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La peste italiana (1629-1632)
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La peste italiana (1629-1632)

La reconstrucción espacio-temporal de la epidemia en Milán, apoyada por estudios epidemiológicos recientes, permite entender mejor cómo se propagó la enfermedad durante las epidemias de peste de 1629-1632 y cuáles fueron los factores clave que influenciaron su dinámica. Esta información es crucial para aplicar las lecciones aprendidas sobre epidemiología y la importancia de las intervenciones oportunas de salud pública.
19 de septiembre, 2024
Por: José Alberto Díaz Quiñonez

Las ciudades-Estado fueron un notable fenómeno político del norte de la península itálica. Las ciudades más prósperas de la Baja Edad Media alcanzaron su desarrollo gracias al comercio de larga distancia, estableciendo las rutas a partir de las Cruzadas, la ruta Atlántica y las nuevas rutas al Pacífico. Esto permitió que ciudades del norte de Italia, como Venecia, Milán, Florencia, Pisa y Génova se convirtieran en grandes metrópolis comerciales. Después de la gran pandemia del siglo XIV, la peste negra se volvió endémica en Europa, afectando a la sociedad en todos los niveles durante más de trescientos años. En respuesta, desde principios del siglo XVI los estados del norte de Italia desarrollaron sistemas de salubridad sofisticados. Se establecieron magistraturas permanentes especiales que combinaban poderes legislativo y ejecutivo para gestionar todos los asuntos relacionados con la salud pública. Junto a Roma, estas ciudades-estado fueron las primeras de Europa en pavimentar calles y en mejorar las irrigaciones de los campos. Ese fue el escenario de la última gran epidemia de peste en Italia.

Esta epidemia llegó a Italia hacia finales de 1629 durante la guerra de Sucesión de Mantua, un conflicto de la Guerra de los Treinta Años, y afectó tanto a comunidades urbanas como rurales. Se ha escrito que las epidemias de tifus y las hambrunas de 1628 y 1629 debilitaron el sistema inmune de la población antes de iniciar la transmisión. Así, el ejército que cruzó los Alpes para asediar la ciudad de Mantua trajo consigo la epidemia que se presentó como una serie de brotes de peste bubónica en el norte y el centro de la península itálica. Tan solo en el norte de Italia se han estimado alrededor de dos millones de víctimas, con una tasa de mortalidad general del 30 % al 35 % y una tasa media estimada de hasta el 40 % en las 26 ciudades más grandes de la región.

Matthäus Merian the Elder (1630): Asedio y captura de Casale Monferrato, por el ejército francés en 1630. Guerra de Sucesión de Mantua (1628-1631).
Matthäus Merian the Elder (1630): Asedio y captura de Casale Monferrato, por el ejército francés en 1630. Guerra de Sucesión de Mantua (1628-1631).

 

La epidemia impactó primero a Milán en 1629; a principios de 1630 ya había alcanzado 34 ciudades. En Lombardía y el Veneto cobró la vida de unas 280,000 personas, en la Toscana unas 80,000. Pequeñas ciudades como Mantua y Turín perdieron más del 70 % de su población, Padua y Brescia perdieron la mitad de sus habitantes. Al este, la República de Venecia resultó severamente afectada, y algunos historiadores coinciden en que la peste facilitó su caída como la gran potencia político-comercial en Europa.

Mapa con los datos de la peste de 1630-1632 en el norte y centro de Italia.
La peste de 1630-1632 en el norte y centro de Italia. (A) Mapa del norte y centro de Italia que muestra las ciudades registradas en (B). Las áreas afectadas por la hambruna de 1628-1629 están marcadas en rojo y las áreas que se especula que fueron afectadas en rojo grisáceo. (B) Tasas de mortalidad para las ciudades marcadas en (A). Tomado de Guellil M, et al. Bioarchaeological insights into the last plague of Imola (1630-1632). Sci Rep. 2021;11(1):22253.

La gran peste de Milán

La epidemia de peste en Milán es considerada una de las más relevantes en la historia italiana. En octubre de 1629 se registraron oficialmente los primeros casos y se documentó que la ciudad inició medidas de salud pública agresivas y eficaces. Entre ellas cuarentenas estrictas, establecimiento de lazaretos, prohibición del comercio y las relaciones con el exterior. La epidemia pareció desaparecer durante el invierno, pero en marzo de 1630 surgió un brote explosivo debido a las medidas relajadas durante el carnaval. A finales de marzo de 1630, el Lazzaretto di Milano albergaba a menos de 300 personas, pero a finales de junio el número superó a varios miles. Dos de los cronistas más importantes de la época, Giuseppe Ripamonti y Alessandro Tadino, afirmaron que el número de muertes por peste aumentó después de la procesión de San Carlo Borromeo, el 11 de junio de 1630: “…eadem ab motis D. Caroli Reliquijs, & solicitato veluti Coelo terribilior multò violentoiorque facta fuerit…” (Una vez trasladadas las reliquias de San Carlos y solicitado el Cielo, los hechos se volvieron mucho más terribles y violentos, Ripamonti página 66); “Finite queste solennità molto più si acese il fuoco della peste in tutte le parti della Città” (Al final de estas solemnidades, el fuego de la peste ardió aún más por toda la ciudad, Tadino página 108).

Un estudio moderno utilizó registros históricos detallados para hacer una reconstrucción espacio-temporal de la epidemia en Milán. El trabajo reveló el impacto de algunos factores locales como la densidad poblacional y las condiciones de vida como la distribución geográfica, la presencia de clústeres de infección (focos de alta mortalidad) en ciertos lugares, y una dinámica temporal a través de la ciudad en oleadas, con periodos de aumento y disminución de los casos y las muertes.

Melchiorre Gherardini (1630): Piazza S. Babila, Milán. Archivio storico lombardo, 5th series 9 (1922), 361–63 (p. 362).
Melchiorre Gherardini (1630): Piazza S. Babila, Milán. Archivio storico lombardo, 5th series 9 (1922), 361–63 (p. 362).

La epidemia en Florencia

Las autoridades del Granducato di Toscana ordenaron cerrar los pasos por los Apeninos septentrionales para evitar la llegada de la peste. Aún así la epidemia apareció en agosto de 1630, primero en una aldea cercana y casi de inmediato en Florencia. En septiembre hubo 600 muertos en la región, en octubre más de mil y para noviembre se reportaban 2,100. En enero de 1631 la Magistratura alia Sanitá dispuso la cuarentena general en la ciudad.

En tiempos de peste, la Sanitá, creada a principios del siglo XV, tenía amplias facultades policiales, judiciales y presupuestarias. Estableció cuatro nuevos lazaretos y dispuso que los muertos se enterraran lejos de la ciudad, rociados con cal. Las casas con enfermos se clausuraban por 22 días (periodo entre el contagio y la muerte) y se cerraban las puertas de la ciudad, imponiendo cuarentenas a los provenientes de zonas infectadas y emitiendo boletas de sanidad. Los infractores eran detenidos, y se prohibieron todas las actividades públicas, como clases, festividades, juegos, bailes, teatro y visitas a tabernas, posadas y casas de juego. Las misas se celebraban en cruces de calles y las confesiones se realizaban desde ventanas o puertas, protegidos por paños encerados. La prioridad de la Sanitá eran los pobres, debido a su hacinamiento y su supuesta “falta de sentido cívico”. Carlo Cipolla, historiador económico italiano, estudió la dureza particular hacia los pobres señalando que por tal condición de vulnerabilidad merecían “una protección especial que requería mucha organización y dinero por parte del estado”. Los 32,000 pobres en cuarentena eran alimentados por la Sanitá, recibiendo diariamente dos barras de pan, una ración de vino y carne, salchichón, arroz con queso o ensalada, además de medicinas (incluido el “aceite del Gran Duque”, conocido por su poder curativo).

La epidemia se prolongó hasta 1633 en la Toscana, produjo 80,000 muertos (8,000 de ellos en Florencia), desapareció de Italia y no volvió a circular por Florencia.

El médico de la peste

Durante los brotes epidémicos de aquel periodo, las ciudades contrataron a “médicos de la peste negra“, que no eran profesionales con instrucción tradicional como otros doctores o cirujanos experimentados. Muchos eran médicos de segunda categoría, conocidos como “empíricos”, que no habían podido establecerse exitosamente en la profesión, o médicos jóvenes tratando de hacerse camino. Pagados por el estado, cuidaban de todos los ciudadanos sin importar su origen. Prescribían brebajes protectores y antídotos. Utilizaban máscaras con picos de aves llenas de sustancias aromáticas, diseñadas para protegerlos del aire podrido, considerado la causa de la infección. Estas máscaras, modificadas en 1619 por Charles de Lorme, un facultativo que atendió a la realeza del Siglo XVII, consistían en una túnica de tela gruesa encerada, una máscara con agujeros y lentes de vidrio. De acuerdo con de Lorme, la máscara incluía una nariz de «15 centímetros, en forma de pico de ave, llena de perfume y con solo dos agujeros, uno a cada lado de las fosas nasales, pero que era suficiente para respirar y transportar en el aire que se respira la impresión de las [hierbas] colocadas en la punta del pico». El atuendo incluía un abrigo cubierto de cera aromática, los calzones metidos en las botas, la camisa metida en el pantalón, un sombrero y unos guantes hechos de cuero de cabra. También llevaban una vara con la que podían tocar y defenderse de los enfermos.

Los médicos de la peste también actuaban como funcionarios durante las epidemias, anotando las muertes y otras estadísticas en los registros públicos. En ciudades como Florencia y Peruggia se les permitía realizar autopsias para determinar la causa de la muerte y el papel de la peste en ella. Además, se convirtieron en testadores, testigos en los numerosos testamentos y daban asesoría a los pacientes sobre su conducta antes de la muerte, estableciendo una especie de código ético. Con su vestimenta distintiva y el enfoque de tratar específicamente esta enfermedad, los médicos de la peste simbolizan el desarrollo de una especialización médica en respuesta a una crisis sanitaria. Aunque carentes de formación, su papel se institucionalizó, y su presencia marcó el inicio de una profesión enfocada en el manejo de epidemias. La creación de las máscaras con pico y otras prendas protectoras destaca los primeros intentos de utilizar equipo de protección personal basado en teorías contemporáneas de transmisión de enfermedades. Después de la Edad Media la relación entre el doctor y el paciente fue gobernada por un código de ética cada vez más complejo.

Michel de Nôtre-Dame, el famoso boticario francés más conocido por su libro Les Prophéties, daba consejos médicos y medidas preventivas contra la peste. Junto con Giovanni de Ventura, Niall O’Glacáin, Ambroise Paré y Paracelso fueron algunos de los médicos de la peste más famosos en la Europa Medieval.

Paul Fürst (1656): Grabado del Doktor Schnabel von Rom (
Paul Fürst (1656): Grabado del Doktor Schnabel von Rom (“Doctor Pico de Roma”) con un poema macarrónico satírico en latín/alemán (‘Vos Creditis, als eine Fabel, / quod scribitur vom Doctor Schnabel’).

Consecuencias de la Peste Italiana

La epidemia tuvo un profundo impacto en la vida cotidiana y en la psique no solo de los italianos. Algunas obras literarias y artísticas del siglo XVII influenciadas por la peste italiana incluyen los escritos de Alessandro Manzoni, que se basa en las experiencias de la peste en Milán. En el arte, los trabajos de artistas como Artemisia Gentileschi, Guido Reni y Caravaggio reflejaron el impacto de la epidemia, utilizando temas religiosos y dramáticos para capturar la desesperación y el sufrimiento de la época. Las experiencias de la peste también influenciaron el teatro de la época, como en las obras de Lope de Vega (El ganso de oro) y Calderón de la Barca, quienes abordaron temas de mortalidad, destino y la angustia barroca de la existencia. Las crisis sanitarias y políticas influenciaron las ideas de Jean-Jacques Rousseau en “El contrato social”.

La peste también tuvo consecuencias políticas importantes: el afianzamiento del joven gran duque Fernando II, coronado en 1628, tras siete años de regencia compartida entre su madre María Magdalena de Austria y su abuela Cristina de Lorena (nieta de la célebre Catalina de Medici). Inicialmente inexperto y de poco carácter, Fernando sorprendió al quedarse en Florencia durante la peste, instalándose en el Forte Belvedere y recorriendo diariamente el “corredor de Vasari” hasta el palacio de la Señoría. Allí, respaldaba a los magistrados de la Sanitá, consolaba a los enfermos y se hacía visible, lo que le convirtió en un monarca popular conocido como el “buen rey”. Este reconocimiento le permitió asumir el poder con energía, manteniendo la soberanía de Toscana y de los Medici durante la Guerra de los Treinta Años.

Della peste e della publica amministrazione sanitaria, la obra capital de Angelo Antonio Frari, se consideró la mejor historia general de las epidemias de peste del mundo hasta mediados del siglo XIX. En este texto de casi mil páginas revisó las distintas entidades políticas italianas, discutió sobre las posibilidades de diagnóstico, métodos de tratamiento, informó sobre los resultados de las autopsias y los métodos de desinfección, incluyendo la fumigación. Frari estaba convencido de que la causa de la enfermedad era un germen contagioso específico (germe del contagio), a pesar de que el bacilo de la peste (Yersinia pestis) fue descubierto hasta 1894.

Angelo Antonio Frari (1840): Della Peste e della Pubblica Amministrazione Sanitaria, Vol. 1. Da Forgotten Books, London, Regno Unito.
Angelo Antonio Frari (1840): Della Peste e della Pubblica Amministrazione Sanitaria, Vol. 1. Da Forgotten Books, London, Regno Unito.

 

Los lazaretos, diseñados específicamente para aislar a los infectados y prevenir la propagación de la peste, representan una innovación en la arquitectura sanitaria de la época. Estas instalaciones reflejan una respuesta estructurada a las epidemias, integrando aislamiento y tratamiento (prevención y control) en un solo lugar. El Lazareto de Milán fue construido por encargo del duque Ludovico Sforza. El proyecto fue presentado por el notario Lazzaro Cairati y la obra fue realizada por el arquitecto Lazzaro Palazzi. Este concepto y su estructura fueron tomados como modelo para proyectos posteriores en otras ciudades europeas.

En conjunto, el reconocimiento de la crisis sanitaria y el compromiso por parte del estado, la especialización de los médicos de la peste, el diseño y construcción de lazaretos en el norte de Italia destacan la evolución de las respuestas sanitarias y arquitectónicas a gran escala frente a las epidemias, marcando un importante desarrollo en la historia de la salud pública.

Giovanni Francesco Brunetti (1631): Verdadero diseño con las medidas correctas del gran lazareto de S. Gregorio en Milán tal como estaba en tiempos de la gran peste en el año 1630.
Giovanni Francesco Brunetti (1631): Verdadero diseño con las medidas correctas del gran lazareto de S. Gregorio en Milán tal como estaba en tiempos de la gran peste en el año 1630.
Autor desconocido (1870): fotografía del aún intacto Lazzareto, Porta Venezia y la avenida que se convertirá en Corso Buenos Aires.
Autor desconocido (1870): fotografía del aún intacto Lazzareto, Porta Venezia, y la avenida que se convertirá en Corso Buenos Aires.

 

Estudios recientes sobre Ferrara e Imola, en Emilia-Romaña, muestran que algunas ciudades fueron relativamente respetadas por la epidemia, a pesar de mantener intercambio económico con ciudades afectadas como Milán o Florencia. Estudios paleopatológicos y documentos históricos, analizados mediante nuevos enfoques multidisciplinares, reconocen un “manejo integrado de enfermedades” empírico, utilizando remedios con actividad bactericida, antiparasitaria y repelente, además de las estrategias de cuarentena y el uso de lazaretos. En contraste, la reconstrucción espacio-temporal de la epidemia en Milán, apoyada por estudios epidemiológicos recientes, permite entender mejor cómo se propagó la enfermedad y cuáles fueron los factores clave que influenciaron su dinámica. Esta información es crucial para aplicar las lecciones aprendidas sobre epidemiología y la importancia de las intervenciones oportunas de salud pública.

Enfoques multidisciplinarios que combinan datos históricos, geoespaciales, genómicos e inteligencia artificial brindan hoy oportunidades únicas para reconstruir imágenes en profundidad a través de los lazaretos de estas ciudades.

* J. Alberto Díaz Quiñonez es vicepresidente de la Sociedad Mexicana de Salud Pública A.C. (@saludpublicaac). Es Doctor en Ciencias Biomédicas por la UNAM, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, el Sistema Nacional de Investigadores y la Academia Nacional de Medicina de México.

 

Referencias:

Galli M, Nodari R, Perini M, et al. A spatiotemporal reconstruction of the 1630 plague epidemic in Milan. iScience. 2023;26(5):106704.

Guellil M, Rinaldo N, Zedda N, et al. Bioarchaeological insights into the last plague of Imola (1630-1632). Sci Rep. 2021;11(1):22253.

Jurgensen J, Peñaherrera-Aguirre M, Figueredo AJ. Differential mortality of infectious disease in Italian polities: COVID-19, past plague epidemics, and currently endemic respiratory disease. Infect Genet Evol. 2021;95:105081.

Vicentini CB, Manfredini S, Mares D, et al. Empirical “integrated disease management” in Ferrara during the Italian plague (1629-1631). Parasitol Int. 2020;75:102046.

 

Este texto forma parte de una serie sobre epidemias y pandemias:

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Imagen BBC
La costosa casa del nazi Joseph Goebbels, en las afueras de Berlín, que decidieron regalar porque nadie la quiere
6 minutos de lectura

La antigua casa de campo del líder nazi Joseph Goebbels es un lastre para el Estado, demasiado costosa para restaurar además de sus vínculos con un pasado funesto.

13 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
0

¿Qué hacer con una otrora gran casa de campo, construida en un terreno de unas 17 hectáreas a la orilla de un idílico lago, pero tristemente vinculada a uno de los personajes más macabros de la historia?

La propiedad está abandonada desde el año 2000, le cuesta al Estado un dineral mantenerla y nadie la quiere comprar.

¿La única opción? Regalarla.

Esa es la más reciente propuesta de las autoridades del estado de Berlín para deshacerse de lo que fue el retiro veraniego de Joseph Goebbels, el ministro de propaganda nazi de Adolf Hitler.

“Se la ofrezco a quien quiera hacerse del lugar, tomarla como un regalo del Estado federado de Berlín”, declaró en mayo el ministro de Finanzas, Stefan Evers, ante el Parlamento estatal.

Apodada por Goebbels como “Villa Bogensee”, por el lago aledaño que queda unos 15 kilómetros al norte del área metropolitana de Berlín, la propiedad decaída y abandonada se ha vuelto un lastre económico para el gobierno local, que debe pagar por su mantenimiento y seguridad.

No obstante, sigue siendo un sitio de atracción para algunos visitantes que se abren paso por entre la maleza para atisbar por entre los ventanales lo que fue una lujosa mansión con decenas de habitaciones

La casa de campo de Goebbels en Bogensee
Getty Images
La mansión contaba con 40 habitaciones y una sala de cine.

Por la preocupación de que el triste legado del lugar pueda atraer a grupos extremistas, las autoridades quieren la propiedad sea destinada a trabajar con fines sociales

Una organización que representa a judíos europeos propone convertirla en un centro de comunicación y psicología política y combatir discursos de odio.

De no encontrar una solución satisfactoria, su destino podría ser la completa demolición y allanamiento del área, para las cuales ya está preparado el gobierno local, según Stefan Evers.

La historia de la villa en Bogensee

Joseph Goebbels fue uno de los aliados más cercanos a Hitler. Ocupó el cargo de ministro de Propaganda nazi y brevemente canciller del Tercer Reich. Era un demagogo conocido por sus dotes de orador que utilizó para difundir su ideología antisemita y de guerra total.

Bogensee, un lago ovalado en el estado alemán de Brandemburgo y rodeado de un parque natural, fue dedicado a Goebbels por la administración de la ciudad de Berlín en 1936, cuando el dirigente nazi cumplió 39 cumpleaños.

El lugar contaba con una lujosa mansión que el ministro remodeló para incluir unas 40 habitaciones, decenas de aposentos para huéspedes y servicio, aire acondicionado, planta de tratamiento de agua, una sala privada de cine de 100 metros cuadrados y hasta un búnker.

Fue un retiro campestre para él, su esposa y seis hijos. Alejado de Berlín, en la soledad del bosque, el ministro de Propaganda se deleitaba en poder trabajar y leer en silencio sin recibir llamadas telefónicas ni correspondencia, según escribió en su diario.

Joseph Goebbels dando un discurso en su uniforme nazi
Getty Images
Goebbels, considerado la mano derecha de Hitler, era un gran orador y en sus discursos promovía con eficacia la ideología nazi.

Pero la villa también fue sede de veladas sociales con líderes nazis, artistas y actores. Goebbels, que tenía la reputación de poseer un gran apetito sexual, supuestamente utilizó el lugar como “nido de amor” para su relaciones secretas.

Al final de la guerra, cuando Goebbels se suicidó con su esposa -tras envenenar a sus seis hijos- el área de Bogensee fue ocupada por el Ejército Rojo por casi un año y luego sirvió temporalmente como un hospital militar.

Durante el período en que Alemania estuvo dividida, los predios fueron tomados por el ala de las juventudes del Partido Comunista de Alemania Oriental, que estableció una escuela de liderazgo con un centro de entrenamiento y varios bloques residenciales.

Tras la reunificación alemana en 1990, el complejo regresó a ser propiedad del estado federal de Berlín, pero la ciudad capital no pudo darle un uso.

Una clase en la escuela de las juventudes del Partido Comunista de Alemania Oriental en la villa de Bogensee
Getty Images
Alemania Oriental convirtió el lugar en una escuela para las juventudes del Partido Comunista.

¿Qué hacer con un lugar ensombrecido por el pasado?

En 2015, se fundó una asociación de desarrollo para preservar el edificio y usarlo como una academia internacional con miras a la educación en las áreas de crisis. Pero el proyecto se abandonó y la ciudad desistió de querer readaptarla o siquiera venderla.

En las afueras de lo que fue la lujosa villa, la maleza ha crecido alrededor de la mansión, impidiendo el paso a la sala de cine donde Goebbels proyectó sus películas de propaganda.

Las telarañas cubren las ventanas de los cuartos, las vigas de soporte se están cayendo y el polvo se ha apoderado de los salones.

El mantenimiento de la propiedad le cuesta al gobierno local unos US$300.000 al año, tan solo para evitar que se derrumbe completamente.

Los techos con pintura pelada en la mansión de Bogensee
Getty Images
El edificio está muy deteriorado y su restauración tendría un costo muy alto.

La restauración no sólo sería un proyecto sumamente costoso, sino que abriría toda una lata de gusanos en torno a la polémica de cuánto conservar de la historia nazi de Alemania al tiempo que las nuevas generaciones no quieren sepultar el pasado, por oscuro y complejo que sea.

Esas son las consideraciones que crean el dilema para las autoridades de qué hacer con este patrimonio.

“La historia del lugar es precisamente la razón por la que Berlín nunca dejaría esta construcción en manos privadas donde existiría el riesgo de que pudiera ser mal utilizada”, expresó el ministro Stefan Evers.

Propuesta inesperada

Tras los comentarios de exasperación hechos ante parlamentario estatal por Evers en mayo pasado, que ofreció regalar la mansión y el terreno, hubo una oleada de posibles prospectores de todo el mundo, informó el diario The New York Times.

Hubo indagaciones hechas por un dermatólogo que quería abrir un centro de cuidados de la piel, así como de varios especuladores inmobiliarios, según expresó Evers al diario. Pero ninguno de estos fue considerado apto, señaló el político.

Un grupo de extrema derecha llamado el movimiento Reichsbürger, del que algunos de sus miembros enfrentan un juicio por tratar de derrocar el gobierno, también hizo indagaciones que fueron rápidamente rechazadas.

 El ministro de Finanzas del estado de Berlín, Stefan Evers
Getty Images
El ministro de Finanzas del estado de Berlín, Stefan Evers, ofreció regalar la mansión a quien tenga una propuesta apropiada.

Sin embargo, una de las propuestas más interesantes vino de uno de los lugares más inesperados.

La Asociación Judía Europea (EJA, por sus siglas en inglés) que representa a cientos de comunidades judías en ese continente, expresó interés en explorar la posibilidad de convertir el lugar en un centro de libre expresión y combate contra el discurso del odio.

El presidente de la EJA, el rabino Menachem Margolin, le escribó una carta al ministro berlinés, expresando su oposición a que la antigua villa de Goebbels fuera demolida, proponiendo convertirla en un centro de estudios para combatir todo tipo de odio.

“Convirtamos ese predio que propagaba la maldad absoluta en una fuente para propagar el bien. Sería una importante victoria moral”, escribió el rabino Margolin.

Evers respondió que el gesto es digno de atención, pero indicó que el asunto es de financiación y el gobierno estatal está preparado para seguir adelante con la demolición si no se encuentra la solución adecuada.

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BBC

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