De los poquísimos datos estadísticos que existen en México sobre personas trans,1 la Encuesta sobre Discriminación por Motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género (ENDOSIG) 2018 arroja algunos indicios importantes respecto a las experiencias de vida de las mujeres trans. Desde su familia de origen, un tercio de ellas indican que al momento de hablar por primera vez sobre su identidad de género, la respuesta de su familia fue de rechazo total. Adicionalmente, 25.9% reportó haber vivido agresiones físicas en su contexto familiar durante su adolescencia y 64.9% recibieron comentarios negativos y ofensivos acerca de su identidad de género. Por esta razón, alrededor del 25.2% de ellas dijo haber salido de su hogar antes de cumplir los 18 años. En cuanto a incidentes de discriminación en su vida cotidiana, el 33.2% dijo haber vivido algún incidente en su barrio o comunidad, el 39% dentro de su lugar de trabajo y el 40.8.% ha dicho que en servicios de salud les han humillado o tratado mal.
¿Observamos un patrón acá? La discriminación y exclusión forman parte de la cotidianidad de gran parte de las mujeres trans. Muchas de ellas se quedan sin el apoyo de sus familiares o amistades a la hora de transicionar o de expresar su identidad de género. En el caso de aquellas que viven situaciones de especial vulnerabilidad, la probabilidad de que sean criminalizadas en algún punto de su vida aumenta de forma considerable. La propia ENDOSIG indica que el 35% de las mujeres trans han sido interrogadas por la policía sin motivo aparente y tres de cada diez indican que han vivido agresiones físicas o verbales, así como detenciones arbitrarias por agentes de seguridad.
Con esto en mente, desde Intersecta nos dimos a la tarea de tratar de conocer algunas de las experiencias comunes que viven las mujeres trans al tener contacto con el sistema penal, desde las detenciones hasta la privación de su libertad. Para esto, analizamos la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) 2021, 2 la cual incluye como variable sociodemográfica la identidad de género de las personas en prisión, siendo la primera encuesta en México de este nivel que contempla este tipo de información. También entrevistamos a la activista Kenya Cuevas, directora de la organización Casa de las Muñecas Tiresias, 3 para que nos contara su propia experiencia como mujer trans exprivada de la libertad, así como las vivencias de las mujeres que acompaña en su día a día.
De entrada y de manera general, más de un tercio (36%) de las detenciones son efectuadas por la Policía Estatal Ministerial. En el caso de las mujeres trans, esta proporción es un poco más alta, con casi el 40%; de igual forma, hay mayor registro de detenciones hechas por la Policía Federal Ministerial y la Policía Federal. 4 En su mayoría (82.7%), estos arrestos no se realizan con una orden de detención (82.7%), sino que varios se encuadran en los supuestos de flagrancia (35.5%) o después de que a las personas se les realiza una inspección (9.9%). Al analizar los casos que sucedieron en circunstancias no justificadas legalmente, podemos ver que la mayor parte de la población trans fue detenida sacándola del lugar en donde se encontraba.
A pesar de haber sucedido hace más de 20 años, el testimonio personal de Kenya ilustra este modo de operación de las autoridades. Ella fue detenida por agentes de seguridad federales:
“A mí me detuvieron en un picadero de droga en Tepito donde yo estaba comprando unos puntos de droga con un aspecto de calle, toda demacrada de vivir en la calle, con costras de mugre y con mis dos piedras en la mano; obvio la clica que vendía pues aventó la bolsa al lado mío y pues a mí me acusaron de vender droga”.
Kenya también recuerda que vivió agresiones físicas y psicológicas mientras las autoridades la presionaban para declarar. En este sentido, gracias a la ENPOL también podemos conocer si la población privada de la libertad vivió algún tipo de violencia en el contexto de su arresto. Tal como lo podemos ver en la siguiente gráfica, las mujeres trans son las que mayormente reportan algún incidente de violencia —desde patadas, insultos y amenazas, hasta violaciones— con 72.2%. De manera más detallada, encontramos que, aunque se trate del menor porcentaje de las detenciones, prácticamente todas las mujeres trans que fueron detenidas por el Ejército vivieron algún tipo de agresión, seguido de alguna autoridad federal, con 80%.
Al observar estas agresiones de manera más desagregada, los datos nos indican que los niveles de violencia varían dependiendo del tipo de incidentes. Por ejemplo, el tipo más común es la violencia psicológica y, si bien las mujeres trans son las que reportan mayor incidencia, es donde encontramos menor variación entre identidades de género. Tratándose de violencia física se percibe una diferencia más marcada en el caso de las mujeres trans, ya que, por ejemplo, en comparación con las mujeres cis (38.5%), más de la mitad de ellas vivieron alguna de estas agresiones (51.1%), incluso en mayor medida que los hombres cis (48.8%).
De igual forma, este segmento es el que indica mayor incidencia de violencia sexual, con 37.2%. Específicamente, 6.7% de las mujeres trans vivieron una violación sexual antes de ser puestas a disposición en el MP. Esta proporción se encuentra muy por encima de cualquier otra.
Ahora bien, al abordar el tipo de conductas por las cuales se detuvo a las mujeres trans, el delito más común es el robo, seguido por secuestro. Si bien estos delitos son los más comunes en el caso de las mujeres privadas de la libertad, Kenya nos detalla lo siguiente:
“El fenómeno es el mismo desde todos los años que viví en la cárcel, (cuando) conocí a un transitar de personas trans que también llegaban y se iban. Ahora que voy como activista y también ahora que atiendo varios casos, la gran mayoría va por un robo simple al cliente —en el trabajo sexual—. Ese es como el único, el punto en el que siempre están involucradas y por lo regular, casi todas estas mujeres tienen un consumo de adicciones, ¿no?, un consumo de sustancias psicoactivas desde hace muchos años, que ya es crónico”.
Otro punto básico que analizamos a partir de los datos fue cómo llegan las personas al ser puestas a disposición. Como podemos ver en la siguiente gráfica, las mujeres trans se encuentran por arriba del promedio, al indicar que llegaron al MP con algún tipo de lesión evidente en su cuerpo. Casi la mitad (47.3%) de las mujeres trans privadas de su libertad reportan que llegaron ante las autoridades con agresiones.
Del total de las mujeres trans que llegaron con lesiones a su puesta a disposición, solamente la mitad de ellas fueron evaluadas por un médico legista. Lo que también significa que gran parte de estas agresiones no son registradas, imposibilitando que la defensa cuestione la validez de la detención. Por otro lado, la proporción de personas privadas de la libertad que recibieron asesoría jurídica se encuentra por debajo del 30%; en el caso de las mujeres trans, tan solo 24.5% de ellas recibieron algún tipo de orientación legal.
Kenya también nos comenta sobre los maltratos dirigidos a las mujeres trans una vez que son privadas de su libertad.
“En los centros penitenciarios no respetan tu identidad de género. Ni la Ciudad de México. Todavía les cortan el cabello, todavía les prohíben maquillajes, todavía les prohíben cosas de mujeres, todavía les prohíben un tratamiento hormonal, todavía hay prohibiciones sobre la (expresión de la) identidad”.
En este sentido, la ENPOL también nos brinda información sobre las características de la vida dentro de la prisión. De entrada, casi la mitad de las mujeres trans dijo no haber recibido visita alguna durante el último año (2020-2021), siendo éste un factor decisivo para contar con alimento, medicinas u otros bienes básicos. De igual forma, tres de cada diez mujeres trans dijeron haberse sentido inseguras dentro de su centro penitenciario, proporción que se encuentra por encima de lo reportado por hombres y mujeres cis.
Todas estas situaciones abonan al desgaste de la salud —tanto física, como mental— de las personas. Y las manifestaciones de este deterioro resultan especialmente preocupantes. Lo que nos dicen los datos es que la población trans privada de su libertad ha pensado en quitarse la vida en mayor proporción —29.8% en el caso de hombres trans y 25.1% en mujeres trans— que los hombres y mujeres cis. De la población que lo consideró, 56% de los hombres trans y 40.5% de las mujeres trans lo han intentado.
Tanto los datos como el testimonio y la experiencia de Kenya nos brindan luz sobre lo que viven las mujeres trans que en algún momento de sus vidas llegan a ser criminalizadas. Si bien sabemos que la gran mayoría de las personas que terminan privadas de la libertad pasaron por algún tipo de abuso de autoridad, en el caso de la población LGBTI+, sobre todo tratándose de la población trans, estos abusos y agresiones se recrudecen.
¿Hay formas de mitigar estos daños?
Después de estudiar estos preocupantes indicadores de violencia y discriminación estatal, nos preguntamos cuál es la ruta a seguir para erradicar estas prácticas. Kenya nos da varias pistas:
Si bien hay un largo camino por recorrer, identificar dónde se encuentran los puntos críticos que contribuyen a la vulneración y criminalización de las mujeres trans representa un paso importante para comenzar a abordar el problema. A pesar de todo, ellas aún resisten en los márgenes y, como dice Kenya, su mayor venganza será ser felices.
* María Fernanda Torres Montañez (@Fera_TorresM), es estudiante del octavo semestre de la Licenciatura en Políticas Públicas del CIDE Región Centro. Adriana E. Ortega (@adriananana_) es Coordinadora del Área de Datos en Intersecta.
1 En este texto usaremos las categorías mujer y hombre cis, así como mujer y hombre trans. Los primeros se refieren a las personas cuya identidad de género y su sexo asignado al nacer son los mismos. En cuanto al término trans, entendemos que es un concepto general en el que la identidad de género y el sexo asignado al nacer son distintos. Asimismo, solo utilizaremos las identidades mujer y hombre trans, así como mujer y hombre cis, dado que la muestra es muy pequeña para analizar otro tipo de identidades.
2 Los guiones y la base de datos con los que se realizó el análisis y la construcción de las gráficas, pueden ser encontrados en este enlace.
3 En Casa de las Muñecas Tiresias, Kenya nos cuenta que principalmente realizan acompañamiento a varios grupos poblacionales en situación de vulnerabilidad extrema: personas privadas y exprivadas de su libertad, trabajadoras sexuales, personas en situación de calle, aquellas que tienen un consumo problemático de sustancias, así como quienes viven con VIH.
4 Si bien actualmente las labores de la Policía Federal fueron sustituidas por la Guardia Nacional, la ENPOL se basa en las experiencias de las personas que se encuentran privadas de la libertad. Sus detenciones pudieron haber sido en años anteriores a la existencia de este cuerpo de seguridad.
Una madre explica por qué ella -y el 77% de las mujeres del país africano- han utilizado estos peligrosos productos, incluso en bebés.
Una madre del norte de Nigeria está visiblemente alterada mientras abraza a su hijo de dos años, que tiene quemaduras y la piel descolorida en la cara y las piernas.
La mujer, de 32 años, utilizó productos para blanquear la piel de sus seis hijos, presionada por su familia, con unos resultados de los que ahora se arrepiente profundamente.
Fátima, cuyo nombre se ha cambiado para proteger la identidad de su familia, dice que una de sus hijas se cubre la cara siempre que sale a la calle para ocultar sus quemaduras.
Otra quedó con la piel más oscura que antes, con un círculo pálido alrededor de los ojos, mientras que una tercera tiene cicatrices blanquecinas en los labios y las rodillas.
Su hijo pequeño aún tiene heridas supurantes, pues su piel está tardando mucho en curarse.
“Mi hermana tuvo hijos de piel clara, pero los míos son más morenos. Me di cuenta de que mi madre favorecía a los hijos de mi hermana en detrimento de los míos por su tono de piel y eso hirió mucho mis sentimientos”, dice Fátima.
La mujer relata que utilizó cremas que compró en un supermercado local de Kano, una ciudad al norte del país y la segunda más poblada, sin prescripción médica.
Al principio pareció funcionar. La abuela se encariñó con los hijos de Fátima, que entonces tenían entre dos y 16 años.
Pero entonces aparecieron las quemaduras y las cicatrices.
El blanqueamiento o aclaramiento de la piel, también conocido como “decoloración” en Nigeria, se utiliza en distintas partes del mundo por razones cosméticas, aunque éstas suelen tener profundas raíces culturales.
En Nigeria, las mujeres utilizan productos para blanquear la piel más que en ningún otro país africano: el 77% los usa regularmente, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En Congo-Brazzaville la cifra es del 66%, en Senegal del 50% y en Ghana del 39%.
Las cremas pueden contener corticoesteroides o hidroquinona, que pueden ser perjudiciales si se usan en cantidades elevadas, y en muchos países sólo se pueden obtener con receta médica.
Otros ingredientes utilizados a veces son el mercurio, un metal venenoso, y el ácido kójico, un subproducto de la fabricación del sake, la bebida alcohólica japonesa.
La dermatitis, el acné y la decoloración de la piel son posibles consecuencias, pero también trastornos inflamatorios, intoxicación por mercurio y daños renales.
Según la OMS, la piel puede volverse más fina, por lo que las heridas tardan más en cicatrizar y es más probable que se infecten.
La situación es tan grave que la Agencia Nacional para la Administración y el Control de Alimentos y Medicamentos de Nigeria (Nafdac, por su siglas en inglés) declaró el estado de emergencia en 2023.
También es cada vez más frecuente que las mujeres blanqueen a sus hijos, como hizo Fátima.
“Mucha gente relaciona la piel clara con la belleza o la riqueza. Las mujeres tienden a proteger, como ellas lo llaman, a sus hijos de esa discriminación blanqueándolos desde el parto”, explica a la BBC Zainab Bashir Yau, propietaria de un spa dermatológico en la capital, Abuja.
La mujer calcula que el 80% de las mujeres que ha conocido han blanqueado a sus hijos, o piensan hacerlo.
Algunos fueron blanqueados cuando eran bebés, dice, así que simplemente continúan con la práctica.
Una de las formas más comunes de saber si alguien utiliza productos para blanquear la piel en Nigeria es por la oscuridad de sus nudillos. Otras partes de las manos o los pies se aclaran, pero los nudillos tienden a permanecer oscuros.
Sin embargo, los fumadores y los consumidores de drogas también presentan a veces manchas oscuras en las manos, debido al humo.
Por ello, a veces se asume erróneamente que los usuarios de productos para aclarar la piel pertenecen a este grupo.
Fátima dice que eso es lo que les ocurrió a sus hijas, de 16 y 14 años.
“Se enfrentan a la discriminación de la sociedad: todos les señalan con el dedo y les llaman drogadictos. Esto les ha afectado mucho”, afirma.
Ambas han perdido a posibles novios porque los hombres no quieren que se les relacione con mujeres de las que se pueda pensar que consumen drogas.
Visité un mercado popular en Kano, donde personas que se autodenominan “mixólogos” crean desde cero cremas para blanquear la piel.
El mercado tiene toda una hilera de tiendas donde se venden miles de estas cremas.
Algunas variedades premezcladas están exhibidas en las estanterías, pero los clientes también pueden seleccionar los ingredientes crudos y pedir que les preparen una crema delante de ellos.
Me di cuenta de que muchas cremas blanqueadoras tenían etiquetas que decían que eran para bebés, pese a que contenían sustancias reguladas.
Otros vendedores admitieron utilizar ingredientes como ácido kójico, hidroquinona y un potente antioxidante, el glutatión, que pueden causar erupciones y otros efectos secundarios.
También fui testigo de cómo chicas adolescentes compraban cremas blanqueadoras para ellas y a granel para poder vendérselas a sus compañeras.
Una mujer, que tenía las manos descoloridas, insistió en que un vendedor añadiera un agente aclarante a una crema que se estaba mezclando para sus hijos, a pesar de que se trataba de una sustancia regulada para adultos e ilegal para su uso en niños.
“Aunque tengo las manos descoloridas, estoy aquí para comprar cremas a mis hijos para que tengan la piel clara. Creo que mis manos están así sólo porque utilicé el producto equivocado. A mis hijos no les pasará nada”, afirma.
Un vendedor dijo que la mayoría de sus clientes compraban productos para que sus bebés “resplandecieran” o tuvieran un aspecto “radiante y brillante”.
La mayoría parecía desconocer las dosis aprobadas.
Un vendedor dijo que utilizaba “mucho kójico” -muy por encima del límite prescrito- para aquellos que querían una piel clara y una cantidad menor si deseaban un cambio más sutil.
La dosis aprobada de ácido kójico en cremas en Nigeria es del 1%, según Nafdac.
Incluso vi a vendedores poniendo inyecciones a mujeres.
El doctor Leonard Omokpariola, director de Nafdac, afirma que se está intentando educar a la población sobre los riesgos de estos productos.
También afirma que se están haciendo redadas en los mercados y que se está intentando confiscar los ingredientes aclarantes de la piel en las fronteras cuando intentan ser introducidos en el país.
Pero afirma que a veces resultaba difícil para los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley identificar estas sustancias.
“Algunos se transportan en contenedores sin etiquetar, por lo que si no se llevan a los laboratorios para su evaluación, no se puede saber qué contienen”, explica.
Fátima dice que sus acciones la perseguirán para siempre, especialmente si las cicatrices de sus hijos no desaparecen.
“Cuando le confié a mi madre lo que había hecho, debido a su comportamiento, y cuando se enteró de los peligros de la crema y del estigma al que se enfrentan sus nietos, se entristeció de que tuvieran que pasar por eso y se disculpó”, afirma.
Fátima está decidida a ayudar a otros padres a no cometer el mismo error.
“Aunque lo he dejado… los efectos secundarios siguen aquí, ruego a otros padres que usen mi situación como ejemplo”, zanja.
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