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De la xenofobia al discurso de la amistad intercultural
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De la xenofobia al discurso de la amistad intercultural

Si la condición misma de movilidad humana ya les impide a las personas migrantes el poder vivir de manera plena su vida y ejercer sus derechos, los discursos de odio pueden poner en riesgo los derechos que les quedan, que podrían ejercer en su recorrido y los cuales ayudarían a cuidarlos en su trayecto.
14 de septiembre, 2023
Por: Red Ciudadana por la Igualdad y la No Discriminación de la Ciudad de México / REDCii

¿Habías escuchado que México es uno de los cuatro corredores migratorios del mundo? La ubicación geopolítica del país con los Estados Unidos ha provocado que en las últimas cuatro décadas (Durand, J. 2016) miles de personas provenientes de Centroamérica transiten irregularmente el territorio mexicano para cruzar la frontera norte, con el fin de buscar condiciones laborales y de vida más dignas que en sus países de origen. Así, la mejora económica que ofrece la superpotencia americana es el principal estímulo del flujo migratorio.

Esto no es de extrañar. La migración es un fenómeno social inherente al ser humano. La movilidad de personas o grupos de personas se ha dado a lo largo de la historia; sin embargo, eso no significa que la relación entre grupos, naciones o personas receptoras y migradas sea armónica, pues el contacto con otras poblaciones puede generar fricciones y diferencias. Es por eso que el país enfrenta ahora nuevos retos, ya que hay nuevas poblaciones con características y necesidades específicas que se tienen que atender. Uno de estos retos son los discursos de odio basados en la xenofobia y el racismo dirigidos hacia las personas migrantes en condiciones de vulnerabilidad.

Hay que entender primero qué son los discursos de odio. De acuerdo con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (2015), los discursos de odio son opiniones dogmáticas, destructivas y sin justificación, que tienen la intención de humillar y excluir a personas o grupos que han sufrido históricamente discriminación. El peligro que supone la generación de discursos de odio contra las personas migrantes es de un potencial muy alto para la vulneración y violación sistemática de los derechos humanos.

Desmontar los discursos de odio no es tarea fácil. La primera dificultad consiste en saber que existen y reconocer aquellas reproducciones en la narrativa que las sustentan y propagan. Para esto es útil pensar en el modelo del triángulo de la violencia, propuesto por Johan Galtung, compuesto por tres vértices: violencia directa, cultural y estructural. La violencia cultural y estructural son la base de las violencias, a ejemplo de iceberg, corresponden a la parte cubierta por agua que no se puede percibir a simple vista, pero que es más grande que la parte superior que sí se ve (violencia directa), por lo tanto corren el peligro de ser normalizadas por falta de visibilidad. En sintonía con este modelo, el discurso de odio se puede situar como una acción de violencia directa, misma que se identifica con mayor facilidad que otras violencias, ya que se hace evidente de diversas maneras, por ejemplo, a través de insultos, golpes, amenazas, etc. Sin embargo, se encuentra sustentada por violencias sistemáticas de tipo cultural y estructural, como la discriminación histórica. Además, la violencia cultural y estructural recaen en prejuicios, estigmas y estereotipos arraigados en el ideario colectivo, muchas veces justificadas en la pureza étnica y en los procesos de colonización. De esta manera, la migración ha sido considerada como un fenómeno indeseable en las sociedades modernas, así mismo el discurso político de países desarrollados estigmatiza y criminaliza a las personas que provienen de otros grupos étnicos o raciales.

A partir de esos modelos discursivos que se replican en conversaciones cotidianas, redes sociales, periódicos, revistas, noticieros, diversas producciones televisivas, etc., llegan a permear en la sociedad mexicana, asociando lo extranjero como lo invasivo, sospechoso, peligroso y dañino.

La actual crisis migratoria, exacerbada por la pandemia del COVID-19, el conflicto bélico en Europa del Este, los regímenes autoritarios en América Latina, la devaluación de las monedas y la pauperización de los salarios han provocado que cada vez más personas se sumen a las caravanas de inmigrantes. Hecho que vuelve a poner sobre la mesa el tema latente de discriminación en el país y que trae consigo la práctica discursiva de odio hacia personas migrantes.

Para entender mejor el problema de los discursos de odio hacia esta población es necesario precisar que la xenofobia no aplica contra todas las personas que vienen del extranjero, sino que es selectiva y se aplica contra quienes no son considerados deseables. Handerson Joseph e Iréri Ceja mencionan que la xenofobia se aplica en lo general a poblaciones empobrecidas y racializadas a diferencia de las personas extranjeras leídas, blancas y con poder adquisitivo. Es decir, la xenofobia está ligada estrechamente con el racismo. Los modos en que este discurso puede introducirse en una sociedad son a través de discriminación étnica o racial. En términos prácticos, las dos modalidades son formas de xenofobia, es decir, rechazo de lo extranjero. En este sentido, los discursos de odio están fuertemente reforzados por la discriminación étnica y racial, que si bien no son sinónimos, muchas veces van acompañados. Es importante señalar que el entrelazamiento entre ambos tipos de discriminación aumenta la vulneración hacia las personas migrantes, pues ellas pueden verse afectados por más de un tipo de opresión.

Con esto como base hay que leer los datos que muestra la Encuesta sobre Discriminación de la Ciudad de México (EDIS) 2021. Esta encuesta mide la percepción de las personas que habitan la ciudad sobre la discriminación. Aquí se señala que el 55.2 % de las personas encuestadas percibe que hay discriminación hacia personas extranjeras.

El proceso migratorio, según Urzua (miembro de la Sociedad Interamericana de Psicología) y Ferrer (quien es psicólogo especializado en ciencias del comportamiento), genera diversas consecuencias tanto a nivel macro-social, considerando los efectos de la migración a nivel económico, social, político y cultural, como micro-social, donde cobran relevancia las consecuencias de manera individual, afectiva y emocional.

Los discursos de odio, como ya se mencionó, traen consigo la formación y propagación de actitudes y contextos de violencia, en este caso hacia las poblaciones migrantes. Esto tiene a su vez múltiples consecuencias, empezando por considerar el daño directo, emocional y/o psicológico, que pueden producir las amenazas, el acoso, y otros ataques dirigidos a cierta persona, por motivos de odio e intolerancia (Isasi, A. C., & Juanatey, A. G., 2016). De por sí, el hecho de salir de su país ya es algo que conlleva cargas de estrés importantes, y el recibir tratos de violencia a partir de ciertos mensajes puede agravar cualquier conflicto emocional que ya pudieran traer.

Desde este primer aspecto ya se puede visualizar como otra consecuencia la vulneración de diversos derechos, como son la privación del derecho de igualdad, ya que se les da un trato diferenciado, inclinado al maltrato, por su lugar de origen o su color de piel. Al mismo tiempo existe la vulneración del derecho a la salud, ya que este tipo de discursos atenta directamente contra el bienestar mental y hasta físico de las personas migrantes. Se atenta también contra el derecho a la libertad de tránsito, el derecho al trabajo, entre otros, lo que retrata cómo estas personas en ocasiones ya no son vistas como tal, todo a raíz de una serie de comentarios que forman prejuicios y estereotipos que despojan a las personas de su dignidad humana. Si la condición misma de movilidad humana ya les impide a las personas migrantes el poder vivir de manera plena su vida y el ejercicio de sus derechos, los discursos de odio pueden poner en riesgo los derechos que les quedan, que podrían ejercer en su recorrido y los cuales ayudarían a cuidarlos en su trayecto.

La negación de estos derechos es uno de los principales componentes de la discriminación y según Mera-Lemp, M., Bilbao, M., & Martínez-Zelaya, G. (2020), la discriminación percibida es una importante fuente de estrés, la cual puede mermar el bienestar de las personas. Para el caso de las personas migrantes, la discriminación percibida ha sido conceptualizada como un estresor crónico, dado que las personas identifican de forma permanente que el contexto en el que se desarrollan es altamente aversivo para ellas (Mera-Lemp, M., Bilbao, M., & Martínez-Zelaya, G.,2020), lo que repercute de manera importante en su bienestar integral.

Es importante asociar la movilidad transfronteriza como un proceso histórico, natural y como derecho humano, consagrado a nivel internacional (Declaración Universal de los Derechos Humanos, Art. 13) así como en el marco jurídico nacional y local. Los grupos sociales se desplazan de un lugar a otro desde tiempos inmemorables, han sido distintas las motivaciones como las expuestas en los párrafos anteriores.

Aceptar y respetar a las personas migrantes significa valorar la diversidad cultural y promover el sano intercambio de costumbres, saberes y potenciales beneficios de las y los extranjeros. Y es aún más que eso: es el reconocimiento de la dignidad del otro, así como en sentido contrario es la primera pauta de una cultura de derechos humanos.

El discurso de odio, disfrazado de un mecanismo de protección nacionalista, es una herramienta de sumisión y estigmatización de lo externo. Desestructurar las nociones negativas del otro permitirá construir otras expresiones orales o escritas diferentes que pueden fomentar una cultura de la diversidad y de respeto a los derechos humanos.

Este tipo de mensajes, la estigmatización, los prejuicios y los estereotipos, son construcciones ideológicas que ponen una venda en nosotros y nosotras, que nos impide reconocer a las otras personas como iguales, como sujetos de derecho y como dignas de respeto. Es necesario repensar las consecuencias de dichos discursos y buscar vías y medios para prevenir y erradicar dichas ideas, así como prácticas ligadas a ellas. Una manera de hacerlo es el desempleo de palabras ofensivas, estigmatizadas, lo cual sirve como una oportunidad de generar contranarrativas a este tipo de discursos, que puedan fomentar nuevas perspectivas relacionadas a la construcción de una cultura de paz, de no violencia, de tolerancia y de aplicación de derechos humanos.

Un discurso de la amistad es más poderoso para fortalecer las autoestimas individuales y colectivas (Urzua, Ferrer, Olivares, Rojas, & Ramírez, 2019), y favorecernos de un intercambio intercultural que nos seguirá quedando como herencia.

* Red Ciudadana por la Igualdad y la No Discriminación de la Ciudad de México (REDCii) 2022 es una iniciativa del COPRED para difundir el derecho a la igualdad y la no discriminación, está conformada por personas ciudadanas. Este texto fue elaborado por Miguel Ángel Ceballos Soria, Isis Irais García Feria, Carlos Carmona Salado y Erik Ricardo León Juárez, pertenecientes a la REDCii 2022.

Este texto refleja la opinión de las personas autoras. El Copred brinda solamente el espacio para la libertad de expresión de quienes participaron en la Red Ciudadana.

 

Referencias:

Durand, J. (2016). Historia mínima de la migración México-Estados Unidos. Ciudad de México: El Colegio de Mexico.

Hopenhayn, M., & Bello, A. (2001). ONU, División de Desarrollo Social. Santiago: CEPAL. Recuperado el 14 de Septiembre de 2022 de aquí.

Isasi, A. C., & Juanatey, A. G. (2016). El discurso del odio en las redes sociales: Un estado de la cuestión. In Ajuntament de Barcelona. Recuperado el 20 de septiembre de 2022, de Informe_discurso del odio_ES (barcelona.cat)

Mera-Lemp, M., Bilbao, M., & Martínez-Zelaya, G. (2020). Discriminación, aculturación y bienestar psicológico en inmigrantes latinoamericanos en Chile. Revista de psicología (Santiago), 29(1), 65-79.

Urzua, F., Ferrer, R., Olivares, E., Rojas, J., & Ramirez, R. (Diciembre de 2019). El efecto de la discriminación racial y étnica sobre la autoestima individual y colectiva según el fenotipo autoreportado en migrantes colombianos en Chile. Terapia Psicológica, 37(3).

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Imagen BBC
¿Pólvora, dulce aroma de almendras? si te habías preguntado cuál es el olor del espacio, aquí te damos algunas pistas
11 minutos de lectura

Científicos están analizando los olores del espacio, desde los vecinos más cercanos a la Tierra hasta los planetas a cientos de años luz de distancia, para aprender sobre la composición del universo.

27 de mayo, 2025
Por: BBC News Mundo
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Júpiter, dice Marina Barcenilla, es “un poco como una bomba fétida”.

El planeta más grande del sistema solar tiene varias capas de nubes, explica, y cada capa tiene una composición química diferente. El gigante gaseoso podría tentarte con el dulce aroma de sus “nubes venenosas de mazapán”, dice. Después, el olor “solo empeoraría a medida que te adentras”.

“Probablemente desearías estar muerto antes de llegar al punto de ser aplastado por la presión”, añade.

“Creemos que la capa superior de nubes está hecha de hielo de amoníaco”, comenta Barcenilla, comparando este hedor con el de la orina de gato.

“Luego, a medida que desciendes, encuentras sulfuro de amonio. Ahí es cuando tienes amoníaco y azufre juntos: una combinación infernal”. Los compuestos sulfurosos son famosos por ser los responsables del olor a huevo podrido.

Si pudieras explorar aún más profundo, continúa, encontrarías las características rayas y remolinos de Júpiter. “Júpiter tiene estas gruesas bandas coloreadas. Creemos que algunos de estos colores podrían ser creados por columnas de amoníaco y fósforo”.

También podría haber moléculas orgánicas llamadas tolinas, moléculas orgánicas complejas relacionadas con la gasolina. Por lo tanto, Júpiter, señala, podría tener un toque de “oleosidad” como de petróleo con un poco de ajo.

Barcenilla es científica espacial, diseñadora de fragancias y estudiante de doctorado en astrobiología en la Universidad de Westminster, Londres. Durante sus primeros años estudiando el cosmos, se preguntaba constantemente: “¿A qué olería eso?”. Entonces se dio cuenta: “Tengo esa molécula en mi laboratorio. Podría crearlo”.

Frascos en un laboratorio
Getty Images
Mezclando moléculas en un laboratorio se pueden obtener aromas presentes en el espacio.

Así que, además de su trabajo académico —la búsqueda de señales de vida en Marte—, Barcenilla se ha dedicado a diseñar aromas que recrean el olor del espacio exterior para la última exposición del Museo de Historia Natural de Londres, Espacio: “¿Podría existir vida más allá de la Tierra?”.

Desde el hedor a huevos podridos hasta el dulce aroma de las almendras, el espacio es un lugar sorprendentemente apestoso, dice.

Cometas, planetas, lunas y nubes de gas tendrían cada uno su propio olor único si pudiéramos olerlos. Pero ¿qué pueden revelar estos aromas sobre los misterios del Universo?

El subestimado sentido del olfato

Antes de lanzarnos a explorar las delicias olfativas del cosmos, quizás valga la pena detenernos un momento en qué son los olores en primer lugar.

El olfato, a menudo subestimado, es posiblemente el sentido más antiguo.

Tomemos como ejemplo un diminuto organismo unicelular, una bacteria, que surcaba los mares arqueozoicos hace unos 3500 millones de años. Al detectar la presencia de una sustancia química, quizás un sabroso nutriente o algún peligro que evitar, el flagelo de la bacteria (su apéndice con forma de cola) actuaba como una hélice, permitiendo a esta diminuta criatura redirigir sus movimientos.

Para nuestros primeros antepasados, este “sentido del olfato más rudimentario” marcaba la diferencia entre la vida y la muerte.

Y nuestro propio sentido del olfato es simplemente una versión más sofisticada de esta capacidad para detectar sustancias químicas en el entorno que nos rodea.

Nuestras narices contienen densos grupos nerviosos compuestos por millones de neuronas especializadas, repletas de moléculas conocidas como quimiorreceptores. Cuando se adhieren a una sustancia química, envían una señal a nuestro cerebro que se interpreta como un olor distintivo.

Este sentido del olfato nos permite detectar las sustancias químicas que nos rodean. Para los humanos, el olfato no solo nos ayuda a identificar alimentos o nos advierte de peligros ambientales, sino que también evoca recuerdos y desempeña un papel crucial en la comunicación social.

Tras millones de años de evolución, la capacidad de oler está intrínsecamente ligada a nuestro bienestar emocional.

Hombre oliendo unas flores
Getty Images
El olfato, entre otras cosas, nos permite evocar recuerdos y desempeña un papel crucial en la comunicación social.

Durante los largos y aislados meses en órbita, también puede ser un importante vínculo con el hogar para los astronautas. Pero una estación espacial también puede ser un lugar extraño en lo que a olores se refiere.

“Alexei Leonov [la primera persona en completar una caminata espacial] estaba a cargo de todos los astronautas extranjeros”, dice Helen Sharman, la primera astronauta de Reino Unido.

Era 1991 y Sharman se preparaba para pasar ocho días en la Mir, la estación espacial soviética. Justo antes del lanzamiento, Leonov “me dio una ramita de ajenjo”.

Durante su estancia en la Mir, Sharman de vez en cuando machacaba las hojas de ajenjo para liberar su aroma parecido al de la salvia, porque, dice ella, “es agradable tener un poco de olor a algo”.

En la estación espacial Mir, explica Sharman, había muy poco olor. En microgravedad, el aire caliente no asciende, así que “el olor de la comida caliente no se desprende del plato”. La única forma de experimentar el olor sería “meter la nariz en el paquete”, dice.

Pero había un olor distintivo en la estación espacial que muchos astronautas han reportado después de una caminata espacial. “Me recordó a cuando era niña y pasaba por delante de un taller de coches”, dice Sharman. “Podía oler soldaduras; ese olor metálico en el aire”.

Helen Sharman en 1989.
Getty Images
Cuando viajó a la MIR, Sharman se llevó una ramita de ajenjo que le había dado Alexei Leonov, la primera persona en completar una caminata espacial.

Durante la misión, Sharman realizó experimentos con posibles materiales para la construcción de naves espaciales. “Tenía un montón de películas delgadas, principalmente cerámica, que tuve que colocar en un marco y luego exponer al ambiente circundante de la estación espacial”.

Cuando trajo sus muestras de la esclusa de aire, sintió una oleada de olor, el aroma metálico del espacio. “Ese fue mi experimento favorito, porque olía”. Otros astronautas han descrito un olor similar al de carne carbonizada, pólvora o cableado eléctrico quemado.

Origen misterioso

Pero la causa de este olor sigue siendo un misterio. Una posible explicación, según Sharman, es que se deba a la oxidación. “La atmósfera, el entorno, alrededor de la estación espacial, es prácticamente un vacío, pero no completamente a esa altura”, explica. “Lo que tenemos en la atmósfera residual es oxígeno atómico”.

El oxígeno atómico, o átomos individuales de oxígeno, puede adherirse al traje espacial o a las herramientas de un astronauta. Al reingresar a la estación espacial, los átomos individuales de oxígeno se combinan con el O2 presente en la cabina, produciendo ozono (O3).

“En cuanto reacciona, se percibe ese olor a ozono”, afirma Sharman. Y nosotros, los humanos aquí en la Tierra, también podemos experimentar el fuerte olor del ozono. ¿Han notado alguna vez el olor metálico de la electricidad estática justo después de una tormenta? Eso es ozono.

Otra posibilidad es que Sharman estuviera inhalando los átomos de una estrella moribunda.

Cuando una estrella muere, libera una enorme cantidad de energía. Durante este proceso, la estrella produce hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) —moléculas con forma de malla de alambre, explica Sharman— que flotan por el universo y contribuyen a la creación de nuevos cometas, planetas y estrellas.

Helix Nebula
Getty Images
El espacio contiene una gran variedad de olores

En la Tierra, los HAP están presentes en combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo crudo y la gasolina, y a menudo se forman durante la combustión incompleta de materiales orgánicos.

“Si quemas tu comida”, dice Barcenilla, “ese es el tipo de molécula que estás creando. Cuando las estrellas mueren, la combustión crea el mismo tipo de moléculas. Luego flotan en el espacio para siempre”. Muchos de estos compuestos tienen un olor similar al de un disolvente o a naftalina, mientras que otros recuerdan más al plástico o al betún quemados.

Los datos espaciales llegan en diversas formas. La primera información científica espacial llegó en 1958, a través del Explorer 1 de la NASA, en forma de sonido.

En 2022, el Telescopio Espacial James Webb (JWST) de la NASA detectó el primer rastro de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera de un exoplaneta —un planeta fuera de nuestro sistema solar—, el gigante gaseoso WASP-39 b.

El JWST no olió el CO2 en el sentido de inhalarlo, sino que detectó su presencia al rastrear cómo la atmósfera del planeta alteraba la luz estelar al pasar frente a su sol. Al analizar los sutiles cambios en la luz, el JWST puede identificar las diversas sustancias químicas de los mundos extraterrestres.

Miríada de olores

Y “el espacio es inmenso”, afirma Barcenilla. Está lleno de mundos con olores diversos.

El análisis químico de la atmósfera de Titán, la luna más grande de Saturno, sugiere que huele a almendras dulces, gasolina y pescado podrido. Mientras tanto, el olor a huevos podridos podría disuadirte de visitar el planeta HD 189733 b, un gigante gaseoso abrasador a unos 64 años luz de la Tierra.

Las nubes de polvo interestelar, que giran a través de los brazos espirales de la Vía Láctea, combinan olores a “helados locos” y amoníaco que te hace doblar las rodillas, según dicen los investigadores.

Mientras tanto, en Sagitario B2, una gigantesca nube molecular de gas y polvo cerca del centro de nuestra galaxia, se podrían oler “algunas de las moléculas prebióticas necesarias para la vida”, afirma Barcenilla.

“Allí encontramos sustancias como etanol, metanol, acetona, sulfuro de hidrógeno y etilenglicol, que se pueden usar como anticongelantes”.

Saturno y sus lunas
Getty Images
El análisis químico de la atmósfera de Titán, la luna más grande de Saturno, sugiere que huele a almendras dulces, gasolina y pescado podrido.

Al formiato de etilo se le suele atribuir el aroma a frambuesa del centro de la Vía Láctea, pero, según Barcenilla, esto no es del todo cierto. “Es solo una molécula entre muchas, y si la hueles aisladamente, no huele a frambuesa”.

El formiato de etilo, explica, se encuentra en el interior de diversas frutas. Es en parte responsable del sabor —no del olor— de las frambuesas, pero también del sabor de otras frutas. [También] se asocia con el esmalte de uñas o quizás con el quitaesmalte, y con un olor a alcohol, casi a ron.

Vida fuera de la Tierra

Y rastrear sustancias químicas cósmicas no solo puede proporcionarnos detalles vitales sobre la composición del universo, sino también pistas sobre dónde buscar vida, afirma Barcenilla.

“Si pudieras navegar en [el planeta] K2-18b —si hubiera un océano allí y pudieras quitarte el traje espacial—, entonces podría oler a repollo podrido”, afirma Subhajit Sarkar, astrofísico de la Universidad de Cardiff, en Reino Unido.

En 2023, Sarkar formó parte de un equipo que, con la ayuda del JWST, detectó lo que podría ser el rastro de vida en K2-18b, un exoplaneta a unos 120 años luz de la Tierra. El telescopio detectó “un leve indicio”, dice Sarkar, de sulfuro de dimetilo (DMS), a veces considerado uno de los principales componentes que producen el “olor a mar”.

“K2-18b es interesante por varias razones”, afirma Sarkar. Forma parte de un grupo más amplio de exoplanetas llamados subneptunos. Más grandes que la Tierra pero más pequeños que Neptuno, los subneptunos son el tipo de planeta más común en la galaxia y, a pesar de su prevalencia, muchos de sus aspectos siguen siendo un misterio.

“Existen grandes preguntas sobre los subneptunos”, afirma Sarkar. “¿Por qué no existen en nuestro sistema solar? ¿Y de qué están hechos?”.

Una forma de comprenderlos mejor, según Sarkar, es observar sus atmósferas. “Se sabía que K2-18b era un buen objetivo para ello”.

Paisaje verde
Getty Images
No hay nada como el aroma de nuestro propio planeta, dice Sharman.

K2-18b es, en teoría, un mundo “hicéano”, un exoplaneta habitable cubierto de océanos. En 2025, Sarkar y sus colegas volvieron a analizar la atmósfera de K2-18b y detectaron un olor aún más intenso a sustancias químicas atmosféricas que, hasta donde sabemos, solo son producidas por la vida, específicamente el fitoplancton y otros organismos marinos.

Según los investigadores, la atmósfera de K2-18b podría contener DMS y/o disulfuro de dimetilo (DMDS).

“Actualmente, desconocemos procesos no biológicos que puedan producir estas [sustancias químicas] en grandes cantidades. Sin duda, en la Tierra es evidente que el DMS y el DMDS se producen biológicamente. Desde ese punto de vista, son biofirmas muy específicas”, afirma Sarkar.

Y con concentraciones 10.000 veces superiores a las de la atmósfera terrestre, los hallazgos sugieren que K2-18b podría albergar un océano “rebosante de vida”, añade Sarkar.

Sin embargo, advierte que es posible que las sustancias químicas provengan de fuentes abióticas, por lo que se necesita más investigación. No obstante, añade que si K2-18b es realmente un mundo oceánico habitable, “entonces encaja en ese panorama, porque entonces existe la posibilidad de que la vida marina produzca esta molécula que, en la Tierra, está asociada con la vida marina”.

Así que quizás no sea necesario viajar al espacio para experimentar su verdadero olor. Muchos de los olores del espacio nos resultan familiares y los encontramos aquí mismo en la Tierra, y algunas personas han intentado recrear el aroma del espacio, como Barcenilla.

Cuando meto la nariz en su cápsula de aromas de Marte en la exposición del Museo de Historia Natural, huelo óxido, polvo y un toque de humedad.

El olor evoca un recuerdo: el rincón trasero de un garaje, lleno de viejas cajas de cartón con libros que alguna vez amamos, y trozos de madera de muebles de generaciones anteriores. Un olor acogedor, de infancia.

Pero quizás el mayor tesoro olfativo de todos no se encuentra tan lejos en el espacio, sino aquí en la Tierra.

No hay nada como el aroma de nuestro propio planeta, dice Sharman. La astronauta describe su regreso a casa en 1991, aún vívido en su mente. “Era finales de mayo, así que, incluso en Asia Central, el suelo no estaba completamente seco el día que regresamos a la Tierra”.

Al aterrizar, la nave rebotó bastante, aplastando las plantas del suelo. “Aterrizamos en un matorral de ajenjo en Kazajistán”, recuerda Sharman.

“La ráfaga de aire fresco al abrir la escotilla fue fantástica. Olía de maravilla, absolutamente delicioso”.

*Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para ver la versión original (en inglés).

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