Los hititas –un pueblo indoeuropeo originario de la península de Anatolia– establecieron una de las primeras civilizaciones sincréticas más innovadoras de Asia occidental durante la Edad del Bronce. Se asentaron en la actual Turquía a principios del segundo milenio a.C. y formaron diversas entidades políticas en el centro-norte de Asia Menor, como el reino de Kussara (antes de 1750 a.C.), el reino de Kanesh o Nesha (c. 1750-1650 a.C.) y un poderoso imperio centrado en Hattusa (c. 1650 a.C.). Este último, conocido en la actualidad como el Imperio Hitita, alcanzó su máximo esplendor a mediados del siglo XIV a.C. bajo el reinado de Šuppiluliuma I, abarcando gran parte de Anatolia, el norte del Levante y la Alta Mesopotamia.
Los hititas dejaron registros en tablillas de escritura cuneiforme y jeroglíficos anatolios que incluyen referencias a enfermedades infecciosas y epidemias. Estos documentos, aunque fragmentarios, ofrecen valiosa información sobre la espiritualidad, las concepciones de la enfermedad y las respuestas sociales a las crisis sanitarias en su civilización.
Mapa que muestra la extensión del Imperio Hitita y sus pueblos vasallos, alrededor del año 1300 a.C. The Brain Chamber, Ancient civilizations: Hittites.
El Antiguo Cercano Oriente, conocido como la “Cuna de la Civilización”, abarcó el Medio Oriente moderno y regiones adyacentes, como Mesopotamia, Egipto, Anatolia, el Levante, la Península Arábiga, Grecia, Creta y Chipre. Esta región fue pionera en avances históricos como la escritura, la rueda, la agricultura intensiva, los primeros gobiernos centralizados, códigos legales, y avances en astronomía y matemáticas. El Antiguo Oriente Próximo también introdujo la estratificación de las sociedades, la esclavitud y la guerra organizada. Entre 1700 y 1150 a.C., las principales civilizaciones incluyeron a los Hititas, Babilonios, Asirios, Egipcios, Mitanni, Elamitas, Cananeos, Micénicos y los Minoicos en la Isla de Creta. Estas civilizaciones estaban interconectadas mediante redes comerciales y diplomáticas que promovían el intercambio de bienes como metales, textiles y madera, además de ideas culturales y tecnológicas. Las sociedades eran jerarquizadas, con monarquías centralizadas encabezadas por reyes que combinaban funciones políticas, militares y religiosas, como intermediarios entre los dioses y los hombres. La economía giraba en torno a la agricultura, el comercio y la tributación, mientras que las ciudades, con palacios y templos monumentales, actuaban como centros administrativos y religiosos.
Los hititas constituyeron un imperio que floreció en el mismo periodo; eran conocidos por referencias en distintos libros del Antiguo Testamento y por historias de los reyes de Egipto y Babilonia. Durante su apogeo, el Imperio Hitita se expandió mediante conquistas y compitió con otros reinos como Egipto y Mitanni. Una innovación clave en la guerra fue la introducción de carros de combate de dos ruedas tirados por caballos, con un arquero detrás del conductor. Estos vehículos superaron a los ejércitos tradicionales de Siria, Egipto y Mesopotamia, lo que permitió incursiones como la conquista de Alepo (1600 a.C.), la batalla de Qadesh (c. 1274 a.C.) y el saqueo de Babilonia (1595 a.C.). El ingenio innovador de los hititas en el arte de la guerra incluyó la utilización de animales infectados como arma biológica. Este período de esplendor terminó con la “catástrofe” entre 1200 y 1150 a.C., un colapso sistémico que destruyó casi todos los imperios del Cercano Oriente. El fin del período coincide con el fin de la Edad del Bronce y transformó profundamente la región.
Reconstrucción de las murallas que rodean la capital hitita de Hattusa, entre 1420 y 1200 a.C., a través de Maps on the Web.
La “Catástrofe de la Edad del Bronce” terminó con los reinos, grandes imperios y ciudades-estado más importantes (Troya, Cnosos, Lirios, Tiro, Sidón, Arados). Este evento estuvo caracterizado por migraciones masivas, invasiones de los “Pueblos del Mar” (una confederación de saqueadores marítimos que invadieron el Mediterráneo Oriental en el momento de la catástrofe), la destrucción de ciudades y el abandono de algunas que quedaron intactas. Se reconoce como un evento violento, repentino y culturalmente disruptivo que dio paso a la antigua “Edad Oscura”, una era de pérdida de la civilización avanzada, incluyendo palacios, ciudades, historia, religión, arte, sistemas políticos y rutas comerciales. Entre las posibles causas del colapso propuestas por historiadores como Robert Drews en The end of the Bronze Age se incluyen terremotos, migraciones e invasiones, la introducción de la industria del hierro, sequías, cambios en los métodos de guerra, colapsos políticos y económicos, y desastres naturales. Se acepta que el fin de la Edad del Bronce se debió probablemente a una combinación de factores que variaron según cada región; sin embargo, una causa menos considerada –aunque cada vez más relevante– es la propagación de epidemias y enfermedades infecciosas, que pudieron haber afectado distintas regiones sin respetar fronteras políticas o geográficas. Aunque no siempre mencionadas en los estudios tradicionales, las epidemias pudieron haber desempeñado un papel crucial en el colapso de sistemas políticos, económicos y sociales, así como en el debilitamiento de poblaciones, contribuyendo a la desaparición de las civilizaciones de la época. Philip Norrie, en How disease affected the end of the Bronze Age. A history of disease in ancient times ofrece un resumen de las quince causas actualmente aceptadas para el fin de la Edad de Bronce en el Cercano Oriente y luego pasa a discutir la decimosexta razón: las epidemias de enfermedades infecciosas. Este capítulo considera que las enfermedades más probables de haber causado el colapso son la viruela, la peste bubónica y la tularemia.
Las referencias a enfermedades infecciosas y epidemias en el Imperio Hitita aparecen en diversos textos que incluyen cartas diplomáticas, inscripciones cuneiformes y rituales religiosos. Estas fuentes documentan el impacto de las enfermedades en la población, así como las respuestas políticas, militares y religiosas a las epidemias. Entre las más relevantes se encuentran las Cartas de Amarna, un conjunto de correspondencia diplomática del siglo XIV a.C. durante el reinado de faraones como Amenhotep III y Akhenatón. La referencia a una ciudad fenicia es significativa, ya que las Cartas de Amarna registran situaciones políticas, sociales y sanitarias de la época, lo que permite entender las dificultades que enfrentaban estas comunidades. Específicamente, la carta EA 96 describe una epidemia en la ciudad de Simyra (en el actual Líbano) e indica que a los habitantes de esta ciudad se les impidió entrar en Byblos como medida de contención de la enfermedad. Asimismo, el CTH 26 relata plagas durante el reinado de Šuppiluliuma I, atribuidas a prisioneros egipcios. También están los Textos de Hattusa, como los CTH 378-381, que contienen oraciones y rituales atribuidos al rey Mursili II para detener la epidemia que afectó al Imperio durante su reinado. Estas tablillas detallan el impacto de la enfermedad, las súplicas a los dioses y las posibles causas divinas.
Otra fuente clave es la correspondencia de Ugarit, un pueblo semita noroccidental gobernado por Niqmaddu II (1349-1315 a. C.), que menciona una epidemia siguiendo rutas comerciales y militares. En los textos religiosos y rituales hititas, se encuentra el CTH 450, que incluye ritos diseñados para purificar el reino y protegerlo de epidemias mediante ceremonias y ofrendas, y el CTH 377, conocido como la “Oración contra la Plaga”, en el que el rey Mursili II ruega por el fin de la epidemia y la atribuye a los pecados de sus predecesores.
Otros textos relevantes incluyen el KBo 5.6, una correspondencia que menciona epidemias durante las campañas militares en el Levante, y el KUB 14.4, que describe cómo los dioses castigaban a los humanos con enfermedades por sus pecados o por violar tratados. Estas tablillas y cartas no solo documentan la existencia de enfermedades infecciosas, sino que también muestran cómo las epidemias influían en la política, las estrategias militares, los flujos comerciales, la espiritualidad y las creencias religiosas del Imperio Hitita.
Dios hitita de la tormenta “Tarhunza”, estela de 3 metros de altura. Museo Nacional de Alepo, Siria.
Estatuilla de oro de la “diosa del sol de Arinna”. Fuente del libro de Itamar Singer “Los hititas y su cultura”, imagen 16. Anatolia, siglo XV-XIII a.C.
Hacia finales del siglo XIV a.C, una de las epidemias mejor descritas –conocida como la Plaga Hitita– afectó a gran parte del Medio Oriente. De acuerdo con William L. Moran en The Amarna letters su inicio se describe en los archivos reales egipcios, lo que permitió datarla en los últimos años del reinado de Akhenatón (poco antes del 1335 a.C.) y localizar su epicentro en una zona al noreste de Biblos (actual Líbano).
“Hay una peste en Simyra, y el rey (de Egipto) debe tomar medidas, pues la ciudad está en grave peligro” (EA 96, Cartas de Amarna).
Esta declaración forma parte del contexto político y sanitario descrito en las cartas, en las que los gobernantes de ciudades-estado cananeas y sirias comunicaban al faraón preocupaciones urgentes. Los hititas atacaron posiciones fronterizas egipcias en Amqa, a lo largo del río Litani, justo al este de Biblos y Simyra en el año 1325 a. C. De acuerdo con James B Pritchard en Ancient near eastern texts relating to the old testament, el botín y los prisioneros de guerra dejaron una estela de infección, como se atestigua en la carta RS 4.475 de Ugarit. La epidemia también es mencionada en la carta EA 35, escrita en acadio por el gobernante de Alashiya (actual Chipre) al faraón de Egipto durante el Período de Amarna, y narra como un grupo de comerciantes hititas murieron en Ugarit.
“La mano de Nergal está presente en la tierra; la peste ha caído sobre los hombres y las tropas. Que mi señor (el faraón) sepa que esta calamidad ha afectado gravemente a la tierra” (EA 35, Cartas de Amarna).
Este fragmento de la carta data aproximadamente entre 1350 y 1325 a. C. e ilustra cómo las enfermedades eran vistas como manifestaciones del castigo divino, personificadas por deidades como Nergal (Nirgal o Erra) el dios sumerio-babilonio asociado con el inframundo y el dominio sobre los muertos. Así que la atribución de la epidemia al dios mesopotámico de la guerra y las enfermedades apunta a un origen desde el Este, a través de los puertos cananeos, e implica que el agente etiológico también viajó por barco. Después, la epidemia estalló en la tierra de los hititas. La inscripción real KUB 14.8 afirma que los reyes Šuppiluliuma I (1358–1323 a.C.) y Arnuwanda II (1323–1322 a.C.) murieron a causa de la epidemia, la cual “duró al menos 20 años”, es decir, se extendió hasta el reinado de Mursili II (1322–1295 a.C.). Los textos reflejan además la importancia y el impacto de las enfermedades infecciosas en la estabilidad de las regiones vasallas.
Plaga hitita (Mano de Nergal): Cartas de Amarna/sitios de 1335 a.C. ( ), sitios de 1325–1305 a.C. ( ). El área circular representa la zona más probable de origen de la enfermedad. La propagación de la epidemia se indica con flechas. Tomado de Med Hypotheses.
En el País de Hatti, la religión desempeñaba un papel fundamental con panteones complejos y rituales que buscaban garantizar el orden cósmico y la fertilidad. Los reyes eran considerados seres humanos elegidos por los dioses, encargados de los rituales religiosos más importantes y de preservar las tradiciones. Si algo iba mal en el país, se les podía culpar durante esos rituales. La religión hitita, conocida como «la religión de los mil dioses», tenía divinidades propias e importadas de otras culturas, con Tarhunza y Arinna como deidades principales. En una ciudad con más de treinta templos, el principal, renovado y ampliado por el rey Šuppiluliuma, era un templo doble dedicado a ambos dioses. En este lugar, el escriba leía las oraciones en público frente a la congregación para invocar la ayuda divina.
Carta de Amarna EA 35 (titulada La mano de Nergal). “Mensaje del rey de Alashiya, tu hermano” al faraón de Egipto, posiblemente Akhenatón. Hacia el año 1350 a. C. Procedente de Tell e-Amarna, Egipto. Museo Británico.
Mursili II (que asumió el trono en 1330 a.C.) se distinguió por su devoción religiosa, convencido de que la epidemia era un castigo divino por el asesinato de su tío Tudhaliya III a manos de su padre. Solicitó perdón en varias ocasiones y sufrió un ataque en los últimos años de su reinado que le afectó el habla, lo cual interpretó también como una manifestación del descontento de los dioses. El rey cumplía puntualmente sus promesas rituales, incluso interrumpiendo campañas militares para asistir a ceremonias religiosas y apelando a las emociones de los dioses. Un recurso importante es el “Corpus of Hittite Texts”, que reúne estudios y transcripciones de los textos hititas. En particular, la “Oración contra la plaga” se encuentra en el marco de las Oraciones de Mursili II, analizadas y traducidas en detalle en el volumen “Hittite Prayers” (traducido y editado por Harry A. Hoffner, Jr.). Las tablillas KUB XIV 10 y KUB XXVI 86 contienen oraciones muy estructuradas y detallan las acciones del rey para apaciguar a los dioses en su afán de acabar con la epidemia:
Oh, dios de la tormenta de Hatti, mi señor, y dioses de Hatti, mis señores, vuestro siervo Mursilis me ha enviado, (diciendo) que vayan y hablen al dios de la tormenta de Hatti y a los dioses, mis señores, de la siguiente manera: “¿Qué es lo que habéis hecho? Habéis desatado la plaga en el interior de la tierra de Hatti. Y la tierra de Hatti ha sido dolorosamente, muy oprimida por la plaga. Bajo mi padre (y) bajo mi hermano hubo constantes muertes. Y desde que me convertí en sacerdote de los dioses, ahora hay constantes muertes bajo mi mando. He aquí, hace veinte años que la gente ha estado muriendo continuamente en el interior de Hatti. ¿Nunca será eliminada la plaga de la tierra de Hatti? No puedo superar la preocupación de mi corazón; no puedo superar la angustia de mi alma” (este párrafo se basa en KUB XIV 10 + KUB XXVI 86).
Mursili II busca la causa de la epidemia y, a través de un oráculo que le habla de dos tablillas, descubre que los hatianos rompieron un tratado jurado con Tarhunza. Para apaciguar al dios, el rey ofrece sacrificios y reconoce que él mismo no ha cometido ningún pecado. Concluye la oración pidiendo al dios que le revele la causa de la plaga y le permita salvar su vida.
La segunda tablilla se refería a la ciudad de Kurustamma: cómo el dios de la tormenta de Hatti llevó a los hombres de Kurustamma al territorio de Egipto (y) cómo el dios de la tormenta de Hatti hizo un tratado entre ellos y los hombres de Hatti. Y fueron sometidos a juramento por el dios de la tormenta de Hatti y los hombres de Egipto fueron (obligados) bajo juramento por el dios de la tormenta de Hatti. Y los hombres de Hatti obtuvieron la ventaja e inmediatamente los hombres de Hatti rompieron el juramento (del tratado). Mi padre envió infantería y combatientes con carros de guerra y atacaron el territorio fronterizo en Amga. Y, además, envió (más tropas); y nuevamente atacaron. (La tablilla relata) Cómo los hombres de Egipto tuvieron miedo. Vinieron y pidieron directamente a mi padre a su hijo para el trono. Y cuando se lo llevaron, lo mataron. Y mi padre se enojó, y fue al territorio egipcio, y atacó a la infantería y a los combatientes con carros de guerra de Egipto (este párrafo cubre KUB XIV 8 líneas 13-24).
El rey hitita Mursili II (también Muršili II o Mursilis II) reza a los dioses para que pongan fin a la epidemia. Tabla de arcilla. Siglo XIII a. C. (tabla original escrita en el siglo XIV a. C.). Procedente de Hattusa, Turquía. Museo Arqueológico de Estambul.
La reconstrucción de la dinámica de esta epidemia es muy interesante y sugiere la identificación del agente etiológico. De acuerdo con Siro Igino Trevisanato en The ‘Hittite plague’, an epidemic of tularemia and the first record of biological warfare, una enfermedad que duró 35-40 años, infectó a humanos y animales, causó fiebre, discapacidades y muerte, y se propagó a través de roedores a bordo de barcos, así como de otros mamíferos apunta a Francisella tularensis. La tularemia es una enfermedad infecciosa transmitida entre animales y humanos a través de contacto directo, picaduras de insectos, inhalación de partículas contaminadas, consumo de agua o alimentos infectados. Sus síntomas incluyen fiebre alta, úlceras en la piel, inflamación de ganglios linfáticos, y en casos graves, neumonía. Existen varias formas clínicas, siendo la ulceroglandular la más común. Aunque es grave si no se trata, la tularemia responde bien a los antibióticos. La tularemia puede subsistir por mucho tiempo, y su persistencia es incompatible con otras epidemias de corta duración que afectaron a Europa siglos después. Según Jan Bremmer, en Scapegoat rituals in ancient Greece, los rituales hititas describen cómo un carnero y una mujer encargada de cuidarlo fueron enviados por el camino, propagando la enfermedad a lo largo de la ruta. Según los arzawanos, durante los años 1320 y 1318 a. C., aparecieron repentinamente carneros que fueron llevados a sus aldeas. Los arzawanos respondieron enviando sus propios carneros en dirección a las tropas hititas, pidiendo a los dioses que dirigieran su atención hacia la tierra enemiga.
Trevisanato señala que al menos dos epidemias de tularemia ocurrieron en la región de Canaán durante el segundo milenio a.C., sugiriendo que esta área geográfica era un reservorio de F. tularensis en el periodo. Una de ellas se dio a principios del siglo XI a.C., afectando a las regiones de lo que hoy es Israel y Palestina. La otra ocurrió hacia finales del siglo XVIII a.C., afectando el comercio marítimo e introduciendo la enfermedad en el puerto egipcio de Avaris. La descripción de estas epidemias muestran similitudes con la Mano de Nergal, dado que la ruta a través de Simyra conducía a la costa frente a la isla-ciudad de Arwad, y desde allí a Chipre.
Las enfermedades infecciosas ofrecen una explicación plausible para el fin del periodo, ya que una epidemia generalizada podría haber sido el golpe final para un imperio o una era en decadencia.
La peste bubónica, causada por la bacteria Yersinia pestis y transmitida por pulgas de roedores, es una enfermedad que puede matar a dos de cada tres infectados en pocos días. Historiadores como Kozloff y Panagiotakopulu sugieren que la peste pudo haber llegado a Egipto desde la India, vinculada a eventos como la plaga que afectó a los filisteos en el siglo XII a.C., descrita en la Biblia hebraica. Eric Watson-Williams, en The End of an Epoch, señala cinco epidemias de peste bubónica en la antigüedad: la hitita en 1322 a.C., el Éxodo de Egipto en el reinado de Merneptah (c. 1230 a.C.), la plaga de los filisteos (c. 1130 a.C.), la plaga que destruyó al ejército de Senaquerib en el sitio de Jerusalén (701 a.C.) y la plaga enviada por Dios como castigo tras el censo ordenado por David (c. 1017 a.C.).
J.F.D. Shrewsbury, en su análisis sobre The plague of the Philistines, rechaza las teorías de los bacteriólogos que la identifican como peste bubónica. En su lugar sostiene que la epidemia fue disentería, específicamente disentería bacilar. Shrewsbury argumenta que los síntomas descritos, como las “hemorroides” o protuberancias en la zona anal, son más consistentes con la disentería que con la peste, además de que los asientos de piel mencionados en los relatos históricos son más apropiados para aliviar el dolor causado por esta enfermedad. La disentería habría afectado primero al ejército filisteo, propagándose luego a la población civil.
Aunque no existe evidencia directa (aislamiento o identificación de F. tularensis), la teoría de que la Mano de Nergal fue causada por tularemia ha sido apoyada por varios autores que basan sus argumentos en análisis históricos, lingüísticos y epidemiológicos: Trevor Bryce (The Kingdom of the Hittites), Stephen A. Mitchell (Anatolia: Land, Men, and Gods in Asia Minor), Amanda M. Podany (Brotherhood of Kings), A. D. Panagiotakopulu (Pharaonic Egypt and the Origins of Plague), Theodore P. J. Wilkinson (Archaeological Landscapes of the Near East) y E.T.H.M. Eijkman (The Plague in Antiquity and the Early Middle Ages) coinciden en que la tularemia es una explicación plausible para las epidemias que afectaron al Imperio Hitita.
La viruela, originada en el noreste de África hacia el 2,000 a.C., se expandió a Egipto y la India. Se cree que el faraón Ramsés V murió por esta enfermedad alrededor del 1157 a.C., dado que su momia muestra lesiones típicas de viruela. La expansión del Imperio egipcio y las guerras habrían favorecido la propagación de esta enfermedad en la región. Estudios paleopatológicos, como los realizados por Sir Marc Armand Ruffer, confirman su presencia en el Cercano Oriente. Según Tom Slattery, en su obra The Tragic End of the Bronze Age: A Virus Makes History, la viruela no solo provocó la muerte de Ramsés V, sino que también pudo haber contribuido al colapso de la Edad del Bronce al reducir la fuerza laboral necesaria para extraer estaño, clave para la producción de bronce, y ser responsable de la plaga hitita en torno al 1322 a.C.
La evidencia de la presencia de tuberculosis durante la Edad del Bronce se obtiene también a través de Sir Marc Ruffer y su estudio de las momias egipcias. En su obra Studies in the palaeopathology of Egypt, Ruffer documenta las lesiones espinales características de la enfermedad de Pott, que se pueden observar en la Lámina IX, figuras 14 y 15. La ciencia moderna también ha identificado ADN de Mycobacterium tuberculosis en la columna vertebral de momias egipcias, lo que confirma la existencia de tuberculosis en el Cercano Oriente a finales de la Edad del Bronce. En las condiciones de hacinamiento, desnutrición y pobreza de las ciudades de la época, la tuberculosis habría encontrado el ambiente ideal para proliferar, causando una alta mortalidad entre la población local al final de este período.
El ántrax es una infección bacteriana causada por Bacillus anthracis, conocida por su alta letalidad en humanos y animales, y su uso como agente de guerra biológica. A finales de la Edad del Bronce, sin tratamientos, vacunas ni antibióticos, una epidemia de ántrax habría sido devastadora. Las esporas de esta bacteria pueden sobrevivir décadas y, al ser inhaladas, ingeridas o al entrar en contacto con la piel, causan la enfermedad. Los animales herbívoros las ingieren al pastar, mientras que los carnívoros las consumen al comer animales infectados. Los humanos pueden contraerla por inhalación, contacto directo con la piel o consumo de carne contaminada. Según el Antiguo Testamento, una de las Diez Plagas de Egipto podría haber sido el ántrax, debido a la descripción de llagas en los animales, lo que sugiere que la enfermedad ya existía en el Cercano Oriente durante la Edad del Bronce y pudo haber causado epidemias en esa época.
Existen otras posibles enfermedades infecciosas responsables. En una población sin inmunidad, la influenza podría haber sido catastrófica. Pero no existen pruebas sólidas que respalden esta hipótesis, por lo que solo se puede considerar su potencial como causa de una epidemia de tipo estacional. La poliomielitis tenía un gran potencial para ser devastadora en la época, y las representaciones en pinturas egipcias confirman su presencia a finales de la Edad del Bronce, lo que la convierte en una causa definitiva de epidemias. Aunque el sarampión podría haber causado una epidemia letal en poblaciones vulnerables, no hay pruebas concluyentes ni registros históricos que demuestren que esto ocurriera, por lo que solo se puede considerar su potencial como una posible causa más. La malaria ha afectado a los humanos a lo largo de la historia, estuvo presente en el Cercano Oriente, desde Anatolia hasta el Nilo, a finales de la Edad del Bronce, y sigue existiendo en las mismas regiones hoy en día. Por lo tanto, tenía un constante potencial de causar muertes, especialmente la especie falciparum, durante el periodo. El tifus es una zoonosis transmitida a los humanos por los piojos, y era común entre grupos que vivían en condiciones de hacinamiento como soldados, marineros, prisioneros y refugiados en la época.
Representación generada de Mursili II. Imagen creada con inteligencia artificial por ChatGPT, basada en una solicitud personalizada del autor. Créditos: OpenAI/ChatGPT, 2025.
Cualquiera que haya sido la enfermedad responsable, la epidemia se habría propagado por todo el Cercano Oriente. Causó tal mortandad y fue tan significativa que obligó a los filisteos a devolver el Arca de la Alianza a los israelitas, un evento que marcó un giro en la historia de la región, preservó la identidad nacional de Israel y reforzó su relevancia en la historia religiosa mundial.
En conclusión, las enfermedades y epidemias en el Imperio Hitita reflejan la profunda conexión entre religión, política y manejo de la salud pública. El colapso de civilizaciones avanzadas del Mediterráneo Oriental y el Cercano Oriente pudieron estar vinculados a epidemias generalizadas, capaces de durar largos períodos o de reaparecer con frecuencia. Entre las enfermedades más probables se encuentran la peste bubónica, la viruela y la tularemia, cuya presencia endémica en el periodo parece bien documentada. Otras enfermedades también tendrían un impacto importante y, varias de ellas, coincidiendo en tiempo y lugar en su conjunto, pudieron contribuir de manera significativa al fin del Imperio Hitita y de la Edad del Bronce, especialmente en un contexto marcado por la mala higiene y la inexistencia de antibióticos y vacunas. Las epidemias deberían considerarse un factor importante en el análisis de muchos acontecimientos históricos.
*José Alberto Díaz Quiñonez es presidente de la Sociedad Mexicana de Salud Pública A.C. (@saludpublicaac). Es Doctor en Ciencias Biomédicas por la UNAM, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, el Sistema Nacional de Investigadores y la Academia Nacional de Medicina de México.
Referencias:
Norrie P. How Disease Affected the End of the Bronze Age. A History of Disease in Ancient Times. 2016 Jun 26:61–101. doi: 10.1007/978-3-319-28937-3_5. PMCID: PMC7123324.
Baldrick T. “Hittite Royal Prayers: A Hittite King Prays to Stop the Plague“, TheCollector.com, March 8, 2022.
Trevisanato SI. The ‘Hittite plague’, an epidemic of tularemia and the first record of biological warfare. Med Hypotheses. 2007;69(6):1371-1374.
Bascome E. A History Of Epidemic Pestilences, From The Earliest Ages, 1495 Years Before The Birth Of Our Savior To 1848: With Researches Into Their Nature, Causes, And Prophylaxis (1851).
Este texto forma parte de una serie sobre epidemias y pandemias:
El origen de los incendios es desconocido y está bajo investigación, informaron las autoridades del condado. Miles de personas han sido evacuadas y autoridades advirtieron que las cifras de muertos irremediablemente van a aumentar.
Con ninguno de los fuegos bajo control y nuevos sumándose a medida que pasan las horas, los incendios más destructivos de la historia de Los Ángeles parecen no tener fin.
En la tarde de este jueves empezó a arder otra zona del noroeste de la ciudad, cerca de las exclusivas áreas residenciales de Calabasas y Hidden Hills.
Y con ello, son ya seis los focos que cientos de bomberos combaten desde que se encendió la primera llama en la mañana del martes en Pacific Palisades.
Los evacuados llegan casi a los 200 mil y las edificaciones dañadas superan los 9 mil.
Hasta la tarde de este jueves se habían reportado seis muertes, pero las autoridades ya advirtieron que las cifras irremediablemente van a aumentar.
“En un momento dado, podremos hacer una búsqueda más exhaustiva de las áreas afectadas — algunas parecen haber sido alcanzadas por una bomba—. Podremos traer K-9 (perros de búsqueda y rescate) que nos ayuden a descubrir, con suerte, no demasiados muertos”, dijo el alguacil del condado de Los Ángeles, Robert Luna, en una rueda de prensa el jueves en la mañana.
“Rezamos por ello (para que no sean demasiados). Esto es una crisis y no sabemos qué nos puede deparar, aunque estamos preparados para todo”, añadió.
“Así que sean pacientes con nosotros cuando nos preguntes sobre la cifra de muertos”, siguió. “Hoy por hoy, francamente no lo sabemos”.
El alguacil Luna también informó que habían detenido “a más de 20 personas” tratando de saquear casas evacuadas.
Para evitar ese tipo de situación, adelantó que impondrían el toque de queda entre las seis de la tarde y las seis de la mañana alrededor de las zonas afectadas por los incendios de Palisades y Eaton.
Qué provocó los fuegos sigue estando bajo investigación, dijo en esa misma conferencia el jefe de bomberos del condado de Los Ángeles, Anthony Marrone, repitiendo el mensaje del día anterior.
“En cuanto tengamos un indicio se lo comunicaremos a los medios”, zanjó.
Mientras, los meteorólogos advierten que nuevos vientos de Santa Ana podrían seguir complicando la situación sobre el terreno.
Estos incendios serán unos de los más costosos en la historia de Estados Unidos, adelantan los expertos.
Tal como están las cosas, el banco de inversión estadounidense JP Morgan estima que las pérdidas económicas ascenderán a alrededor de US$50.000 millones, una cifra que se ha más que duplicado desde una estimación inicial del miércoles.
Los incendios en curso están llevando la capacidad de los servicios de emergencia al límite.
Y es que, aunque la temporada de incendios del sur de California solía empezar en mayo y acabar en octubre, hoy es ya “un problema perenne”, tal como subrayó el gobernador Gavin Newsom este martes.
“No hay temporada de incendios. Lo es todo el año”.
A los bomberos de la ciudad se les han sumado otros de los condados vecinos, y las autoridades de California han pedido ayuda más allá del estado. Nevada, Oregón y Washington ya han respondido al llamado.
En algunos lugares los bomberos se quedaron sin agua el miércoles por la alta demanda para apagar los fuegos.
La alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, se defendió de las críticas por estar de viaje en África cuando la ciudad empezó a arder.
En el oeste de Los Ángeles, además de la enorme destrucción que ha sufrido la zona de Pacific Palisades, la vecina Malibú ha visto como cientos de casas frente al océano han sido destruidas por el fuego, así como numerosas tiendas y restaurantes.
Las primeras llamas de esta oleada de incendios sin precedentes se registraron en la mañana del martes en Pacific Palisades, un área residencial de familias de clase alta y salpicada de mansiones en el oeste de Los Ángeles, y en pocas horas ya se había quemado cientos de hectáreas.
Este fuego ya es considerado el más destructivo de la historia de Los Ángeles por la gran cantidad de construcciones afectadas.
“Parece un infierno”, le dijo a Los Angeles Times Lori Libonati, uno de los miles de residentes obligados a evacuar el barrio, antes de tener que abandonar la zona.
A última hora de la tarde del martes, a unos 40 kilómetros hacia el interior, otro fuego se inició en Altadena, un municipio del norte de Los Ángeles. Las autoridades se están refiriendo a ese incendio como Eaton.
En las siguientes horas se les sumó otro incendio al norte de Palisades, al que nombraron Woodley, y un cuarto en esa misma dirección, cerca del municipio de Santa Clarita, bautizado como Hurst.
Y en la noche del miércoles se desató el incendio en las colinas de Hollywood.
El jueves se alertó del inicio de otros incendios a los largo del condado de Los Ángeles.
El proceso de evacuación en Pacific Palisades, barrio en el que viven numerosas celebridades, empezó siendo caótico, debido a las características de la zona residencial, sin suficientes rutas de acceso.
La principal vía de entrada y salida se vio colapsada, entre vecinos que huían por miedo a ser alcanzados por las llamas y bomberos que querían acceder a ella.
Y las autoridades tuvieron que usar maquinaria pesada para retirar los vehículos que bloqueban el acceso a los camiones cisterna.
“A las 10:45 de la mañana observaba unas llamas en las montañas de Santa Mónica y, en una hora, Sunset Boulevard estaba paralizado. Dos horas después, hubo un ataque de pánico masivo, con todos los vecinos tratando de evacuar a la vez”, cuenta la periodista de la BBC Lucy Sheriff, quien vive en el área.
“Vi a un padre con su hija de 10 años, con el uniforme escolar, corriendo por la calle para tratar de ponerse a salvo y escuché una mujer mayor pidiendo ayuda para subir al auto y marcharse, pero nadie quiso o pudo ayudarla”, prosigue.
“Nunca recibí un mensaje para la evacuación ni una alerta de incendio, tampoco mi pareja. Me enteré por los vecinos, y el proceso de evacuación fue extremadamente frenético”.
Se evacuaron escuelas y centros de salud, y se habilitaron albergues para recibir a los desalojados.
Los incendios se registran apenas dos semanas después de que otro, al que llamaron Franklin, consumiera cientos de hectáreas durante nueve días en la Malibú.
Los meteorólogos han advertido que estas son las peores condiciones para un incendio en más de una década no solo en Los Ángeles, sino en todo el sur de California.
“Son los vientos más destructivos que hemos visto en décadas”, le dijo a la BBC Ariel Cohen, meteorólogo a cargo del Servicio Meteorológico Nacional en Los Ángeles.
“Estamos hablando de vientos de entre 128 y 160 km/h, que han ayudado a que el fuego se propague”, subrayó.
“El escenario es catastrófico”.
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