de las mujeres se convierte en un campo de batalla. La escena denuncia el rechazo de la vejez, visto como un mal que se debe corregir. La versión joven de Elisabeth representa esa obsesión idealizada por la perfección, y su incapacidad para deshacerse de ella es una metáfora de la lucha incesante de muchas mujeres por cumplir estándares estéticos imposibles.

Los personajes masculinos, en especial el productor interpretado por Dennis Quaid, refuerzan esta denuncia al representar el poder que manipula y capitaliza las inseguridades femeninas. Como figuras de autoridad en la industria de la belleza, estos hombres son quienes dictan cómo debe verse una mujer y qué debe hacer para lograrlo. La Sustancia expone la deshumanización que resulta de esta estructura: las mujeres son reducidas a “material” moldeable al servicio de un mercado que obtiene beneficios de su autodestrucción.

Otro personaje significativo es Sue, cuya constante sonrisa refleja una fachada de docilidad. Para mí, Sue simboliza la presión social que empuja a muchas mujeres a proyectar amabilidad y conformidad, una máscara para evitar cuestionar las expectativas impuestas. Esta “sonrisa social” es una forma de sumisión a las normas, una estrategia de supervivencia donde la complacencia es premiada mientras que cualquier expresión de descontento o autonomía se sanciona. A través de Sue, la película señala cómo la sociedad aplaude a las mujeres que aceptan pasivamente los sacrificios personales en nombre de una perfección inalcanzable.

Finalmente, La Sustancia aborda otro tema relevante: la invisibilización de las mujeres mayores. En una sociedad que idolatra la juventud, las mujeres que alcanzan cierta edad suelen ser ignoradas y empujadas a buscar aprobación mediante procedimientos estéticos extremos. Esta obsesión perpetúa la marginalización de las mujeres mayores y las fuerza a negar su propio proceso de envejecimiento en un intento desesperado de “pertenecer” a un estándar que no las incluye. Para combatir esta tendencia, es fundamental que los medios y la cultura celebren la diversidad de edad y ofrezcan representaciones que valoren la experiencia y autenticidad de las mujeres.

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En conclusión, La Sustancia es un reflejo incómodo pero necesario de cómo la violencia estética y la opresión cultural afectan a las mujeres. A través de sus imágenes perturbadoras, la película invita a cuestionar las normas que imponen el sufrimiento y promueven ideales de belleza dañinos. Más allá de la crítica, el filme nos empuja a tomar acción para proteger a las mujeres de estos estándares tóxicos y construir una sociedad donde su valor no dependa de la apariencia o la juventud. La Sustancia nos recuerda que, para que haya un cambio real, es necesario no solo visibilizar la problemática, sino también actuar contra las dinámicas culturales que la sostienen.

*Aline Ross Gurrola es socia Directora en LEXIA. Comunicóloga, feminista, teatrera, filósofa de la vida, apasionada por lo social. Con más de 22 años de experiencia en el mundo de la investigación y la consultoría. Experta en opinión pública, evaluación de comunicación política, comunicación social, estrategia electoral y gubernamental, evaluación de programas sociales, Base de la Pirámide, Vivienda social, Diversidad, inclusión y género.

Este blog es un espacio de participación donde los colaboradores de LEXIA expresan sus puntos de vista, análisis e interpretaciones de la realidad social. Estos textos no expresan un punto de vista institucional de LEXIA.

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Imagen BBC
Cómo la brecha entre las buenas cifras macroeconómicas y la economía familiar ayuda a explicar el triunfo de Trump
7 minutos de lectura

Los votantes que le dieron la victoria quieren ver precios bajos como los que había antes de la pandemia. Y aunque la inflación actual de EE.UU. es de solo 2,4%, la rabia persiste. ¿Qué está pasando?

13 de noviembre, 2024
Por: BBC News Mundo
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Una de las causas del triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos fue la preocupación de los votantes por el estado de la economía.

Y puede resultar paradójico si se analiza el estado global de la principal economía del mundo.

“La economía, estúpido”, es el lema que refleja en la política estadounidense que son las finanzas las que deciden las elecciones en el país.

Y si nos atenemos a eso, podríamos haber pensado que triunfaría Kamala Harris como heredera de la economía del gobierno de Joe Biden.

Al fin y al cabo, el nivel de crecimiento, el desempleo en mínimos históricos, el haber evitado la recesión que muchos temían y una inflación de apenas un 2,4% podrían parecer indicadores muy positivos. Y lo son.

Pero estas elecciones reflejaron casi como ninguna otra la brecha entre las buenas cifras de la macroeconomía y la economía familiar de las personas, preocupadas por la inflación que creció durante la pandemia y que en los últimos años ha provocado un alza de precios que se mantiene, aunque su incremento ya se haya mitigado.

El gobierno de Biden tuvo que lidiar con los efectos económicos de la pandemia de 2020 y de la crisis energética desatada por la invasión de Rusia en Ucrania en febrero de 2022 y de acuerdo a los datos económicos, lo hizo bien.

Pero los números muestran una realidad que la gente no ve reflejada en su vida diaria.

“Aquí se paga US$5 por una docena de huevos. Antes costaba US$1”, comenta Samuel Negrón, un puertorriqueño de la ciudad de Allentown, en Pensilvania.

En ese estado, uno de los más decisivos en la contienda electoral, los demócratas ganaron en 2020, pero perdieron en las últimas elecciones.

“Es simple en realidad. Nos gustaba cómo eran las cosas hace cuatro años”, le dice Negrón a la BBC.

Trump supo capitalizar esa brecha entre los números y la percepción personal de la economía que muchos estadounidenses sentían al pagar en la caja del supermercado o la renta de su vivienda.

¿Qué dicen las cifras?

Estados Unidos tuvo la recuperación post-pandémica más fuerte dentro del Grupo de los Siete (conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), según los datos del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).

En los cuatro años del gobierno de Biden, el PIB real creció a una tasa anual promedio de 3,2%, un resultado considerado por economistas de distintos colores políticos como un logro importante en medio de las vicisitudes que impuso el contexto internacional.

Una de las principales banderas de los demócratas durante la campaña electoral fue el récord de creación de empleo en este mandato: casi 16 millones de puestos de trabajo nuevos.

Y siguiendo con el mercado laboral, el desempleo -que rondaba el 7% cuando Trump dejó la presidencia- hoy está en 4,1%, considerado un muy buen nivel para la economía estadounidense.

En 2023 el desempleo incluso alcanzó su nivel más bajo en 54 años.

El gasto de los consumidores creció a una tasa anual del 3,7%, el nivel más alto en casi dos años. Eso quiere decir que pese al malestar con el costo de la vida, la gente sigue comprando. Y aunque el endeudamiento de los hogares aumentó a partir del 2021, su ritmo se desaceleró este año.

En cuanto a la inflación interanual, con las cifras disponibles hasta septiembre, ésta aumentó un 2,4% en los últimos 12 meses, muy cerca del nivel óptimo de 2% que se ha fijado el país.

Para comparar, la Unión Europea tiene una inflación anual del 2,1%.

Y en el mismo período, los salarios estadounidenses crecieron casi el doble que la inflación, al subir un 4,6%

Pero entonces, ¿cómo se explica la desconexión entre las buenas cifras macroeconómicas y el malestar de la gente?

Pese a las buenas cifras, una gran parte de los estadounidenses está decepcionado. Y el malestar tiene su origen, en la mayoría de los casos, en el aumento de los precios durante los últimos cuatro años.

Una parte de la explicación se puede ver en este gráfico que muestra cómo la inflación subió cerca de un 20% bajo el mandato de Biden.

Y aunque el 2,4% de inflación es un nivel bajo o moderado, los precios siguen estando más caros desde que la pandemia comenzó en febrero de 2020.

Sólo un 6% de los 400 productos monitoreados por la Oficina de Estadísticas Laborales está más barato hoy que entonces.

Y aunque los sueldos aumentaron casi en la misma proporción (sin que se perdiera poder adquisitivo), lo que quedó en la retina de los consumidores fue la gigantesca escalada en los precios en los últimos cuatro años.

En contraste, las cosas estuvieron comparativamente bastante bien para el bolsillo de los estadounidenses bajo el mandato de Trump (2017-2021).

La inflación acumulada en sus cuatro años de gobierno fue de un 7,8% (frente al 20% de los años de Biden), mientras que los salarios subieron casi el doble.

Supermercado en Estados Unidos
Getty Images
En octubre la inflación interanual continuó bajando hasta un 2,4%.

Don Leonard, académico de la Universidad de Ohio, plantea en diálogo con BBC Mundo que las preocupaciones de los estadounidenses sobre la economía no son un mero problema de percepción.

Su argumento es que al menos 20 millones de hogares estadounidenses tienen buenos motivos para estar desilusionados.

“Esos hogares han sufrido un dolor económico real que no es tan fácil de detectar en los datos económicos oficiales”, sostiene. “No es solo un sentimiento pesimista injustificado”.

Leonard dice que al trabajar con promedios, se crea un “un sesgo” que no permite mostrar lo difícil que es la vida diaria de los estadounidenses de menores ingresos, que gastan mucho más (como porcentaje de sus ingresos), en vivienda, alimentos o salud.

El segmento salarial en el que Trump logró mayor ventaja respecto a Kamala (53% frente a 45%) fue el que va entre US$30.000 y US$49.000

Y muchos demócratas, en tanto, insisten en que la frustración de la gente no está justificada.

Sin embargo, hay una gran parte de la población, dice Leonard, que no califica para recibir asistencia del gobierno, pero tiene dificultades económicas en su vida diaria. “No es que estén hipnotizados, lo están pasando mal”.

Algunos analistas creen que en la derrota demócrata fue fundamental la narrativa, es decir, que la campaña no supo comunicar bien los logros económicos del gobierno de Biden y plantear, a partir de ahí, un camino prometedor.

Y las tasas de interés

Consumidores en EEUU
Getty Images
El gasto de los consumidores estadounidenses ha seguido creciendo.

El malestar con la economía también ha estado influido por el alto costo del crédito.

Frente al máximo inflacionario de 9,1% en junio de 2022, el mayor en 40 años, la Reserva Federal (equivalente a un banco central) inició una agresiva política de aumento de tasas de interés que ayudó a ir reduciendo la inflación, pero afectó las finanzas personales.

Los estadounidenses, acostumbrados a vivir con crédito, sufrieron el impacto del aumento en las tasas de interés a la hora de comprar un auto, pagar las tarjetas o conseguir una hipoteca.

Muchos se sintieron acorralados entre la inflación y las tasas de interés, votando finalmente por el cambio. Las tasas sólo empezaron a bajar poco antes de la elección sin dar tiempo a que se refleje en los bolsillos de los votantes.

Y ese es otro elemento a tener en cuenta, dicen algunos analistas políticos.

La crisis generada por la pandemia y la guerra en Ucrania le pasó la cuenta a varios gobiernos que buscaban la reelección y perdieron ante un electorado cansado de los problemas económicos que han afectado sus finanzas personales.

“¿Estás mejor ahora o hace 4 años?”, les preguntaba Trump a los votantes en la campaña en busca de su apoyo. Muchos percibieron que ahora están peor a pesar de lo que digan las cifras macroeconómicas.

Y votaron por un cambio a la espera de que se refleje también en los precios que ven en los supermercados, la gasolinera o el pago de la renta.

Línea
BBC

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