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La normalización del horror: un balance de las atrocidades en México en 2024
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La normalización del horror: un balance de las atrocidades en México en 2024

En 2024 se reportaron al menos 4,708 atrocidades con 8,960 víctimas, cuya violencia y brutalidad no solo representan una crisis de seguridad, sino también un peligroso proceso de normalización que amenaza con desensibilizar a la sociedad.
22 de enero, 2025
Por: René Gerez López

En 2024, México vivió otro año en el que la incidencia delictiva no disminuyó y el grado de violencia con el que se cometen algunos delitos aumentó. Las noticias sobre eventos violentos registradas en medios siguen evidenciando el país en el que vivimos las y los mexicanos, con hechos que no solo pueden calificarse como atroces, sino que son tan viles como cotidianos.

Causa en Común recopila mensualmente actos violentos registrados en medios en un informe titulado Galería del Horror: atrocidades y eventos de alto impacto registradas en mediosque presenta, describe y analiza los principales hallazgos sobre este tipo de sucesos delictivos. Estas atrocidades se catalogan en una lista de 21 categorías, entre ellas: masacres, asesinatos cometidos con tortura, violación agravada, asesinatos de mujeres con crueldad extrema, de niñas, niños y adolescentes, así como de políticos y autoridades en materia de seguridad.

El pasado 16 de enero, Causa en Común presentó el informe en el cual se documentan las atrocidades cometidas entre enero y diciembre de 2024. Durante este periodo se contabilizaron 4,001 notas periodísticas que reportan al menos 4,708 atrocidades y un total de 8,960 víctimas. Entre las atrocidades con mayor impacto destacan los asesinatos con tortura, con al menos 1,186 casos; la mutilación, descuartizamiento y destrucción de al menos 652 cadáveres; el asesinato de al menos 505 mujeres con crueldad extrema, y la comisión de 442 masacres.

Asimismo, 2024 sobresalió por uno de los números más altos de actos violentos contra la autoridad (296), asesinatos de funcionarios y actores relevantes en materia de seguridad (231), y asesinatos de actores políticos (66). Es lamentable que el año en que se llevó a cabo la elección de representantes políticos más grande en la historia de nuestro país también se destaque como el más violento para los candidatos. Entre las atrocidades registradas en estas categorías se encuentra el asesinato de Gisela Gaytán, candidata a la presidencia municipal de Celaya, Guanajuato, quien fue atacada durante un recorrido de campaña, y el caso de Alejandro Arcos, alcalde de Chilpancingo, Guerrero, cuya cabeza decapitada fue encontrada en el toldo de una camioneta.

Otra atrocidad que registró cifras alarmantes fue el asesinato de niñas, niños y adolescentes, con al menos 224 casos. Este número es preocupante, pero la violencia con la que se cometen estos crímenes evidencia un problema aún mayor. Algunos de estos hechos ilustran esta realidad: el 15 de enero, un padre asesinó con un machete a su hija de 13 años en Chiapas; el 15 de febrero, las autoridades detuvieron a una pareja que trasladaba en una caja el cadáver de su hija, quien presentaba huellas de violencia y signos de abuso sexual, y el 24 de junio, un joven de 16 años fue extraído de su hogar, sometido y enterrado vivo en Coahuila.

La violencia y la brutalidad que reflejan estos hechos no solo representan una crisis de seguridad, sino también un peligroso proceso de normalización que amenaza con desensibilizar a la sociedad ante estas atrocidades. La falta de acciones contundentes y estrategias efectivas por parte del gobierno contribuye a perpetuar esta espiral de violencia, alimentada por la impunidad y la indiferencia institucional hacia las víctimas. Cada acto atroz no solo destruye vidas, sino que también fractura el tejido social, sembrando miedo y desesperanza en comunidades enteras. Es urgente que como país dejemos de ser meros espectadores de esta cruda realidad. Mientras no enfrentemos con seriedad y responsabilidad esta crisis, México seguirá sumido en un círculo vicioso donde la violencia extrema será la norma y no la excepción.

El informe completo puede ser consultado en este enlace.

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Imagen BBC
Qué piensan los groenlandeses sobre el plan de Donald Trump de que su isla pertenezca a EU
7 minutos de lectura

En el remot asentamiento de Kapisillit, los groenlandeses le cuentan a la BBC que Trump puede visitar la isla “pero eso es todo”.

14 de enero, 2025
Por: BBC News Mundo
0

El sol se eleva sobre las montañas cubiertas de hielo del fiordo de Nuuk mientras viajamos por una de las últimas fronteras salvajes del mundo.

Pero hay sombras que se ciernen sobre este paisaje y sobre el resto de los espacios helados de Groenlandia.

Con Donald Trump a punto de convertirse en presidente de Estados Unidos, su negativa a descartar la toma de Groenlandia por la fuerza resuena en conversaciones de toda la isla.

“Será bienvenido si viene a visitarnos, por supuesto”, dice el patrón del barco pesquero reconvertido que nos lleva hacia el este. Consciente de que necesita relacionarse con gente de todos los colores políticos, pide que no se le nombre, pero utiliza una frase que se oye a menudo por aquí.

“Groenlandia pertenece a los groenlandeses. Así que Trump puede visitarla, pero nada más”.

Las aguas están en calma cuando llegamos al asentamiento aislado de Kapisillit, de unos 40 habitantes, donde unos cuantos cazadores salen en busca de focas.

La temperatura es de -16 ºC y, con el viento, la sensación térmica es de -27 ºC.

Pero cerca del puerto me encuentro con Kaaleeraq Ringsted, un bisabuelo de 73 años, que está secando filetes de bacalao pescados en las abundantes aguas junto a la puerta de su casa.

Cuando le pregunto si el presidente electo Trump comprará o invadirá Groenlandia, al principio se ríe. Luego su tono se vuelve serio.

Kaaleeraq Ringsted.
BBC
Kaaleeraq Ringsted asegura que quiere preservar su forma de vida para sus hijos.

“No se puede aceptar que diga esto. Groenlandia no está en venta”.

Luego me cuenta cómo aprendió a pescar y cazar aquí con su padre y su abuelo, y cómo quiere preservar esta vida para sus hijos y nietos.

Al cruzar la bahía, el barco se adentra en el hielo roto de la superficie. Dos águilas se posan en una roca en busca de peces en las aguas cristalinas.

Nos dirigimos a la granja de Angutimmarik Hansen, que cría ovejas y caza focas, aves silvestres y conejos.

Todo el alimento de invierno para las ovejas tiene que importarse de Dinamarca, un recordatorio de cómo el duro clima determina las condiciones de vida aquí.

En la puerta de su casa hay un estante con rifles de caza. Se da cuenta de que los miro.

“Son por si hay una invasión”, bromea.

Angutimmarik Hansen con su mujer e hijo.
BBC
Angutimmarik Hansen (derecha) insiste en que Groenlandia no está en venta.

Pero su actitud ante la retórica belicosa procedente de Mar-A-Lago dista mucho de ser tranquila.

“Menudo estúpido que es Trump”, afirma. “Jamás venderemos Groenlandia”.

Esta pequeña granja está a unos 4.828 km de Florida, donde el presidente entrante de EE.UU. dio su ya célebre rueda de prensa la semana pasada.

“Pero Trump no es EE.UU. Podemos entendernos con la gente de EE.UU.”, declara Hansen.

Visita familiar

El efecto Trump se disparó con la llegada a Groenlandia de Donald Trump Jr, que se sumó a las declaraciones de su padre. Llegó a la capital, Nuuk, en el avión 757 de la familia, el Trump Force One, y permaneció allí durante cuatro horas y treinta y tres minutos.

“Ha sido un placer increíble conocer gente, y la gente estaba muy contenta de reunirse con nosotros”, dijo, después de almorzar en un hotel local. “Papá tendrá que venir aquí”.

Luego regresó a los climas más soleados de Florida.

Un avión con la palabra
Reuters
Donald Trump Jr visitó Nuuk la semana pasada durante unas pocas horas.

Trump Jr fue recibido por el empresario local Jorgen Boassen, que en su día hizo campaña por el presidente electo.

Boassen declaró a los medios locales que era el “mayor fan” de Trump y que “por supuesto que están interesados en nuestro país, y pueden venir y ver cómo es nuestro país. También se trata de abrirse al comercio y la cooperación”.

La ciudad de Nuuk es la capital más septentrional del mundo. Tiene una próspera sociedad civil y una prensa potente. Y hay cierta satisfacción por que los comentarios de Trump hayan impulsado el debate sobre la independencia de Groenlandia a la escena internacional.

Debe haber una Groenlandia que no sea colonia de nadie, dicen activistas como Kuno Fencker, diputado de la coalición gobernante y miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores y Seguridad del Parlamento local.

Nos reunimos en el puerto, bajo la estatua de bronce de Hans Egede, el misionero del siglo XVIII considerado aquí como el hombre que abrió el camino a la colonización.

Kuno Fencker.
BBC
Kuno Fencker quiere que Groenlandia negocie directamente con EE.UU. en lugar de a través de Dinamarca.

“Donald Trump es un político”, dice Fencker.

“Es un duro hombre de negocios y conocemos su retórica, y esa retórica es algo a lo que nos hemos acostumbrado desde 2019, y solo se trata de hablar con un igual, un aliado, sobre cómo podemos resolver las cosas aquí en el Ártico y también en la OTAN”.

Fencker ofrece el argumento central de los independentistas.

“Lo que hace falta aquí es que Groenlandia, como Estado soberano, negocie directamente con Estados Unidos y no que Dinamarca lo haga por nosotros”.

El debate por la independencia

La independencia de Dinamarca podría tener un coste financiero importante.

Groenlandia recibe subvenciones de Copenhague por valor de aproximadamente una quinta parte de su PIB cada año. Fencker sugiere, al igual que otras figuras destacadas, que la isla negocie con Estados Unidos y Dinamarca para obtener ayuda.

“No somos ingenuos. Necesitamos apoyo en defensa, seguridad y también desarrollo económico. Queremos una economía sostenible y autosuficiente”.

El director del periódico local Sermitsiaq, Maasana Egede, admite que le preocupó la amenaza implícita de fuerza de Donald Trump, pero quiere ver si la realidad coincide con la retórica.

En cuanto a la independencia, Egede se siente frustrado por lo que considera un debate polarizado en los medios de comunicación locales e internacionales.

“Estamos contando esta historia de que tiene que haber independencia o no independencia. Pero hay todo un relato intermedio, y es que la gente quiere la independencia, pero no a cualquier precio. Hay un nivel de vida que hay que mantener. Hay un comercio que hay que mantener. Hay formas de vida que hay que mantener”.

Existe la expectativa de que en algún momento -no en un futuro inmediato- se vote a favor y Dinamarca acepte el resultado.

El primer ministro de la isla, Mute Egede, ofreció una rueda de prensa conjunta con la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, a raíz de los últimos comentarios de Donald Trump.

“No queremos ser daneses, no queremos ser estadounidenses, queremos ser groenlandeses”, dijo. La primera ministra danesa se cuidó de no ofender a nadie, y menos al presidente entrante de Estados Unidos.

“El debate sobre la independencia de Groenlandia y los últimos anuncios de EE.UU. nos demuestran el gran interés que despierta Groenlandia”, declaró.

“Acontecimientos que ponen en marcha muchas reflexiones y sentimientos en Groenlandia y Dinamarca”, añadió.

Mette Frederiksen y Mute B Egede en una rueda de prensa.
Getty Images
El primer ministro de Groenlandia, Mute Egede (izquierda), dio una rueda de prensa con la primera ministra danesa, Mette Frederiksen.

Frederiksen sabe muy bien que este sentimiento viene de lejos en Groenlandia. El recuerdo de la injusticia y el racismo sigue fresco entre la población indígena inuit.

Heridas del pasado

Escándalos como la campaña de inserción de dispositivos intrauterinos (DIU) para evitar embarazos en miles de mujeres y niñas inuit en los años 60 y 70 ensombrecen la relación entre Groenlandia y Dinamarca.

No se sabe cuántos de estos procedimientos se llevaron a cabo sin el permiso de las implicadas, pero las cifras son considerables. El objetivo era reducir la población groenlandesa.

Maliina Abelsen es exministra de Finanzas del gobierno de Groenlandia, y ahora asesora a empresas y organizaciones que trabajan en la isla. También ha trabajado para UNICEF Dinamarca y para importantes empresas groenlandesas, como el grupo marisquero Royal Greenland.

Abelsen cree que hay que hacer mucho más para corregir las injusticias del pasado.

Maliina Abelsen.
BBC
Maliina Abelsen asegura que es necesario reconocer el dolor del pasado para que los groenlandeses puedan superarlo.

“Creo que mucha gente está diciendo, quizá también el gobierno y el Estado daneses: ‘Oh, bueno, ya sabes que esto ocurrió en el pasado. Fue hace muchos años. ¿Cómo vamos a ser responsables de ello? Es hora de seguir adelante'”.

“Pero no puedes seguir adelante si no lo has superado y no has reconocido lo que te ocurrió. Ese es un trabajo que tenemos que hacer junto con Dinamarca, no algo que Groenlandia pueda hacer por sí sola”.

A pesar de su alto perfil en la sociedad civil y los círculos empresariales, Maliina Abelsen afirma que cuando se trata de racismo -por ejemplo, bromas sobre los inuit- ella puede hablar en nombre de la mayoría de los groenlandeses “ya que todos lo hemos experimentado en nuestra vida”.

Las cuestiones de la autodeterminación y de afrontar el pasado están íntimamente entrelazadas.

Ahora, la intervención de Donald Trump ha puesto ambas ante los ojos del mundo.

Pero el mensaje que escuchamos -desde los remotos asentamientos del fiordo hasta la capital, Nuuk- es que el destino de Groenlandia debe decidirse aquí, entre personas cuyas voces han sido ignoradas durante demasiado tiempo.

Con información adicional de Adrienne Murray y Kostas Kallergis.

Línea gris.
BBC

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