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Mujeres del mar: mujeres pescadoras y su lucha por algo más que la pesca
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ATARRAYA publica temas sobre océanos, diversidad marina, protección y restauración de los mares de México,... Continuar Leyendo
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Mujeres del mar: mujeres pescadoras y su lucha por algo más que la pesca

Las mujeres pescadoras piden un reconocimiento más amplio de su papel en este sector, ser reconocidas como mujeres de mar. No quieren solo pescar más, sino vivir mejor: educación para sus hijos, acceso a la salud, y un sistema que las cuide a ellas y a sus familias.
18 de septiembre, 2024
Por: Mariana Aziz

Era martes por la mañana. Sabíamos que sería un día caluroso, así que nos preparamos para ello. Llevábamos bloqueador, sombrero y manga larga. Nos recogieron en una pequeña embarcación y nos dirigimos a la bahía de Altata en Sinaloa. En el aire se percibía el olor a sal y vegetación húmeda. Llegamos a un manglar, el cual, además de ser un ecosistema natural, era el sitio de trabajo de una comunidad cooperativa de mujeres pescadoras: las Almejeras de Santa Cruz.

Las mujeres y sus familias nos recibieron con sonrisas y mucha hospitalidad. Con manos expertas, nos mostraron su labor diaria cultivando ostiones en las tranquilas aguas. Cada movimiento era preciso y lleno de conocimiento. Sabían a la perfección cuál ostión estaba listo para ser recolectado, cuál tenía que dejarse en la raíz para que creciera, cuál iba a tener el mejor sabor y cuál ya no valía la pena recolectar.

Mientras cosechaban los ostiones, sus hijas e hijos pequeños nadaban, disfrutando del agua fresca, en tanto los mayores se unían al cultivo de ostión. Los esposos capturaban pescado que después harían ceviche y freirían para quitar el hambre tras una jornada bajo el sol. Había trabajo para toda la familia.

Al observar la destreza con la que cultivaban los ostiones, conversando sobre la pesca y su vida diaria, comprendí que sus demandas iban mucho más allá de simplemente mejorar las condiciones de la pesca. Lo que estas mujeres pedían era un reconocimiento más amplio de su papel en este sector, ser reconocidas como mujeres de mar. No quieren solo pescar más, sino vivir mejor. Varias de ellas comentaron que no solo necesitaban más pesca, también educación para sus hijos, acceso a la salud, y un sistema que las cuidara a ellas y a sus familias.

Las mujeres pescadoras se ven a sí mismas no solo como trabajadoras del mar, sino como guardianas de la naturaleza y defensoras de sus comunidades. Entienden que su bienestar está intrínsecamente ligado al del ecosistema que les da sustento. Por eso, luchan por un medio ambiente sano, pero también exigen sistemas de cuidados que incluyan derechos humanos fundamentales como la educación y la salud, sabiendo que, sin ellos, no hay pesca que sea suficiente. Estas mujeres saben que la sustentabilidad no se logra solo con prácticas de pesca responsables, sino también con la creación de comunidades saludables, abundantes y resilientes.

Estas mujeres pescadoras, en su lucha por un sistema de cuidados, están redefiniendo lo que significa ser pescadoras. No solo están demandando más derechos. Buscan construir un nuevo paradigma donde la justicia social y ambiental se entrelazan. En donde la pesca, los programas, las instituciones y todo lo que forma parte de este sistema, las reconozca a todas: desde la que hace el arte de pesca con el que los hombres salen a pescar, hasta la que cultiva ostión o la que vende el pescado en el mercado. Ellas saben que solo a través de un enfoque integral es posible garantizar la sustentabilidad del mar y de las comunidades que dependen de él.

El manglar, con su mezcla de agua dulce y salada, es un símbolo poderoso de la vida en la costa, una metáfora de la resistencia y la adaptabilidad. Así son estas mujeres, que no solo buscan sobrevivir, sino prosperar en un entorno que a menudo es duro y adverso. Son cuidadoras de un delicado equilibrio entre el mar y la tierra, entre la vida que surge del mar y la que depende de este.

Llegó la tarde y me despedí de ellas con una profunda admiración. En cada una de esas mujeres vi a las guardianas del mar, pero también a las defensoras de un sistema de vida que respete, cuide y reconozca su rol como pescadoras, proveedoras, madres, hijas, hermanas, esposas.

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Imagen BBC
Muere Fujimori: las masacres y secuestros por los que fue condenado a 25 años de prisión
6 minutos de lectura

El expresidente peruano Alberto Fujimori fue sentenciado a 25 años de cárcel por los casos de dos masacres y dos secuestros llevados a cabo con su aval en la década de 1990. En diciembre de 2023 quedó en libertad.

12 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
0

Nueve meses después de su puesta en libertad por razones de salud, el expresidente de Perú Alberto Fujimori murió este miércoles 11 de septiembre a los 86 años.

Su hija Keiko comunicó la noticia a través de X, en un mensaje en el que se despidió de su padre y pidió una oración por el descanso de su alma.

La salida de prisión de Fujimori se produjo el 6 de diciembre de 2023, 14 años después de ser sentenciado a 25 años de cárcel por los delitos de homicidio calificado, lesiones graves y secuestro agravado por trato cruel.

Aunque en 2017 fue liberado por un indulto presidencial, el Tribunal Supremo requirió al siguiente año nuevamente su encarcelamiento al reconsiderar argumentos presentados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH).

Sin embargo, el Tribunal Constitucional dictaminó el 5 de diciembre de 2023 “la falta de competencia de la CorteIDH” sobre este caso y desechó la orden de reencarcelamiento.

Fujimori fue declarado culpable de ordenar a un escuadrón de la muerte, conocido como el Grupo Colina, llevar a cabo dos masacres, así como por su participación en los secuestros del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer, ambos en 1992.

Los crímenes de los que se le acusó sucedieron en el marco del conflicto interno de Perú en el que el gobierno realizó una campaña contra el insurgente grupo armado Sendero Luminoso.

Estos fueron los casos que llevaron por primera vez a un presidente de América Latina a la cárcel por crímenes de lesa humanidad.

Masacre de Barrios Altos

El 3 de noviembre de 1991, seis hombres enmascarados irrumpieron en una fiesta en un pequeño apartamento del distrito Barrios Altos, una zona de clase baja, aledaña al Palacio Presidencial.

Los hombres eran miembros del escuadrón de la muerte que llegó a conocerse como el Grupo Colina.

Según el testimonio de uno de los integrantes, el objetivo era capturar a sospechosos de Sendero Luminoso pero, a medida que se acercaba la hora del operativo, se dio cuenta de que el propósito era matarlos.

Jesús Sosa Saavedra al ser arrestado
AFP
Jesús Sosa Saavedra fue el último miembro del Grupo Colina en ser arrestado, en 2008.

Los enmascarados dispararon contra los asistentes, matando a 15 personas —incluyendo un niño de 8 años— e hiriendo gravemente a cuatro.

Pero la masacre de Barrios Altos fue un error. Mala información de inteligencia hizo que el escuadrón confundiera la fiesta con una reunión secreta del grupo insurgente y matara a civiles inocentes.

El mismo testigo describió cómo él y sus compañeros del escuadrón bebieron cerveza y brindaron en la playa horas después de la matanza.

Masacre de La Cantuta

En la madrugada del 18 de julio de 1992, miembros del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y de la Dirección Nacional contra el Terrorismo (Dincote), la mayoría miembros del Grupo Colina, forzaron su entrada en las residencias estudiantiles de la Universidad Nacional Enrique Guzmán y Valle, conocida como La Cantuta.

El operativo era en respuesta a una explosión en el barrio de Miraflores, reivindicada dos días antes por Sendero Luminoso, que fue uno de los ataques más mortales de una campaña de atentados con bomba de la organización insurgente, que dejó 25 muertos y más de 200 heridos.

En La Cantuta, las tropas ordenaron a los estudiantes abandonar sus habitaciones y los colocaron bocabajo en el piso. Nueve individuos fueron separados del grupo y llevados a la fuerza.

Trabajos de exhumación por el caso de La Cantuta
Getty Images
La exhumación de víctimas de La Cantuta se llevó a cabo en 2007, pero fue difícil identificar los cuerpos que habían sido incinerados.

Entre tanto, un grupo de soldados irrumpió en la residencia del profesor Hugo Muñoz Sánchez. Tras el registro de la propiedad, también se lo llevaron.

Según la Fiscalía que investigó el caso, los nueve estudiantes y el profesor fueron desaparecidos forzosamente y asesinados.

El Grupo Colina había quemado los cadáveres, por lo cual se había hecho difícil su identificación. En 1995, Fujimori declaró una amnistía que cobijó a los miembros del escuadrón.

Secuestro del periodista Gustavo Gorriti

Gustavo Gorriti es un periodista que se destacó en los 80 reportando sobre el conflicto entre el gobierno y Sendero Luminoso, reconocido por su conocimiento de dicha organización.

También fue un crítico del gobierno fujimorista.

En 1992, publicó una serie de artículos en la revista Caretas donde vinculó al gobierno con organizaciones narcotraficantes, implicando en particular a Vladimiro Montesinos, el “hombre fuerte” de Fujimori y director del Servicio de Inteligencia del Ejército entre 1990 y 2000.

En reacción a los artículos, el 6 de abril de 1992, una unidad del ejército peruano lo arrestó en su casa y lo llevó a los sótanos del Servicio de Inteligencia.

Gustavo Gorriti
Getty Images
Gustavo Gorriti reportó ampliamente sobre Sendero Luminoso y fue un crítico del gobierno de Fujimori.

El secuestro sucedió durante el llamado “fujimorazo” o autogolpe, una crisis constitucional en la que Fujimori disolvió el Congreso y detuvo a varias figuras de la oposición.

La esposa de Gorriti alertó a la prensa y a gobiernos extranjeros, incluyendo Estados Unidos. La presión internacional causó que el periodista fuera trasladado a un lugar de detención oficial y dos días después de su secuestro fue puesto en libertad.

Gorriti vivió en el exilio durante los 90, primero en EE.UU. y luego en Panamá.

Secuestro del empresario Samuel Dyer

El 27 de julio de 1992, Samuel Dyer se encontraba en el Aeropuerto Internacional de Lima, dispuesto a viajar a Estados Unidos.

Sin orden judicial, fue impedido de abordar un avión por personal del SIN y llevado a las oficinas de migración donde le informaron que tenía una orden de captura.

De ahí fue trasladado violentamente a los calabozos del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), donde permaneció privado de libertad y fue interrogado sobre su presunta colaboración con Sendero Luminoso.

La sede del Servicio de Inteligencia del Ejército en 2000
Getty Images
La sede del Servicio de Inteligencia del Ejército estuvo protegida por policías antimotines en septiembre de 2000, cuando se aproximaba el fin de la Era Fujimori.

El empresario fue sometido a una investigación de cuatro días, sin justificación ni pruebas, hasta que no tuvieron forma de encontrar “vínculos terroristas”.

La SIE lo sacó subrepticiamente de su sede, lo dejó en una calle y lo “hizo huir”. Dyer se refugió temporalmente en la embajada de México en Lima y poco después salió a EE.UU. con su familia.

Varios militares recibieron duras condenas por su participación en estos delitos, incluyendo Julio Salazar Monroe, exjefe del SIN, y Juan Rivero, exjefe del SIE.

Fujimori fue encontrado culpable de ordenar las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, así como de avalar los secuestros de Gorriti y Dyer.

* Esta nota fue publicada originalmente a raíz de la orden de libertad para Fujimori y actualizada el 11 de septiembre de 2024 con su muerte.

Línea gri
BBC

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