En el contexto de los proyectos sociales, la figura del patrocinador fiscal (fiscal sponsor en inglés) se presenta como una opción valiosa para organizaciones que desean llevar a cabo actividades altruistas sin tener que establecer una entidad legalmente registrada. Este modelo permite a las iniciativas operar bajo la tutela de una organización sin fines de lucro que ya cuenta con el estatus fiscal adecuado, lo que facilita la obtención de donaciones deducibles de impuestos y la gestión de fondos. Este enfoque es especialmente beneficioso para proyectos emergentes o aquellos que necesitan flexibilidad y rapidez en su implementación.
Así, la figura del patrocinador fiscal permite a otra organización o proyecto operar bajo su estatus fiscal. Esto significa que el patrocinador asume la responsabilidad legal y fiscal de recibir y administrar fondos en nombre del proyecto, lo que a su vez ayuda a que este último evite los trámites administrativos y los costos asociados con la creación de una nueva organización. En este modelo, el patrocinador proporciona apoyo en la gestión financiera, cumplimiento normativo y, en algunos casos, asesoría en áreas operativas y estratégicas. Si bien coexisten diversos modelos de patrocinador, las variaciones son mínimas entre ellos. Además, países como Estados Unidos presentan una regulación para esta figura. La National Council of Nonprofits 1 identifica una creciente tendencia en la utilización de modelos del fiscal, indicando que cada vez más proyectos sociales utilizan esta figura para facilitar su operatividad y financiamiento.
Si bien los beneficios de la figura son múltiples en temas contables, legales y fiscales, también permite a los proyectos acceder a financiamiento de donantes que buscan hacer contribuciones deducibles de impuestos, lo que puede aumentar la capacidad de recaudación de fondos. Además, proporciona un entorno de apoyo en términos de gestión y cumplimiento normativo, lo que puede ser crucial para el desarrollo y la sostenibilidad de iniciativas sociales a corto y largo plazo.
Aunque en el contexto mexicano la figura del patrocinador fiscal enfrenta diversas limitaciones como es el caso de la heterogeneidad de nombres, ya que en algunos espacios se le conoce como fiscal, aval, habilitador, patrocinador, pase administrativo, etc., lo anterior complejiza el dialogo en el sector. Además, el marco normativo mexicano carece de regulación específica que reconozca formalmente este modelo, lo que puede generar incertidumbre legal tanto para el patrocinador como para el proyecto beneficiario. Además, las organizaciones deben cumplir con requisitos estrictos en cuanto a la transparencia y la rendición de cuentas, lo que puede complicar aún más la implementación de este tipo de acuerdos. Asimismo, los donantes pueden ser reacios a colaborar con proyectos que no tienen una estructura legal independiente, lo que podría limitar las oportunidades de financiamiento para iniciativas que dependen de esta figura.
Considerando el contexto mexicano, el patrocinador fiscal representa una oportunidad en el sector para la gestión de proyectos sociales y para incrementar las capacidades de las organizaciones, fomentar la innovación y mejorar el impacto social, contribuyendo positivamente al desarrollo del sector no lucrativo en el país y a la necesidad de regular la figura en México.
*Georgina Jatzire Arévalo Pacheco es coordinadora de Gestión del Conocimiento de Dakshina (@DakshinaAC), una fortalecedora en temas contables, fiscales y financiero de las causas sociales no lucrativas de México con una experiencia de 11 años.
1 Fiscal Sponsorship for Nonprofits. 2024. National Council of Nonprofits.
Mientras las manifestaciones contra medidas migratorias de Donald Trump crecen, en Paramount, donde el 36% de los vecinos nació en otro país, reivindican el rol de estos en la comunidad.
“¿Van para la guerra, con todas esas armas?”, interpela un hombre a los miembros de la Guardia Nacional que lo observan impasibles, fusiles en mano, desde el otro lado de la verja.
Estamos en Paramount, una localidad del sur de los Ángeles en la que el sábado se registraron enfrentamientos entre agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y un grupo de manifestantes que habían llegado tras correrse la voz de que se estaban llevando a cabo redadas de deportación en la zona.
Disturbios como aquel llevaron al presidente Donald Trump a intervenir, tras dos días de protestas aisladas por las operaciones migratorias, ordenando el envío de 2.000 uniformados como los que tenemos enfrente para ayudar a “restaurar la ley y el orden” en la metrópolis californiana.
“Es una maniobra que solo escalará la tensión”, advirtió el gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, adelantándose a lo que un día después se registraría en el centro de Los Ángeles, con cientos de manifestantes bloqueando accesos, agentes tratando de dispersarlos con gas lacrimógeno y granadas aturdidoras, y quema de vehículos.
“Ustedes están haciendo su trabajo, pero nosotros no somos el enemigo”, grita el hombre apostado en la valla ante los soldados a horas de que se den esas escenas de caos.
Puede que su voz destaque entre la decena de personas que se ha congregado este domingo para hacerle saber a la Guardia Nacional que su presencia no es bienvenida.
Pero su sentir es ampliamente compartido en este municipio de unos 51.000 habitantes en los que uno de cada ocho es de origen latino y el 36% nació en otro país, según datos del censo.
“Aquí solo hay gente trabajadora, porque este barrio lo levantaron los inmigrantes”, reivindica, mientras otro vecino ondea la bandera mexicana, dos jóvenes alzan unas pancartas en repudio a ICE y varios coches tocan la bocina al pasar.
Como cada fin de semana, tres de esos inmigrantes que contribuyeron a que Paramount sea el municipio que es se reúnen al otro lado de la calle para charlar de las novedades familiares y de la actualidad.
Apostados en sus vehículos de trabajo, la conversación de Juan, Rogelio y Héctor se centra este domingo en cómo en ese mismo lugar, en el parqueo de la tienda Home Depot, fue donde la víspera se encendieron las tensiones entre manifestantes y agentes federales.
“Se ve que se habían surgido informaciones de que estaban haciendo redadas justo aquí”, explica Juan, mexicano de 63 años que llegó desde Jalisco a Estados Unidos cuando tenía 17.
“Y eso trajo a gente que, en la confusión, terminó armando disturbios”, explica.
En un mensaje enviado a la BBC, el Departamento de Seguridad Nacional negó que ICE hubiera realizado operaciones en la zona el sábado.
Aunque informó que en las llevadas a cabo en Los Ángeles en la última semana detuvieron a 118 indocumentados, el golpe migratorio más duro contra esta ciudad considerada “santuario” desde que Trump llegara al poder con la promesa de llevar a cabo “la mayor deportación de la historia del país”.
Sea como fuere, los tres amigos dicen estar tranquilos — “no tenemos ningún problema, tenemos todos los papeles en regla”–, aunque reconocen que son muchos los vecinos indocumentados que viven el contexto con miedo.
“Es por eso que hoy no ves a nadie aquí”, sigue Juan, quien aun así prefirió no dar su apellido. “Generalmente, aunque más entre semana, puedes ver aquí 20 o 30 camionetas de jornaleros a la espera de que los contraten”, explica.
Uno de los pocos que este domingo llegó a ofrecerse para trabajar es Pedro, quien pidió ser identificado con seudónimo.
“Techos, reparación, pintura”, se lee en el cartel que ha pegado en el parabrisas de su vieja pick-up azul, aparcada discretamente en una esquina.
“La vida aquí es muy cara y mi pensión no alcanza”, dice este salvadoreño que lleva cinco décadas en EE.UU. y que con sus 70 años bien cumplidos está en edad de jubilarse.
“Por eso tengo que venir a rebuscarme cada día”, cuenta.
Lo hace con la tranquilidad que le da el haber regularizado su situación migratoria en el año 2000, pero sin poder evitar la angustia que le genera ver a sus vecinos sufrir.
“Esto no va a acabar aquí. Las redadas van a seguir. Se está volviendo invivible con este presidente”, dice, y añade que está valorando volverse a El Salvador.
Algunos de los vecinos buscaron consuelo y acompañamiento ante la adversidad en la iglesia cristiana a la que acuden cada domingo, Chapel of Change, situado a apenas unos metros del Home Depot y del escenario de los enfrentamientos.
Unas 200 personas, la mayoría familias de origen hispano, escuchan con atención el sermón en el que los llaman a abrazarse a la fe.
“Aquí buscamos unidad y rezamos por todos”, le dice a BBC Mundo Irene Ramírez, una de las pastoras de la iglesia, que describe a la comunidad como “vibrante, unida y orientada a la familia”.
El pastor principal de la iglesia, Bryan Worth, lo suscribe.
“Con los años Paramount se ha vuelto un municipio muy vibrante”, le explica a la BBC.
“En los 80 Paramount solía ser una de las peores ciudades pequeñas de la nación, pero los líderes cívicos, del sector educativo y los que estamos al frente de las iglesias se aliaron para transformar la comunidad, para que estuviera más unida, fuera más pacífica en general”, subraya.
“Nunca pensé que las escenas que echaban en la tele íbamos a tenerlas aquí”, se lamenta Dora Sanchez, quien ayuda en las labores de la iglesia.
“Todo es muy impactante”, añade, sin imaginarse lo que aún estaba por llegar.
A medida que las horas avanzan, la tensión este domingo sigue escalando, las escenas volviéndose más caóticas en las calles del centro de Los Ángeles y la fricción entre el gobierno federal y el estatal profundizándose.
Ante el llamado de Newsom para que retire a la Guardia Nacional de las calles y las duras críticas de gobernadores demócratas que subrayan que la medida es “un alarmante abuso de poder”, Trump se mantiene firme en su postura.
“Turbas violentas e insurrectas acosan y atacan a nuestros agentes federales para intentar detener nuestras operaciones de deportación. Pero estos disturbios ilegales solo refuerzan nuestra determinación”, la explicó en su red social TruthSocial.
“Se restablecerá el orden, los inmigrantes indocumentados serán expulsados y Los Ángeles será libre”.
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