Ante la situación que estamos viviendo, donde la violencia no cesa, las cifras de personas desaparecidas aumentan, las guerras dominan distintas partes del mundo y la ultraderecha atenta contra los derechos de las mujeres y de muchas otras personas, la tentación de meter la cabeza en un libro, en una serie, en una película, o aunque sea en un hoyo, es enorme. Desde niña he sentido la gran responsabilidad de hacer algo para mejorar mi entorno y ese sentimiento ha sido una guía a lo largo de mi vida. Pero soy, por naturaleza, miedosa, y no suelo tener el valor para estar en el frente. Por eso me pregunto, una y otra vez, ¿qué hago para cambiar lo que sucede a mi alrededor? ¿De qué sirve lo que hago? ¿Cómo puedo hacer más? Son preguntas para las que, por lo general, no tengo ninguna respuesta.
En el 2020, una amiga a la que quiero mucho y en quien confío un montón me sugirió una respuesta a esa última pregunta. Eran las semanas previas a la pandemia y aún no imaginábamos lo loco que se iba a poner el mundo. Yo estaba en la Ciudad de México, había marchado con ella en el 8M y estábamos haciendo el paro juntas. “Te voy a invitar a una organización para acompañar a mujeres políticas”, me advirtió.
Me llamó por ahí de septiembre, cuando ya nos había quedado claro que la pandemia había llegado para quedarse. Llevábamos meses rodeadas de muerte e incertidumbre, viendo cómo las condiciones de vida de las mujeres iban en picada. Su invitación fue a formar parte de Aúna, una plataforma recién creada para impulsar liderazgos de mujeres en la política, con miras a avanzar en la protección del medio ambiente, la construcción de paz y justicia, la inclusión, la igualdad de género y el bienestar social.
En esa época, la omnipresencia de la pandemia me impedía escribir y los planes para promover mis libros estaban detenidos, así que había empezado a tomar un seminario en línea para componer literatura infantil y juvenil, entre varios otros cursos. También llevaba la Presidencia del Consejo Asesor de GENDES, una asociación civil que combate la violencia hacia las mujeres desde el trabajo con hombres. Además, tenía un hijo adolescente que retaba mi trabajo como madre de maneras inesperadas. No tenía claro a qué horas me iba a involucrar en esto ni qué implicaría para mí formar parte, pero sentí que no podía rechazar la invitación.
Para esas alturas, las videollamadas ya formaban parte de nuestra cotidianidad. Aun así, me sorprendió encontrarme con cerca de 60 mujeres de distintas partes del país, de distintas edades y profesiones, hablando sobre lo que queríamos lograr juntas. Nos reuníamos una vez al mes y nos tomábamos una cerveza o una copa de vino frente a la pantalla. En aquellos momentos oscuros, esas llamadas fueron para mí una salvación. En enero del 2021 lanzamos Aúna de manera pública y me sentí muy orgullosa de formar parte de este grupo de mujeres que me inspiran tanto.
Como vivo en Guadalajara, me tocó reclutar a las primeras voluntarias de Jalisco. Una y otra vez me agobiaba con las tareas que me encomendaban. ¡Si yo ni sabía hacer esas cosas! Además, ¿cómo iba a lograrlas yo sola? Una y otra vez encontrábamos a las personas que colaboraban con nosotras y las tareas salían adelante. El Capítulo Jalisco de Aúna se fue formando así, con el tiempo y el trabajo aportado por mujeres comprometidas. Organizamos un par de foros virtuales para hablar sobre las agendas de igualdad de género y de construcción de paz y justicia en el estado. Luego acompañamos, como pudimos, a una primera generación de nominadas que buscaban candidaturas y contendieron en las elecciones del 2021.
Recuerdo el nervio de pensar que le pudiera pasar algo a una de nuestras nominadas. Recuerdo la emoción de votar por una mujer a quien había conocido de cerca, de quien había escuchado sus convicciones; una política que quería hacer las cosas de otro modo, que buscaba el poder para otros fines. Más adelante, desde Jalisco nos tocó contribuir a dar estructura a los Capítulos, a su organización y sus funciones. Pasadas las elecciones, me involucré en la planeación de la plataforma para los siguientes años y, con el tiempo, me convertí en la Directora del Capítulo Jalisco, que tenía ya una coordinadora operativa contratada.
Hemos pasado por dos ciclos electorales en los que formamos a más de 300 mujeres y acompañamos a alrededor de 120, de las cuales 77 fueron candidatas, 31 resultaron electas y otras 21 ocuparon cargos públicos, mujeres de distintas partes de México y de todos los partidos políticos, porque los grandes cambios hay que construirlos junto a otras personas. Aúna cuenta, también, con cerca de 200 membresías que ayudan a la sostenibilidad de la plataforma y que forman parte activa de nuestra red.
Para mí, Aúna ha sido un gran regalo. Aunque sólo conocía a dos o tres de las fundadoras originales, hoy me considero parte de un grupo de muchas, muchísimas mujeres que seguimos avanzando el legado de tantas otras para lograr participar en la toma de decisiones y seguir luchando por mejorar las condiciones que se viven en nuestro país. No pienso regresar a la función pública ni buscar un cargo de elección, pero me gusta apoyar a mujeres que sí tienen esos planes: sean políticas de gran trayectoria que han sido ya diputadas y senadoras, o jóvenes con la mitad de mi edad ocupando su primera regiduría; sean de Jalisco, de la Costa Chica de Guerrero, de la Mixteca oaxaqueña, de Monterrey o de la Ciudad de México, de cualquier parte del país, de cualquier ocupación, de cualquier partido.
Aúna le ha dejado grandes aprendizajes a mi yo-estresado, a veces en forma de pequeñas frases, como la célebre “servir y gozar” que compartió una compañera durante un ejercicio de reflexión. Ha reforzado mi creencia de que no necesitamos ser amigas para trabajar juntas, al mismo tiempo que me ha regalado valiosísimas amistades. Me ha retado de manera constante y me ha permitido conocer a toda una diversidad de mujeres preparadas, comprometidas y apasionadas con el futuro de México. Convivir con ellas me ha enseñado a escuchar y a dialogar, dos habilidades que pienso seguir desarrollando porque no quiero contribuir a la polarización en la que vivimos. Aúna me ha dado tanto, que por eso sigo aquí.
¡Gracias, Aúna! ¡Gracias, a todas!
* Patricia Carrillo Collard fue Directora del Capítulo Jalisco de Aúna del 2022 al 2024 y es parte de la membresía. Participa en el Consejo de GENDES, A. C., y es escritora. Puedes conocer más sobre su trabajo aquí.
Tras la caída del régimen de Bashar al Assad el fin de semana, Israel ha estado llevado a cabo cientos de ataques aéreos en Siria y también ha trasladado tropas a la zona desmilitarizada de los Altos del Golán.
Tras la caída del régimen de Bashar al Assad el fin de semana, Israel ha estado llevado a cabo cientos de ataques aéreos en Siria y también ha trasladado tropas a la zona desmilitarizada de los Altos del Golán, ampliando así la extensión del territorio sirio que se encuentra bajo su control.
Este lunes el ejército israelí confirmó que atacó a la flota naval de Siria en los puertos de Al Bayda y Latakia, destruyendo numerosos barcos.
En una declaración, el Ministro de Defensa de Israel, Israel Katz, dijo que los ataques tenían como objetivo “destruir capacidades estratégicas que amenazan al Estado de Israel”.
Añadió que la operación para destruir la flota siria había sido un “gran éxito”.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) dijeron que habían atacado una amplia gama de objetivos -incluidos aeródromos, vehículos militares, armas antiaéreas y sitios de producción de armas- en la capital siria, Damasco, así como en Homs, Tartus y Palmira.
También apuntaron a almacenes de armas, depósitos de municiones y “docenas” de misiles mar-mar.
Israel afirma que está tomando estas medidas para garantizar la seguridad de sus ciudadanos, pero otros dicen que está aprovechando la oportunidad para debilitar a un adversario de larga data.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR, por sus siglas en inglés), con sede en Reino Unido, afirma haber documentado más de 310 ataques de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) desde la caída del régimen de Assad el domingo.
Los ataques apuntaron, según se informa, a instalaciones militares del ejército sirio desde Alepo en el norte hasta Damasco en el sur, e incluyeron depósitos de armas, depósitos de municiones, aeropuertos, bases navales y centros de investigación.
Rami Abdul Rahman, fundador del SOHR, dijo que los ataques han estado destruyendo “todas las capacidades del ejército sirio” y que “se están violando las tierras del país”.
Israel dice que sus acciones son para evitar que las armas caigan “en manos de extremistas” mientras Siria hace la transición hacia una era post-Assad.
Israel está preocupado por quién podría hacerse con el supuesto arsenal de armas químicas de Bashar al Assad.
No se sabe dónde ni cuántas de estas armas tiene Siria, pero se cree que el expresidente Assad las tenía almacenadas en algún lugar.
El lunes, el organismo de control de las armas químicas de la ONU advirtió a las autoridades sirias que se aseguraran de que todas las que tuvieran estuvieran a salvo.
Ake Sellstrom, ex inspector jefe de armas de las Naciones Unidas en Siria, ahora profesor asociado de histología en la Universidad de Umea en Suecia, dice que Israel ha estado atacando las capacidades de armas químicas de Siria con sus ataques aéreos.
“Lo que está haciendo Israel es quitarle activos”, dijo a la BBC. “Pueden ser personas, instalaciones o equipos”.
Se sabe que las fuerzas leales a Al Assad utilizaron gas sarín en un ataque a un suburbio de la capital siria, Damasco, en 2013, en el que se cree que murieron más de 1.000 personas.
También se les acusa de utilizar armas químicas en otros ataques más recientes.
El Dr. Sellstrom dice que las fuerzas rebeldes también pueden tener arsenales de armas químicas, ya que se sabe que las han utilizado antes contra sus enemigos en Siria.
“Assad tenía estas armas para marcar cierta fuerza en el conflicto con Israel, pero nunca las utilizó directamente. Ahora tenemos un gobierno totalmente diferente.
“Israel va a entrar para limpiar… todo lo que tenga en términos de armas químicas”.
El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu anunció que sus tropas habían tomado el control de la zona desmilitarizada de los Altos del Golán, ampliando así la extensión del territorio sirio que ocupa en esta región.
Netanyahu dijo que se trataba de una “posición defensiva temporal hasta que se encuentre un acuerdo adecuado”.
“Israel ha dicho que quiere impedir que se produzca cualquier ataque como el del 7 de octubre por parte de Hamás desde el lado sirio”, afirma el profesor Gilbert Achcar de la Universidad SOAS de Londres.
“Pero esta es una oportunidad para avanzar y detener el acercamiento de otras fuerzas a la frontera de la zona ocupada”.
La toma de la zona desmilitarizada por parte de Israel ha sido rotundamente condenada en declaraciones de los países árabes, y el Ministerio de Asuntos Exteriores egipcio la ha descrito el lunes como “una ocupación del territorio sirio y una flagrante violación del Acuerdo de Separación de 1974”.
Informes llegados de Siria afirman que los avances israelíes habían ido más allá de la zona de separación e incluso habían llegado a 25 km de Damasco, pero fuentes militares israelíes negaron esas acusaciones.
Por primera vez, las FDI reconocieron, que sus tropas están operando más allá de la zona de amortiguación desmilitarizada en los Altos del Golán, pero el portavoz Nadav Shoshani dijo que la incursión israelí no había ido significativamente más allá.
Los Altos del Golán son una meseta rocosa situada en el suroeste de Siria, ocupada por Israel desde hace más de medio siglo.
En la guerra de 1967, Siria bombardeó a Israel esa zona, pero Israel hizo retroceder rápidamente a las fuerzas sirias y se apoderó de unos 1.200 kilómetros cuadrados de la zona, que ha puesto bajo control militar.
Siria intentó recuperar los Altos del Golán durante la guerra del Yom Kippur de 1973, pero fracasó.
Ambos países firmaron un armisticio en 1974, y desde entonces, hay una fuerza de observadores de la ONU en la línea de alto el fuego.
Sin embargo, Israel se anexionó la zona en 1981, en una medida que no ha sido reconocida por la gran mayoría de la comunidad internacional.
Siria ha dicho que no firmará ningún acuerdo de paz con Israel a menos que se retire de todo el Golán.
La mayoría de los habitantes árabes sirios de los Altos del Golán huyeron de la zona durante la guerra de 1967. En la actualidad existen más de 30 asentamientos israelíes en la zona del Golán, en los que viven aproximadamente 20.000 personas. Los israelíes comenzaron a construirlos casi inmediatamente después del final del conflicto de 1967.
Los asentamientos se consideran ilegales según el derecho internacional, aunque Israel rechaza la acusación.
Los colonos viven junto a unos 20.000 sirios, la mayoría de ellos de la secta drusa, que no huyeron cuando se tomó el Golán.
Netanyahu ha dicho que la ocupación de la zona de amortiguación de los Altos del Golán por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel tiene la intención de ser temporal, pero que la retirada dependerá del comportamiento del próximo gobierno de Siria.
“Si podemos establecer relaciones de vecindad y relaciones pacíficas con las nuevas fuerzas que surgen en Siria, ese es nuestro deseo”, dijo. “Pero si no lo hacemos, haremos lo que sea necesario para defender el Estado de Israel y la frontera de Israel”.
“Lo que pasa por la mente de los israelíes es que puede haber incursiones en el Golán por parte de fuerzas dentro de Siria y para asegurarse de que no haya posibilidad de eso, se ha adentrado más en el interior”, dice HA Hellyer, del Royal United Services Institute, un grupo de expertos con sede en Londres.
“Sin embargo, Israel ya ha ocupado territorio en los Altos del Golán como medida de seguridad y lo fortificó después. Puede que lo vuelva a hacer”.
El Ministro de Asuntos Exteriores israelí, Gideon Saar, ha dicho que los ataques aéreos sobre bases militares sirias se han realizado únicamente para defender a sus ciudadanos.
“Por eso atacamos los sistemas de armas estratégicas, como por ejemplo las armas químicas que quedan o los misiles y cohetes de largo alcance, para que no caigan en manos de los extremistas”, explica.
Sin embargo, el profesor Achcar afirma que “las armas químicas no están muy extendidas en Siria, y sólo están en dos o tres lugares. Pero con más de 300 ataques aéreos se intenta debilitar mucho más al país”.
Israel considera a Bashar al-Assad “el diablo que conocen”, afirma, pero no está seguro de lo que ocurrirá a continuación.
“Creen que Siria se dividirá en facciones en guerra, como ocurrió en Libia, y temen que surja una facción hostil a Israel.
“Quieren impedir que una facción como esa utilice las armas del ejército sirio contra ellos”.
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