M.N. Roy

“… Zemmoa, el travesti más glamoroso de la ciudad, aparece en las portadas de las revistas y preside sobre el M.N. Roy, una discoteca extraordinaria escondida detrás de una tienda de paletas heladas, a la que sólo se accede si eres parte de una lista original de invitados, que nadie sabe cómo se formó. La lista es incorruptible”. Así describe Guillermo Osorno al antro M.N. Roy y a su emblemática cadenera en “Tengo que morir todas las noches” (Debate, 2014), su exquisita y acuciosa crónica sobre la vida nocturna gay en el Distrito Federal del último cuarto del siglo veinte, adaptada el año pasado a plataformas por Prime Video.

Para Osorno, el M.N. Roy es, junto con el Salón Marrakech, el epítome de la vida nocturna de la pluralidad sexual en la capital del país, el fiel heredero, evolucionado y extrapolado, de lo que fuera El Nueve, el mítico antro de la Zona Rosa que es el verdadero protagonista de su libro. Un espacio en donde la noche chilanga se convierte en el lienzo que permite a cada cual dibujarse a su antojo, sin preguntas ni reproches, sin intermediarios. Incluso, sin pincel. Todos aquellos que hemos pasado por el M.N. Roy podemos atestiguar lo “extraordinario y escondido” de sus noches. Lo transformador, original y subversivo de su personalidad.

M.N. Roy es una figura sin la cual no puede ni debe entenderse la larga y tediosa lucha del pueblo indio por obtener su independencia del yugo de la corona británica, un proceso que costó innumerables vidas y que no se concretó sino hasta 1947, bajo el liderazgo pacifista de Mahatma Gandhi. Pero también un protagonista, aunque secundario y poco reconocido, de los convulsos años de la Revolución Mexicana y, por ende, del proceso que cimentó la historia moderna de nuestro país. El filósofo, revolucionario, activista y político indio nació en 1887 en la provincia de Bengala, al este de la India, y pasó sus años formativos codeándose con la élite del incipiente movimiento independentista de su país.

Con la irrupción de la Primera Guerra Mundial, M.N. Roy inició un periplo que a lo largo de 16 años le llevó de la India ocupada a Japón, Java, China, Rusia, Alemania, los Estados Unidos y, también, México. La misión encomendada al intelectual indio de recaudar fondos y reunir apoyos entre potencias regionales y mundiales para avanzar en la lucha por la independencia de su país, se convirtió súbitamente en un exilio extendido, en un intento de escapar del largo y tenebroso brazo justiciero de la autoridad colonial británica.

Aunque breve, el paso de M.N. Roy por la Ciudad de México no pasa inadvertido. Al menos no para los historiadores abocados al proceso independentista indio, tampoco para los sociólogos, antropólogos y politólogos indios y bangladesíes. Aún menos para los interesados en la génesis del socialismo como alternativa política. Espero que a partir de esta lectura, el nombre y la historia de M.N. Roy, tampoco pasen desapercibidos para nosotros los chilangos, seamos o no asiduos al antro homónimo. Se lo debemos al revolucionario indio, nos lo debemos a nosotros mismos, se lo debemos a la CDMX.

* Diego Gómez Pickering (@gomezpickering) es escritor, periodista y diplomático mexicano. Su libro más reciente es “África, radiografía de un continente” (Taurus, 2023).