Home
>
Analisis
>
Invitades
>
Los retos y riesgos de invadir Venezuela
Blog invitado
Blog invitado
Espacio de análisis, blogueo y... Continuar Leyendo
7 minutos de lectura

Los retos y riesgos de invadir Venezuela

En un momento en el que el sistema internacional se reconfigura aceleradamente, intervenir militarmente en Venezuela no solo sería un reto monumental por lo que implica controlar un territorio como el venezolano, sino una apuesta peligrosa que podría desatar dinámicas violentas profundamente desestabilizadoras. Sobre todo, si se trata de una invasión a gran escala como las que vimos en Irak o Afganistán.
04 de diciembre, 2025
Por: Adrián Marcelo Herrera Navarro

En las últimas semanas hemos visto crecer la posibilidad de un ataque estadounidense a Venezuela. Las tensiones recientes en el sur del Caribe han reactivado un fantasma que parecía relegado a los márgenes de la política hemisférica: la posibilidad de una intervención militar estadounidense en una nación latinoamericana. Hechos como los bombardeos de embarcaciones de bandera venezolana en el Caribe, el despliegue del portaaviones USS Gerald Ford frente a las costas venezolanas, junto con la designación del llamado “Cártel de los Soles” y del propio Nicolás Maduro como entidades terroristas, ha configurado un contexto de creciente tensión.

Más allá del simbolismo que pueden tener estas políticas, este tipo de acciones refleja un cambio cualitativo en la política de Washington: se pasa de un enfoque centrado en la confrontación diplomática y las sanciones económicas contra el régimen de Nicolás Maduro a la posibilidad de ver acciones militares directas, operaciones de inteligencia o incluso campañas de bombardeo aéreo destinadas a lograr un cambio de régimen. Queda claro que la idea de derrocar a Maduro cuenta con cierta popularidad al interior de Estados Unidos y serviría para distraer la atención de temas internos de índole económicos, políticos y sociales que preocupan a la población. Asimismo, la oposición demócrata no parece dispuesta a oponerse firmemente a una intervención, pues su cálculo político sugiere que una operación de este tipo podría convertirse en un lastre significativo para la Casa Blanca, un escenario que buscarían capitalizar con miras a las próximas elecciones.

Aunque la posibilidad de una invasión sigue siendo materia de especulación, su sola consideración obliga a reflexionar sobre los retos estratégicos y humanitarios que un conflicto de esta naturaleza traería consigo. En un momento en el que el sistema internacional se reconfigura aceleradamente, intervenir militarmente en Venezuela no solo sería un reto monumental por lo que implica controlar un territorio como el venezolano, sino una apuesta peligrosa que podría desatar dinámicas violentas profundamente desestabilizadoras. Sobre todo, si se trata de una invasión a gran escala como las que vimos en Irak o Afganistán.

En primer lugar, cualquier operación militar enfrentaría un entorno operacional para el ejército estadounidense mucho más adverso de lo que suele asumirse en las discusiones superficiales. Venezuela no es un Estado fallido indefenso ni un territorio vacío, pero sobre todo Venezuela no es fácil de controlar. Es un país de más de 916 mil kilómetros cuadrados con una geografía compleja que consiste en selvas, montañas, ríos, zonas urbanas densamente pobladas, así como una serie de fronteras porosas difíciles de controlar. Bajo este panorama, una invasión a gran escala resultaría no solo logística y tácticamente desafiante, sino también política y diplomáticamente costosa, pues difícilmente contaría con el respaldo de Colombia y Brasil, los dos vecinos más relevantes en la zona, así como de otras potencias como Rusia o China.

De llevarse a cabo una invasión vemos varios retos. En primer lugar, el control territorial y sobre todo de la capital. Un desembarco estadounidense con el objetivo de tomar Caracas sería sumamente complicado, pues la capital está separada de la zona costera por un estrecho valle que fácilmente puede ser sitio de ataques a objetivos militares. Este fue el caso de los ataques contra objetivos militares estadounidenses en los valles y montañas de Afganistán. Segundo, la capital está rodeada de un terreno montañoso y selvático de difícil acceso, así como de barrios y asentamientos irregulares que dificultaría un control real más allá del centro urbano de la ciudad.

Aunado a esto, el terreno general de Venezuela es sumamente complicado de controlar: el terreno selvático y montañoso es ideal para una resistencia en la forma de una guerra de guerrillas, lo que sería catastrófico para un ejército regular y moderno como el estadounidense que no está diseñado para combates de este tipo. Desde Vietnam y pasando por Irak y Afganistán vimos las limitaciones de combate frente a formas de combate irregulares, que sería lo que probablemente veríamos en una ocupación de Venezuela. A ello se suma que las Fuerzas Armadas venezolanas, pese a sus múltiples problemas internos, cuentan con armamento antiaéreo ruso, misiles de defensa costera y capacidad para imponer costos significativos en una operación convencional. Estados Unidos podría derrotar rápidamente su infraestructura militar formal, pero no podría evitar la transición hacia operaciones de tipo guerrilleras que desatarían un conflicto prolongado, fragmentado y difícil de controlar.

Debido a estas complicaciones, el escenario más probable no sería una invasión a gran escala, sino una serie de operaciones militares selectivas. Podríamos ver una fuerza de incursión limitada quizá análoga a lo ocurrido en Panamá en 1989 con la caída de Noriega, aunque resulta aún más probable que veamos operaciones con drones y bombardeos aéreos al interior de Venezuela dirigidos contra objetivos considerados estratégicos. Estas acciones serían justificadas bajo el argumento de desmantelar la infraestructura de narcotráfico asociada “Cártel de los Soles” (que, dicho sea de paso, puede ser un laboratorio para posibles incursiones en operaciones anti-narco en México). Asimismo, es altamente probable que se desplieguen operaciones encubiertas a cargo de la CIA, algunas de las cuales, según diversos reportes, ya han recibido autorización por parte de la Casa Blanca.

No podemos obviar que el territorio venezolano es sitio de operación de múltiples actores armados con un fuerte arraigo territorial: los llamados “colectivos”, diversas bandas criminales y pandillas, guerrillas y grupos rebeldes, cárteles del narcotráfico y grupos armados dedicados a la explotación ilícita de oro y otros minerales. Estas son organizaciones criminales que en muchos casos colaboran e incluso dependen del régimen de Maduro para sus operaciones, pues entre ambos construyeron una sociedad de beneficencia mutua. Si bien el régimen en Caracas y el ejército venezolano controlan los recursos como oro y petróleo, debido a las sanciones internacionales requieren de la operación de actores ilícitos para la distribución y acceso a mercados internacionales. Por lo que la caída del régimen de Maduro puede abrir la puerta a que estos grupos, que ya cuentan con una relación de negocios con el ejército venezolano y con gran parte del régimen en Caracas busquen a toda costa mantener la influencia que tienen sobre el Estado venezolano.

Así, una eventual invasión estadounidense y la subsecuente caída de Maduro podrían abrir un escenario todavía más destructivo: una disputa armada por el control del aparato estatal, una profundización de la infiltración criminal en las instituciones y, potencialmente, una guerra entre organizaciones delictivas por preservar sus enclaves de poder en paralelo al conflicto que existiría por la ocupación estadounidense. El resultado sería un panorama profundamente adverso para una población que ya enfrenta condiciones extremas derivadas de la prolongada crisis económica y humanitaria del país.

Al mismo tiempo, persiste la posibilidad de que un cambio de régimen provocado por una operación estadounidense no derive en una transición ordenada ni pacífica. Es probable que Nicolás Maduro caiga, sobre todo si se replica una operación similar a la invasión de Panamá en 1989, pero no está claro que su salida implique el desmantelamiento del régimen chavista en su conjunto. Es por eso que es necesario diferenciar entre la persona y la estructura del régimen para entender que puede “cambiar todo para no cambiar nada”. Esto es especialmente relevante en un escenario donde las pugnas internas por el poder se combinan con la crisis humanitaria que provocaría una intervención y con los riesgos inherentes al vacío de autoridad en caso de un colapso total del gobierno venezolano.

Venezuela atraviesa ya una de las crisis socioeconómicas más profundas de la región, con millones de personas desplazadas y un aparato estatal severamente debilitado y deslegitimado. En este contexto, una intervención armada (incluso si fuera limitada o selectiva) implicaría el riesgo de destruir infraestructura crítica, detonar nuevos desplazamientos forzados, agravar una crisis migratoria que ya tensiona a los países vecinos y, sobre todo, abrir un vacío de poder que potencialmente resultaría en un espiral de violencia generalizada. La experiencia de Irak y Libia demuestra que la caída abrupta de un régimen sin un plan efectivo de sustitución institucional rara vez produce una mejora en la situación para la población local; por el contrario, los efectos colaterales de transiciones desordenadas se amplifican con rapidez, especialmente cuando el tejido social y económico está profundamente erosionado. Bajo estas condiciones, Venezuela, lejos de “ser liberada”, podría fragmentarse en un mosaico de enclaves armados en competencia por acceso a recursos, rutas de tráfico y legitimidad.

Debido a ello, las probabilidades de que Venezuela enfrente una crisis humanitaria aún más profunda aumentan considerablemente. La gran incógnita sigue siendo qué ocurriría el día después del hipotético colapso del régimen de Maduro. Lo que sí parece claro es que una intervención estadounidense difícilmente produciría los resultados ordenados y rápidos que algunos sectores anticipan. Por el contrario, podría desencadenar dinámicas que profundicen el sufrimiento de la población venezolana, deterioren aún más su ya precaria situación económica y profundizaría aún más la inestabilidad regional.

* Adrián Marcelo Herrera Navarro (@adrianmarcelo96) es maestro en Ciencia Política por El Colegio de México, con especialización en temas de seguridad nacional y relaciones internacionales.

Lo que hacemos en Animal Político requiere de periodistas profesionales, trabajo en equipo, mantener diálogo con los lectores y algo muy importante: independencia
Tú puedes ayudarnos a seguir.
Sé parte del equipo
Suscríbete a Animal Político, recibe beneficios y apoya el periodismo libre.
Iniciar sesión

Registrate
Suscribete para comentar...
Imagen BBC
El gobierno de Trump paraliza los procesos de residencia y ciudadanía para migrantes de Venezuela, Cuba, Haití y otros 16 países
3 minutos de lectura

La medida de paralización de los procesos migratorios afecta a las personas provenientes de 19 países no europeos.

03 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
0

El gobierno de Donald Trump anunció este martes la suspensión de las solicitudes de inmigración presentadas por ciudadanos de Venezuela, Cuba, Haití y otros 16 países no europeos, a los que les había restringido la posibilidad de viajar a Estados Unidos a principios de este año.

La decisión paraliza las solicitudes de residencia y ciudadanía pendientes de las personas procedentes de ese grupo de países y exige que todos los inmigrantes procedentes de esos estados “se sometan a un proceso de revisión exhaustiva”.

Además de los países latinoamericanos mencionados, la lista afecta a los ciudadanos de Afganistán, Burundi, Chad, Eritrea, Guinea Ecuatorial, Irán, Laos, Libia, Myanmar, República del Congo, Somalia, Sudán, Yemen, Sierra Leona, Togo y Turkmenistán.

La medida fue formalizada a través de un memorando del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos en el que se anuncia un proceso exhaustivo de reevaluación, para analizar a fondo “las amenazas a la seguridad nacional y pública, así como cualquier otro motivo de inadmisibilidad o inelegibilidad”.

El texto oficial que detalla la nueva política hace referencia al ataque armado ocurrido la semana pasada en Washington D.C. contra dos miembros de la Guardia Nacional, uno de los cuales falleció.

Por ese ataque fue detenido como sospechoso Rahmanullah Lakanwal, un hombre afgano que había colaborado con las fuerzas estadounidenses en Kabul y que entró a EE.UU. en 2021, beneficiado por un programa que otorgó protección especial a los migrantes de ese país, tras la retirada de los militares de EE.UU. de ese país.

La oleada de restricciones ocurridas tras el ataque a los miembros de la Guardia Nacional sugiere un enfoque creciente del gobierno de Trump sobre la inmigración legal, enmarcado en la protección de la seguridad nacional.

Desde que volvió a la presidencia en enero, Trump firmó una orden ejecutiva en la que busca “proteger a los ciudadanos estadounidenses de extranjeros que puedan intentar cometer actos terroristas, representar amenazas a la seguridad nacional, promover ideologías de odio o explotar las leyes de inmigración con fines maliciosos”.

En ese contexto, Trump ha ordenado enviar a decenas de agentes federales a las principales ciudades de Estados Unidos para detener migrantes indocumentados y concretar deportaciones.

BBC

Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.

Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.

También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro canal de WhatsApp.

Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.

Iniciar sesión

Registrate
Suscribete para comentar...