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Ningún perdón, sólo el mío
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8 minutos de lectura

Ningún perdón, sólo el mío

No sólo la Conquista no fue pacífica, tampoco parecen serlo las transiciones de gobierno en México con asesinatos de alcaldes electos, aunque por esos crímenes ninguna autoridad solicita que se pida perdón a nadie. Al gobierno mexicano le importa lo que ocurrió hace 500 años, no lo que ocurre ahora.
10 de octubre, 2024
Por: Juan Manuel Villalobos

Ahora que se ha vuelto a abrir una polémica artificial —y artificiosa— por parte del gobierno de México, que en realidad busca desviar la atención de lo que debería ser prioridad en el país y que no se atiende -esto es, la corrupción y la seguridad, por no hablar de la educación y la salud-, en la que la presidenta de turno ha reiterado la necesidad de que España pida perdón por la Conquista, leo que en México han decapitado al alcalde de Chilpancingo, Guerrero, la capital de ese estado, aquel lugar donde también se encuentra Acapulco, y en el que ha vuelto a azotar no sólo la inclemencia del clima con un nuevo huracán devastador, como el que ya lo castigó hace un año, sino también el crimen organizado.

Primero fue asesinado el secretario general del ayuntamiento, Francisco González Tapia, y después el alcalde, Alejandro Arcos Catalán, apenas una semana después de tomar posesión. Pero antes, el 27 de septiembre, también había sido asesinado Ulises Hernández Martínez, quien aparentemente se perfilaba para ser el encargado de la seguridad en el gobierno de Arcos Catalán, que llegó amparado por la oposición y que ganó las elecciones en un estado que controla políticamente Morena y, en la práctica, el narco, con una gobernadora hija de un sujeto acusado de violación que también es senador de la República, el clan de los Salgado.

No sólo la Conquista no fue pacífica, tampoco parecen serlo las transiciones de gobierno en México, aunque por esos crímenes ninguna autoridad solicita que se pida perdón a nadie. Es la contradicción de buscar la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio, algo a lo que parece se han acostumbrado los mexicanos, y me excluyo, porque viviendo en España, hay algo de mí que siente vergüenza por mi país, por ese país, aunque esa vergüenza también la expresé en 1994 cuando con todo el poder del Estado había vuelto a ganar el PRI las elecciones presidenciales de aquel año descompuesto. Entonces perdí mi trabajo en Notimex por levantar la voz y escribir una carta.

Decapitar. Se escribe fácil —y más si hablamos de México—, porque la normalización de la violencia que ha propuesto el Estado, donde a los delincuentes se les ofrecen abrazos, se ha extendido por todo el territorio nacional, pero la verdad es que para entornos democráticos (en los que se encuentra España orgullosamente), aquello es estremecedor.

La decapitación, en un Estado democrático, no sólo es un acto de barbarie; es, en esencia, un acto terrorista. Y, sin embargo, se trata de un acto que se llevaba a cabo hace más de cinco siglos, lo que permitió descubrirla a los europeos que conquistaron las tierras americanas —especialmente incas: sí, ya desde entonces se llevaban a cabo decapitaciones, antes de que incluso llegaran “los malos” a invadir “tierras puras”, como les gusta hablar a los populistas y maniqueos que de historia saben poco— y por la que hoy un fulano exige a los descendientes de aquellos que llegaron a tierras que aún no se conocían como México, que pidan perdón —no se sabe a quién—, no por las decapitaciones que ya se realizaban en América sino por las “atrocidades” que los conquistadores cometieron hace 500 años.

Las atrocidades actuales, se entiende en este contexto de realidad paralela, no tienen ningún peso. Al gobierno mexicano le importa lo que ocurrió hace 500 años, no lo que ocurre ahora. Ahora, abrazos para los verdugos y humillación para las víctimas. Si no, que les pregunten a las madres buscadoras de México para quienes no hay la más mínima consideración del Estado en su peregrinar por encontrar las huellas de sus hijos y de sus hijas desaparecidas, no importa que gobierne una mujer o un hombre: son iguales.

Al gobierno mexicano las únicas víctimas que le preocupan son las que ocurrieron en el paleolítico, y uso el humor porque de otra manera hablaríamos de cosas serías y, al parecer, decapitar en México pronto podría ser una actividad olímpica donde alguna medalla ganaría un país que gana pocas. Los Ángeles están a la vuelta de la esquina. A ver quién de “los ardillos” o de “los tlacos”, esas bandas que se pasean con toda impunidad en Guerrero causando terror, irá a representarnos para poner el nombre de México muy en alto.

Pero no tiene gracia. México se ha convertido en el cementerio de América Latina, donde en el sexenio del expresidente López Obrador (el mismo que pide que España se disculpe) ocurrieron cerca de 200,000 homicidios 1 y hasta hace un año contabilizaba 5,600 fosas clandestinas, 2 algo paradójico porque su gobierno obtuvo, pese a esos números escandalosos, una aprobación escalofriante del 80 %, nada más dejar el poder. Y escribo escalofriante porque hace suponer que a más homicidios y a más fosas, mayor es la aprobación de un presidente en México, porque este ha sido el sexenio más sanguinario de la historia del país.

Por si alguien quisiera saber qué piensa un amplio número de españoles sobre la polémica del perdón, basta leer un par de comentarios de un periódico en España sobre la noticia de la decapitación del alcalde de Chilpancingo:

Pero el problema importante es que España pida perdón, no que México sea un estado fallido que se parece más a un infierno lleno de asesinatos y atrocidades que a un lugar dónde vivir”.

Dra. Claudia Sheinbaum, y expresidente, Sr. López Obrador, dedíquense a combatir los graves problemas que tienen ustedes en su país (narcoterrorismo, recesión, pobreza…) y no pierdan el tiempo acusando a España porque bastante trabajo tienen ustedes para enderezar su propio país que está al borde del abismo, así que no se ocupen/preocupen de los demás. Hay que tener cara”. 3 

En efecto, hay que tener cara, o morro como se dice en España, para andar buscando problemas de hace 500 años y hacernos creer que con tanto militar suelto en las calles, ahora que la Guardia Nacional se ha convertido en un apéndice de la Secretaría de la Defensa, se solucionarán los problemas de seguridad. Un apéndice que, hay que recordarlo, inauguró el mandato de la nueva presidenta disparando contra migrantes indefensos en Chiapas. La solución de la seguridad parece que está a un paso o a un “piso”, ahora que gusta tanto la palabra tonta, de solucionarse. Las armas están listas… en contra de los indefensos.

Decapitar es un acto no sólo de humillación y superioridad, es un acto de crueldad que coloca al ser humano en el escalafón más bajo del desarrollo e inteligencia de los seres vivos; es un acto al que han recurrido grupos terroristas como el Estado Islámico —no podemos olvidar la muerte de James Foley en 2014, hace diez años—, y al que ahora recurren grupos terroristas en México.

La cabeza de Arcos Catalán se colocó en el techo de una camioneta, mientras su cuerpo yacía en el asiento del copiloto de la misma camioneta. La fotografía que algunos medios difundieron es la imagen de la deshonra de un país que le ha perdido miedo a todo, es la imagen de la vergüenza y de la pena de un país que ha dejado de tener límites en la ejecución de su violencia y sobre el significado de dignidad, del que lo desconoce todo. La decapitación de Arcos Catalán es un crimen de guerra al nivel de los de Putin y Netanyahu. Me atreví a ver la fotografía para escribir este texto. He visto horrores, ese es uno de ellos. Un país incapaz de pedir perdón él mismo por la barbarie que ocurre en él, es un país sin vergüenza. México la ha perdido.

“Los Incas […] usaban las cabezas de los enemigos más importantes como trofeos y las convertían en jarras para beber, lanzando un claro mensaje de supremacía militar. También los conocidos Jíbaros de Ecuador reducían las cabezas de sus rivales y las atravesaban con cuerdas para poder transportarlas con ellos. Pero, hasta la fecha, la evidencia más antigua de esta práctica que impresionó a los conquistadores europeos hace más de cinco siglos se remontaba a hace unos 3,000 años. Y, además, todas ellas habían sido encontradas en el área andina” (Corral, 2015). 4 Pues bien, los narcos mexicanos han retomado la tradición. Alguien necesitará pedir perdón dentro de 500 años.

“Un estado fallido” y “un país al borde del abismo” escribe el lector medio en España sobre México, un país cuya preocupación se centra en lo que ocurrió siglos atrás. Es una locura, como lo es aceptar que la cabeza de un hombre que ganó una alcaldía de la capital de un estado en México en las últimas elecciones sea exhibida en el toldo de una camioneta y que nadie rechiste de ello ni haya gente que se diga avergonzada, como me digo yo, de ser mexicano. Seré el primero, tal vez.

Yo pido perdón por haber nacido ahí. Ojalá vengan otros y digan lo mismo, y podemos hacer algo para concientizar que eso que ocurre no es normal. Ojalá que a los que les corresponda pedir perdón, lo hagan. Uno acaba de dejar el poder —o eso dice—, pero es un incompetente —no quiero imaginar el escándalo que se hubiera hecho si el decapitado hubiera sido él y alguien hubiera colocado su cabeza en el asta bandera del Zócalo—. Hoy somos millones —o eso espero— para los que una decapitación nos hace pensar que algo ha fallado en México y que es precisamente México el que debería pedir perdón al mundo y a su gente. A ellos les digo: podría ser su padre el decapitado, podría ser su madre, podría ser su hija o su hijo. Es su futuro, es el nuestro. Es el México que, visto lo visto por el apoyo de continuidad que ha tenido el gobierno, muchos quieren. Yo no. Yo no voté por eso. Yo sí me avergüenzo. Y doy la cara. Y pido perdón.

* Juan Manuel Villalobos es escritor. Su última obra es el libro de relatos La peor parte (librosampleados; México, 2020).

 

1 Véase aquí.

2 Véase aquí.

3 Comentarios a la nota “Decapitado el alcalde de Chilpancingo una semana después de asumir el cargo” firmada por David Marcial Pérez (10/07/2015). El País.

4 Corral, Miguel G. (09/24/2015) “¿La decapitación más antigua del mundo?”. El Mundo.

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Imagen BBC
El gran éxito económico que lograron los libaneses que migraron a América Latina en el siglo XIX y que mantienen sus descendientes
9 minutos de lectura

La diáspora libanesa en América Latina echó raíces en la región desde hace casi 150 años. Desde entonces se convirtió en una de las comunidades más prósperas.

03 de octubre, 2024
Por: BBC News Mundo
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“Ser libanés no es una nacionalidad, es un oficio”, dice un poema del escritor libanés Roda Fawaz.

Su verso transmite un sentimiento que comparten millones de personas originarias de esa nación de Medio Oriente, o descendientes de migrantes que lo hicieron a lo largo de los últimos 150 años, y que se establecieron en muchos países del mundo.

América Latina fue un destino de una buena parte de ellos. Notablemente en Brasil, con entre 8 y 10 millones de brasileños-libaneses. Pero también en el resto de los países, desde México hasta Argentina, se calcula que hay unos cuatro millones más repartidos en la región.

Entre ellos hay nombres que han logrado un lugar destacado en el mundo de los negocios, la política o la cultura. Los empresarios son tal vez los más conocidos, con apellidos como Slim (México), Jafet y Ghosh (Brasil), Char (Colombia), Menem (Argentina) o Saieh (Chile).

Y con fama internacional, Shakira o Salma Hayek o el actor Ricardo Darín dan muestra de lo lejos que han llegado las artistas de origen libanés.

La diáspora en América Latina casi triplica los 5 millones de habitantes de Líbano, país que actualmente atraviesa una crisis por la guerra entre el grupo armado Hezbolá asentado en territorio libanés y las fuerzas de Israel.

Shakira en Líbano en 2003
Getty Images
Shakira, cuyos apellido libanés Mebarak viene de su padre, visitó Líbano en más de una ocasión.

Pero el éxito de esta comunidad en América Latina no fue automático. Fue a base de lo que el historiador mexicano de origen libanés Carlos Martínez Assad llama “una migración solidaria” que los llevó a establecerse en diversos países de la región.

“Algunos estuvieron primero en Venezuela o Colombia y luego se vinieron a México. Y al revés, gente que estuvo en México terminó en otro país de América Latina. O a Estados Unidos y viceversa, primero llegaron allá y se vienen a México. Es un fenómeno de establecimiento de redes”, explica el investigador, autor de una basta colección de libros y publicaciones sobre la migración libanesa.

Pero lo que caracterizó a esta comunidad, y que los llevó a fijarse en el imaginario social, fue el comercio. Encontraron las formas y los medios para llevar productos a muchos puntos de los países que adoptaron y así establecer sus bases en la industrialización y modernización de América Latina.

¿Por qué dejaron Líbano?

El país que hoy es Líbano fue durante tres siglos (1516-1918) parte del Imperio Otomano, que dominó extensas porciones de Medio Oriente, el norte de África y la península de los Balcanes en el este de Europa.

Fue en el siglo XIX cuando la región del Monte Líbano comenzó a experimentar una época convulsa, en buena medida por la disputa por el poder político, económico y religioso entre los cristianos maronitas y los musulmanes drusos.

Los maronitas vieron cómo a partir de la década de 1840 empezó a haber escasez de alimentos y oportunidades, dice Martínez Assad. Y con el estallido de una guerra con los drusos, vinieron las primeras oleadas de emigración a partir de 1860.

“Hubo 60 años de gran inestabilidad en la región”, explica el historiador. Muchos de los maronitas se dirigieron a Europa, Asia, Oceanía y África. Pero otros también apuntaron al pujante continente americano.

Una ilustración de la masacre de maronitas de 1860
Getty Images
En la década de 1860 hubo matanzas de cristianos maronitas en el conflicto con los drusos.

La Primera Guerra Mundial, en la que el Imperio Otomano hizo alianza con las Potencias Centrales, generó una nueva oleada de emigrantes. “Los turcos reclutan a jóvenes, sin importar su religión, los agarran de la calle. Por eso mucha gente, para proteger a los hijos, los sigue enviando a otros países, como los de América”,

Eso explica en buena medida por qué la migración libanesa a América se caracterizó por la llegada de gente joven.

Se sabe que en un inicio muchos libaneses fueron llevados desde Europa a los países de la región latinoamericana con intermedio de agentes. Muchos tenían intención de llegar a EE.UU., pero fueron engañados y llevados a países como Brasil, Venezuela, Cuba o México.

Otros vieron en los países de América Latina un lugar con oportunidades.

Los comerciantes

El hecho de que los libaneses que emigraban de su país fueran cristianos, de la rama de los maronitas que practican un ritual cercano al católico, facilitó en buena medida su adaptación y aceptación cultural en los países de la región, explica Martínez Assad.

“Va a permitir el contacto mucho más amplio, incluso favorece los matrimonios, algo que no sucedió con otras comunidades, como los judíos o los asiáticos”, señala.

El territorio libanés otomano también tuvo una fuerte relación con Francia. Durante la conflictiva década de 1860, las fuerzas francesas defendieron a los maronitas y tras la Primera Guerra Mundial el territorio libanés fue un protectorado francés. Eso explica que culturalmente hubo mucho intercambio entre ambas partes.

Por ello, considera Martínez Assad, la francofilia de los libaneses les ayudó a la adaptación a otras lenguas romances, como el español y el portugués de los países de América Latina.

Ya desembarcados en América, se produjo un “fenómeno de establecimiento de redes” de libaneses que les permitió extenderse más allá de los principales puertos y ciudades.

“En Líbano hay algo que se le da mucha importancia al pasado fenicio, que aunque fue hace miles de años, queda en el inconsciente la idea de ser mercaderes. De tirarse al mar para la aventura y vivir de lo que se produce”, dice el historiador.

Un vendedor
Archivo General de la Nación Argentina
Los libaneses se hicieron buenos comerciantes, pero una imagen de vendedor ambulante fue la que se fijó en el imaginario colectivo.

Los libaneses se dedicaban, en general, al comercio y la agricultura en Líbano.

Pero es esa primera actividad la que empiezan a desarrollar en América Latina. Quienes no eran comerciantes en el pasado, entienden que en países como Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, México o Venezuela hay necesidad de establecer cadenas de distribución.

Y así es que muchos “se dan a la tarea de irse a muchos poblados”.

En Brasil se dio uno de los primeros fenómenos de los llamados “mascates” que caracterizarían a los libaneses en el continente: eran vendedores ambulantes que cargaban a cuestas una enorme caja con productos novedosos, muchos traídos del exterior, que iban vendiendo por las calles y las plazas.

Una figura que se replicó en otros países rápidamente y que llevó a los libaneses a adquirir ese perfil social de comerciantes de todo tipo de productos y novedades.

Si bien ser cristianos y adaptarse al idioma les permitió ir echando raíces en los países de la región. también enfrentaron algunas resistencias. En Sudamérica, en particular, los empezaron a llamar “turcos”, en ocasiones con un dejo despectivo, por su acento al hablar español y el hecho mismo de que vinieran del imperio dominado por Turquía.

Pero de hecho, la migración libanesa también se fundió con la de los sirios (vecinos de Líbano) que llegaron a América para probar suerte, lo que los llevó a ser puestos socialmente en el mismo grupo migrante aunque en estricto sentido fueran de origen diferente.

El monumento a la migración libanesa en Ciudad de México
Getty Images
En Ciudad de México hay un monumento a la migración libanesa.

Su prosperidad

Aunque Martínez Assad destaca que no todas las familias de origen libanés que hoy viven en América Latina son adineradas, fueron un grupo social que tuvo cierta prosperidad a lo largo del siglo XX.

Muchos comerciantes pasaron de ser vendedores ambulantes a establecer locales comerciales. Las redes para mover mercancías ya no solo se limitaron a un nivel local o regional, sino que comenzaron a establecer agencias de importación.

Las segundas y terceras generaciones de libaneses en América Latina también tuvieron mayor acceso a la educación universitaria, lo que fue clave para las familias.

Los Slim en México, los Char en Colombia, o la Jafet en Brasil, pero también otras cuantas familias en otros países de la región, pusieron las bases de lo que hoy son grandes empresas e industrias desde la década de 1920.

Miembros de la comunidad libanesa en CDMX
Getty Images
La diáspora libanesa ha alcanzado altos espacios en los negocios y la política.

Y con los negocios también abrieron la puerta de la política, desde su acceso a puestos locales hasta los nacionales. En Brasil, el país con la mayor población de origen libanés, Michel Temer es un político de origen libanés que llegó a ser presidente (2016-2018). Pero también cientos de políticos de esa comunidad han pasado por el Congreso.

Ecuador también tuvo al presidente Abdalá Bucaram (1996-1997), México a Plutarco Elías Calles (1924-1928) y Argentina a Carlos Menem (1989-1999). Dos altos funcionarios venezolanos son Tarek William Saab y Tareck El Aissami, que tienen origen sirio-libanés.

Shakira y Salma Hayek son dos de las artistas latinoamericanas que más lejos han llegado en la música y el cine, respectivamente.

También crearon fundaciones, hospitales y su comida se empezó a conocer mediante restaurantes en las principales ciudades de América Latina.

El poder político y económico, sin embargo, también ha atraído escándalos de corrupción. En México, dos miembros de la comunidad, de las familias Nacif y Kuri, estuvieron involucrados en casos de pederastia. Situaciones individuales que terminan por salpicar a toda la comunidad.

Mirar desde lejos

Para Martínez Assad, la prosperidad de la comunidad vino a consecuencia de la dedicación al trabajo de las primeras generaciones.

“Algo que se exalta mucho es el trabajo y yo creo que es cierto. Yo procedo de una familia que mis tíos se levantaban a las 5 am para arreglar su negocio. Pasaban todo el día la tienda. Y en la noche seguían arreglando los negocios del día siguiente”, señala.

En la actualidad, los constantes conflictos sociales y militares en Líbano en las últimas dos décadas -en especial la lucha del grupo armado chiita Hezbolá con Israel- ha sido vista con preocupación por la comunidad libanesa.

Sin embargo, Martínez Assad percibe cierta distancia, cuando menos en la comunidad mexicana cristiana maronita.

“No hay migración de vuelta ni mucho conocimiento de lo que ocurre en Líbano. La política es muy compleja de entenderla. El gobierno está conformado por grupos religiosos, de 18 religiones que hay en Líbano”, señala

Situaciones como el conflicto actual con Israel, que ha emprendido incursiones contra Hezbolá en el sur de Líbano, sin embargo, no dejan de ser “muy lamentables” para los libaneses que tienen que ver desde lejos el conflicto en el país que para sus ancestros fue su hogar y que les da identidad a miles de kilómetros de distancia.

Como escribía Fawaz: “Ser libanés es dejar Líbano pero Líbano no te abandona jamás. Ser libanés es tener un país que nunca he vivido pero es el mío”.

Línea gris
BBC

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