Cumplidos casi treinta años de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, resulta escandaloso el desconocimiento, rayano en la ignorancia, con que desde entonces los sucesivos gobiernos de México han visto y se han vinculado con Canadá. Al país del frío se le empezó a conocer más durante el sexenio de Felipe Calderón, cuando miles de mexicanos llegaron hasta sus fronteras para solicitar asilo económico. Ni siquiera la masiva ola migratoria que terminó provocando la imposición del requisito de visa para entrar a Canadá en julio de 2009 despertó el interés gubernamental en familiarizarse y relacionarse a fondo con el otro socio del bloque comercial de Norteamérica. Después de seis años de castigar a las empresas canadienses que perdieron inversión en el sector de energías renovables, a nadie le sorprendió que el 29 de febrero de 2024, hace apenas unos meses, se reimpusiera el requisito de visa para viajar al país con el que México, queda por ver hasta cuándo, mantiene un mercado común con Estados Unidos.
Para no variar, el estado de la relación con Canadá ha sido relegado por el gobierno de México y dejado casi a la total inercia, como si se tratara de un país al otro lado del mundo con el cual pocos asuntos ameritan atención más allá de organizar eso a lo que se dedican mayormente las embajadas de México: la ceremonia del grito de Independencia y alguna inocua exposición de jarritos de colores en un rincón donde nadie pone un pie. Y eso que, a la fecha, Canadá es uno de los pocos países con los cuales México mantiene un superávit en su balanza comercial, aparte de los casos excepcionales -qué va, espectaculares- como son Venezuela y las Antillas.
No entraré en mayores detalles acerca de la ausencia de creatividad e innovación ―otra vez la más pura y llana inercia― a la que está sometido el conocido Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT) entre ambos países y con el cual el gobierno mexicano se levanta el cuello cada vez que a algún genio de la Cancillería se le ocurre levantar un registro de los poco más de 20 mil trabajadores en promedio que cada año van a laborar al campo canadiense. Lo que se presenta como un gran éxito es en realidad la manifestación más acabada de la falta de visión en política laboral y económica: Canadá emplea a 185 mil 624 trabajadores temporales al año, de los cuales únicamente alrededor de 21 mil son mexicanos, al tiempo que más de 16 mil plazas agrícolas temporales quedan vacantes año tras año. Claro que con un exgobernador de no me acuerdo dónde como representante diplomático, junto con 5 consulados donde quizá se hace de todo, prender y apagar la luz, engrapar papeles, menos generar inteligencia comercial y de negocios, Canadá seguirá siendo una helada abstracción en la mente ―cálida y tan pronta a tomar ofensa― de la clase política mexicana.
A partir de los sombrerazos derivados de las amenazas de Trump, Agustín Basave llamó con tino a dejar la diplomacia epistolar que “da votos al interior a costa de arruinar la política exterior con indiscreciones y fanfarronadas”. No parece ser el caso, pues ya se anunció desde Palacio Nacional que ―en el mejor estilo de la grilla estudiantil― el gobierno de México no caerá en provocaciones y que nadie está para faltarle el respeto a nuestro país ―faltaba más: ya no se dice de-que no somos iguales como antes, sino entonces, sí, somos distintos. A todas luces vamos de gane.
La ventaja de convocar a la unidad nacional a la que se refiere Basave en su artículo tendría igualmente un reverso potente y fructífero si se aplicara al momento de crisis por los que están pasando los gobiernos de México y Canadá con la forma en que Trump ha llevado hasta ahora el tema del mercado común de América del Norte.
Primero, porque ambos países han sido colonizados por China y sus productos, entren o no a Estados Unidos. Basta con ver y comparar.
Segundo, porque si México se sigue ofendiendo y haciéndole la vida imposible a su socio comercial, la ya de por sí estrambótica gráfica de inversión canadiense en México terminará tomando la fatídica trayectoria de un cohete fiestero que desciende en caída libre hasta lo más profundo de la noche.
Tercero, porque si México no puede organizarse para explicar en términos objetivos, sensatos, sistemáticos, sin drama, como sí lo hace el gobierno de Canadá, se vale que este último diga Míster –y con toda razón- the number of migrants attempting to travel from Canada to the United States is a fraction of the numbers of those attempting to travel from Mexico to the United States.
Y ni dudarlo, yes, Míster, por acá en el norte atraviesan seis o siete despistados y en ocasiones hasta se pierden en el fragor de las tormentas de nieve, nada qué ver con the very hot, very tumultuous US-Mexican border.
Cuarto y último, porque Canadá no exporta más que México en montos totales al mercado estadounidense, pero sí en términos de diversidad geográfica ―36 estados de la Unión, México 6― y no se diga en productos y servicios.
5
Si ya una parte sustancial de los beneficios que le genera a México su relación comercial con Estados Unidos está en la cuerda ―decir que ellos salen perdiendo y se acaba el mejor negocio de su vida, equivale primero a decir una tonta bravuconada y después a no tener idea acerca de la dinámica tecnológica y de innovación que empuja a la economía estadounidense―, hacer todo lo posible por enajenarse al socio originario porque somos distintos, lograría efectivamente eso: demostrar qué tan distintos somos, pero nada más.
* Bruno H. Piche (@BrunoPiche) es ensayista y narrador. Ha sido editor, diplomático, promotor cultural y de negocios internacionales. Es autor de los libros Robinson ante el abismo, Noviembre, El taller de no ficción, Los hechos y más recientemente, La mala costumbre de la esperanza (Literatura Random House). En 2025 aparecerá su libro de ensayos biográficos del primer premio Nobel mexicano, Alfonso García Robles, por El Colegio Nacional, del cual García Robles fue un destacado miembro.
Una combinación de factores internos y externos permitieron a las fuerzas opositoras poner fin, en cuestión de días, a un régimen que tenía más de cinco décadas en el poder.
No muchos esperaban los rápidos acontecimientos que se han vivido Siria en los últimos días, desde que la oposición armada, liderada por Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante), con sede en la provincia de Idlib, en el noroeste del país, anunció el inicio de su campaña definitiva en contra de las fuerzas gubernamentales.
La noticia de la caída del régimen de Bashar al-Assad, que había amenazado hace una semana con “aplastar a los terroristas”, sorprendió a la mayoría de los observadores de los asuntos sirios.
Estos acontecimientos han suscitado muchas preguntas, especialmente aquellas relacionadas con las razones del colapso del ejército sirio, el cual se ha producido con una velocidad asombrosa.
¿Qué factores contribuyeron al desmoronamiento de las fuerzas armadas sirias y a su retiro de una batalla tras otra? BBC presenta algunas explicaciones.
Siria ocupa el sexto lugar en el mundo árabe y 60 a nivel internacional en términos de fuerza militar, según el Índice Global de Potencia de Fuego de 2024, que evalúa a 145 países.
El reporte tiene en cuenta una serie de factores, entre ellos el número de efectivos de las fuerzas armadas, su equipamiento y factores logísticos.
El ejército sirio está formado por un gran número de soldados apoyados por fuerzas paramilitares y milicias, y en su arsenal hay una mezcla de equipo soviético en ruinas y otro más moderno procedente de aliados como Rusia.
El ejército tiene más de 1.500 tanques y 3.000 vehículos blindados, así como artillería y sistemas de misiles, según el Índice Global de Potencia de Fuego.
En términos de poder aéreo, Siria tiene cazas, helicópteros y aviones de entrenamiento, y cuenta con una modesta flota naval, así como varios aeropuertos y puertos vitales como Latakia y Tartus.
La posición del ejército sirio puede parecer buena en teoría, pero hay muchos factores que la han debilitado.
Perdió una gran proporción de su personal, estimado en 300.000 soldados, en los primeros años de la guerra.
Algunas estimaciones sostienen que el ejército perdió la mitad de sus uniformados, ya sea debido a los combates o porque algunos huyeron o se unieron a grupos de la oposición.
La fuerza aérea también sufrió grandes pérdidas debido a la guerra civil y los ataques aéreos estadounidenses.
A pesar de las importantes reservas de petróleo y gas de Siria, su capacidad para explotarlas se ha visto gravemente limitada por la guerra.
Las condiciones económicas también se han deteriorado aún más, especialmente en las zonas controladas por el gobierno de Al Assad, debido a la “Ley César” que aprobó en diciembre de 2019 el Congreso estadounidense y entró en vigor en junio de 2020.
El texto impuso sanciones económicas a cualquier agencia gubernamental o individuo que trate con el gobierno sirio.
Numerosos informes han indicado que los salarios de los soldados del ejército de Al Assad son bajos y que equivalen a unos US$ 15 a 17 dólares, lo que es una cantidad muy pequeña que “no alcanza ni para tres días”, según un ciudadano sirio.
Fawaz Gerges, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Londres, aseguró que la situación en Siria ha cambiado drásticamente en los últimos tres años, y que una de las razones de esto son “las sanciones estadounidenses que han empobrecido al pueblo sirio y a los oficiales del ejército”.
“Según algunos informes, los soldados no reciben suficiente comida, lo que significa que se encuentran en un estado psicológico difícil y están al borde de la inanición”, apuntó.
El miércoles pasado, Assad decretó un aumento salarial de un 50% para los soldados, informó la agencia de noticias estatal siria, una medida que aparentemente tenía como objetivo levantar la moral en medio del avance de las fuerzas de la oposición.
Sin embargo, la decisión parece haber llegado demasiado tarde.
Las noticias que daban cuenta de la deserción de los soldados y oficiales, lo cual facilitó el rápido avance rebelde desde Alepo hasta Damasco, pasando por Hama y Homs, sorprendieron a más de uno.
La corresponsal de la BBC en Damasco, Barbara Belt Usher, informó que algunos efectivos en Damasco abandonaron sus vehículos, armamento y hasta sus uniformes y se vistieron con ropa civil.
“El colapso del ejército sirio se debe casi en su totalidad a las políticas y prácticas implementadas por Al Assad desde que obtuvo una relativa superioridad sobre la oposición en 2016, lo que ha socavado los pilares fundamentales que lo mantenían en el poder”, afirmó Yezid Sayigh, del Centro Carnegie para Oriente Medio en Beirut.
“Estas políticas han afectado al ejército, donde decenas de miles de miembros han sido despedidos, junto con el terrible deterioro de los niveles de vida, la corrupción galopante y la escasez de alimentos incluso dentro de las propias fuerzas armadas, que han alejado a la comunidad alauita que domina los rangos superiores del estamento militar”, agregó el investigador.
“La moral del ejército también se ha visto gravemente reducida por la pérdida de la ayuda militar directa de Irán, de Hezbolá y de Rusia, que ya no pueden intervenir adecuadamente o incluso intervenir de alguna manera”, prosiguió.
Sayinh remató que “sin la esperanza de ayuda externa urgente, el ejército perdió la voluntad de luchar”.
Por su parte, el experto militar británico Michael Clarke, profesor del Departamento de Estudios de Guerra del King’s College de Londres, dijo a la BBC que la enorme ayuda militar extranjera que recibió el gobierno de Al Assad lo hizo dependiente de ella y descuidó a su ejército.
“Su entrenamiento se deterioró significativamente y el desempeño de liderazgo de sus oficiales se volvió mediocre”, explicó.
Y acto seguido agregó: “Cuando sus unidades enfrentaron ataques de Hayat Tahrir al-Sham, muchos oficiales aparentemente se retiraron y algunos huyeron. Cuando los oficiales no pueden demostrar habilidades de liderazgo efectivas, no es de extrañar que los soldados huyan“.
Sayegh, por su parte, descartó que la retirada del apoyo militar de Irán, Hezbolá y Rusia fuera deliberada.
“En el pasado, Siria dependía en gran medida de Hezbolá para el apoyo sobre el terreno, pero después de las pérdidas que sufrió el partido-milicia en el Líbano, ya no pudo proporcionar ese apoyo“, apuntó.
“También hubo una disminución constante de oficiales y asesores iraníes en Siria como resultado de los ataques israelíes durante la última década, y ya no pudo enviar grandes refuerzos ni por tierra ni por aire, dado que Israel y Estados Unidos controlan la mayor parte del espacio aéreo sirio”, agregó.
“Al mismo tiempo, el gobierno iraquí y las milicias proiraníes decidieron mantenerse al margen de los combates, lo que puede deberse en parte a que Irán se dio cuenta de que salvar a Al Assad se había vuelto imposible“.
Por su parte, Rusia retiró una gran cantidad de sus aviones y fuerzas de su base en Latakia debido a la invasión en Ucrania, que comenzó en febrero de 2022.
Gerges coincidió en que la retirada del apoyo militar por parte de Irán, Hezbolá y Rusia “fue una de las razones fundamentales que llevaron a la caída tan rápida de las ciudades sirias”.
“El ejército sirio no luchó ni defendió al régimen esta vez, y decidió retirarse de las batallas y dejar las armas. Esto indica que el apoyo ruso e iraní y la doctrina de combate de Hezbolá fueron un factor importante para ayudar a Al Assad a permanecer en el poder, especialmente después de 2015″, zanjó.
En paralelo a la frágil situación del ejército sirio, muchos observadores achacan lo ocurrido en los últimos días a la unificación de las facciones armadas de la oposición bajo un puesto de mando único, así como a su buena preparación para esta batalla y el desarrollo de sus capacidades militares.
El discurso de los rebeldes, especialmente los mensajes tranquilizadores que enviaron a los civiles sobre el respeto de las creencias y las promesas de libertades religiosas, ayudó a lograr rápidos avances sobre las fuerzas del gobierno de Al Assad, aseguraron los expertos.
Todos los datos anteriores aparentemente contribuyeron al rápido colapso del ejército sirio y a la posterior caída del régimen de Al-Assad, de una manera que Fawaz Gerges ve “muy similar al colapso del régimen del Sha en Irán en 1979”.
“La oposición siria, con sus alas islamistas y nacionalistas, fue capaz de destruir el régimen sirio en menos de dos semanas… El régimen de Assad estaba viviendo en tiempo extra y cuando el ataque de la oposición llegó por sorpresa, el ejército se derrumbó y el régimen se derrumbó como si fuera una casa de cristal”, agregó Gerges.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.