Les firmantes declaramos nuestra oposición a los discursos y actos de transodio, emanados tanto de miembros del Congreso de Ciudad de México como de parte de supuestas colectivas feministas.
Nos referimos a los discursos transodiantes por parte de la congresista local América Rangel y la diputada federal María Teresa Castell en contra de las infancias y personas trans, así como también a la marcha del 11 de Marzo de 2023 “Contra el Borrado de Mujeres”, que es una palabra clave para el transodio.
Estos discursos y actos ponen en peligro la integridad de personas trans, LGBTIQ+ y mujeres cis a tal punto que repercuten en la tolerancia y libertades de elles. A su vez constituyen una apropiación del feminismo por parte de grupos ultraconservadores y son una avanzada fascista contra las libertades civiles.
Los discursos de transodio y sus actos no solo expresan una postura, no son meramente una opinión, como a menudo excusan sus exponentes, sino que son la antesala a la violencia física, institucional, y social que repercuten en las personas trans. Esto fomenta prejuicios con base a la desinformación en quienes no están informades.
Dichos discursos instigan y legitiman los actos de transfobia al justificarlos en nombre de amenazas basadas en prejuicios cisheteropatriarcales. En concreto estos discursos y actos van contra el avance de los derechos trans y desinforman respecto a los alcances de los mismos buscando crear un pánico moral para bloquear los derechos de las personas trans. Los discursos de transodio pronunciados por politiques como América Rangel y María Teresa Castell (entre otres) o las marchas contra “el Borrado de Mujeres” se contraponen al Plan de Acción de Rabat de la ONU y cumplen varios puntos de la Prueba de umbral sobre discurso de odio, como el punto 6: “La acción promovida a través de discursos de incitación no tiene que ser llevada a cabo para que dicho discurso sea un delito”.
En el país con el segundo índice más alto de transfeminicidios resulta cínico que quienes enuncian el transodio en sus comunicados lo justifiquen como libertad de expresión o se victimizan cuando se les señalan las repercusiones violentas de sus discursos.
La transfobia busca de manera sutil o explícita quitar libertades a quienes somos sus chivos expiatorios y, al demonizarnos, hacen un llamado a un disciplinamiento social con base a normas cisheteropatriarcales; y, al patologizarnos, pugnan por nuestra infantilización y/o alienación apoyándose en argumentos fraudulentos disfrazados de biología. El “borrado de mujeres” niega que existan opresiones más allá de ser mujer, y genera un pánico moral basado en una falsa defensa de los derechos de mujeres e infancias. La idea de que el “borrado de mujeres” elimina a las mujeres cis, niega que a quienes borra es a los hombres trans y personas no binaries gestantes, al no reconocer sus identidades y, por ende, sus derechos, así como a mujeres trans al negar su identidad y legitimar la violencia social contra ellas.
Esta manifestación de odio y discriminación no es nueva para la comunidad LGBTIQ+, para las personas racializadas, o incluso para las feministas en general; sin embargo, la ofensiva actual contra las personas trans sucede en el contexto de un avance global de la ultraderecha reaccionaria. A menudo, la pérdida de los derechos trans son la primera pieza de un dominó regresivo que continua sobre los derechos LGBTIQ+, derechos sexuales y reproductivos, la educación sexual, el derecho a la protesta, los derechos laborales y otros retrocesos sociales. Esto ya ha sucedido en partes de Estados Unidos, Hungria, Polonia, Brasil, Turquia y otras regiones donde el pánico moral respecto a las personas trans y nuestros derechos se usa como punta de lanza contra el resto de la comunidad LGBTIQ+, el aborto seguro, la educación sexual y la justicia social en general. Los actores que se pronuncian feministas, pero incurren en estos discursos de odio, son el verdadero caballo de Troya fascista dentro del feminismo.
La interseccionalidad debe responder más allá de la teoría y el activismo performativo, y la respuesta ante el avance del fascismo de los discursos transodiantes (vengan desde el feminismo radical transexcluyente o de politiques antiderechos) debe ser contundente y comprometida con la retención y el avance de nuestras libertades. Debemos plantar cara y cuestionar, empatizar profundamente entre nosotres, con nuestro propio sufrimiento causado por estos discursos y ver la esperanza de que es posible prevenir los retrocesos. Requerimos tejer alianzas no solo entre comunidad LGBTIQ+ y feministas interseccionales, sino también con antirracistas, antifascistas y grupos civiles de izquierda, y ser proactives en nuestra defensa de los derechos.
Con esto llamamos a las diversas personas y grupos a pronunciarse contra los discursos de transodio y la marcha del 11 de Marzo “Contra el Borrado de Mujeres”.
Llamamos a oponerse a estos y denunciarlos como lo que son, discursos y actos antiderechos que amenazan no sólo la libertad de las personas trans, sino que son un avance del fascismo. No permitamos que estos discursos discriminatorios lleguen a tu familia, amigxs y compañerxs, porque no son inocentes, sino que son pronunciados con toda la intención de hacer daño y de segregar. La transfobia no se debate, se combate.
Les pedimos que estén atentes a las próximos comunicados y acciones contra el transodio por parte de nuestra colectiva.
Atentamente, la Transcontingenta.
“No se puede tolerar la intolerancia”. Karl Popper
“No soy libre cuando cualquier mujer no es libre, incluso cuando sus cadenas son muy diferentes a las mías“. Audre Lorde
“Nunca se podrá demoler la casa del amo con las herramientas del amo”. Audre Lorde
“Si eres neutral en situaciones de injusticia, has escogido el lado del opresor”. Reverendo anti-apartheid, Desmond Tutu.
“Ni cis, ni trans, ni una asesinada más”.
“Existimos porque resistimos”.
FIRMANTES:
La BBC estuvo en Panyu, el vecindario conocido como el “pueblo Shein”, un laberinto de fábricas que abastecen al minorista de moda rápida más grande del mundo.
El zumbido de las máquinas de coser es una constante en algunas partes de Guangzhou, un próspero puerto en el río de las Perlas, en el sur de China.
El sonido pasa a través de las ventanas abiertas de las fábricas desde la mañana hasta bien entrada la noche, mientras terminan las camisetas, los pantalones, las blusas, los trajes de baño que serán enviados para llenar los armarios de más de 150 países.
Este es el sonido de Panyu, el vecindario conocido como el “pueblo Shein”, un laberinto de fábricas que abastecen al minorista de moda rápida más grande del mundo.
“Si un mes tiene 31 días, trabajo 31 días”, le dijo un trabajador a la BBC.
La mayoría dijo que solo tienen un día libre al mes.
La BBC pasó varios días aquí: visitamos 10 fábricas, hablamos con cuatro propietarios y más de 20 trabajadores. También pasamos tiempo en los mercados laborales y los proveedores de textiles.
Descubrimos que el corazón palpitante de este imperio es una fuerza laboral que se sienta detrás de máquinas de coser durante aproximadamente 75 horas a la semana, en contravención de las leyes laborales chinas.
Estos horarios no son inusuales en Guangzhou, un centro industrial para trabajadores rurales en busca de mayores ingresos, o en China, que durante mucho tiempo ha sido la fábrica sin rival del mundo.
Pero se suman a una lista creciente de preguntas sobre Shein, una empresa fundada en China que en poco más de cinco años se ha convertido en una gigante global.
Shein, que sigue siendo de propiedad privada, fue valorada en unos US$60.000 millones en una ronda de recaudación de fondos en 2023. Ahora está considerando una posible cotización en la Bolsa de Valores de Londres.
Sin embargo, su meteórico ascenso ha estado plagado de controversias sobre su trato a los trabajadores y acusaciones de trabajo forzado.
El año pasado admitió haber encontrado niños trabajando en sus fábricas en China.
La empresa se negó a ser entrevistada, pero le dijo esto a la BBC en un comunicado: “Shein está comprometida a garantizar el trato justo y digno de todos los trabajadores dentro de nuestra cadena de suministro y está invirtiendo decenas de millones de dólares en fortalecer la gobernanza y el cumplimiento”.
Agregó: “Nos esforzamos por establecer los estándares más altos de remuneración y exigimos que todos los socios de la cadena de suministro se adhieran a nuestro código de conducta. Además, Shein trabaja con auditores para garantizar el cumplimiento de las normas”.
El éxito de Shein radica en el volumen (el inventario en línea asciende a cientos de miles) y los grandes descuentos: vestidos a US$12, suéteres a US$7, precios que rondan, en promedio, los US$10.
Los ingresos se han disparado, superando a H&M, Zara y Primark.
Las rebajas a precios reducidos se deben a lugares como el “pueblo Shein”, donde se encuentran unas 5.000 fábricas, la mayoría de ellas proveedoras de la gran empresa.
Los edificios se han vaciado para dar paso a máquinas de coser, rollos de tela y bolsas llenas de retazos de tela. Las puertas de sus sótanos siempre están abiertas para el ciclo aparentemente interminable de entregas y recolecciones.
A medida que pasa el día, las estanterías se llenan de bolsas de plástico transparentes que llevan una etiqueta con un sustantivo de cinco letras que ahora es distintivo.
Pero incluso después de las 22:00, las máquinas de coser -y las personas encorvadas que las manejan- no se detienen, porque llegan más telas en camiones, tan llenos que a veces los rollos de colores ruedan en el suelo de la fábrica.
“Normalmente trabajamos 10, 11 o 12 horas al día”, dice una mujer de 49 años, de Jiangxi, que no quiere dar su nombre. “Los domingos trabajamos unas tres horas menos”.
Está en un callejón, donde una docena de personas están apiñadas alrededor de una fila de tableros con anuncios.
Están leyendo los avisos de trabajo que se despliegan en uno de los tablones, mientras examinan las costuras de un par de pantalones que cuelgan sobre él.
Esta es la cadena de suministro de Shein. Las fábricas tienen contratos para hacer ropa por encargo, algunas órdenes son pequeñas, otras grandes.
Si, por ejemplo, los llamados pantalones chinos son un éxito, los pedidos aumentarán y también se debe incrementar la producción.
Las fábricas contratan a trabajadores temporales para satisfacer la demanda que su personal permanente no puede cubrir.
La trabajadora migrante de Jiangxi está buscando un contrato a corto plazo, y los pantalones chinos son una opción.
“Ganamos muy poco. El costo de vida ahora es muy alto”, señala, añadiendo que espera ganar lo suficiente para enviar dinero a sus dos hijos que viven con sus abuelos.
“Nos pagan por pieza”, explica. “Depende de la dificultad de la prenda. Algo tan sencillo como una camiseta es uno o dos yuanes [menos de US$1] por pieza y puedo hacer una docena en una hora”.
Examinar las puntadas de los pantalones chinos es crucial para tomar esa decisión. A su alrededor, los trabajadores calculan cuánto les pagarán por hacer cada prenda y cuántas pueden hacer en una hora.
Los callejones de Panyu funcionan como mercados de trabajo y se llenan por las mañanas cuando los trabajadores y las motos pasan a toda velocidad junto al carrito de dumplings para el desayuno, las tazas de leche de soja humeante y el granjero esperanzado en vender huevos de gallina y de pato.
La BBC encontró que el horario laboral estándar parece ser de 08:00 a más de 22:00 horas.
Esto coincide con un informe de Public Eye, una organización no gubernamental suiza que promueve los derechos humanos, que se basó en entrevistas con 13 trabajadores textiles en fábricas que producen ropa para Shein.
El grupo descubrió que varios empleados trabajaban excesivas horas extra y que el salario básico sin horas extra era de 2.400 yuanes (US$327), que está por debajo de los 6.512 yuanes que la Asia Floor Wage Alliance (una alianza asiática que busca proteger a los trabajadores de la industria de la ropa) considera necesarios para un “salario digno”.
Pero los trabajadores con los que hablamos se las arreglan para ganar entre 4.000 y 10.000 yuanes al mes.
“Estas horas no son inusuales, pero está claro que son ilegales y violan los derechos humanos básicos”, señala David Hachfield, vocero de la organización. “Es una forma extrema de explotación y esto debe hacerse visible”.
La semana laboral promedio no debe exceder las 44 horas, según las leyes laborales chinas, que también establecen que los empleadores deben garantizar que los trabajadores tengan al menos un día de descanso a la semana. Si un empleador desea extender estas horas, debe ser por razones especiales.
Aunque la sede de Shein está ahora en Singapur, no se puede negar que la mayoría de sus productos se fabrican en China.
Y el éxito de Shein ha llamado la atención de Washington, que cada vez se muestra más receloso de las empresas chinas.
En junio, el candidato de Donald Trump para secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, dijo que tiene “graves preocupaciones éticas” sobre los “profundos vínculos” de Shein con “la República Popular China”: “El trabajo esclavo, los talleres clandestinos y los trucos comerciales son los sucios secretos detrás del éxito de Shein”, escribió.
No todo el mundo estaría de acuerdo con la elección de palabras usadas por Rubio para describir las condiciones de los proveedores de Shein.
Pero los grupos de derechos humanos dicen que las largas jornadas de trabajo, que se han convertido en una forma de vida para muchos en Guangzhou, son injustas y explotadoras.
Las máquinas dictan el ritmo del día.
Hacen una pausa para el almuerzo y la cena cuando los trabajadores, con platos de metal y palillos en la mano, entran en la cantina para comprar comida. Si no hay más espacio para sentarse, se paran en la calle.
“He trabajado en estas fábricas durante más de 40 años”, contó una mujer que pasó sólo 20 minutos comiendo. Para ella, este era un día más.
En el interior, las fábricas que visitamos no están abarrotadas. Hay suficiente luz y se han traído ventiladores de tamaño industrial para mantener frescos a los trabajadores.
Enormes carteles instan al personal a denunciar a los trabajadores menores de edad, probablemente como respuesta a los dos casos de trabajo infantil detectados en la cadena de suministro el año pasado.
La BBC pudo conocer que la empresa está monitoreando más de cerca a sus proveedores de cara a sus planes de salir a cotizar al mercado en la Bolsa de Londres.
“Se trata de su reputación”, dice Sheng Lu, profesor de Estudios de Moda y Confección en la Universidad de Delaware.
“Si Shein logra con éxito una OPV (oferta pública de venta), significa que se les reconoce como una empresa decente. Pero si quieren mantener la confianza de los inversores, tienen que asumir cierta responsabilidad”.
Uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta Shein son las acusaciones de que se abastece de algodón de la región china de Xinjiang.
El algodón de Xinjiang, que en su día se promocionó como uno de los mejores tejidos del mundo, ha caído en desgracia tras las acusaciones de que se produce con mano de obra forzada de trabajadores de la minoría musulmana uigur, una acusación que Pekín ha negado firmemente.
La única forma de evitar estas críticas es ser más transparente, dice el profesor Sheng.
“A menos que publiquen su lista completa de fábricas, a menos que hagan que su cadena de suministro sea más transparente ante el público, creo que va a ser un gran desafío para Shein”.
Una ventaja importante, añade, es que la cadena de suministro de Shein está en China: “Muy pocos países tienen una cadena de suministro completa. China la tiene, y nadie puede competir con ella”.
Los rivales en ciernes, como Vietnam y Bangladesh, importan materias primas de China para fabricar ropa, pero las fábricas chinas dependen totalmente de fuentes locales para todo, desde telas hasta cremalleras y botones.
Por eso es fácil fabricar una variedad de prendas y hacerlo rápidamente.
Esto funciona especialmente en el caso de Shein, cuyo algoritmo determina los pedidos. Si los compradores hacen clic repetidamente en un determinado vestido o pasan más tiempo mirando un jersey de lana, la empresa sabe que debe pedir a las fábricas que produzcan más, y rápido.
Para los trabajadores de Guangzhou, esto puede ser un desafío.
“Shein tiene sus pros y sus contras”, nos dijo el dueño de una fábrica. “Lo bueno es que el pedido es grande, pero el beneficio es bajo y fijo”.
Shein, dado su tamaño e influencia, es un duro negociador. Por eso, los dueños de las fábricas tienen que recortar costos en otros ámbitos, lo que a menudo resulta en salarios más bajos para el personal.
“Antes de Shein, producíamos y vendíamos ropa por nuestra cuenta”, contó el dueño de tres fábricas. “Podíamos estimar el costo, decidir el precio y calcular el beneficio. Ahora Shein controla el precio y tenemos que pensar en formas de reducir el costo”.
Sin embargo, cuando los pedidos alcanzan su punto máximo, es una bonanza.
La empresa envía alrededor de un millón de paquetes al día en promedio, según datos de ShipMatrix, una consultora de logística.
“Shein es un pilar de la industria de la moda”, dijo Guo Qing E, un proveedor de Shein.
“Empecé cuando Shein empezó. Fui testigo de su ascenso. Sinceramente, Shein es una empresa increíble en China. Creo que se hará más fuerte, porque paga a tiempo. Aquí es donde es más confiable.
“Si el pago de nuestros productos vence el día 15, no importa si son millones o decenas de millones, el dinero se pagará a tiempo”.
Shein, con sus agotadoras horas y salarios a veces más bajos, puede no ser una fuente de consuelo para todos sus trabajadores. Pero es una fuente de orgullo para algunos.
“Esta es la contribución que los chinos podemos hacer al mundo”, dijo una supervisora de 33 años de Guangdong, que no quiso dar su nombre.
Está oscuro afuera y los trabajadores están regresando a las fábricas después de la cena para el tramo final. Ella admite que las jornadas son largas, pero “nos llevamos bien. Somos como una familia”.
Horas más tarde, cuando muchos trabajadores se van a sus casas para pasar la noche, las luces de varios edificios permanecen encendidas.
Algunos trabajan hasta la medianoche, nos contó el dueño de una fábrica. Quieren ganar más dinero, explicó.
Después de todo, en Londres, Chicago, Singapur, Dubái y tantos otros lugares, alguien está buscando su próxima ganga.
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