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Futuro sin empleo es presente sin justicia
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Futuro sin empleo es presente sin justicia

Uno de los principales retos que enfrenta la empleabilidad juvenil es la desconexión entre la formación que reciben en los sistemas educativos y las competencias que demanda el sector productivo. La currícula escolar, muchas veces estandarizada y descontextualizada, en pocas ocasiones responde de manera adecuada a las realidades económicas, sociales y productivas de cada región del país.
20 de julio, 2025
Por: Miguel Ramírez Sandi

En México, adolescentes y jóvenes que se encuentran en la etapa de transición hacia la vida adulta enfrentan múltiples desafíos estructurales que dificultan su acceso a diversos derechos, entre ellos el de un empleo digno, sostenible y acorde con sus aspiraciones y potencial. Estos desafíos se vuelven aún más críticos cuando consideramos a las y los adolescentes en edad legal para trabajar —a partir de los 15 años según la legislación mexicana— quienes se ubican en una franja de alto riesgo del espectro laboral, ya que no son completamente escolarizados ni plenamente integrados al mercado formal de trabajo.

Uno de los principales retos que enfrenta la empleabilidad juvenil es la desconexión entre la formación que reciben en los sistemas educativos y las competencias que demanda el sector productivo. La currícula escolar, muchas veces estandarizada y descontextualizada, en pocas ocasiones responde de manera adecuada a las realidades económicas, sociales y productivas de cada región del país. En zonas rurales, por ejemplo, el potencial del sector agropecuario no se ve reflejado en programas de formación técnica pertinente; en contextos urbanos, las economías locales basadas en el comercio, los servicios o la industria tecnológica carecen de una retroalimentación constante con las escuelas de nivel medio superior y superior para actualizar planes de estudios de forma periódica. Esto genera un círculo vicioso: jóvenes con niveles educativos concluidos, pero con escasas oportunidades reales de acceder a un empleo digno y sostenible.

Además, existe una débil articulación entre instituciones educativas, gobiernos locales y actores del sector privado, lo que impide el desarrollo de rutas claras de inserción laboral para adolescentes y jóvenes. Las escuelas técnicas, por ejemplo, a menudo carecen de vínculos sólidos con las industrias locales o de mecanismos formales de prácticas profesionales que permitan a las y los estudiantes experimentar el entorno de trabajo antes de egresar de sus centros educativos. Esto abre una brecha entre la formación recibida y las competencias que las empresas requieren, lo que a su vez contribuye a la exclusión laboral o a la inserción en empleos informales, mal remunerados o sin prestaciones de Ley.

Este fenómeno afecta de forma diferenciada a cada región del país. En estados con una base económica rural o agrícola predominante, las oportunidades de formación técnica especializada son limitadas o inexistentes, lo que margina a las juventudes rurales de los procesos de desarrollo económico local. Por otro lado, en regiones con vocación industrial, las y los jóvenes enfrentan dificultades para acceder a programas que respondan ágilmente a los requerimientos de industrias en expansión, como la automotriz o la aeroespacial. 

Al mismo tiempo, el sector privado enfrenta sus propios desafíos. La identificación clara de los perfiles de recursos humanos que requiere es, con frecuencia, difusa e improvisada. Muchas empresas carecen de mecanismos internos para traducir sus necesidades en términos de habilidades, conocimientos y actitudes específicas requeridas para cada posición. Esta falta de articulación estratégica repercute en los procesos de reclutamiento y capacitación, y también en la retención de talento joven. En un país donde la informalidad es la norma para millones de personas jóvenes, esta desconexión profundiza la exclusión laboral y precariza el acceso a derechos como la seguridad social, el desarrollo profesional y un ingreso digno.

El desfase entre lo que se enseña y lo que se necesita no es solo una falla de diseño educativo, sino el reflejo de una ausencia de visión estratégica compartida entre los sectores público, privado y educativo. La construcción de un ecosistema favorable para la empleabilidad juvenil requiere de un diálogo constante, mecanismos de planificación conjunta y estrategias que fomenten la corresponsabilidad intersectorial. No se trata únicamente de formar para el empleo, sino de garantizar trayectorias laborales dignas, seguras y compatibles con los derechos de adolescentes y jóvenes en desarrollo.

Ante este panorama, Save the Children México ha hecho esfuerzos por construir puentes entre las juventudes y el mundo laboral. Impulsamos programas de orientación vocacional con perspectiva de derechos, formación en habilidades socioemocionales y laborales, fortalecimiento de capacidades emprendedoras, y mecanismos de vinculación con actores del sector privado comprometidos con la inclusión y la responsabilidad social. Estos modelos han demostrado ser efectivos para incrementar la empleabilidad de adolescentes en edad permitida para trabajar y jóvenes, así como su capacidad de permanecer en empleos dignos y sostenibles, disminuyendo los riesgos derivados de la precarización o el trabajo.

No obstante, la sociedad civil no puede suplir la responsabilidad del Estado ni sustituir la acción coordinada de los distintos sectores. Se requiere voluntad política y un marco institucional robusto que garantice la sostenibilidad de estas iniciativas y su integración en políticas públicas de alcance nacional.

En este sentido, la coyuntura que se avecina con la celebración del Mundial de Fútbol en 2026 representa una oportunidad histórica para redirigir esfuerzos y catalizar cambios estructurales en materia de empleabilidad juvenil. El evento, que implicará una movilización masiva de recursos humanos en sectores como el turismo, la hospitalidad, la logística, la seguridad y el comercio, puede convertirse en un punto de entrada para que miles de adolescentes y jóvenes accedan a empleos formales, bien remunerados y con posibilidades de desarrollo profesional. Se trata de cubrir necesidades temporales derivadas del evento y de aprovechar la inversión para consolidar un ecosistema laboral juvenil más inclusivo, resiliente y con proyección de largo plazo.

El sector turístico, en particular, ofrece un terreno fértil para este propósito. México cuenta con una diversidad cultural, geográfica y gastronómica que lo posiciona como uno de los destinos más atractivos a nivel global. Sin embargo, la profesionalización del sector y la generación de empleos de calidad siguen siendo asignaturas pendientes. Capacitar a las juventudes en áreas como servicio al cliente, idiomas, tecnologías turísticas, producción audiovisual, marketing digital y gestión sostenible del patrimonio, puede no solo mejorar sus condiciones de vida, sino también detonar el atractivo turístico de regiones tradicionalmente excluidas del circuito económico nacional.

Para ello, será indispensable que los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) diseñen estrategias específicas de inclusión laboral juvenil con enfoque sectorial, territorial y de género. Estas estrategias deben incluir incentivos fiscales y normativos para que las empresas contraten jóvenes en condiciones dignas. Asimismo, se deben fortalecer los mecanismos de inspección y supervisión para garantizar que las condiciones en las que laboren adolescentes y jóvenes cumplan con lo establecido por la Ley Federal del Trabajo.

En conclusión, el tránsito hacia una empleabilidad juvenil digna y sostenible implica una transformación profunda de las estructuras que hoy limitan el desarrollo de millones de adolescentes y jóvenes en México. Esta transformación no puede aplazarse. La ventana de oportunidad que representa el Mundial de 2026 debe aprovecharse para consolidar alianzas público-privadas-sociales que apuesten por una inclusión laboral con derechos, por una educación pertinente y de calidad, y por un sector productivo que reconozca el valor de las juventudes como agentes de cambio y desarrollo.

 

*Miguel Ramírez Sandi es coordinador de Incidencia Política en Protección de la Niñez de Save the Children México (@SaveChildrenMx), organización independiente líder en la promoción y defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Trabaja en más de 120 países atendiendo situaciones de emergencia y programas de desarrollo. Ayuda a los niños y niñas a lograr una infancia saludable y segura. En México, trabaja desde 1973 con programas de salud y nutrición, educación, protección infantil y defensa de los derechos de la niñez y adolescencia, en el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas.

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Imagen BBC
¿Cómo Black Sabbath encontró su sonido e inventó el heavy metal?
7 minutos de lectura

Al ralentizar el blues y jugar con imágenes ocultistas, la banda de Birmingham fue pionera de un género.

26 de julio, 2025
Por: BBC News Mundo
0

Si hubieras visto el primer concierto de Black Sabbath, no habrías reconocido su grandeza.

En 1968, se llamaban The Polka Tulk Blues Band, un nombre mucho menos siniestro, y venían acompañados de un saxofonista y un guitarrista que tocaba con la técnica del slide.

Un año después, la banda se había reducido, habían encontrado un nuevo nombre e inventado el heavy metal. Pocas bandas están tan ligadas a un género musical, pero Sabbath sentó las bases para todo el mundo, desde Motörhead y AC/DC hasta Metallica y Guns ‘n’ Roses.

A lo largo del camino, el cantante Ozzy Osbourne (fallecido esta semana a los 76 años) se convirtió en una de las figuras más influyentes del rock, con una presencia escénica electrizante e imprevisible y una ingesta de drogas casi mitológica.

“Si alguien ha vivido el libertino estilo de vida del rock and roll”, admitió una vez, “supongo que soy yo”.

Entonces, ¿cómo fue que estos cuatro músicos de clase trabajadora de Aston, Birmingham, reescribieron las reglas del rock?

Ozzy Osbourne y Tony Iommi en un show en 1970.
Getty Images
Los viscerales e imprevisibles directos de la banda eran parte de su atractivo.

¿Flores en el pelo?

Según Osbourne, fue una reacción visceral a las canciones “hippies y cursis” como San Francisco (“Be sure to wear some flowers in your hair” o “Asegúrate de llevar flores en el pelo”) que saturaron las ondas tras el Summer Of Love de 1967.

“¿Flores en el pelo? Hazme el favor”, se quejaba en su autobiografía de 2010.

“Las únicas flores que alguien vio en Aston eran las que te echaban a la tumba cuando te morías a los 53 años porque habías trabajado hasta morir”.

Junto al guitarrista Tony Iommi, el bajista Geezer Butler y el baterista Bill Ward, la idea inicial de Osbourne era darle un toque de Birmingham al sonido blusero de Fleetwood Mac.

El primer nombre del grupo, Polka Tulk, se inspiró en una marca de polvos de talco que utilizaba su madre.

Tras abandonar el saxofón, se rebautizaron como Earth, dando tantos conciertos como pudieron.

“Cuando venía un grupo importante a la ciudad, cargábamos la furgoneta con todas nuestras cosas y esperábamos fuera del recinto por si acaso no aparecían”, recordó Osbourne más tarde.

Funcionó… pero sólo una vez, cuando se le pidió a la banda que sustituyera a un ausente Jethro Tull. “Y después de eso, todos los promotores sabían nuestro nombre”, dijo Ozzy.

Una fotografía en blanco y negro que muestra a los miembros de Black Sabbath chapoteando en el río en el pintoresco valle de Wye, 1977.
Getty Images
La banda hizo todo tipo de travesuras en su apogeo en los 70.

Los dedos perdidos

Esa vena oportunista también les orientó hacia su sonido característico.

Dio la casualidad de que el local de ensayo del grupo estaba justo enfrente de un cine que proyectaba películas de terror durante toda la noche.

Al ver que el público acudía en masa a estos espectáculos, la banda ideó un plan.

“Tony dijo: ‘¿No te parece extraño que la gente pague dinero para asustarse? ¿Por qué no empezamos a escribir música de terror?'”, contó Osbourne al periodista musical Pete Paphides en 2005. “Y eso es lo que ocurrió”.

Los músicos se metamorfosearon en su forma definitiva: adoptaron el nombre de Black Sabbath, por una película homónima de bajo presupuesto de Boris Karloff, y empezaron a escribir letras que hablaban de muerte, magia negra y enfermedades mentales.

Para adaptarse al material, la música también tenía que hacerse más pesada. Ward bajó el tempo. Iommi subió el volumen. Osbourne desarrolló un lamento vocal agresivo que siempre parecía estar al borde de la locura.

Pero era la guitarra de Iommi lo que realmente diferenciaba a Sabbath. Sus riffs saltaban del amplificador y golpeaban al público en el pecho con fuerza taurina.

Fue un sonido que desarrolló por necesidad.

A los 17 años, Iommi trabajaba en una fábrica de chapas metálicas cuando perdió las puntas de sus dos dedos del medio en un accidente laboral.

Aunque los cirujanos intentaron reimplantárselas, cuando llegó al hospital ya estaban negras. Parecía el final de su carrera como guitarrista.

“Los médicos me dijeron: ‘Lo mejor que puedes hacer es hacer las maletas. Búscate otro trabajo, dedícate a otra cosa'”, escribió Iommi en su autobiografía, Iron Man.

Decidido a demostrar que estaban equivocados, derritió una botella de Fairy (detergente) para fabricar dedales protectores para sus dedos, y aflojó las cuerdas de su guitarra para no tener que aplicar demasiada presión sobre el diapasón al tocar una nota.

Tras meses de dolorosa práctica, aprendió una nueva forma de tocar, utilizando sus dos dedos buenos para componer acordes y añadiendo vibrato para engrosar el sonido.

Ese gruñido despojado y desafinado se convirtió en la base del heavy metal.

“Nunca había oído ese estilo”, dijo Tom Allan, quien diseñó el álbum debut de Sabbath en 1969.

“Realmente no podía entenderlo. No lo entendía. Nunca se oía algo así en la radio”.

Tony Iommi tocando la guitarra.
Getty Images
El sonido de la guitarra de Iommi definió todo un género.

“No son tan malos”

El disco era lúgubre y fangoso, en parte porque la banda lo había grabado en sólo dos días, con fondos limitados.

Los críticos no sabían qué pensar. En Rolling Stone, Lester Bangs dijo que el álbum había sido “promocionado como una celebración ritual rockera de la masa satánica o algo así… No son tan malos, pero ese es todo el mérito que se les puede dar”.

Las imágenes supuestamente satánicas desataron un pánico moral en la prensa generalista, que se intensificó cuando se descubrió que la canción que daba título al álbum contenía una progresión de acordes conocida como Intervalo del Diablo, prohibida por la Iglesia en la Edad Media.

Lo que la prensa no sabía era que Black Sabbath, la canción, había sido escrita como advertencia sobre los peligros del satanismo, después de que Ward se quedara dormido leyendo libros de ocultismo y se despertara al ver una figura fantasmal encapuchada al final de su cama.

“Me dio el susto de mi vida”, recordó más tarde.

Sea cual sea la verdad, la polémica vendió discos y atrajo a legiones de fans.

En una ocasión, la banda regresó a su hotel y se encontró con 20 satánicos vestidos de negro que sostenían velas y coreaban fuera de su habitación. Para librarse de ellos, Osbourne apagó las llamas y cantó el cumpleaños feliz.

Ozzy Osbourne sostiene una bola de cristal vestido con una túnica de mago.
Getty Images
Osbourne hizo honor a su imagen de hombre más salvaje del rock, aficionado a las ciencias ocultas.

Poder imborrable

Aun así, Sabbath aprovechó su reputación, componiendo material más oscuro y ganándose fama de alborotadores a medida que avanzaban los años 70.

Pero la música nunca fue tan básica o monótona como sugería su imagen.

Su segundo álbum, Paranoid, supuso un salto sísmico en la creación de canciones, desde el visceral himno antibelicista War Pigs hasta la intensidad escalofriante de la canción que da título al disco, pasando por el horror de ciencia ficción de Iron Man y la balada fantasmagórica de Planet Caravan.

Mantuvieron el ritmo en Master of Reality, de 1971, y Osbourne describió Children Of The Grave como “la canción más increíble que jamás hayamos grabado”.

El Volumen 4, publicado en 1972, a veces se pasa por alto debido a la falta de un gran single radiofónico, pero también contiene algunos de los mejores y más variados trabajos de la banda.

Snowblind documenta su descenso a la drogadicción con un riff de guitarra cargado de profundidad; mientras que St Vitus’ Dance es un consejo sorprendentemente tierno a un amigo con el corazón roto, y Laguna Sunrise es un bucólico instrumental.

Sabbath Bloody Sabbath, por su parte, fue escrito como una furiosa crítica a una industria musical que los había descartado.

“A quienes te han destrozado / Quieres verlos arder”.

Después de 55 años y cientos de imitadores, el impacto revelador del sonido de Black Sabbath se ha atenuado. ¿Cómo si no explicar que Osbourne e Iommi interpretaran Paranoid en el Jubileo de Oro de la reina Isabel II en 2002?

Pero el poder de esas canciones -desde los demoledores riffs de Iommi hasta el lamento vocal insistente de Osbourne- sigue siendo imborrable.

Cuando introdujo a Black Sabbath en el Salón de la Fama del Rock and Roll, Lars Ulrich, de Metallica, dijo:

“Si no existiera Black Sabbath, el hard rock y el heavy metal serían muy distintos”.

“Cuando se trata de definir un género dentro del mundo de la música pesada”, añadió, “Sabbath está en una categoría aparte”.

Al escribir tras el penúltimo concierto de despedida de la banda, en 2017, Osbourne dijo sentirse conmovido por el reconocimiento.

“Nunca soñé que estaríamos aquí 49 años después”, afirmó.

“Pero cuando pienso en todo esto, lo mejor de haber estado en Black Sabbath todos estos años es que la música se ha mantenido vigente”.

*Este artículo fue escrito y editado por nuestros periodistas con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial para la traducción, como parte de un programa piloto.

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BBC

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