Mi nombre es Joanna y soy la mamá de Lilith Saori, una chica transgénero que desapareció el 2 de enero de 2023 en Puerto Escondido, Oaxaca.
Desde ese día, mi vida ha sido una pesadilla. Lilith viajó con su pareja, Karin; su prima, Melissa, y el novio de Melissa, Carlos. Ellos me dijeron que Lilith tuvo un ataque de pánico, salió corriendo del hotel y no pudieron alcanzarla. Me enteré de su desaparición un día después, no por ellos, sino por un amigo de Lilith que subió un boletín en Instagram. Nadie me avisó, nadie la buscó, nadie se preocupó. Gracias al apoyo de mi familia y amigos pude viajar; si algo recuerdo con profunda tristeza es que lloré todo el vuelo, no entendía lo que estaba pasando, estaba tan asustada y lo único que quería era encontrarla. Solo pude quedarme 10 días en Puerto Escondido, porque se me acabaron los recursos.
Lilith iba descalza, sin dinero, con el celular de Karin, mismo que fue encontrado horas después, pero el agente no lo tomó en custodia. Al principio, dijeron que Lilith pudo haber huido tras una discusión o que se había ahogado. Pero esas hipótesis ya fueron descartadas, entonces, ¿dónde está Lilith? Un video de seguridad muestra que me mintieron, Lilith no estaba en un ataque de pánico, estaba molesta, revisando el celular de Karin. Melissa y Carlos sí la alcanzaron, se ve a Carlos intentando quitarle el celular. Pero cuando los llamaron a ampliar su declaración, Carlos solo dijo que “lo había olvidado”, Melissa dijo que Lilith se detuvo, pero que siguió corriendo, y Karin ni siquiera se ha presentado a declarar. ¡Dos años y tres meses después, seguimos sin respuestas!
La primera fiscalía que llevó el caso no hizo nada. No investigaron, no buscaron, no les importó. El primer agente investigador revictimizó a Lilith, diciendo que venía de un hogar disfuncional e inclusive llegó a decirme que yo, como madre, tenía la culpa de lo que estaba sucediendo por no haber sabido educarla. Es lamentable que nuestro sistema de justicia esté por los suelos: el cambio de personal es constante y esto en realidad nos afecta, ya que se vuelve a comenzar desde cero. Ahora la carpeta de investigación está en la fiscalía de Oaxaca, llena de inconsistencias y actos inconclusos. Yo exijo que vuelvan a citar a estas tres personas, pero el Ministerio Público me dijo que no se puede, porque “ellos tienen derechos” y que lo podrían acusar de un acto de molestia. ¿Y los derechos de mi Lilith, dónde están? ¿Acaso por ser una mujer trans no merece ser buscada?
Karin, Melissa y Carlos son los únicos que saben la verdad, pero han seguido con sus vidas como si nada. No participaron en la búsqueda, no han mostrado empatía, no les ha importado el dolor que esto ha causado. Mientras tanto, yo sigo aquí, con días llenos de incertidumbre, con una herida abierta que no sana. Por eso marcho, por eso levanto mi voz, porque Lilith no es un número más. Porque nuestras hijas no merecen estar desaparecidas. Porque nosotras, sus madres, no merecemos este dolor.
Las fiscalías tienen la responsabilidad de investigar, pero no lo hacen. Y nosotras, las madres, nos convertimos en investigadoras, en activistas, en buscadoras incansables. La falta de recursos limita mi búsqueda, pero mi amor y mi fe me mantienen de pie. Agradezco a quienes comparten la cédula de búsqueda, a quienes participan en las rifas, a quienes oran por Lilith. Ella tiene un corazón hermoso, un alma noble, y no merece estar desaparecida. Lamento tanto que haya confiado en las personas equivocadas, pero yo seguiré buscándola. Seguiré gritando su nombre, seguiré exigiendo justicia.
Le pido a Dios que la cuide y que mi amor la cobije hasta que volvamos a estar juntas. Abrazo a todas las madres que viven este dolor y agradezco a cada persona aquí presente por escucharme, por marchar conmigo, por ser parte de esta lucha.
¡JUSTICIA PARA LILITH!
* Este texto fue leído por integrantes de la Asamblea Popular Ecologista (@AsambleaEpop), durante las movilizaciones por el Día de la Visibilidad Trans el 31 de marzo de 2025 en Ciudad de México.
El aliado de Pablo Escobar había estado en Alemania desde 2020, después de cumplir su condena por narcotráfico en Estados Unidos. Fue detenido al llegar a Bogotá.
La última vez que el excapo Carlos Lehder Rivas salió de Colombia, hace casi cuatro décadas, estaba escoltado por la policía. Y su regreso al país la tarde del viernes tuvo una suerte similar.
El antiguo narcotraficante, uno de los líderes del extinto Cártel de Medellín junto a Pablo Escobar, fue detenido el viernes por las autoridades colombianas al llegar al país procedente de Alemania.
El jefe de la Policía Nacional, Carlos Fernando Triana, dijo en su cuenta de X que Lehder fue trasladado el viernes por la noche a una unidad policial en Bogotá “para verificar su situación judicial”.
Previamente, Migración Colombia informó que el excapo de 75 años llegó a Bogotá en un vuelo procedente de Frankfurt, Alemania, y que tenían información sobre “una orden de captura vigente” en su contra.
Hasta este sábado, las autoridades no habían reportado más sobre su situación. Su abogada, Sondra McCollins, aseguró a la prensa local que su cliente no tiene un proceso judicial abierto y que espera que sea liberado pronto.
En 1987, Lehder fue detenido por las autoridades colombianas y extraditado a Estados Unidos, donde fue sentenciado a 135 años de prisión por tráfico de cocaína. La sentencia se redujo 55 años después de que Lehder accedió a testificar contra el exlíder militar y jefe de facto de Panamá Manuel Antonio Noriega.
Fue liberado en 2020 cuando su salud se deterioró. Se trasladó a Alemania, donde tiene ciudadanía por su ascendencia paterna.
En un principio, Lehder había solicitado al Estado colombiano que le permitiera una vida en libertad después de cumplir su condena en Estados Unidos, que lo tuvo aislado, sin visitas y sin llamadas por la mayor parte del tiempo en prisión.
Al no conseguirlo, optó por irse a Alemania donde también se sometería a un tratamiento por el cáncer de próstata que le fue detectado.
La vida de Carlos Lehder dejó de estar entre los parámetros considerados normales desde que sus padres se separaron cuando tenía 4 años: pasó su niñez entre internados y viajó a Nueva York a los 15 años a vivir la adolescencia con otros familiares.
En los años 70, Lehder lideró una red de compraventa y contrabando de carros robados en Estados Unidos que lo llevó a la cárcel en Connecticut.
Apenas salió, en el 75, empezó a traficar marihuana y cocaína.
Su andar criminal lo llevó a aliarse con Pablo Escobar, dándole al incipiente Cartel de Medellín los saberes necesarios para entrar y traficar en el país que más droga consume en el mundo, Estados Unidos.
En 1978, compró y se apoderó de una isla en las Bahamas que luego convirtió en lugar de paso de avionetas que venían de Colombia cargadas de marihuana y, cada vez más, cocaína.
En sus biografías, Lehder es descrito como un hombre que está por encima del promedio intelectual de sus pares narcotraficantes: hablaba tres idiomas y se jactaba de una justificación política sobre sus prácticas ilegales.
Nacionalista y antimperialista, era crítico de la política estadounidense de la cual se lucraba: la prohibición y la guerra contra las drogas.
En los 80, patrocinó un movimiento político de corte fascista y latinoamericanista, fundó un periódico y montó un hotel campestre llamado La Posada Alemana, que contaba con dos leones enjaulados y una estatua tamaño natural de John Lennon desnudo.
A sus 37 años, el 4 de febrero de 1987 Carlos Lehder fue capturado por las autoridades durante una fiesta en su casa.
Sobre su captura hay varias versiones.
Una de ellas dice que su aliado, Pablo Escobar, lo traicionó y delató por una relación que Lehder tuvo con la pareja de uno de sus sicarios.
Otra teoría decía que Escobar estaba preocupado por las conversaciones que Lehder supuestamente tenía con el gobierno para intercambiar información sobre guerrilleros por amnistías.
Una tercera hipótesis señalaba que la captura fue un mero accidente en una fiesta aguada por policías.
Lo cierto es que es mismo 4 de febrero de 1987, Lehder se convirtió en el primer narco colombiano extraditado a EU.
En ese momento, la extradición era la causa principal de una fuerte guerra entre el Estado colombiano y los narcos, que se organizaron bajo el nombre “Los extraditables” y decían preferir “una tumba en Colombia que una cárcel en los Estados Unidos”.
En 1991, en una búsqueda de una paz pactada no solo con los narcos sino con las guerrillas, una nueva Constitución acabó con la extradición.
Pero ahí Lehder ya había sido sentenciado a más de un siglo en la cárcel en EU.
“La leyenda de Carlos es mucho mayor a lo que en realidad pasó”, dijo uno de sus abogados, Óscar Arroyave, en una entrevista con BBC Mundo en 2020.
“Porque Carlos nunca traficó grandes cantidades de cocaína; hoy se incautan barcos que llevan la misma cantidad que Carlos traficó en toda su carrera y los culpables son condenados a penas que no pasan los 10 años”, señaló.
“Su caso quedará en la historia como un ejemplo de lo que pueden hacer las malas decisiones de un gobierno y un sistema (judicial en EU) que condena todos los días a gente sin evidencias”.
Lehder nunca se declaró culpable. De haberlo hecho, habría podido pasar la mitad del tiempo en la cárcel.
Con información de Daniel Pardo, de BBC News Mundo.
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