
Al frente de los servicios que afectan directamente nuestra vida cotidiana, como la recolección de basuras y el mantenimiento de parques y calles, están los gobiernos municipales. Estas unidades de gobierno tienen responsabilidades fundamentales y son los primeros en responder ante las demandas de la ciudadanía. Para cumplir de forma efectiva con sus obligaciones, una condición indispensable es que cuenten con los recursos presupuestarios suficientes y que mantengan una buena gestión financiera… más aún en los tiempos de incertidumbre que corren.
Una mirada al impuesto predial, la fuente de ingresos propios municipal por excelencia, revela una realidad complicada: en general, los municipios mexicanos recaudan poco por concepto de este gravamen, lo que afecta su autonomía presupuestaria, ya que dependen de las transferencias del nivel estatal y el federal. Este hecho hace que no tengan el margen de decisión para determinar por sí mismos sus prioridades de gestión pública.
Además, en la recaudación observamos brechas significativas: del total recaudado a nivel nacional, la Ciudad de México aporta un tercio. En algunos municipios capitales, como Chilpancingo ($ 97), la recaudación es menor a $ 100 por habitante, mientras que en cinco ciudades supera los $ 1,000. Es decir, aún los municipios que tienen -en teoría- mayores capacidades administrativas, existen diferencias importantes en el nivel de recaudación.

Este fenómeno de limitación en el cobro del predial tiene que ver, entre otras razones, con que los sistemas catastrales -bases de información que contiene las características de las propiedades- están desactualizados, son insuficientes o mantienen rezagos históricos. Veamos algunos números: de los 2,477 municipios que hay en el país, 2,095 cuentan con una oficina que realiza cobro de predial o gestiona la actividad catastral. De estos, 1,277 tienen un sistema de gestión catastral que permite realizar tareas fundamentales como valuar los predios y contar con cartografía del municipio.
De los 1,980 padrones catastrales en el país, 17 % se encuentran aún en papel, lo que dificulta las actividades de seguimiento y actualización de los cambios que tienen los predios y propiedades. La información que contienen estos padrones no sólo es útil para el cobro del impuesto predial, sino también para la toma de decisiones de planeación urbana y la formulación de políticas públicas como la de vivienda.
En este contexto, existen algunos casos de éxito que vale la pena observar. Por ejemplo, en el IMCO analizamos el caso de Mérida, Yucatán, que inició desde la década pasada un esfuerzo de modernización catastral con buenos resultados: aumentaron significativamente la recaudación del impuesto y, por consiguiente, la proporción de sus ingresos propios. Y, además, han fortalecido la atención ciudadana creando un círculo virtuoso entre el pago del predial y la calidad de los servicios municipales.
Aunque sean conceptos técnicos, cuando hablamos de predial y de catastros estamos hablando de la posibilidad que tenemos todas las personas de acceder a buenos servicios públicos y habitar en municipios y ciudades ordenadas, limpias y que brinden calidad de vida. Por esto, vale la pena que los municipios hagan un esfuerzo por mejorar sus sistemas catastrales y los ciudadanos tengamos mayor conciencia de la importancia que el cumplimiento en el pago de impuestos tiene para el bienestar social.
* Natalia Campos (@nataliacampos7) es coordinadora del IMCO.

En lo que respecta a la monogamia, los humanos se parecen más a las suricatas y a los castores que a nuestros primos primates.
En nuestra vida amorosa, nos asemejamos más a estas mangostas sociales y unidas que a nuestros primos primates, según sugiere una clasificación de monogamia elaborada por científicos.
Con un 66% de monogamia, los humanos obtienen una puntuación sorprendentemente alta, muy superior a la de los chimpancés y los gorilas, y a la par de las suricatas.
Sin embargo, no somos ni mucho menos la criatura más monógama.
El primer puesto lo ocupa el ratón californiano, un roedor que forma vínculos inseparables para toda la vida.
“Existe una liga de élite de la monogamia, en la que los humanos se encuentran cómodamente, mientras que la gran mayoría de los demás mamíferos adoptan un enfoque mucho más promiscuo para el apareamiento”, afirmó Mark Dyble, investigador del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge.
En el mundo animal, el emparejamiento tiene sus ventajas, lo que podría explicar por qué ha evolucionado de forma independiente en múltiples especies, incluida la nuestra.
Los expertos han propuesto diversos beneficios para la llamada monogamia social, en la que las parejas se unen durante al menos una temporada de reproducción para cuidar a sus crías y ahuyentar a los rivales.
Dyble examinó varias poblaciones humanas a lo largo de la historia, calculando la proporción de hermanos de padre y madre (individuos que comparten la misma madre y el mismo padre) en comparación con los medio hermanos (individuos que comparten la madre o el padre, pero no ambos).
Se recopilaron datos similares para más de 30 mamíferos monógamos sociales y de otras especies.
Los humanos tienen un índice de monogamia del 66% de hermanos de padre y madre, por delante de las suricatas (60%), pero por detrás de los castores europeos (73%).
Mientras tanto, nuestros primos evolutivos se sitúan en la parte inferior de la tabla: los gorilas de montaña con un 6%, y los chimpancés con solo un 4% (al igual que el delfín).
En último lugar se encuentra la oveja de Soay, de Escocia, donde las hembras se aparean con múltiples machos, con un 0,6% de hermanos de padre y madre.
El ratón californiano ocupó el primer puesto, con un 100%.
Sin embargo, estar clasificados junto a suricatas y castores no significa que nuestras sociedades sean iguales: la sociedad humana es completamente diferente.
“Aunque la proporción de hermanos de padre y madre que observamos en los humanos es muy similar a la de especies como las suricatas o los castores, el sistema social que vemos en los humanos es muy distinto”, declaró Dyble a la BBC.
“La mayoría de estas especies viven en grupos sociales similares a colonias o, quizás, en parejas solitarias que se desplazan juntas. Los humanos somos muy diferentes. Vivimos en lo que llamamos grupos con múltiples machos y múltiples hembras, dentro de los cuales existen estas unidades monógamas o de pareja estable”, explicó.
Kit Opie, profesor del Departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de Bristol, que no participó en el estudio, afirmó que este es otro elemento clave para comprender cómo surgió la monogamia en los seres humanos.
“Creo que este artículo nos proporciona una comprensión muy clara de que, a lo largo del tiempo y en diferentes lugares, los humanos son monógamos”, declaró.
“Nuestra sociedad se parece mucho más a la de los chimpancés y los bonobos; simplemente hemos tomado un camino diferente en lo que respecta al apareamiento”, agregó.
El nuevo estudio fue publicado en la revista científica Proceedings of the Royal Society: Biological Sciences.
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