Este abril se cumplieron tres años de la entrada en vigor de la Ley de Amnistía a nivel federal. Esta legislación quizás sea el único destello de aquellas rotas promesas de pacificación de Andrés Manuel López Obrador en 2018 y del texto del Plan Nacional de Desarrollo que apuntaba hacia el diseño de una política de verdad, justicia y reparación para el país.
El contenido de la ley se basó en la premisa de que el sistema de justicia penal y el poder punitivo del Estado han impactado de forma desproporcionada a grupos históricamente discriminados en contextos de pobreza, vulnerabilidad y exclusión. La Ley se redactó como una oportunidad de otorgar la amnistía y restituir el derecho a la libertad a personas bajo dichos contextos por conductas del fuero federal relacionadas con aborto, actividades enmarcadas el mercado ilícito de drogas, robo simple y sedición. Desde Elementa, hemos dado seguimiento a la actuación de la Comisión de Amnistías y presionado para impulsar una efectiva rendición de cuentas sobre las personas que se han visto beneficiadas a través de esta normativa.
El corte a marzo de 2023 según la base de datos publicada por la Unidad de Apoyo de Justicia de la Secretaría de Gobernación, arroja que se han presentado 2,301 solicitudes para obtener el beneficio de amnistía de las cuales, 1,256 han sido rechazadas y 1,045 han sido procedentes. No obstante, solo 249 personas han obtenido el beneficio, de las cuales 56 ya se encontraban en libertad cuando se les otorgó el mismo. Es decir, efectivamente se ha restituido el derecho a la libertad a 193 personas a través de este mecanismo. De este total, siguen sin ser claras las medidas de reinserción social en favor de las personas beneficiadas. Dichos números muestran que el alcance de la ley ha sido bastante limitado en comparación con la población penitenciaria a nivel federal y que hay un reto de socialización en la población penitenciaria para potencializar la implementación de la Ley y tener un efecto reparador a gran escala.
Asimismo, estas cifras dan cuenta que no hay claridad sobre los mecanismos y tiempos de toma de decisión que involucran tanto a la Comisión de Amnistías de la Secretaría de Gobernación, como al Poder Judicial. Esto se observa en los cientos de solicitudes procedentes que, a pesar de estar admitidas, aún no derivan en puestas en la libertad ya que están a la espera de que un juez o jueza resuelva hacer efectivo o no el beneficio. Esta falta de transparencia y claridad en cuanto a los tiempos de análisis de las solicitudes, revictimiza y mantiene en la incertidumbre a las personas que cumplen con los requisitos que prevé la ley y apuestan por este mecanismo de excarcelación para salir de prisión. Esto se evidencia, por ejemplo, frente al elemento subjetivo de la situación de pobreza, pues el 89.7 % de las solicitudes de amnistía procedentes se encuentran en dicho supuesto. ¿Cómo evitar que los vicios del sistema judicial que les encarceló se trasladen a los mecanismos de reparación para recuperar su libertad?
Estas primeras cifras a su vez nos han permitido desde Elementa analizar el impacto de esta legislación en las personas privadas de la libertad por diversas conductas relacionadas con el mercado ilícito de drogas. Específicamente para fortalecer el argumento de que la mayoría de las personas involucradas en los eslabones más expuestos de la cadena son personas en contextos de vulnerabilidad.
Hasta el corte de marzo de 2023, el 67.1 % de las solicitudes para obtener el beneficio de amnistía han sido de personas privadas de la libertad por delitos de drogas y el 98.7 % de las amnistías otorgadas también son por dichos delitos. De las solicitudes que procedieron,
La implementación de la Ley Amnistía también tiene dos deudas importantes de acuerdo a los artículos transitorios. La primera corresponde a la Secretaría de Gobernación, que tiene el deber de promover que los estados expidan leyes locales de amnistía para delitos del fuero común. Esto es fundamental pues delitos bajo la figura de narcomenudeo, robo y aborto son competencia de dicho fuero. A tres años de la amnistía, solo 12 estados del país cuentan con una ley local y no todas están armonizadas con la ley federal, en varias de estas entidades aún no hay mecanismos activos de implementación. Si se busca realmente un efecto reparador en favor de los grupos que prevé la ley federal es necesario que la amnistía aterrice en los contextos locales.
La segunda deuda está en cabeza del poder legislativo. El quinto transitorio de la ley establece que, dentro de los 180 días posteriores a la entrada en vigor de la misma, el Congreso de la Unión deberá revisar los delitos sujetos a amnistía y valorar sus elementos configurativos. Han pasado 2 años y medio y desde ninguna de las cámaras se ha realizado un ejercicio de reflexión sobre el contenido de los delitos. Una revisión juiciosa por parte del Congreso se puede traducir en cambios y adecuaciones a estos delitos para frenar el el ingreso de personas en situación de vulnerabilidad a las cárceles.
La Ley de Amnistía en contenido y objetivos es una buena práctica a nivel regional, especialmente frente a los contextos de criminalización por delitos de drogas en países productores y de tráfico. A tres años de su entrada en vigor queda el reto de que sea una prioridad para el poder ejecutivo, pero también para el Congreso y para el Poder Judicial. De los tres poderes de gobierno depende reparar a quienes la pobreza, la prohibición y la discriminación ha vulnerado su proyecto de vida y su libertad.
* Adriana Muro Polo (@adrianawall) es directora ejecutiva de @ElementaDDHH.
Los minuciosos preparativos para lanzar la señal de humo que confirmará o no la elección de un nuevo Papa ya están en marcha.
Cuando la Iglesia católica elige a un nuevo Papa, el mundo no está pendiente de una rueda de prensa o de una publicación en las redes sociales, sino del humo que sale de una pequeña chimenea en lo alto de la Capilla Sixtina.
Si el humo es negro, no se ha elegido nuevo Papa. Si es blanco, se ha tomado una decisión: Habemus Papam – tenemos un Papa. Es un gran acontecimiento, retransmitido en directo a millones de personas.
Pero lo que los telespectadores no ven es la complejidad oculta de este centenario ritual: la chimenea cuidadosamente construida, la estufa diseñada y las recetas químicas precisas, cada parte minuciosamente diseñada para garantizar que una voluta de humo transmita un mensaje claro.
Expertos explicaron a la BBC que el proceso requiere “dos fuegos artificiales a medida”, ensayos de pruebas de humo y bomberos en estado de alerta.
Todo esto está meticulosamente organizado por un equipo de ingenieros y funcionarios de la Iglesia que trabajan al unísono.
El papa Francisco falleció el 21 de abril, lunes de Pascua, a los 88 años y, una vez finalizado el funeral, la atención se centró en el cónclave, una reunión privada en la que se elegirá a su sucesor.
El Vaticano confirmó que los cardenales se reunirán en la Basílica de San Pedro el 7 de mayo para celebrar una misa especial antes de reunirse en la Capilla Sixtina, donde comenzará la compleja votación.
La tradición de quemar las papeletas de votación de los cardenales se remonta al siglo XV y se convirtió en parte de los rituales del cónclave destinados a garantizar la transparencia y evitar la manipulación, sobre todo después de que los retrasos en la elección papal provocaran frustración y malestar de la opinión pública.
Con el tiempo, el Vaticano empezó a utilizar el humo como medio de comunicación con el mundo exterior, preservando al mismo tiempo la estricta confidencialidad de la votación.
Y hoy, a pesar de los innumerables avances en comunicación, el Vaticano continúa preservando la tradición.
“Desde la antigüedad, la gente ha visto el humo que sale -de los sacrificios de animales y granos en la Biblia, o de la quema de incienso en la tradición- como una forma de comunicación humana con lo divino”, le dice a la BBC Candida Moss, profesora de teología de la Universidad de Birmingham, Reino Unido.
“En la tradición católica, las oraciones ‘ascienden’ hasta Dios. El uso del humo evoca estos rituales religiosos y la estética de asombro y misterio que los acompaña”.
Moss señala también que el humo ascendente permite a las personas que se reúnen en la plaza de San Pedro “sentirse incluidas, como si estuvieran incorporadas a este asunto misterioso y secreto”.
Los motivos son simbólicos, pero hacer que funcione en el siglo XXI requiere ingeniería del mundo real.
En el interior de la Capilla Sixtina se instalan temporalmente dos estufas específicas para el cónclave: una para quemar las papeletas y otra para generar las señales de humo.
Ambas estufas están conectadas a un pequeño conducto -un tubo dentro de una chimenea que permite la salida del humo- que sube por el tejado de la capilla hasta el exterior.
Recientemente se vio a bomberos en el tejado, que aseguraban con cuidado la parte superior de la chimenea en su sitio, mientras los obreros montaban andamios y construían las estufas en el interior.
La Capilla Sixtina, construida hace más de 500 años, alberga uno de los techos más famosos del mundo. Adornado con los frescos de Miguel Ángel, no está precisamente diseñado para señales de humo, y la chimenea debe instalarse de forma discreta y segura.
Es un proceso complejo.
Los técnicos utilizan una abertura existente o crean una trampilla provisional por la que se introduce el conducto para que salga el humo, normalmente de un metal como el hierro o el acero.
La tubería va desde las estufas hasta el exterior, y emerge a través del techo de tejas sobre la plaza de San Pedro.
Cada junta se sella para evitar fugas y cada componente se somete a pruebas.
Los especialistas ensayan con humo en los días previos al comienzo del cónclave, asegurándose de que el tiro de la chimenea funciona en tiempo real. Incluso participan los bomberos del Vaticano, en alerta por si hay una avería.
“Se trata de un proceso muy preciso, porque si algo sale mal, no es sólo un fallo técnico, sino que se convierte en un incidente internacional”, le explica a la BBC Kevin Farlam, ingeniero de estructuras que ha trabajado en edificios patrimoniales.
“No es como poner una tubería en un horno de pizza. Cada parte del sistema tiene que instalarse sin dañar nada”.
Este montaje se construye días antes de la llegada de los cardenales y se desmonta una vez elegido el Papa.
Para que la señal sea visible, los técnicos del Vaticano utilizan una combinación de compuestos químicos.
“En esencia, lo que están construyendo aquí son dos fuegos artificiales a medida”, le explica a la BBC el profesor Mark Lorch, jefe del departamento de química y bioquímica de la Universidad de Hull, Reino Unido.
“Para el humo negro, se quema una mezcla de perclorato potásico, antraceno y azufre, que produce un humo espeso y oscuro.
“Para el humo blanco, se utiliza una combinación de clorato potásico, lactosa y colofonia de pino, que se quema de forma limpia y pálida.
“En el pasado se intentaba quemar paja húmeda para crear un humo más oscuro y paja seca para hacer un humo más claro – pero esto causaba cierta confusión porque a veces parecía gris”.
Lorch dice que estos productos químicos están “preenvasados en cartuchos y se encienden electrónicamente”, por lo que no hay ambigüedad.
El toque de campana -introducido durante la elección del papa Benedicto XVI- sirve ahora de confirmación y se utiliza junto a la señal de humo.
A lo largo de los años se han hecho propuestas para modernizar el sistema: luces de colores, alertas digitales o incluso votaciones televisadas.
Pero para el Vaticano, el ritual no es sólo una herramienta de comunicación: es un momento de continuidad con siglos de tradición.
“Se trata de tradición y secretismo, pero también tiene un peso teológico real”, afirma Moss.
“Además, ‘Iglesia católica’ y ‘vanguardia’ distan mucho de ser sinónimos: la innovación es casi antitética al ritual”.
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