En un cuento que es ampliamente conocido, Hans Christian Andersen relata la historia de un emperador que fue víctima del engaño de unos estafadores quienes le hablaron de las grandiosas propiedades de una delicada y suave tela, pero que resultaba invisible para aquellas personas faltas de inteligencia o que no eran competentes para desempeñar un cargo. El emperador, afecto a vestir trajes nuevos, pidió a aquellos estafadores que de inmediato confeccionaran un traje con aquella tela prodigiosa, temiendo en todo momento no poder observarla y en consecuencia recibir las burlas de todo su reino. El desenlace no es difícil de prever- un resultado trágico por lo penoso de la exhibición-: el emperador desfilando sin ropa frente a su pueblo.
El cuento presenta varias aristas importantes que vale la pena analizar. Un emperador que dudaba sobre la existencia de la tela invisible, pero que no quería ser tildado como poco inteligente o no apto para dirigir su reino. Un grupo de asesores que sabían que todo era una farsa, pero que no se atrevían a denunciar que las telas invisibles no existen para no perder la cercanía o el favor del emperador; ser tildados de no poseer inteligencia, o peor aún, ser considerados como traidores frente a las ideas del monarca.
Este cuento resulta particularmente interesante para ilustrar lo que actualmente ocurre en México a propósito de la reforma judicial. Durante los últimos meses, defensoras y defensores del oficialismo han ofrecido a la sociedad una tela invisible como la solución para resolver los graves problemas de la justicia en México: el voto popular de juezas y jueces. Una tela invisible que mágicamente transformará la función judicial.
La consigna resulta profundamente cautivadora (en términos narrativos) como amenazante. Cautivadora: el voto del pueblo purificará y mágicamente cambiará la manera en que se dicta la justicia en México eliminando la corrupción, el nepotismo y la lejanía de la justicia del pueblo. Amenazante: todo aquel que se atreva a afirmar que esa idea es un disparate será tachado de conservador o corrupto, y si es partidario del oficialismo, como un traidor al movimiento.
Al igual que en el cuento de Andersen, en la realidad mexicana aparecen muchos elementos que vale la pena analizar y, si se me permite, extender a nuevos confines que incluso para un escritor de cuentos podrían considerarse como un exceso. Pero la realidad es así.
En primer lugar, quisiera aclarar una cuestión. Los graves problemas en el acceso a la justicia en México no constituyen un problema novedoso. Durante décadas, muchas personas que hemos trabajado en la defensa de casos, así como desde el activismo y la academia u otros espacios, de manera constante (frente a este y otros gobiernos) hemos denunciado la ceguera de una justicia que no escucha ni ve a los más desfavorecidos, pero que tampoco es eficiente para resolver la conflictividad social que es parte de la vida de cualquier sociedad, lo que nos tiene el día de hoy como un país que vive en una impunidad crónica y lacerante. Eso desde luego, el problema estructural de la justicia, no se limita sólo al papel de juezas y jueces sino que involucra fiscalías, defensorías, institutos de servicios periciales, etc.
Dicho lo anterior, también es cierto que, quienes trabajamos o tenemos contacto de manera cotidiana con el entorno jurídico sabemos que los problemas del sistema de justicia son ocasionados por diferentes factores, algunos de ellos muy complejos y que, por tanto, no pueden resolverse con una alguna “tela invisible y prodigiosa”, ni con cualquier otro artefacto mágico. De hecho, cuando miramos a quienes desde una posición política abiertamente militante defienden la tesis de la tela invisible (el voto popular de juezas, jueces, magistradas, magistrados), no podemos entender qué lleva a muchas de esas personas a solapar y defender una solución que a todas luces saben que es una farsa. Esto no quiere decir que se deba defender la situación actual de la judicatura, sino que la reforma de la justicia requiere una estrategia integral y planificada, construida desde el diálogo abierto, con la calma necesaria y la meditación para su mejora y transformación, y no una apuesta a fórmulas milagrosas como la antes referida construidas desde la lógica de la imposición.
Pero las cosas en México se han llevado más allá de lo que pudo haber imaginado Hans Christian Andersen en el conocido cuento antes señalado. Imaginemos que, frente a las voces que denuncian activamente que la tela invisible es abiertamente una tomada de pelo, las y los legisladores de nuestro país, en vez de cuestionarse si la tela invisible existe, en realidad, deciden elevarla a rango constitucional. Un breve paréntesis: mientras que en el siglo XVIII se crearon Constituciones para reconocer derechos, en el siglo XXI, en México y otros países, se elevan a la Constitución decisiones autoritarias y restricciones a derechos que se quieren dotar de absoluta inmunidad-impunidad.
El problema es que la tela invisible no solo no resuelve los problemas de la justicia, sino que desmantela elementos clave de la independencia judicial: la carrera judicial, los criterios de inamovilidad y, en consecuencia, las reglas que de manera estricta regulan las razones por las que es válido nombrar o separar a una jueza o juez de su encargo.
Regresemos a nuestra historia. El mecanismo es poderoso: el pueblo ha decretado que la tela invisible existe y nos ha conferido el mandato de defenderla hasta la ignominia, aseguran con orgullo sus defensoras y defensores. Entonces, por qué no callar a todas aquellas personas que afirmen que la tela invisible es un engaño. Por ello, deciden avanzar una jugada (a su juicio) maestra: ¿qué tal si impedimos que los tribunales del país se pronuncien sobre esta y cualquier otra tela invisible, varita mágica o cualquier artefacto mágico que las mayorías ofrezcan como solución para el país?
Como la realidad puede superar el imaginario descrito en cualquier cuento, las y los legisladores en vez de preguntarse por qué tantas personas que conocen sobre temas de acceso a la justicia (no solo en México, sino en diversas partes del mundo) han cuestionado que medidas, como la implementación de telas invisibles, no solucionan los problemas y pueden ocasionar daños estructurales a los sistemas de justicia, deciden impulsar una reforma a la Constitución para blindar cualquier decisión de la mayoría política y callar a quienes denuncien sus efectos devastadores (desde luego, incluidos los tribunales o la Suprema Corte). Así, y de forma paradójica: en México decidimos dotar de poderes ilimitados a las y los vendedores de telas invisibles y blindar su poder desde la misma Constitución.
Más allá de lo absurdo que parezca esta versión extendida y adaptada de un cuento, lo que resulta realmente increíble es que el debate público de toda una nación, que los recursos económicos que hacen tanta falta para mejorar el sistema de justicia y que el tiempo tan valioso de un pueblo se dilapide en la defensa de una tela invisible que nuevamente se construye por el capricho del emperador.
Y exactamente como en aquel cuento -en donde un niño gritó en medio del desfile- la honestidad y congruencia intelectual nos llevan a recordar y gritar que: ¡el emperador está desnudo!
* Ricardo A. Ortega Soriano (@ricardo__ortega) es director del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
El exmandario boliviano publicó un video en su cuenta de Facebook donde se ven impactos de bala en los cristales del auto que lo llevaba a una entrevista en Cochabamba.
El expresidente de Bolivia Evo Morales denunció el domingo que hombres armados dispararon una lluvia de balas contra su automóvil cuando se dirigía a su programa semanal de radio en la ciudad de Cochabamba, en el centro del país.
En un comunicado de su partido, Movimiento Al Socialismo (MAS), publicado por Morales en su cuenta de X, responsabilizó directamente al presidente Luis Arce, al ministro del Interior, Eduardo del Castillo; y al ministro de Defensa, Edmundo Novillo.
En el comunicado se afirma que los vehículos que dispararon al coche del exmandatario ingresaron en un cuartel militar y que, según testigos, sus ocupantes luego se marcharon en un helicóptero.
A poco de saberse el incidente, el presidente Luis Arce dijo que había ordenado una “inmediata y minuciosa investigación” para esclarecer este suceso.
Y, ahora, el gobierno de Bolivia ha rechazado estas afirmaciones y dado su versión de los hechos.
El ministro del Interior, Eduardo del Castillo, dijo que el convoy del expresidente huyó de una patrulla antidrogas que realizaba un control rutinario de vehículos en la carretera del Trópico de Cochabamba.
Según esta versión, en esa huida, el equipo de seguridad de Morales disparó contra la policía, llegó a herir a uno de ellos y atropelló a otro.
Del Castillo calificó de “mentiroso” al exmandatario e indicó que el chofer de Morales no quiso parar ante la orden de los agentes y aumentó la velocidad.
A su vez, Morales ha negado esta versión y ha dicho en una publicación en X que le habían disparado “más de 18 veces”.
“Tardaron 30 horas para montar una mentira (…) quieren convertir a la víctima en victimario. Hay muchas pruebas de que nos emboscaron, pero dicen que nosotros disparamos. Ninguno de nosotros llevaba ningún tipo de armamento”.
El domingo Morales publicó en su cuenta de Facebook un video tomado desde un automóvil en movimiento que muestra agujeros de bala en los parabrisas delantero y trasero. El expresidente está sentado en el asiento del copiloto. Al menos una persona en el vehículo tenía sangre.
El contenido del video y su autenticidad no pudieron ser verificados.
Al respecto, Del Castillo afirmó que los videos “están editados”.
“Señor Morales, nadie cree el teatro que usted ha montado”, añadió.
“Nadie ni nada lo va a salvar de este proceso penal, nadie que ataque a un policía puede seguir en la impunidad (…), nadie puede buscar matar a un policía y victimizarse”, concluyó el ministro del Interior.
El presunto ataque se produce en medio de crecientes tensiones en Bolivia entre los partidarios de Morales y los del actual presidente, Luis Arce, un exaliado de Morales.
Arce fue ministro de Economía de Morales entre 2006 y 2019 y ambos son miembros del mismo partido político socialista MAS (Movimiento al Socialismo), pero han tenido cada vez más enfrentamientos desde 2021, como parte de una lucha de poder de cara a las elecciones de 2025.
Morales fue muy popular en el país andino hasta que intentó eludir la Constitución para buscar un cuarto mandato.
Y en junio, un intento de golpe de Estado de una parte del ejército -ordenado por el general Juan José Zúñiga- en el que un grupo de soldados y vehículos militares intentaron tomar el control de la Plaza Murillo, elevó aún más la fricción política entre Arce y Morales.
En el último episodio de tensiones, los partidarios de Morales han bloqueado durante dos semanas carreteras clave y se han enfrentado con las fuerzas de seguridad que intentan despejarlas.
El gobierno los acusa de desestabilizar a Bolivia -ya que los bloqueos han interrumpido el suministro de alimentos y combustible-, y de intentar “interrumpir el orden democrático”.
La administración de Arce también expuso en un comunicado que algunos grupos aliados de Morales estaban armados y advirtieron sobre la violencia, citando a 14 policías heridos al intentar romper los bloqueos.
El país también lidia con la disminución de la producción de gas, el agotamiento de las reservas de divisas y el aumento de la inflación, lo que aumenta la presión sobre el partido gobernante y conduce a luchas internas políticas cada vez más complicadas.
Evo Morales es el principal líder de la izquierda en Bolivia y uno de los nombres más reconocidos en la política sudamericana. Líder indígena y cocalero, fue electo presidente en 2005 y fue reelecto dos veces.
Está siendo investigado actualmente por violación, tráfico de personas y contrabando de personas por su presunta relación sexual con una joven de 15 años miembro de su guardia política juvenil en 2015.
Fue citado formalmente por los fiscales regionales para declarar en el caso, pero no se presentó y ahora enfrenta una orden de arresto. Morales niega rotundamente las acusaciones.
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