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Reforma judicial: en el nombre del padre
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Reforma judicial: en el nombre del padre

En la más reñida votación plenaria de la era contemporánea del Senado mexicano -la referente a la reforma al poder judicial- fueron dos padres los que, simbólica y prácticamente, inclinaron la balanza para incidir en el destino de millones.
12 de septiembre, 2024
Por: Sergio A. Bárcena

Desde los relatos mitológicos más arcaicos de Occidente hasta las teorías modernas de la psicología, la figura del padre ha sido un pilar de autoridad, protección y, en muchos casos, un símbolo de refugio en momentos de crisis. El Zeus griego (o Saturno para los romanos) es el gran padre que jamás dejará sus vicios: devora a sus hijos, viola a quien desea y sigue siendo el padre. Una autoridad incuestionable que actúa por encima de cualquier convención moral.

En el psicoanálisis, el padre es la personificación del deber, el guardián del orden que, con mano firme, impone límites y guía destinos; es el superyó encarnado, quien dice qué hacer y cómo hacerlo.

La figura del padre ha sido una constante en la historia de México, no solo como símbolo de autoridad, sino como el símbolo que orienta y del que, simultáneamente dependemos. Nuestro primer padre (Hidalgo) encendió la llama de la independencia para liberar a una patria adormecida. Juárez (el padre del Estado laico) cimentó las bases de la república moderna. Madero (el padre de la Revolución) se levantó contra una dictadura que asfixiaba al pueblo. Nuestro “Tata” nos devolvió la tierra y el petróleo, fortaleciendo la soberanía nacional. Es tal su presencia entre nosotros que, durante casi dos siglos, fueron ellos los mencionados en el Grito de Independencia, hasta que, en 2019, por primera vez, se incluyó a las madres.

En la más reñida votación plenaria de la era contemporánea del Senado mexicano (la referente a la reforma al poder judicial) fueron dos padres los que, simbólica y prácticamente, inclinaron la balanza para incidir en el destino de millones. Uno de ellos estuvo presente físicamente, representando a su hijo en un momento crítico, mientras que el otro, ausente por un deber familiar ineludible, terminó definiendo el resultado con su ausencia.

Con la mirada extraviada y las manos temblorosas, el exgobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, tomó la tribuna del Senado para defender el voto de su hijo, Miguel Ángel Yunes Márquez. Asumiendo su papel en el legado familiar, el discurso del padre fue más que una declaración de postura: un escudo hoplita levantado para resguardar a su vástago de las presiones políticas; un gesto de protección que reflejaba cómo, en momentos decisivos, los padres aún guían el curso de la política mexicana.

El senador Daniel Barreda, de Movimiento Ciudadano, se ausentó del recinto pues su padre, coincidentemente detenido por el sistema judicial que se va a reformar, lo necesitaba en Campeche como apoyo moral ante una detención de la que poco se supo. El hijo no podía anteponer su deber con la Patria por encima de su deber. Porque al padre se le debe todo; al elector y a la nación, nada.

Al final, la reforma judicial se aprobó por un margen mínimo de votación que marcará las vidas de generaciones. Dos votos que nos recuerdan que la presencia del padre en la política mexicana persiste y se siente en decisiones que no solo modifican el sistema judicial, sino que se establecen como hitos que definirán el rumbo de la justicia y la democracia en este país.

Los Yunes, Beltrones, Cárdenas, Alemán, Hank, Murat, Madrazo, Del Mazo, Gamboa (y muchos más) han moldeado el destino político de México durante al menos dos generaciones. Pero no es desde los escaños de Xicoténcatl donde gobiernan estos padres, sino desde nuestra conciencia común arraigada en una narrativa que ya hemos aprendido y que es más cercana a las monarquías hereditarias que a la democracia que idealizamos. La sombra del “padre protector” sigue posada sobre todos nosotros, y nadie logre emanciparse.

Por desgracia, buena parte del poder político en México se transmite de generación en generación siguiendo el curso de apellidos que sellan destinos y perpetúan linajes. Lejos de quedarse en los relatos históricos o mitológicos, este arquetipo del padre sigue arraigado en nuestra cultura política. No es casualidad que la democracia en México se siga ejerciendo en el nombre del padre.

* Sergio A. Bárcena es doctor en Ciencia Política por la UNAM. Actualmente profesor investigador de la escuela de humanidades del Tecnológico de Monterrey y director de la asociación civil Buró Parlamentario.

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Imagen BBC
Estudio descarta que el uso del celular aumente el riesgo de cáncer tras 30 años de investigación
6 minutos de lectura

Un informe comisionado por la OMS descarta que el uso del celular aumente las posibilidades de desarrollar cáncer en el cerebro, cabeza o cuello.

04 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
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El posible impacto del uso de celulares en el cerebro ha sido motivo de preocupación durante años. Los teléfonos móviles suelen sujetarse contra la cabeza durante su uso y emiten ondas de radio.

Las alarmas se encendieron en 2011 cuando Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC por sus siglas en inglés), que depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS), clasificó la exposición a las ondas de radio como posible carcinógeno para los seres humanos.

La IARC aclaró que su clasificación se basó en gran medida en evidencia limitada de estudios de observación en humanos y señaló que las pruebas no eran concluyentes.

Pero la posibilidad de un efecto carcinógeno fue suficiente para generar numerosos titulares alarmantes en la prensa vinculando el uso de celulares con el cáncer cerebral.

Sin embargo, una nueva revisión comisionada por la OMS de estudios realizados a nivel global concluyó que no hay evidencia de que el uso del celular incremente el riesgo de cáncer.

El análisis final incluyó 63 estudios de 1994 a 2022, evaluados por 11 investigadores de 10 países, incluyendo expertos de la autoridad de protección radiológica del gobierno australiano.

Mujer con el celular junto a la oreja
La nueva revisión “proporciona la evidencia más sólida hasta la fecha de que las ondas de radio de las tecnologías inalámbricas no son un peligro para la salud humana”, afirman sus autores. Foto: Getty Images

El nuevo trabajo comisionado por la OMS fue liderado por Ken Karipidis, director adjunto de evaluación de impactos en la salud de la Agencia Australiana de Protección contra la Radiación y de Seguridad Nuclear, ARPANSA por sus siglas en inglés.

“La clasificación de la IARC se basó en estudios observacionales previos en los que personas con cáncer de cerebro informaron que usaban un teléfono móvil más de lo que realmente lo hacían”, escriben en un artículo en The Conversation Karipidis y Sarah Loughran, también experta de ARPANSA y autora del trabajo.

Qué dice la nueva revisión sobre el uso del celular

La nueva revisión sistemática se basa en un conjunto de datos mucho mayor que la evaluación de la IARC de 2011 e incluye estudios más recientes y más completos, afirman los expertos australianos.

“Esto significa que ahora podemos estar más seguros de que la exposición a ondas de radio de teléfonos móviles o tecnologías inalámbricas no está asociada con un mayor riesgo de cáncer cerebral”.

“Esta revisión sistemática proporciona la evidencia más sólida hasta la fecha de que las ondas de radio de las tecnologías inalámbricas no son un peligro para la salud humana”.

La revisión consideró más de 5 mil estudios, aunque solo incluyó 63 en el análisis final. Los autores aclaran que la razón principal por la que se excluyeron estudios fue que “no eran relevantes”.

Una persona con el celular en la mano frente a una antena de telefonía móvil
La nueva evaluación también consideró la posible radiación de antenas de telefonía. Foto: Getty Images

No se encontró ninguna asociación entre el uso de teléfonos móviles y el cáncer de cerebro, ni ningún otro tipo de cáncer de cabeza o cuello”, escriben los autores.

Los investigadores analizaron también factores como tiempo desde el primer uso, número y duración de llamadas. También consideraron la posible radiación de antenas de telefonía.

“Tampoco hubo asociación con el cáncer si una persona usó un teléfono móvil durante diez o más años (uso prolongado). Y la frecuencia con la que lo usaron, ya sea según la cantidad de llamadas o el tiempo pasado en el teléfono, tampoco marcó una diferencia”.

Los autores destacan que estos hallazgos se alinean con investigaciones anteriores.

Y muestran que, aunque el uso de tecnologías inalámbricas ha aumentado enormemente en las últimas décadas, no ha habido un aumento en la incidencia de cánceres cerebrales.

¿Qué sucede ahora?

Las conclusiones de la nueva revisión son tranquilizadoras e implican que los límites establecidos por agencias como la Comisión Internacional sobre Protección Frente a Radiaciones No Ionizantes (ICNIRP por sus siglas en inglés) son seguros.

Los resultados “significan que nuestros límites de seguridad nacionales e internacionales son protectores. Los teléfonos móviles emiten ondas de radio de bajo nivel por debajo de estos límites de seguridad y no hay evidencia de que la exposición a ellas tenga un impacto en la salud humana”, afirman Karipids y Loughran.

Pero ambos expertos aclaran que es importante continuar con la investigación en este campo.

La tecnología se está desarrollando a un ritmo rápido. Con este desarrollo viene el uso de ondas de radio de diferentes maneras usando diferentes frecuencias. Por lo tanto, es esencial que la ciencia continúe garantizando que la exposición a las ondas de radio de estas tecnologías siga siendo segura”.

Jóvenes caminando en la calle mirando su celular
A pesar del enorme aumento en el uso de la tecnología inalámbrica, no ha habido un aumento correspondiente en la incidencia de cánceres. Foto: Getty Images

¿Cómo debemos interpretar el nuevo hallazgo?

“Esta nueva publicación nos permite pasar de un ‘posiblemente’ cauteloso a una confianza creciente en que los móviles no están incrementando nuestro riesgo.

No es el final del debate, pero sí un paso adelante hacia una comprensión más completa y basada en la evidencia”, escriben en un artículo los expertos españoles Alberto Nájera López, profesor de radiología y medicina física de la Facultad de Medicina de Albacete, y Jesús González Rubio, profesor asociado de bioestadística de la Universidad de Castilla-La Mancha.

“Por supuesto, esto no significa que no debamos seguir investigando. La tecnología y el uso de los móviles están en constante evolución y los científicos continuarán monitoreando cualquier cambio en las tendencias de salud pública”.

Para Nájera López y González Rubio el mensaje debe ser claro: “Use su dispositivo con moderación si lo prefiere, pero no hay evidencia sólida para que se preocupe por un aumento en las posibilidades de desarrollar un cáncer. La ciencia, al igual que el aparato que lleva en su bolsillo, está aquí para ayudarle a tomar decisiones informadas”.

Uno de los desafíos ahora, según Karipidis y Loughran, es que “esta nueva investigación contrarreste los persistentes conceptos e información erróneos que existen sobre teléfonos móviles y cáncer de cerebro”.

“No hay evidencia de ningún efecto establecido sobre la salud por la exposición relacionada con teléfonos móviles y eso es algo bueno”.

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BBC

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