El 20 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Niñez, esta fecha está en consonancia con el aniversario de la firma de la Convención de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (NNA) de 1989. En este contexto, es necesario reflexionar alrededor del papel de las niñeces en la vida pública.
Si bien existen ejercicios de participación, como la Consulta infantil y juvenil, es necesaria la construcción de espacios que contemplen todas las necesidades de este colectivo a partir del entendimiento de sus contextos e interseccionalidades.
La participación de las niñeces en México ha sido tradicionalmente acotada; la encaminada a espacios de consulta o de expectación frente a los asuntos de su importancia. No obstante, el desarrollo de proyectos en los que su liderazgo, colaboración y participación sea crucial, puede ser una alternativa en el tratamiento de las problemáticas que enfrentan día con día.
Reconocer a Niñas, Niños y Adolescente como integrantes de un grupo diverso es dar cuenta de las distintas situaciones que atraviesa esta población, las cuales van desde la precariedad y falta de representación, a la violencia y acceso a educación.
Construir formas de participación para Niñas, Niños y Adolescentes fuera de representaciones sociales que estigmatizan a este grupo y lo conciben como incapaz de tomar decisiones, es imprescindible para aminorar la situación de vulneración de derechos humanos que han sido violados de manera sistemática a lo largo de los años.
En este sentido, la labor del Estado de garantizar el derecho a la participación contemplado en el artículo 12 de la Convención, debe tomar en cuenta al grupo de Niñas, Niños y Adolescentes como sujeto de derechos, con capacidad de incidencia dentro de todos los espacios sociales en los que interactúa.
Existen distintos obstáculos en el camino de hacer valer el derecho a la participación, uno de ellos es la prevalencia de doctrinas tutelares, basadas en prejuicios adultocentristas que contemplan a este grupo como uno que solamente requiere de cuidados por parte de instituciones y personas adultas.
Otra idea imperante sobre la niñez es la de entender esta etapa como una previa a la interacción social. Narrar este momento de la vida como uno a la espera de la adultez para participar en asuntos de relevancia pública, es entender la participación cívica desde su modelo más tradicional y conservador.
Para hacerle frente a estos obstáculos es importante construir narrativas distintas que identifiquen la complejidad de este grupo. De acuerdo a la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México, las Niñas, Niños y Adolescentes son un grupo categorizado como de atención prioritaria, esto significa que su acceso a derechos está mediado por mayor cantidad de complejidades con respecto a otras identidades que ostentan mayores privilegios.
Reivindicar es fundamental para entender la relevancia de la niñez en la sociedad, no solo como reproductora de normas y prácticas sociales, sino también como un colectivo capaz de cuestionar, cambiar y reflexionar alrededor de estas pautas. En otras palabras, entender a las niñeces no solo como reproductoras del orden, sino también como recreadoras del mismo, es politizar a esta población que existe y se relaciona más allá de espacios escolares, domésticos o de recreación.
Las niñeces son seres humanos con características específicas que deben ser valoradas, respetadas y tomadas en cuenta. La capacidad de esta población para crear su propia cultura y una visión particular del mundo debe ser incluida al momento de reflexionar alrededor de los canales de participación con los que contamos las personas en asuntos de relevancia pública.
Las niñeces existen, resisten y aunque su participación se encuentre muchas veces al margen de canales institucionalizados, no significa que no sea relevante, transgresora y crítica frente a fenómenos como la discriminación y desigualdad.
*Raúl M. Castillo, es asesor educativo en la Subdirección de Educación del COPRED.
Ambos ejércitos del conflicto armado en Ucrania se han visto acorralados por drones, artillería y guerra electrónica.
En días recientes, Rusia y Urania se han atacado mutuamente con el mayor número de drones desde el inicio de la guerra en febrero de 2022.
Se informa que Ucrania lanzó más de 80 drones contra Rusia, algunos dirigidos hacia Moscú. Por su parte, se reporta que Rusia lanzó más de 140 drones contra objetivos por todo Ucrania.
La intensidad del uso de drones como armas de ataque es una de las formas en que este conflicto está revolucionando cómo se hace la guerra.
En combinación con la guerra electrónica y los ataques de artillería, los drones también han demostrado ser efectivos como armas defensivas, inmovilizando a las fuerzas enemigas en el campo de batalla.
Los drones se han convertido en uno de los principales elementos en la guerra en Ucrania y están afectando profundamente la manera en que se pelea, según Phillips O’Brien, profesor de Estudios de la Guerra de la Universidad St. Andrews, en Escocia.
“Han vuelto el campo de batalla mucho más transparente”, comenta.
Los drones de vigilancia pueden detectar el movimiento de tropas o los preparativos para un ataque a lo largo de todo el frente y en tiempo real.
Cuando ven un objetivo, pueden enviar las coordinadas al centro de comando, que puede ordenar un ataque de artillería.
Esta secuencia, desde la detección del objetivo hasta su ataque, se llama la “cadena de ataque” en la terminología militar y se ha acelerado por el uso de drones, dice el profesor O’Brien.
“Todo se puede detectar a no ser que esté muy encubierto. Significa que no puedes reunir tanques y otro armamento para una avanzada sin que sean golpeados”, indica.
Los drones de ataque se están usando, junto con la artillería, para golpear al enemigo. Las fuerzas ucranianas han logrado repeler los avances de las columnas de tanques rusos con solo el uso de drones.
Al inicio de la guerra, Ucrania usó el TB-2 Bayraktar de fabricación turca, un dron de capacidad militar que puede arrojar bombas y lanzar misiles.
Sin embargo, con mayor frecuencia ambas partes están optando por el uso de drones “kamikaze” que son más baratos.
Estos suelen ser drones de uso comercial, acoplados con explosivos.
Pueden ser controlados desde una distancia de varios kilómetros y pueden merodear el objetivo antes de atacar.
Rusia también ha estado usando miles de drones kamikaze, como el Shahed-136 de fabricación iraní, para atacar objetivos militares y civiles en Ucrania.
Frecuentemente los despliega en enjambres, con la intención de abrumar las defensas aéreas ucranianas.
La artillería se ha convertido en el arma de mayor uso en toda la guerra en Ucrania.
Según el centro de análisis británico Royal United Services Institute (RUSI), Rusia ha estado disparando 10.000 proyectiles al día y Ucrania entre 2.000 y 2.500, también diariamente.
La artillería se usa para contener el movimiento de tropas enemigas y para atacar vehículos blindados, defensas, puestos de mando y depósitos de suministros.
“Durante la guerra, la munición es como el agua, que las personas necesitan beber constantemente, o como el combustible para un automóvil”, explica el experto de artillería y especialista militar de la BBC coronel Petro Pyatakov.
Ambos lados han usado millones de proyectiles de artillería extranjeros. Estados Unidos y Europa se los han suministrado a Ucrania. Rusia los importa de Corea del Norte.
Los países occidentales han tenido dificultades para suministrar a Ucrania todas las municiones que requiere, y eso ha resaltado el problema que tienen en sus propias industrias armamentistas, según Justin Crump, director ejecutivo de Sibylline, un grupo de análisis de defensa en Reino Unido.
“Las empresas de defensa de Occidente actualmente producen una cantidad de armas de precisión relativamente baja”, afirma.
“No tienen la capacidad de emitir altos volúmenes de armamento básico como proyectiles”.
Tanto Rusia como Ucrania también han estado usando artillería de alta precisión.
Ucrania ha lanzado proyectiles guiados por satélite tipo Excalibur, suministrados por Occidente; Rusia usa sus propios proyectiles Krasnopol guiados por láser.
Además, EE.UU. y otras naciones occidentales han dotado a Ucrania de misiles Himars de largo alcance, guiados por satélite.
Estos les han permitido a las fuerzas armadas atacar los depósitos de municiones y los puestos de mando de Rusia en el frente.
Desde comienzos de 2023, las fuerzas rusas han usado miles de “bombas planeadoras” para atacar posiciones ucranianas en el campo de batalla y para bombardear zonas residenciales civiles e infraestructura.
Son bombas convencionales de “caída libre” acopladas con alas plegables y sistemas de navegación satelital.
Rusia es quien más suele usar esas bombas planeadoras. Varían en peso desde 200 kg hasta 3.000 kg o más.
“Las bombas planeadoras se han vuelto cada vez más efectivas para romper las posiciones defensivas y destruir edificios”, señala el profesor Justin Bonk, un experto en guerra de RUSI.
Añade que Rusia las ha utilizado extensamente para destruir las defensas ucranianas alrededor de la localidad estratégica de Adviivka, en el este de Ucrania, que Rusia capturó en 2024.
Las bombas planeadoras cuestan entre US$20.000 y US$30.000 en producir, según Bronk.
Pueden ser lanzadas desde decenas de miles de kilómetros de distancia de sus objetivos y son difíciles de interceptar, aún con el más sofisticado sistema de misiles de defensa aérea.
Ucrania también hace uso de bombas planeadoras suministradas por EE.UU. y Francia, como la llamada Joint Standoff Weapon de largo alcance.
También ha creado una de su propio diseño, añadiendo alas a las bombas de diámetro pequeño de fabricación estadounidense, que llevan unos 200 kg de explosivos.
Sin embargo, cuenta con menos bombas planeadoras que Rusia.
La guerra electrónica se ha implementado mucho más intensamente en el conflicto entre Rusia y Ucrania que en cualquier otra ocasión.
Miles de efectivos en cada lado trabajan en unidades especializadas, intentando incapacitar los drones y sistemas de comunicaciones del otro, y desviar los misiles enemigos.
Las fuerzas rusas tienen sistemas como el Zhitel, que puede incapacitar todas las comunicaciones satelitales, las comunicaciones por radio y las señales de teléfonos móviles en un radio de más de 10 m.
Pueden abrumar las ondas de radio emitiendo enormes pulsaciones de energía electromagnética.
Además, con su unidad Shipovnic-Aero, las fuerzas rusas pueden derribar un dron a 10 km de distancia. Este sistema también puede encontrar la posición de los pilotos de los drones y enviar sus coordinadas a las unidades de artillería para que disparen contra ellos.
Las naciones occidentales pueden estar sorprendidas de ver la facilidad con la que los sistemas de guerra electrónica de Rusia han inutilizado misiles de alta tecnología como los Himars en Ucrania, de acuerdo a Marina Miron, del Departamento de Estudios de la Guerra del King’s College de Londres.
“Es una guerra asimétrica”, indica. “Las fuerzas de la OTAN podrán tener armas que son técnicamente superiores a las que posee Rusia, pero Rusia ha demostrado que puede usar un equipo relativamente barato para desactivarlas”.
Duncan McCrory, del Instituto Freeman Air & Space de King’s College de Londres, opina que los comandantes militares de los países de la OTAN deben aprender lecciones de cómo Rusia está efectuando una guerra electrónica en Ucrania.
“Deben entrenar a sus tropas en cómo operar cuando están siendo acechadas por drones y cuando el enemigo está atento a cada señal de radio que envían”, afirma.
“La guerra electrónica ya no puede ser relegada a segundo plano. Necesita ser considerada en todo momento en que se estés desarrollando tus tácticas, entrenamiento y nuevos sistemas de armamento”.
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