En la elección ha quedado claro que las mayorías se inclinan no por esta o por aquella filosofía política, sino por la resolución de los problemas concretos que afectan a su vida diaria.
Octavio Paz
Los cambios en el gabinete federal anunciados el 27 de agosto han dado la excusa perfecta para que los comentaristas políticos y “opinónologos” dispensen tinta tratando de descifrar los mensajes políticos detrás de cada movimiento, así como aprovechar el momento para elaborar sendas quinielas que les permitan apostar sobre quien será el “elegido” del actual presidente para sucederlo como candidato a la presidencia. Osadamente, apuestan a que estos cambios son movimientos políticamente estratégicos para alinear a diversos candidatos como alternativas a la candidatura presidencial en tres años, aproximadamente en mil días.
Es increíble el simplismo y la vaguedad con lo que algunos escritores cotidianos quieren abordar un tema como lo es el de los perfiles de los funcionarios públicos de primer nivel en México. Como un estudioso de las elites gubernamentales del último siglo, aún me sorprende ver las afirmaciones que han llenado los periódicos en los últimos días, y que dicen tratar de explicar, sin lograrlo, las razones a las que obedecen los cambios, mostrando análisis superficiales sobre supuestas redes políticas o en los que se destacan características en las personalidades de los funcionarios para la elección de sus carteras de responsabilidad. Asimismo, los comentaristas siguen siendo presos de los mitos prevalecientes sobre el funcionamiento del sistema político mexicano, olvidando ilustrar el cómo se toman estás decisiones, y dejando de lado la seriedad debida que conllevan este tipo de actos.
El regreso del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República le crea grandes problemas analíticos a los comentaristas políticos, los cuales le dan demasiada importancia al simbolismo y la retórica, tomándolas por ciertas. Por lo que cabe precisar ciertas elementos a los ya escritos en estos días.
La narrativa ha dejado de lado que aquellos que se ubican en la cúspide de puestos gubernamentales, si bien son principalmente emanados del Partido Revolucionario Institucional, no son el mismo tipo de político que aquellos originados del mismo partido un par de décadas atrás, y mucho menos de aquellos de cuatro décadas antes. Es correcto, ese partido le da una gran importancia al simbolismo y la retórica; sin embargo, le dan otra utilidad y alcance que sus pares de décadas anteriores. De hecho, parte de esta utilidad es hacer creer que se utiliza el simbolismo y la retórica de la misma manera que antaño.
[contextly_sidebar id=”3xdeYPajIhCwCGzWj36pbUXGDRxgsBKP”]Así, en ese manejo de la retórica, el ojo inexperto le supone que los cambios obedecen a un reacomodo de piezas que alineará diversas personas en una competencia a la candidatura presidencial. No obstante, los cambios no obedecen a una alineación proyectista, ni siquiera a un análisis crítico de qué perfiles son más aptos para cuál cartera del gobierno. Estos responden a una máxima del sistema que dice que “las cosas se acomodan moviéndose”. Tras la mayor crisis que haya enfrentado un gobierno federal en la historia democrática de nuestro país, la reacción muestra que la autocrítica y el revisionismo no es una característica que defina a este grupo. Por el contrario, lo que si lo define es el uso patrimonialista de los cargos así como de las instituciones públicas. Por lo que los nuevos nombramientos no son la excepción.
Se eligió reacomodar, que no cambiar, al gabinete, de acuerdo a los puestos con los que se pueda obtener las mejoras rentas políticas. Literalmente, se dio una repartición de los puestos, como aquellos gobiernos de botín de antaño donde los colaboradores más fieles podían acceder a aquellos lugares que les darían mayores trofeos, lugares que están reservados para pocos. Entonces, el llamado “grupo compacto” es en realidad el único grupo del Presidente.
Por lo que no debe ser de extrañar que se le dé un gran impulso, como se dejó patente en el informe de gobierno, a la política educativa, la política social y a la política financiera. Con ello se busca apuntalar capital político a nivel local y quitar control territorial a fuerzas políticas que trabajan a ras de tierra. El actual gobierno no ve la competencia de 2018 con el PAN o en el PRD, sino en aquellos candidatos que el Presidente identifica como “demagogos” y “peligrosos”. Es decir, a los nuevos secretarios de Educación y de Desarrollo Social no los ve como candidatos presidenciales, sino como un futuro candidato a la capital y la mejor herramienta para ganar presencia local a cañonazos de dinero y apoyos sociales. Con esto no sólo se extraen rentas políticas a corto plazo, sino a su vez el resto del gabinete mantienen la misión de apuntalar y proteger al “delfín”. El ungido, lo ha sido desde antes del inicio del sexenio, y cuyo nombre no variará, no importando el desempeño o la numeralia; a menos, que la hecatombe se presentara.
Este gobierno, si bien tenían claro un proyecto de cómo llegar al poder y como arrancar su gobierno, sigue mostrando que no cuenta con un proyecto de cómo desarrollar la efervescencia inicial con la cual se presentaba olvidando las enseñanzas que dejó el anterior régimen priista: El desempeño de los funcionarios del gabinete pesaba como la espada de Damocles sobre los funcionarios y donde la improvisación de secretarios no era una opción viable.
Los renovados bríos con los que el presidente pretende presentarse hacía el inicio de la segunda mitad de su mandato, en realidad es un velo para ocultar la terquedad de mantener a los mismos, aunque en diversos lugares; confirmando que se mantendrán las misma políticas y decisiones probadamente erróneas. Es el poder por el poder.
* Cristopher Ballinas Valdés (@crisballinas) es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Oxford y Profesor en Políticas Públicas en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Su libro más reciente es The Politics of Agency Design. Politics in the Forging of Autonomous Regulatory Agencies se centra en el análisis de las pugnas políticas detrás de la creación de los organismos autónomos en México.
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