Construyendo un país habitable y un futuro posible
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Si ya te vas, vuelve pronto

“Vuelve pronto”, dice en la pared muy blanca de Teuchitlán. Pero no volvieron. No vuelven los más de 124,000 desaparecidos, según cifras oficiales. No vuelven, sumiendo a quienes les buscan y esperan en un desamparo. No vuelven y, mientras buscan, las familias se topan sin descanso con la indolencia del gobierno y la indiferencia de la sociedad.
18 de marzo, 2025
Por: Ana Paula Hernández Romano

En Teuchitlán hay una casa de la lectura. Y en las paredes de Teuchitlán, la casa de la lectura ha escrito algunas frases. En la pared más blanca, entrando a la izquierda por la calle que te lleva a las letras de colores que dicen Teuchitlán, puede leerse “Si acabas de llegar, bienvenido; si ya te vas, vuelve pronto”.

Letrero de una de las paredes de la casa de lectura de Teuchitlán, Jalisco: si ya te vas, vuelve pronto.
Foto: Ana Paula Hernández Romano.

 

Cuando era chica pensaba que Dios había hecho el mundo frente a un gran tazón de sopa de letras. Aburrido, con su gran cuchara unía letras e iba formando palabras. Luz, leyó en voz alta, y se separaron las tinieblas. Mar, estrella, ornitorrinco y así, hasta que llegó a Eva, donde se atoró y, a falta de letras que la nombraran, la tuvo que sacar de una costilla.

La idea del tazón de sopa sostenía mi confianza en los súper poderes de las palabras capaces, en mi imaginario, de crear realidades enteras.

“Vuelve pronto”, dice en la pared muy blanca de Teuchitlán. Pero no volvieron. No vuelven los más de 124,000 desaparecidos según cifras oficiales, incapaces de intuir -o aceptar- el subregistro. No vuelven, sumiendo a quienes les buscan y esperan en un desamparo que mi precario tazón de sopa de letras no alcanza a nombrar. No vuelven y, mientras buscan, las familias se topan sin descanso con la indolencia del gobierno y la indiferencia de la sociedad.

“No están solas”, se oía una y otra vez mientras caminábamos el domingo en Teuchitlán y el día anterior en Colima, Tijuana, Acapulco, San Luis Potosí, Oaxaca, Aguascalientes, Guadalajara y decenas de ciudades más.

“Presidenta, ¿ahora sí nos ves?”, increpan por escrito las familias afuera de Palacio Nacional. Increpan desde una reproducción simbólica de un campo de exterminio que exhibe el país en el que nos hemos convertido: un país que, como Saturno, devora a sus hijos. Un país que empeña el futuro. Que sacrifica los sueños, sobre todo, de los más jóvenes y vulnerables. Que los deja sin zapatos, sin miradas, sin cartas, sin abrazos. ¿Ahora sí nos ves? Preguntan desde la desesperación profunda que da ser desaparecido, borrado una y otra vez, de la vida, del discurso público, de las cifras oficiales.

Con el tiempo y con pesar he tenido que aceptar que las palabras no alcanzan a tocar la realidad, que la pared tan blanca que da la bienvenida e invita a regresar pronto a Teuchitlán no logró que volviera nadie; que las consignas que gritamos cuando, esporádicamente, la vida nos sacude y dejamos el café con leche a un lado y marchamos con quienes buscan sin descanso y decimos con voz fuerte “no están solas” tampoco alcanzan, porque se cansan pronto, se distraen fácil con una calamidad nueva, una ocurrencia, un consejo de no exponerse de más al dolor ajeno y no salen más a acompañar. Y se diluyen en el silencio como el toque de campanas. Que las decenas de textos como este y otros mejores que inundan los medios nacionales y extranjeros no lograrán rasguñar la barbarie. No podrán incidir desde la tranquilidad de nuestros escritorios en lo que exhibió el rancho Izaguirre, un tejido social que arrastra los pies en el polvo, buscando sus propios pedazos ni en las violencias profundas que hemos sido capaces de tolerar y reproducir.

Y sin embargo, frente a la barbarie, la esperanza es el acto máximo de resistencia y la resistencia el último bastión de la dignidad humana. Hoy mantenemos la esperanza porque hemos decidido seguir viviendo. Tenemos esperanza porque hemos decidido no rendirnos, no abandonar, no descansar hasta visibilizar, denunciar y detener, el sistema de un país aniquilante. Mantenemos la esperanza porque aún nos reconocemos en la mirada del otro. Porque decidimos no dejar que la barbarie nos arrastre. Porque estamos dispuestas a hacer lo que sea necesario para cuidar y proteger a los hijos que nos quedan y a las niñas que aún no nacen.

Tenemos que salir de las inercias en las que nos hemos colocado. Mientras el gobierno siga fabricando otros datos asumiendo que todo lo que pasa y se dice en el país tiene un carácter meramente político, mientras la sociedad civil insista en mirar hacia otro lado tratando de salir ilesa de una realidad apabullante, las universidades continúen publicando e investigando sin articulación ni incidencia y las empresas se mantengan sordas al reclamo de contribuir a la creación de empleos dignos, mientras eso pase seguiremos alimentando lo que hace posible que en este país existan y sigan existiendo y proliferando ranchos Izaguirre, dejando una estela de zapatos vacíos tras de sí que no volverán a hacer ruido al andar.

El camino es largo, las palabras cortas y el horror inmenso. Ojalá que esta tierra que hoy es testigo del horror se convierta en símbolo de esa esperanza que resiste, de esa paz dispuesta a crecer contra todo pronóstico, ese nosotros capaz de florecer a pesar del miedo, la soledad y el desamparo.

* Ana Paula Hernández Romano es coordinadora del Diálogo Nacional por la paz.

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Imagen BBC
Ejecutan con un pelotón de fusilamiento a un condenado a muerte en EU
4 minutos de lectura

Brad Sigmon fue ejecutado frente a un escuadrón en Carolina del Sur luego de estar varios años en el corredor de la muerte por un doble asesinato.

07 de marzo, 2025
Por: BBC News Mundo
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Un prisionero en el estado de Carolina del Sur fue ejecutado en la tarde de este viernes con un pelotón de fusilamiento.

Brad Sigmon estaba en el corredor de la muerte por el asesinato en 2001 de los padres de su exnovia con un bate de béisbol.

Su ejecución ocurrió poco después de la hora programada, las 18:08 local (23:08 GMT), con un pelotón conformado por tres voluntarios situados detrás de una cortina que dispararon simultáneamente rifles contra su pecho con balas especiales.

Para este tipo de ejecución se exige que los condenados a muerte sean atados a una silla al entrar en la cámara de ejecución. A continuación, al prisionero se le coloca una diana en el corazón y una bolsa sobre la cabeza.

Este tipo de ejecución no se había aplicado en Estados Unidos desde hacía 15 años.

Antes de morir, Sigmon dijo: “Quiero que mi declaración final sea de amor y disculpa”.

Citó la Biblia para denunciar la pena de muerte y añadió: “Ya no vivimos bajo la ley del Antiguo Testamento, ahora vivimos bajo el Nuevo Testamento”.

Tres miembros de la familia Larke estuvieron en el lugar para presenciar su muerte. Un médico realizó un examen que duró unos 90 segundos, antes de declararlo muerto.

Ante la posibilidad de morir en la silla eléctrica o por inyección letal, los abogados de Sigmon, de 67 años, anunciaron que había elegido el proceso más violento porque le preocupaba la eficacia de los otros dos métodos.

Esta es la primera persona ejecutada por fusilamiento en Estados Unidos desde 2010 y apenas la cuarta desde que el país reintrodujo la pena de muerte en 1976.

Una sala de ejecuciones en Carolina del Sur
Getty Images
Carolina del Sur permite que haya público para atestiguar las ejecuciones.

El doble asesinato

Sigmon fue acusado de asesinato en 2001 después de que los investigadores probaron que había matado a los padres de su exnovia en su casa del condado de Greenville. Los había golpeado con un bate.

El hombre confesó que también planeaba atacar a su exnovia, pero la mujer pudo escapar. “No podía tenerla. No iba a dejar que nadie más la tuviera”, declaró.

La Corte Suprema de Carolina del Sur rechazó esta semana una petición de intervención de los abogados de Sigmon.

La defensa quería más tiempo para informarse sobre el fármaco que Carolina del Sur utiliza en las inyecciones letales y cuestionaban si la representación legal de su cliente en 2002 había sido adecuada.

El estado del sur de EE.UU. aprobó una ley en 2023 que obliga a mantener en secreto la identidad de los miembros del escuadrón de ejecución.

También prohíbe la publicación de información relativa a la adquisición de fármacos para la inyección letal, ya que cada vez son más las empresas farmacéuticas que han declinado suministrarlos para las ejecuciones en el estado.

La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) presentó en enero una demanda contra la ley estatal.

Un hombre con un cartel que dice
Reuters
“La ejecución no es la solución”, dice el cartel de un hombre en una protesta contra la pena capital en Carolina del Sur.

Cómo funciona esta ejecución

La ejecución por fusilamiento es compleja.

Los condenados como Sigmon deben ser atados a una silla con una palangana debajo para recoger su sangre. Se le coloca una diana en el pecho y una bolsa en la cabeza.

Tres voluntarios ocultos tras una cortina dispararán desde 4,6 m de distancia.

Las balas utilizadas están diseñadas para romperse en el impacto y causar el máximo daño, algo que ha generado debate entre expertos médicos sobre el grado de dolor que causa su uso.

Tras los disparos, un médico debe confirmar la muerte del condenado.

El estado permite que los testigos observen la muerte desde detrás de un cristal blindado, pero los verdugos deben permanecer ocultos para proteger sus identidades.

La mayoría de los prisioneros condenados a muerte en Carolina del Sur son electrocutados, pero las tres ejecuciones más recientes se llevaron a cabo mediante inyecciones que incluían pentobarbital. Los tres hombres fueron declarados muertos 20 minutos después de recibir la inyección, aunque parecían haber dejado de respirar al cabo de unos minutos.

La falta de información sobre estas ejecuciones por la prohibición que establece la legislación local ha suscitado críticas por su falta de transparencia.

“Esta prohibición no solo se aparta aún más del historial del estado de hacer pública la información relacionada con las ejecuciones, sino que criminaliza la divulgación de esta información por parte de cualquier persona y por cualquier motivo”, argumentó la ACLU en su demanda legal.

“Silencia así a los científicos, médicos, periodistas, antiguos funcionarios de prisiones, abogados y ciudadanos que han analizado la seguridad, eficacia, moralidad y legalidad del uso de la inyección letal en Carolina del Sur”.

Línea gris
BBC

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