Acabamos de publicar un estudio sobre los riesgos para la nutrición de niñas y niños desde cero hasta nueve años de edad en cada entidad del país. Es una investigación en la cual recuperamos la discusión actualizada sobre los factores que están correlacionados con la desnutrición crónica, entendida como baja talla para la edad, y con el sobrepeso y la obesidad, es decir, peso excesivo para la edad, a partir de los registros de la media nacional en las poblaciones de cada edad. Preocupa que en México la desnutrición crónica no cede, y la obesidad avanza y se cierne con más y más frecuencia ya para los años de la adolescencia.
Lo primero que conviene dejar anotado es que los desequilibrios en el estado nutricional durante las diversas fases de la niñez no son, como tales, la medida que les sirve de indicio. Determinada niña de la sierra norte de Puebla es quien está padeciendo desnutrición crónica, determinado niño de una colonia en la periferia de La Paz, en Baja California Sur, es quien está arrastrando un sobrepeso que es de cuidado. El desajuste se puede captar por el metro o la báscula, pero no se reduce a ser bajitos de estatura o pesar más de lo típico en la edad en la que están. Lo que les ocurre está afectando a varios de sus sistemas, en el funcionamiento de distintos órganos y procesos, no sólo en el tamaño de sus huesos o en la acumulación de tejidos adiposos, sino en cambios peligrosos para la circulación de la sangre, el funcionamiento del hígado o la densidad de las conexiones cerebrales, condicionando su desarrollo de formas muy preocupantes.
En el Atlas de Riesgos para la Nutrición de la Niñez en México analizamos los datos de prevalencia, es decir, los registros de cuando ya está presente y vigente el indeseable estado nutricional; pero lo que nos propusimos es aproximarnos a una proyección sólida de qué puede pasar en los próximos años. Lo que estamos indagando en este estudio es qué factores tienen una correlación más estrecha en términos de predicción, hacia delante.
Un atlas de riesgos sísmicos o hídricos es un mapa que indica no sólo y no tanto en dónde ya hubo un terremoto o un desbordamiento, sino dónde puede y debe concentrarse la atención en términos preventivos, para mitigar o desactivar las condiciones adversas antes de que se precipite el resultado temido. La misma estrategia rige la creación de nuestro Atlas: el uso de los datos para proyectar escenarios y actuar antes de que se presenten.
En esto de la nutrición de la niñez tendemos a pensar en explicaciones con pocos factores; por ejemplo, que cuando nos topamos con desnutrición es porque falta dinero en las familias para comprar alimentos, o porque las personas adultas desconocen cuáles son los alimentos que contribuyen a la salud en la etapa de desarrollo en que se encuentran sus hijas e hijos. Y entonces pensamos que la solución rápida y completa es entregar despensas, o distribuir transferencias económicas, o repartir guías y recetarios para que la tendencia se abata y la dificultad desaparezca. Lo que muestra la experiencia de campo y los estudios de gran escala es que los problemas de alimentación son muy resistentes: se quedan después de intervenciones de ese tipo. No es que esas intervenciones no funcionen como tal, sino que no bastan, porque las decisiones y conductas ocurren en escenarios con multitud de factores.
Así que, para la elaboración de este estudio, retomamos datos de 139 variables independientes y exploramos cómo se relacionaban entre sí y con las variables de Talla para la edad y Peso para la edad. Fue necesario echar mano de un proceso de Potenciación extrema de Gradiente o “XGBoost” para contar con un modelo matemático que arrojara un porcentaje de riesgo para tres rangos de edad: 0 a 3 años, 4 a 6 y 7 a 9. De hecho, el modelo obtuvo resultados más robustos de predicción con dos variables dependientes: el Peso en función de la talla y el Índice Exponencial de Masa Corporal. Suena complicado, y lo es. Un problema multifactorial no puede tener una explicación simplona y una especie de “cura mágica” desde lo social.
Les invito a leer con detenimiento el estudio, pero adelanto algunas sorpresas: más que ingreso y escolaridad de padres y madres como factor de protección o riesgo para la nutrición de sus hijos e hijas, en el modelo nos resultó que la desnutrición está más correlacionada con la violencia al interior de las familias. Suena lógico, terriblemente doloroso y no tan fácil de captar a primera vista, pero si no hay paz, si hay golpes e insultos, quiebres y abuso, claramente niñas y niños se nutren mal, al menos según lo que sugieren los datos para nuestro país. O, en el otro extremo, la falta de agua potable y un contexto de enfermedades ligadas a ello puede ser un indicio de riesgo para el sobepeso.
Lo que más nos importa es que la investigación nos lleve a comprometernos con la búsqueda conjunta y articulada de soluciones. Alimentarse es un derecho elemental y no se reduce a la ingesta, a introducir en los estomaguitos los nutrientes. Así como el aprendizaje no es sólo algo que pasa en los cerebros, la nutrición no se reduce a gramos e ingredientes. No deben nunca minimizarse esos aspectos, como muestran los avances que han traído el etiquetado frontal, y lo que todavía falta en el compromiso de los sistemas de procesamiento y distribución de alimentos. Pero el camino es todavía largo: mejorar el abasto popular para que haya, por ejemplo, vegetales frescos y buena proteína al alcance; repensar las rutinas y los tiempos de niñas y niños y sus adultos responsables, para comer juntos en armonía y crear pautas positivas de alimentación, evitando que determinados alimentos sean premios o castigos; reactivar a la escuela pública como espacio de registro del estado nutricional y ambientes propicios para asegurar una o dos comidas diarias, al menos para la población que más lo requiere.
El Atlas es un vigoroso, pero esperanzado, llamado de atención con enfoque preventivo, y ya no sólo remedial, que nos convoca a la corresponsabilidad. Todas y todos tenemos algo qué cambiar para favorecer el derecho vital de niñas y niños. Si estudiamos y mejoramos el mapa, podemos mover la aguja.
* David Calderón es director general del Centro de Excelencia e Innovación para los Derechos y Oportunidades de la Niñez (CEIDON) / Save the Children (@SaveChildrenMx) es la organización independiente líder en la promoción y defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Trabaja en más de 120 países atendiendo situaciones de emergencia y programas de desarrollo. Ayuda a los niños y niñas a lograr una infancia saludable y segura. En México, trabaja desde 1973 con programas de salud y nutrición, educación, protección infantil y defensa de los derechos de la niñez y adolescencia, en el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas.
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Los investigadores descubrieron que las nueve momias que examinaron tenían un olor “amaderado”, “picante” y “dulce”.
Científicos han descubierto que los cuerpos momificados del antiguo Egipto siguen oliendo muy bien incluso después de pasar 5.000 años en un sarcófago.
Los investigadores que examinaron nueve momias descubrieron que, aunque había alguna diferencia en la intensidad de sus olores, todos podían describirse como “amaderados”, “especiados” y “dulces”.
Afirman que recrear la composición de los olores químicamente permitirá a otros experimentar el olor de una momia y ayudará a saber cuándo los cuerpos en su interior pueden estar empezando a pudrirse.
“Queremos compartir la experiencia que tuvimos al oler los cuerpos momificados, por lo que estamos reconstruyendo el olor para presentarlo en el Museo Egipcio de El Cairo”, le dijo a la BBC Cecilia Bembibre, una de las investigadoras.
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Durante el proceso de momificación, los antiguos egipcios rodeaban el cuerpo con olores agradables como parte importante de la preparación del espíritu para entrar en la otra vida.
Como resultado de esto, los cuerpos de faraones y miembros de la nobleza eran adornados con aceites, ceras y bálsamos.
“En las películas y los libros, a quienes huelen cuerpos momificados les suceden cosas terribles”, dijo Bembibre.
“Nos sorprendió lo agradables que resultaban”.
Los autores del estudio académico, publicado en Revista de la Sociedad Química Estadounidense, tuvieron que obtener el olor del interior del sarcófago sin interferir con la momia que se encontraba en su interior.
Los investigadores, de la University College de Londres y la Universidad de Ljubljana, en Eslovenia, lo hicieron insertando un pequeño tubo para poder medir el olor sin tomar ninguna muestra física.
Bembibre explicó que los científicos del patrimonio siempre están tratando de encontrar formas “no destructivas” de descubrir nueva información.
Los visitantes que perciban los aromas en los museos podrán experimentar el antiguo Egipto y el proceso de momificación desde una perspectiva totalmente diferente.
Ally Louks, supervisora de literatura inglesa en la Universidad de Cambridge, que escribió su tesis doctoral sobre la política del olfato, describió esto como una forma “realmente innovadora” de comunicar la historia.
“Utilizar la nariz produce una fuerte reacción emocional y física”, le dijo a la BBC.
“Sabemos que los olores eran esenciales para las prácticas sociales, religiosas y personales [en el antiguo Egipto]”, añadió.
Matija Strlič, otro miembro del equipo del estudio, le dijo a la agencia de noticias AP que los aromas pueden incluso sugerir a qué clase social pertenecía una momia.
“Creemos que este enfoque es potencialmente de gran interés para otros tipos de colecciones de museos”, dijo.
Además de proporcionar a los visitantes de los museos una nueva perspectiva sensorial sobre las momias, el descubrimiento también presenta un potencial avance para los conservadores de momias.
Los investigadores utilizaron una técnica llamada cromatografía de gases para separar los diferentes olores dentro del sarcófago que se combinan para formar su aroma.
Encontraron olores relacionados con la descomposición de las grasas animales utilizadas en el proceso de embalsamamiento, lo que podría indicar que el cuerpo está comenzando a descomponerse.
Gracias a estos hallazgos, será posible “intervenir prácticamente” en la conservación de las momias, identificando la mejor manera de almacenar y envolver los cuerpos, según el artículo de investigación.
“Esto es útil para los conservadores que cuidan esta colección [ya que] podemos asegurarnos de que llegue a las generaciones futuras”, dijo Bembibre.
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