
Recientemente acepté mi afición por hacer listas y junto con eso también cierta resignación: entregarme a ellas ante la menor provocación. No recuerdo cuándo empezó ni cómo, pero siempre he sido una persona pragmática, por lo que valoro todo aquello que me ayuda a organizar pendientes, aliviar la carga mental, establecer prioridades o recordar nombres, fechas e ingredientes. Y al final las listas son eso: herramientas de orden y de memoria.
Es posible hacer listas de prácticamente cualquier cosa, incluso de aquello que suele percibirse como inabarcable: el cosmos, la conciencia o la desigualdad —todos ejemplos de fenómenos complejos y multidimensionales, difíciles de comprender cuando permanecen en el terreno de la abstracción o dispersos en grandes números. En el caso de la desigualdad, ordenar y sistematizar no es solo útil, sino particularmente necesario, pues opera a través de estructuras opacas cuyos efectos atentan directamente contra la dignidad de las personas. Ordenarla en una lista, por ende, no busca reducir su complejidad, sino hacerla asequible: extraer conceptos y datos clave que permitan aprehender sus mecanismos y magnitudes para pensar cómo intervenir sobre ella.
La discusión sobre la desigualdad no es nueva. No hace falta ser economista para reconocer que el mundo que habitamos está atravesado por brechas profundas, persistentes y, en muchos casos, desgarradoras. Sin embargo, sí se requiere información más precisa para dimensionar que hoy nos enfrentamos a un nivel de concentración de riqueza que desafía cualquier referente histórico, lo cual exige desplazar la conversación del terreno de la sobremesa hacia el de un problema público urgente, que demanda atención colectiva y respuestas estructurales.
En los últimos años, se han desarrollado parámetros cada vez más confiables para medir y analizar estas dinámicas. Cada cifra e indicador funcionan como piezas de un rompecabezas que, al organizarse, permiten identificar patrones, revelar disparidades y cuestionar su naturalización. En este contexto, más de 200 investigadores afiliados al World Inequality Lab publicaron la tercera edición del Reporte de Desigualdad Global 2026 (WIR 2026), 1 uno de los esfuerzos más completos y rigurosos para comprender la evolución histórica y comparada de la desigualdad a escala mundial. Con una notable solidez metodológica, el informe logra descomponer un fenómeno que suele parecer inconmensurable en diferentes dimensiones con variables claras, comparables y legibles.
El material es invaluable, y la primera invitación es clara: quien tenga acceso a él debería leerlo de principio a fin. No obstante, este artículo propone otro formato: una lista. Una breve selección personal de siete puntos en donde se ordenan algunos de los conceptos y datos que, a mi parecer, no deberíamos olvidar. Esta lista busca acercar el informe al público hispanohablante y a cualquier lector o lectora que se cruce con estas líneas. No pretende sustituir el documento original, sino abrirle la puerta: señalar con claridad ciertos puntos clave, apropiarnos de ellos y compartirlos. Porque la desigualdad no es un fenómeno ajeno, sino uno que nos atraviesa a todas y todos.
Lo que sigue no es una lista del mercado; son datos que nombran responsables, revelan asimetrías y obligan a repensar cómo entendemos la desigualdad:
1. Categorías. Para analizar la distribución de la riqueza entre los distintos sectores sociales, el WIR 2026 propone agrupar a la población adulta mundial en tres grandes segmentos.
No obstante, incluso dentro de este último grupo persisten diferencias significativas. Es en los estratos más altos —el 1 % (con aproximadamente 56 millones de personas adultas, una cifra comparable a la población adulta del Reino Unido), el 0.1 % e incluso el 0.001 %— donde la concentración de la riqueza alcanza niveles verdaderamente exorbitantes. Estas comparaciones permiten dimensionar cuán concentrada se encuentra la cúspide de la distribución y sirven como referencia a lo largo del informe para ayudar a comprender la magnitud.
2. Un punto de partida fundamental es distinguir entre dos dimensiones que con frecuencia se confunden, pero que tienen implicaciones y consecuencias profundamente distintas: ingreso (income) y riqueza (wealth). Por un lado, el ingreso se refiere a una remuneración económica que recibe una persona, una familia, una empresa, una organización o un gobierno a cambio de un trabajo. La riqueza, en cambio, abarca más que solo el dinero, incluyendo también recursos intangibles y determina la capacidad que tiene su propietario para acumular, influir en procesos sociales y políticos, enfrentar contingencias y reproducir ventajas intergeneracionales a través de la herencia.
3. Esta distinción es crucial porque los niveles de desigualdad varían y se agravan según la dimensión que se observe. En términos de ingreso, el 10 % más rico de la población mundial percibe más ingresos que el 90 % restante. Por otro lado, si el ingreso mundial total se distribuyera de manera equitativa, cada persona contaría con un ingreso aproximado de $ 25,400 MXN mensuales. En la práctica, esta distribución está lejos de materializarse.
En México, el 40 % de la población ocupada percibe el salario mínimo, equivalente a $ 9,582.47 MXN mensuales (ENOE, 2025). Esta cifra, además, constituye una estimación conservadora, dado el elevado nivel de informalidad en el país, el cual representa cerca del 55 % de la economía, y donde los ingresos suelen ser aún más precarios.
4. La concentración es aún más extrema cuando se analiza la riqueza: el 10 % más rico posee cerca de tres cuartas partes de la riqueza global, mientras que la mitad más pobre de la población apenas concentra el 2 %. Esta asimetría no es accidental, sino es el resultado de decisiones políticas e institucionales que favorecen la acumulación de aquellos que se sitúan en la cúspide de la distribución. Entre ellas destacan sistemas fiscales regresivos, en los que la riqueza y el capital suelen gravarse menos que el ingreso del trabajo; leyes de herencia laxos, que permiten libremente la reproducción intergeneracional, y la propia naturaleza de la riqueza que, al ser más fácil de ocultar, fragmentar o trasladar, facilita la evasión y elusión fiscal.

Gráfico traducido por Ricardo Gómez Carrera, basado en el gráfico original del WIR 2026. Disponible aquí.
5. El 0.001 % más rico está conformado por 56,000 individuos. Este pequeñísimo grupo de personas poseen tres veces más riqueza (6.1 %) que el 50 % inferior (2 %) que representa alrededor de 2.8 mil millones de personas adultas.

6. Cambio Climático. Dejar de usar popotes o adoptar una dieta vegana no basta. El énfasis en el consumo individual tiende a desviar la atención de las estructuras que realmente sostienen la crisis climática. En discusiones más recientes, se propone desplazar el foco hacia la propiedad del capital, por lo que la imagen cambia de forma radical: la desigualdad de emisiones de carbono está profundamente ligada a quién controla la producción. El 10 % más rico del mundo (en términos de riqueza) es responsable del 77 % de las emisiones asociadas al capital privado, y el 1 % más rico concentra por sí solo el 41 %, casi el doble de lo emitido por el 90 % restante de la población.
7. Capital humano. Se refiere al conjunto de conocimientos, habilidades, competencias, experiencias y capacidades que posee una persona y que pueden generar valor económico o social. Es decir, no es dinero ni recursos materiales, sino todo lo que una persona “lleva dentro”. Por ejemplo, educación, habilidades, salud o experiencia.
La desigualdad en este ámbito se sitúa en niveles que, probablemente, son mucho más altos de lo que la mayoría de la gente imagina, reproduciendo ciclos de pobreza y limitando la movilidad social de forma radical. En 2025, el gasto promedio que una persona invierte en su educación (de 0 a 24 años) en África Subsahariana fue de apenas $4,650 MXN, en comparación con $38,526 MXN en América Latina y $190,623 MXN en América del Norte y Oceanía. 2
Examinar estas cifras no es un ejercicio meramente descriptivo, sino una invitación a pensar las dinámicas estructurales que configuran nuestras sociedades. La persistencia y profundización de una concentración extrema de riqueza en manos de una fracción ínfima de la población abre preguntas ineludibles sobre la justicia distributiva, la legitimidad institucional y la sostenibilidad social en el largo plazo. La desigualdad, así entendida, deja de ser una abstracción y se revela como un rasgo central del orden económico y político contemporáneo.
En este sentido, hablar de desigualdad en abstracto puede resultar contraproducente: son los datos los que la devuelven a su verdadera escala. El World Inequality Report cumple aquí un papel fundamental, no solo por su rigor académico y metodológico, sino porque contribuye a desnaturalizar la desigualdad en sus múltiples dimensiones. Hace algo que suele incomodar: nombrar y señalar. Identifica tanto las causas estructurales como los responsables —a nivel global y dentro de los propios países— y muestra cómo los efectos se distribuyen de manera profundamente asimétrica. Mientras algunos grupos concentran riqueza, poder y capacidad de decisión, otros cargan de forma desproporcionada con las consecuencias de una brecha que no provocaron. Reconocer esta asimetría no es un gesto moral ni de buena fe, sino un paso necesario para pensar cualquier transformación posible.
* María González Díaz (Ciudad de México, 2000) es antropóloga social por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se tituló con mención honorífica gracias a una investigación de tesis sobre las estrategias de sobrevivencia entre las personas en situación de calle en la Ciudad de México. Le apasionan las ciudades, su gente y las historias no contadas. Actualmente cursa el primer año de la maestría en Política Pública en Sciences
Po, París.
Referencias:
García, A. (17 de septiembre de 2022). ¿Cuánta gente viaja en metro en la Ciudad de México? El Economista.
Gómez-Carrera, R. (17 de diciembre de 2025). La desigualdad no crece sola. La dejamos crecer. Surcos.
INEGI. (2025). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), noviembre 2025 [PDF].
World Inequality Lab. (2026). World Inequality Report 2026.
Worldometer. (s. f.). Worldometer: estadísticas mundiales en tiempo real. Recuperado el 20 de diciembre de 2025, de aquí.
2 Un aspecto que se rescata en el WIR 2026, es que la desigualdad no solo distingue a personas con más o menos recursos dentro de un mismo país, sino que también profundiza las brechas entre regiones enteras del mundo. Las comparaciones regionales permiten apreciar con claridad las distancias económicas que separan estructuralmente a unas zonas de otras.

El anuncio de Trump tiene como objetivo cortar los ingresos del gobierno de Nicolás Maduro, pero algunos analistas advierten que la medida podría profundizar la crisis económica en Venezuela y generar consecuencias negativas para Washington.
Para Venezuela, el petróleo no es simplemente un bien de exportación. Constituye el eje central de su economía y la principal fuente de ingresos y de divisas con las que el país importa alimentos, medicinas y otros bienes esenciales.
Por ello, el bloqueo “total y completo” contra los buques petroleros sancionados que entren o salgan de Venezuela —anunciado el martes por el presidente de EU, Donald Trump— no solo podría afectar al gobierno de Nicolás Maduro, sino también a amplios sectores de la población venezolana.
Varios expertos advierten que una medida de este alcance también puede resultar contraproducente para Washington.
Trump dio a conocer la decisión a través de sus redes sociales, donde acusó al gobierno de Maduro de utilizar petróleo “robado” para financiarse y para sostener el “narcoterrorismo, tráfico de personas, asesinatos y secuestros”.
Sus declaraciones se producen una semana después de que Washington incautara un buque petrolero frente a las costas venezolanas, una acción que Caracas denunció como “un robo descarado” y “un acto de piratería”.
El mandatario estadounidense también afirmó este martes en Truth Social que Venezuela está “completamente rodeada por la mayor armada jamás reunida en la historia de Sudamérica”, y añadió que esta presencia militar “seguiría creciendo” y que sería “algo como nunca antes se había visto”.
Venezuela —que posee las mayores reservas probadas de petróleo del mundo— ha condenado la orden de bloqueo como una “amenaza grotesca”, que, según el gobierno de Maduro, busca “robar” la riqueza del país.
Desde septiembre, Estados Unidos ha acumulado una importante presencia militar frente a las costas venezolanas en el Caribe, que incluye a más de 15,000 efectivos y al portaaviones más grande del mundo, el USS Gerald R. Ford.
El ejército estadounidense también ha estado realizando una serie de ataques aéreos contra embarcaciones en el Caribe y el Pacífico oriental en los que han muerto al menos 95 personas.
El presidente Trump afirma que el objetivo de esta campaña militar es combatir el narcotráfico en la región y acusa al mandatario venezolano, Nicolás Maduro, de encabezar el llamado Cartel de los Soles.
Sin embargo, diversos analistas sostienen que la estrategia podría también estar orientada a impulsar un cambio de régimen en Venezuela.
Venezuela produce actualmente cerca de 1 millón de barriles diarios de crudo, lo que representa aproximadamente el 1% de la producción mundial.
Una cifra que contrasta con los más de 3 millones de barriles diarios que el país produjo en 1998, el año previo a la llegada al poder del mentor político e ideológico de Maduro, el expresidente Hugo Chávez.
El desplome de la producción responde a una combinación de mala gestión, falta de inversión en el sector, pérdida de personal calificado, corrupción y sanciones internacionales.
Por ello, el impacto de un bloqueo petrolero sobre el mercado mundial sería limitado, al menos en el corto plazo.
Pero, para millones de venezolanos, las consecuencias podrían ser mucho más profundas y directas.
Cuando el presidente Donald Trump impuso un paquete de sanciones económicas estrictas a Venezuela en 2018, durante su primer mandato, la medida profundizó la ya grave crisis económica y humanitaria que atravesaba el país sudamericano.
Según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), solo ese año la economía venezolana se contrajo en torno al 15%, una de las caídas más pronunciadas de su historia reciente.
Christopher Sabatini, investigador principal para América Latina del centro de estudios Chatham House, con sede en Londres, afirma que el bloqueo anunciado por Trump podría tener un efecto “aún más devastador si lo mantiene y persiste”.
“Creo que la administración Trump espera poder darle un giro rápido a esta medida. Espera que el lenguaje hiperbólico e incendiario que usó en Truth Social ponga al círculo íntimo de Maduro en su contra y promueva una transición rápida“, le dice a BBC Mundo.
“Pero si eso no pasa, se prevé una gran crisis, porque un gran porcentaje de las exportaciones venezolanas viaja por este tipo de embarcaciones sancionadas”, agrega.
“Y los ingresos provenientes de esas exportaciones no sólo se usan para pagar y sobornar a burócratas, sino para comprar medicinas y alimentos, por lo que se prevé una gran escasez de ambas cosas”.
Un informe reciente de la organización Transparencia Venezuela reveló que el 41% de los buques petroleros (40) que operaron en las costas venezolanas en noviembre fueron buques sancionados, parte de la llamada flota de buques fantasma.
Por su parte, el servicio independiente de seguimiento Tanker Trackers estima que unos 37 buques incluidos en la lista de sancionados de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) estaban operando en aguas venezolanas a principios de este mes.
El economista venezolano Francisco Monaldi, director del Programa Latinoamericano de Energía del Instituto Baker de la Universidad Rice, en Houston, señala que la medida anunciada por Trump también forzará al gobierno de Nicolás Maduro a ofrecer mayores descuentos en el petróleo que vende a través de canales informales para sortear las sanciones.
“En cualquier escenario, esto provocará una reducción de los ingresos, lo que a su vez causará una devaluación del bolívar y un aumento de la inflación. Y si la situación se prolonga, es probable que genere una caída significativa del PIB”, añade.
El FMI proyectó que la inflación en Venezuela cerrará 2025 en aproximadamente 269,9 %, según su informe World Economic Outlook publicado el 14 de octubre de 2025.
Expertos advierten que el bloqueo también podría tener consecuencias negativas tanto para la oposición venezolana como para el propio gobierno de Donald Trump.
“Si la medida no logra desalojar al gobierno de Nicolás Maduro y los venezolanos comunes comienzan a sufrir sus efectos, es posible que muchos terminen culpando a la oposición y a Trump de la crisis”, señala Sabatini.
Y una mayor pobreza en Venezuela probablemente también impulse una nueva ola migratoria hacia países de América Latina y a Estados Unidos.
Según datos de la ONU, cerca de 7.7 millones de venezolanos han abandonado el país desde el inicio de la crisis económica y política, convirtiendo la situación en una de las mayores crisis migratorias del mundo.
El economista estadounidense Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación Económica y Política (CEPR), considera que el bloqueo anunciado por Trump podría terminar perjudicándolo políticamente si se mantiene en el tiempo.
“Cerca del 90% de las divisas extranjeras que obtiene Venezuela provienen de las exportaciones de petróleo, por lo que un bloqueo como el anunciado podría generar más pobreza y más migración”, le dice Weisbrot a BBC Mundo.
“Es un riesgo considerable para Trump: si la migración venezolana hacia Estados Unidos aumenta de forma significativa, es probable que sus votantes le hagan pagar el precio en las elecciones de medio mandato del próximo año”.
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