Cada año, alrededor de 5,000 niñas, niños y jóvenes en México enfrentan la devastadora realidad del cáncer infantil. Ellos y sus familias, una vez que reciben el diagnóstico, inician una carrera contra reloj para mitigar la enfermedad, pero también enfrentan desafíos económicos y emocionales de enormes proporciones. En Casa de la Amistad, nuestra misión es apoyar a las familias de escasos recursos en estos desafíos y brindar esperanza a quienes más lo necesitan. Porque mientras hablamos de cáncer, hablamos de vida y de la oportunidad de un futuro saludable.
Con la presentación del Informe Anual 2024, me enorgullece compartir el impacto que la labor de colaboradores, voluntarios —institucionales y corporativos—, donantes y médicos tienen en la vida de los más de 1,200 pacientes que atendemos
En 35 años hemos otorgado 15,285 tratamientos, apoyando a pacientes de los 31 estados del país. En el 2024 atendimos a 30 hospitales, surtimos 8,962 recetas y realizamos 2,066 estudios especiales. Estas cifras no son sólo números: son niñas, niños y jóvenes que han recibido la oportunidad de recuperar su salud, familias que han encontrado un apoyo integral y médicos que han podido dar continuidad a tratamientos que de otra manera serían inaccesibles.
A pesar de estos logros, el camino todavía nos presenta varios retos. Uno de ellos es garantizar que los pacientes inicien su tratamiento a tiempo y lo concluyan. El abandono de los tratamientos oncológicos representa una de las principales amenazas para la supervivencia infantil en México. En Casa de la Amistad nos aseguramos de que cada paciente reciba su tratamiento completo, eliminando barreras económicas y logísticas para que puedan enfocarse en su recuperación.
En general, la detección del cáncer infantil es sumamente complicada porque las personas desconocen cómo identificar los primeros síntomas y, una vez que detectan que algo no está bien, no hay suficientes hospitales para realizar estudios especializados en comunidades de difícil acceso.
Eso no frena nuestra misión de contribuir a elevar el índice de sobrevida de las niñas, niños y jóvenes con cáncer. Sin embargo, se trata de una tarea conjunta porque la atención integral que se brinda en Casa de la Amistad sólo es posible gracias a la generosidad y entrega de los donantes y voluntarios.
En 2024 contamos con la invaluable colaboración de 93 voluntarios institucionales que aportaron 110,000 horas de trabajo distribuidas en 18 comités. Además, 406 voluntarios corporativos de 50 empresas y 10 instituciones educativas sumaron 2,678 horas de apoyo. Gracias a su esfuerzo, logramos brindar mucho más que tratamientos médicos: ofrecemos acompañamiento emocional, apoyo educativo, alimentación y un espacio seguro donde los niños pueden seguir siendo niños, a pesar de la enfermedad.
Cada donativo y cada hora de voluntariado tienen un impacto directo en la vida de los pacientes que recibimos. Por todas estas razones, para nosotros hablar de cáncer es hablar de vida porque tenemos la oportunidad de mejorar su salud a través del esfuerzo conjunto.
Gracias a todos los que han confiado en Casa de la Amistad, juntos seguimos construyendo un futuro donde la esperanza y la salud sean una realidad para más niños y jóvenes de nuestro país. Estamos seguros que con estos resultados, motivamos a más personas a apoyar el trabajo que hacemos y cambiar el destino de niñas, niños y jóvenes que luchan contra el cáncer en México.
* Lorenza Mariscal es presidenta de Casa de la Amistad para Niños con Cáncer I.A.P (@Casadelaamistad), organización sin fines de lucro dedicada a mejorar la calidad de vida de niños y jóvenes con cáncer en México. Desde 1990 ofrece tratamientos médicos, apoyo emocional y servicios esenciales como alojamiento y alimentación a familias de escasos recursos. Colaboran con hospitales y voluntarios para asegurar que cada niño tenga acceso a un futuro saludable.
Barrios, aldeas y ciudades que estallan en color.
¿Cómo escoger?
Desde barrios, hasta pueblos o ciudades enteras, hay tantos lugares hermosamente pintados de colores en el mundo que da gusto mostrar algunos, pero desazón dejar por fuera otros.
Uno de los irresistibles es el que está arriba: San Miguel de Allende, ubicado en el centro de México.
Su nombre conjuga su historia.
Fue el primer asentamiento de la corona española en Guanajuato y lleva el nombre de su fundador, el monje franciscano Juan de San Miguel.
Allende se añadió en 1826 para honrar al nativo Ignacio Allende, un héroe de la revolución contra España.
Sus iglesias y numerosos edificios coloniales lo convirtieron en un monumento histórico nacional, y en 2008 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Y ha sido reconocida por la revista Condé Nast Traveler como la “Mejor Ciudad Pequeña del Mundo” en múltiples ocasiones
Pero lo que nos ocupa son los colores y, en su centro histórico, es casi imposible mirar a cualquier lado sin ver una maravillosa y vibrante paleta.
Fachadas pintadas predominantemente en tonos cálidos y terrosos, como el rojo, rosa, amarillo, naranja y terracota, bordean sus calles y plazas adoquinadas.
Por sus calles serpenteantes, casas pintadas en tonos alegres y patrones caleidoscópicos, Guatapé es un lugar encantador.
Tanto que fue uno de los lugares de Colombia que inspiró a los creadores de “Encanto” de Disney al diseñar la estética de la película.
Situada en los Andes Occidentales colombianos, su nombre, que significa “piedra elevada” en quechua, refleja la prominencia de la Piedra del Peñol, un monolito de 220 metros que se alza en su cercanía.
Desde comienzos del siglo XX, sus habitantes decidieron no sólo llenar de color el pueblo sino también contar su historia, representar su cultura y mostrar su naturaleza.
Así, los zócalos de sus casas se llenaron de ilustraciones de animales, flores, frutas, paisajes y escenas cotidianas.
Conocida como la Joya del Pacífico, Valparaíso es una ciudad portuaria chilena que se desvanece en el mar azul intenso.
Su casco histórico con calles adoquinadas y casas pintadas en vivos colores fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003.
Pero el color salpica al resto de la ciudad, que se extiende sobre 45 cerros.
Eso obliga a recorrerla cuesta arriba y cuesta abajo, a menudo envueltos por las imaginaciones caprichosas de numerosos artistas callejeros.
Se dice que Valparaíso, más que un lugar lleno de grafitis, es una vasta galería al aire libre de obras de arte que reflejan la cultura de Chile en un arcoíris de colores.
El arte conquistó el lugar y a los lugareños poco a poco.
Al principio, los habitantes borraban las obras de sus paredes, y los artistas las volvían a pintar.
Con el tiempo, las creaciones se empezaron a valorar, y los dueños de esos lienzos de concreto comenzaron a ceder sus paredes y hasta a pagarle a los más preciados artistas para que las decoraran.
La historia de La Boca se empezó a escribir en 1536, con la fundación de Buenos Aires.
Su nombre se debe a que está en el lugar donde el Riachuelo desemboca en el Río de la Plata formando un puerto natural.
Pero el capítulo colorido llegó a finales del siglo XIX, cuando numerosos inmigrantes, la mayoría genoveses, pisaron tierra ahí a su llegada a Argentina.
Muchos se asentaron en la zona, y construyeron casas con la madera y las chapas metálicas que tenían a mano.
Las viviendas albergaban a muchas familias, por lo que se empezaron a conocer como “conventillos”.
La explosión de color que caracteriza a ese famoso barrio argentino, según se cuenta, no fue intencional.
Sin mucho dinero para decorar sus hogares, los recién llegados aprovechaban cualquier resto de pintura de los barcos que llegaban al puerto.
Los colores llamativos y variados le dieron al lugar un sello muy particular que gustó, así que la idea se mantuvo.
En el sur de Irlanda, en el condado de Cork, hay un lugar con un toque de fantasía.
Kinsale es un pequeño pueblo costero con menos de 6.000 habitantes, ruinas históricas y restaurantes excelentes.
Pero lo más llamativo es que, compitiendo con el azul del mar y el exuberante verde del campo que lo rodea, su entramado de estrechas calles medievales está bordeado de casas y negocios pintados de los colores más brillantes.
Canastas y macetas de flores hacen que el lugar parezca el escenario de un alegre cuento de hadas.
Burano está compuesto por cuatro pequeñas islas, separadas por tres canales, y unidas por una serie de puentes.
Está en la Laguna de Venecia.
Comparado con la melancólica atmósfera de la vecina Venecia, Burano es un carnaval.
Sus casas resplandecen con colores intensos.
Siguiendo una costumbre de décadas, las repintan cada dos años para mantener los tonos vibrantes.
Cada una tiene que ser de un color diferente al de las vecinas: si alguien quiere pintar su vivienda del mismo color, o cambiarlo, debe obtener primero la aprobación del ayuntamiento.
Y, a kilómetros de distancia, hay un lugar que le hace eco.
Conocida como “la pequeña Venecia de Francia”, es el cauce del río Lauch en Colmar, y un tesoro medieval de Alsacia, situada cerca de la frontera con Alemania.
Las intrincadas estructuras de madera distintivas de la arquitectura alsaciana están realzadas con color… mucho color.
Además, tanto las casas como los puentes están adornados con flores y plantas de colores vibrantes.
No te vayas sin ver:‘Old money’ y ‘lujo silencioso’: ¿Por qué los colores neutrales son sinónimo de buen gusto?
Bo-Kaap es uno de los barrios residenciales más antiguos de Ciudad del Cabo.
Data de mediados del siglo XVIII, cuando las tribus aborígenes de la capital se resistieron a la esclavitud holandesa.
Los colonos se vieron obligados a traer esclavos de Malasia e Indonesia, a los que alojaban en casas de alquiler en Bo-Kaap, por lo que anteriormente era conocido como el Barrio Malayo.
Las fachadas de esas viviendas eran todas blancas pero tras la emancipación en 1834, los antiguos esclavos tornados propietarios las pintaron de colores, pasteles y brillantes, como una expresión de liberación e independencia.
Kampung Pelangi, Indonesia, también es conocido como el Pueblo Arcoíris.
Se encuentra al sur de Semarang, en el corazón de la isla de Java.
Solía llamarse la aldea de Gunung Brintik, y era un barrio marginal desorganizado, con plantas silvestres crecidas y unas 325 casas con descuidadas paredes rojas.
Pero en 2017 cambió de nombre y apariencia.
Fue gracias a un proyecto que surgió luego de que se terminara del plan de mejora de un mercado de flores enfrente, que las autoridades esperaban se conviertiera en un nuevo destino turístico.
Se dieron cuenta entonces que la aldea no estaba a la altura del mercado.
El gobierno indonesio le sugirió a los residentes pintar sus precarias casas y calles de colores.
Y el anónimo pueblo se convirtió en foco de las cámaras de los aficionados de las redes sociales en Indonesia y el mundo.
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