El Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) nació con la promesa de ser la respuesta institucional a uno de los problemas más graves de México: la corrupción. Sin embargo, a ocho años de su creación, los constantes ajustes legislativos, la falta de nombramientos y las tensiones internas hacen cuestionar si este sistema podrá cumplir con su misión. En este contexto, el cambio de liderazgo en el Comité de Participación Ciudadana (CPC) pone de nuevo bajo la lupa la fragilidad estructural del SNA.
El próximo 7 de febrero, el CPC del SNA experimentará un cambio de presidencia cuando Magdalena Rodríguez Castillo ceda la batuta a Vania Pérez Morales. Este relevo coincide con una serie de modificaciones legislativas que redefinen el funcionamiento del SNA, entre ellas la desaparición del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), lo que redujo a seis los integrantes de su Comité Coordinador del SNA.
Además, la reforma estructural al Poder Judicial sustituyó al Consejo de la Judicatura Federal por el Tribunal de Disciplina Judicial. Por otro lado, la Secretaría de la Función Pública fue transformada en la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno, encargándose ahora, entre otros temas, de las funciones del extinto INAI. Este reacomodo institucional plantea preguntas críticas como ¿qué sucederá en caso de empate en las decisiones del Comité Coordinador? ¿Cómo afectará esta reconfiguración al equilibrio de poderes al interior del SNA? ¿Tendrá el mismo peso el voto ciudadano o se verá opacado por la agenda del gobierno federal?
Entre los retos que enfrenta el SNA nos encontramos la falta de nombramientos de los sistemas anticorrupción estatales. Actualmente, según organizaciones de la sociedad civil como Mexiro, 27 de los 33 sistemas estatales carecen de los nombramientos necesarios para operar correctamente. A nivel nacional la situación no es más alentadora, ya que en febrero, cuando Vania Pérez Morales asuma la presidencia del CPC, este contará solo con tres de los cinco integrantes que exige la ley.
Esta situación se agrava por la inacción del Senado de la República, que no ha nombrado a la Comisión de Selección encargada de designar a los integrantes faltantes del CPC del SNA. La ausencia de un CPC completo compromete gravemente el funcionamiento del SNA, ya que este comité es responsable de articular la participación ciudadana y supervisar las políticas anticorrupción.
A la crisis estructural del SNA se suma un ambiente de tensión dentro del CPC del SNA. La relación entre sus integrantes está marcada por enfrentamientos personales y profesionales. Durante la primera sesión extraordinaria del CPC en 2025, transmitida públicamente, se evidenciaron conflictos entre las integrantes, particularmente entre Patricia Talavera y la futura presidenta, Vania Pérez Morales. Estas tensiones no solo afectan la dinámica interna, sino también el cumplimiento de sus responsabilidades.
Estas disputas internas son síntoma de un problema más profundo como es la falta de profesionalismo y cohesión dentro del órgano que debe liderar el combate a la corrupción desde la sociedad civil.
Lejos de ser anécdotas aisladas, estas tensiones en el CPC del SNA reflejan un problema más profundo: la incapacidad del Comité para trabajar de manera colegiada. La desconfianza y las acusaciones dentro de este órgano no sólo minan la credibilidad del SNA, sino que también dificultan la colaboración con otros actores clave en la lucha contra la corrupción.
Ante este panorama desalentador, es crucial evaluar si el SNA ha cumplido con las expectativas para las que fue creado. Desde su inicio, el sistema nunca ha operado plenamente con todas las instituciones previstas en la ley. Más preocupante aún es que la corrupción que busca combatir parece haber permeado incluso al interior del propio sistema.
El futuro del SNA requiere un replanteamiento profundo, más allá de los ajustes legislativos. Es necesario garantizar la integridad y el compromiso de quienes lo integran, así como fortalecer los mecanismos de participación ciudadana y colaboración con organizaciones de la sociedad civil. Sin un esfuerzo para resolver estos problemas, el SNA corre el riesgo de convertirse en un proyecto fallido, dejando a México sin una herramienta clave para enfrentar uno de sus mayores desafíos.
El SNA enfrenta una encrucijada: adaptarse para cumplir su misión o hundirse en su propia burocracia y conflictos internos. Sin una estrategia integral, el SNA corre el riesgo de convertirse en un proyecto fallido, dejando un vacío institucional que México no puede permitirse.
La corrupción no puede combatirse con instituciones débiles ni con liderazgos fragmentados, es momento de que las partes involucradas como el gobierno, sociedad civil y el propio CPC asuman la responsabilidad de transformar el SNA en un sistema funcional y digno de la confianza de la ciudadanía mexicana.
* Teresa López Barajas (@tereLpez) es investigadora en anticorrupción en Ethos Innovación en Políticas Públicas (@EthosInnovacion).
La obispa Mariann Edgar Budde hizo una petición al presidente Donald Trump por las minorías a las que afectarán sus nuevas políticas. El tono del sermón llamó la atención en EE.UU.
Sentado en primera fila, al lado de su esposa, Melania, el presidente Donald Trump escuchó este martes un sermón en la Catedral Nacional de Washington que llamó la atención de muchos en Estados Unidos.
La obispa Mariann Edgar Budde, la primera mujer en estar al frente de la Diócesis Episcopal de Washington DC, hizo un llamado de “clemencia” a Trump sobre minorías que estarán sujetas a las nuevas políticas que anunció al tomar posesión el lunes.
“Señor presidente: millones han puesto su confianza en usted. Y como usted dijo ayer, ha sentido la mano providencial de un Dios amoroso. En el nombre de Dios, le pido que tenga misericordia para gente en nuestro país que tiene miedo ahora”, dijo Budde.
“Hay niños gays, lesbianas y transexuales, y familias demócratas y republicanas e independientes, algunas de las cuales temen por sus vidas”, continuó.
Trump, que estaba con la mirada al frente en un inicio, comenzó a mover la cabeza hacia otros lados. El vicepresidente J.D. Vance fue más expresivo, al voltear la cara para mirar a su esposa.
La obispa continuó abogando por los migrantes: “Gente que recoge las cosechas, que limpia nuestras oficinas. Que trabajan en granjas y en empacadoras de carne. Que lavan la loza luego de que comemos en restaurantes. Y que trabajan en turnos nocturnos en hospitales”.
“Podrán no ser ciudadanos, o tener la documentación apropiada. Pero la vasta mayoría de los migrantes no son criminales. Ellos pagan impuestos, son nuestros vecinos, son fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas y templos”, dijo la obispa diocesana, quien está al frente de esta catedral de la Iglesia Episcopal estadounidense desde 2011.
“Le pido que tenga clemencia con aquellos en nuestras comunidades cuyos niños temen que sus padres sean llevados lejos. Y que ayude a los que huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí”.
Las palabras de Budde fueron parte de un servicio religioso con motivo de la investidura de Trump como presidente de EE.UU. el día anterior.
A la Catedral Nacional de Washington asistieron el presidente, el vicepresidente y sus respectivas familias, así como decenas de invitados.
El sermón de Budde vino luego de que el lunes Trump firmara una serie de órdenes ejecutivas que afectan a minorías, como los migrantes o la comunidad LGBT.
El presidente decretó un estado de emergencia en la frontera con México entre cuyos efectos impide la llegada de nuevas solicitudes de asilo.
Asimismo, ha prometido una deportación masiva de migrantes indocumentados.
Y firmó una orden para eliminar el derecho automático de ciudadanía a los hijos de migrantes sin estancia legal.
También decretó la eliminación de las políticas inclusivas instauradas en el gobierno anterior. Trump dijo que el gobierno solo considerará dos géneros, masculino y femenino, e instituciones públicas y militares dejarán de procurar políticas para la comunidad transgénero.
Luego del servicio, el presidente Trump regresó a la Casa Blanca, donde expresó su opinión sobre el sermón y el servicio religioso en general.
“No fue muy emocionante. No me pareció un buen servicio… Pudieron haberlo hecho mucho mejor”, añadió al entrar a la residencia presidencial.
El sermón causó sorpresa y se convirtió en uno de los temas del día en Washington DC y en el resto del país, pues no es habitual que el presidente de EE.UU. enfrente un a declaración así.
Algunos elogiaron a Budde por haber planteado una petición de misericordia para las minorías de Estados Unidos.
Otros fueron críticos, como el representante republicano Mike Collins, que dijo que Budde debería ser “añadida a la lista de deportaciones”, pese a que la obispa es estadounidense.
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