Construyendo un país habitable y un futuro posible
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Por Ana Regina

¿Qué será de Ana Regina y del millón doscientos mil niños y niñas que en Chiapas tienen hoy menos de 9 años y son el grupo etario más numeroso del estado? ¿Huirán a Guatemala, los reclutará el crimen organizado cuando crezcan, les robará la vida una enfermedad por la falta de acceso a medicamentos, se abrirán las escuelas que llevan meses cerradas en sus poblados, intentarán probar suerte cruzando la frontera norte?
07 de noviembre, 2024
Por: Ana Paula Hernández Romano

Chiapas. Llena de vida, de historia, de historias, de selvas, jaguares, ríos y ritos. De doce idiomas dulces, de café reconfortante, de hilos de colores entretejidos como las vidas de quienes lo habitan. Chiapas, que hace treinta años despertó al país entero una mañana de enero, sacudiendo nuestras tambaleantes certezas de desarrollo, bienestar y prosperidad.

Chiapas. Hoy llena de zozobras, de miedos, de zapatos gastados de polvo de migrantes, de desplazados que, como el título de Herta Müller, todo lo que tienen lo llevan consigo. Llena de muertos, de pugnas entre cárteles peleando por plazas, recursos y migrantes, de políticos indistinguibles del crimen organizado, dispuestos a empeñar a sus pueblos por pesos o salvoconductos, de gobiernos, ejército y guardia nacional incapaces de garantizar la vida en los territorios.

En uno de los libros de Georges R. R. Martin un hijo le pregunta a su padre:

-¿Puede un hombre ser valiente si tiene miedo?

-Es el único momento en que un hombre puede ser valiente.

Chiapas, que el domingo tomó las calles de San Cristóbal con alrededor de veinte mil personas que caminaron por la paz, una paz que, los chiapanecos saben bien, no será si no es con justicia, verdad y dignidad. Caminaron por su Jtatic Samuel, que hubiera cumplido 100 años el 3 de noviembre. Caminaron por Marcelo que, con sus cincuenta años cumplidos, fue asesinado quince días antes, por no callar. Caminaron entre cantos y consignas, con las manos aferradas a banderitas blancas que habían hecho con varas y pedazos de plástico; caminaron miles y miles de personas, inundando las calles con la valentía que solo puede brotar del miedo, de la rabia, o de la mezcla de ambos.

Una y otra vez gritaban suavecito: “el pueblo callado jamás será escuchado”. Porque, los chiapanecos lo saben, el silencio también mata.

Gritaban “no tenemos miedo”, aunque ellos saben y nosotros sabemos, que tienen razones de sobra para estar aterrados; pero el miedo se diluye un poco cuando se acompasan los pasos marchando entre miles.

Cantaban pidiendo un México feliz. Yo no pido un México feliz. Ve a saber qué cosa es la felicidad, ambigua y acomodaticia. Yo pido un México que se avergüence de sus índices de impunidad y que se le pare el corazón de pensar en entregar la vida de un solo niño, de una niña, al crimen organizado.

Menos de un kilómetro separaba el inicio de la caminata del templete junto a catedral. Cuando ya éramos miles en el atrio y en la plaza, otros miles seguían en el punto de arranque sin lograr siquiera empezar a caminar. De ese tamaño fue su valentía en el miedo.

Antes de la misa se leyó el comunicado.

De nuevo el reclamo de una paz inimaginable sin justicia, verdad y dignidad. Hablaron de comunidades y gobiernos secuestrados por grupos criminales. Llamaron a su gente a no permitir que les adormezcan la conciencia y les animaron a continuar en resistencia activa. Pidieron un alto total a la violencia y a la complicidad, la impunidad, la negación y la minimización que se ha hecho del problema desde el gobierno federal.

Cuando empezó la misa, me senté en el piso a un costado de la reja de la catedral. La mayoría de la gente permanecía de pie ocupando el menor espacio posible. Entre faldas de colores se asomó una niña de unos tres años con su traje chamula, zapatitos rosas y un sombrero de paja en la cabeza. Se asomaba y nos veíamos como jugando al escondite. Sonreía con sus ojos inmensos y yo le sonreía de vuelta.

Se fue acercando entre las faldas hasta que llegó a sentarse muy cerquita. Su mamá, también en un traje chamula elegante, no la perdía de vista. La niña y su sonrisa abarcaron de pronto todo el espacio, la plaza, los pájaros y el cielo azul azul.

-Ana, le dije, soy Ana. ¿Tú cómo te llamas? Se reía y repetía, Ana.

No me entiende, pensé, dejando ver toda mi extranjería en tierras chiapanecas, no debe hablar español. Aun así, repetí, ahora gesticulando con las manos exageradamente. -Me llamo Ana, ¿tú quién eres? –Ana, repetía entre risas.

Puso sus manitas diminutas en mi cabeza que estaba caliente como un sartén. Miró a su mamá y caminó hacia ella. La mamá, como la mayoría de las mujeres, tenía la cabeza cubierta del sol y una bolsa grande bajo el brazo. La niña empezó a revolver ese territorio conocido que era la bolsa de su mamá y sacó un suetercito rosa.

Tendrá frío con este calor, pensé, demostrando de nuevo mi mirada fuereña incapaz de entender la realidad ajena.

Se abrió paso entre las faldas, con su sonrisa grande y ahora con suéter en mano. Cuando llegó lo extendió y lo puso en mi cabeza para protegerme del sol. Y con ese acto de ternura y cuidado infinitos, asintió sin dejar de mirarme sonreída.

Tuve que apretar un músculo que sé que existe entre mis ojos y mi garganta, lo aprieto cuando quiero llorar y no debo. Tomé sus manitas entre las mías y le dije muy quedito “gracias”. Y me echó los brazos al cuello. Ahí el músculo que casi siempre me funciona bien, no funcionó más.

Pasamos juntas el resto de la misa. Iba y venía buscando en el piso palitos de madera de paletas heladas ajenas, algunos todavía húmedos de dulce. Y construíamos cosas: casas, estrellas, corazones esquinados.

Hacia el final de la misa se acercó su mamá.

-¿Cómo se llama?- le pregunté.

-Ana -me contestó-. Ana Regina.

Ana, se llama Ana. No estaba repitiendo mi nombre, me estaba diciendo el suyo. Me entendía infinitamente mejor que yo a ella, recordándome lo poco que entiendo, lo lejos que están mis interpretaciones acerca de una realidad que me duele, pero se me escapa, que me apremia, pero no abarco.

La cargué. Nos dimos un último abrazo y nos despedimos. Yo, agradecida del encuentro, triste de la despedida, pero, sobre todo, temerosa de su porvenir. ¿Qué será de Ana Regina y del millón doscientos mil niños y niñas que en Chiapas tienen hoy menos de 9 años y son el grupo etario más numeroso del estado? ¿Les quitarán la ternura y sus ganas de cuidar? ¿Huirán a Guatemala, los reclutará el crimen organizado cuando crezcan, les robará la vida una enfermedad por la falta de acceso a medicamentos, se abrirán las escuelas que llevan meses cerradas en sus poblados, intentarán probar suerte cruzando la frontera norte?

La situación de violencia en Chiapas y en otros estados del país es una emergencia humanitaria que necesita acciones extraordinarias por parte de todos los niveles de gobierno, acciones extraordinarias que requerirán de inteligencia, sensibilidad y amplia capacidad de escucha y consenso. Los chiapanecos tuvieron el domingo el aplomo de vencer el miedo con su valentía y peregrinar de la mano. ¿Tendrá el gobierno el aplomo que se necesita para vencer sus propios miedos, las inercias, los pactos y plantear una estrategia sólida que ponga fin a la violencia en estos territorios? Por Ana Regina y por los 20 millones de niños y niñas en México que hoy no han cumplido ni diez años, ojalá que así sea.

* Ana Paula Hernández Romano (@ensusmarcas) es coordinadora del Diálogo Nacional de Paz.

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Imagen BBC
Al grito de “asesinos” y lanzándoles lodo, reciben en Valencia al Rey Felipe VI y al presidente de España
3 minutos de lectura

Al grito de “dimisión” y “fuera, fuera”, muchos se encararon con las autoridades, produciéndose momentos muy tensos, sobre todo en los pueblos que registran mayor número de muertos y que acusan de ello a la mala planificación.

03 de noviembre, 2024
Por: BBC News Mundo
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Es el día 6 de una de las tragedias más grandes de la historia reciente de España. Es el día también en que el presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, y el monarca español Felipe VI llegaron a la zona de la catástrofe, donde más de 200 personas murieron y hay centenares desaparecidas.

Las dos máximas autoridades del país visitaron este domingo el terreno enfangado y maloliente de dos de las localidades más afectadas de la comunidad Valenciana tras las torrenciales lluvias y la riada que asoló todo a su paso.

Pero muchos de los afectados no se han tomado bien la visita y respondieron lanzando barro y otros objetos y gritando “¡asesinos, asesinos!” a la comitiva, en la que también participaba el presidente regional, Carlos Mazón, del Partido Popular, y la reina Letizia.

En imágenes, ha podido verse también a la reina con la cara y las manos cubiertas de barro cuando hablaba con una mujer, mientras el presidente del gobierno fue evacuado a un punto seguro, dijeron medios locales.

La reina Letizia con la cara manchada de barro.
Getty Images
La reina Letizia recibió barro en la cara y en las manos.

Al grito de “dimisión” y “fuera, fuera”, muchos se encararon con las autoridades, produciéndose momentos muy tensos, sobre todo en los pueblos que registran mayor número de muertos y que acusan de ello a la mala planificación.

Hay malestar por la lenta respuesta de los servicios de emergencia. También por la tardanza en enviar a ejército y policía para ayudar.

Y sobre todo, porque el día de la riada, pese a que la Agencia Estatal de Meteorología elevó al máximo su nivel de alerta en la mañana del martes 29 por la DANA, las autoridades locales no avisaron a tiempo a la población.

“Se sabía y nadie hizo nada por evitarlo”

La agencia de protección civil emitió una alerta de emergencia a los teléfonos de los habitantes de la ciudad de Valencia y sus alrededores después de las 20:00 hora local del martes, cuando las inundaciones ya cubrían muchas zonas.

Por su parte el gobierno central de Madrid también enfrenta críticas por no haber movilizado al ejército a tiempo y por rechazar una oferta del gobierno francés de enviar 200 bomberos para ayudar en las tareas de búsqueda y rescate.

“Se sabía y nadie hizo nada por evitarlo”, le dijo un joven al rey, que insistió en quedarse a hablar con la gente pese a la agitación, explicó en un cable la agencia Reuters.

En un momento de la visita en Paiporta, el monarca sostuvo en su hombro a un hombre que lloraba.

El rey Felipe VI saluda al presidente del gobierno, Pedro Sánchez.
EPA
La seguridad del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decidió trasladarlo a un punto seguro tras las escenas de tensión.

Parte de las competencias en la respuesta a la tragedia recae en la Comunidad Autónoma, en la que gobierna el Partido Popular, y otras son del Estado, donde gobierna una coalición de partidos liderada por los socialistas.

“Entiendo la indignación social y por supuesto me quedo a recibirla. Es mi obligación política y moral. La actitud del Rey esta mañana ha sido ejemplar”, dijo Mazón en la red social X.

La tragedia es ya la peor catástrofe europea relacionada con inundaciones en un solo país desde 1967, cuando al menos unas 500 personas murieron en Portugal.

Decenas de personas están en paradero desconocido, mientras que unos 3.000 hogares siguen sin electricidad, según las autoridades. Además hay numerosas infraestructuras dañadas e incalculables destrozos.

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BBC

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