Home
>
Analisis
>
Invitades
>
Campos de exterminio, jóvenes desechables y economía de la muerte en el crimen organizado
Blog invitado
Blog invitado
Espacio de análisis, blogueo y... Continuar Leyendo
7 minutos de lectura

Campos de exterminio, jóvenes desechables y economía de la muerte en el crimen organizado

¿De qué modelo de negocio nos habla el campo de exterminio en Teuchitlán? ¿Quiénes sostienen su funcionamiento y quiénes se benefician de su continuidad? No estamos ante anomalías o excesos, sino ante un sistema perfectamente articulado donde la producción de cadáveres es parte del orden económico y político del crimen organizado en México.
14 de marzo, 2025
Por: Rossana Reguillo

En sus ojos no hay vida ya. Hincado frente a sus torturadores, el joven está resignado, exhausto, su devastación es total. Es un “recluta”. “Tienes que hacerlo, no hay de otra. Si no, ya sabes, sigues tú”, escucha esa voz adormecido, casi inerte, como si estuviera muy lejos de ese lugar, ya sin voluntad; el miedo inicial lo ha abandonado. Es un “recluta”, ha sido ya despojado de toda humanidad.

La palabra “recluta”, que se repite de manera constante en estos días en los que el horror nos ha golpeado con contundencia, me persigue, me obliga a volver sobre mis archivos, mis entrevistas, mis etnografías. Me enoja, me entristece, me indigna, pero sobre todo, enciende todas mis alarmas. Qué es un recluta. El diccionario lo define como aquella persona que ha ingresado recientemente en una organización militar o en un grupo similar. Se usa para describir a alguien en la etapa inicial de su formación o entrenamiento. Así, “recluta” enfatiza la condición de novato, de aprendiz.

El campo de “reclutamiento” ubicado en un rancho en Teuchitlán, Jalisco, nos ha entregado imágenes atroces. Los hallazgos que el colectivo Guerreros Buscadores ha ido mostrando en transmisiones en vivo a través de su página de Facebook, dislocan la imaginación y hacen colapsar el lenguaje. ¿Quiénes eran los dueños de esos zapatos que se apilaban desordenados? ¿A quién pertenecían las prendas desgarradas sobre un polvo infinito? ¿De quién los fragmentos de huesos escondidos entre la tierra removida? Cada objeto encontrado es un vestigio de una vida truncada, un indicio, un eco del horror sistemático que opera en estos espacios.

Para entrenar al recluta, para someterlo, primero hay que despojarlo de su identidad, de su humanidad, cosificarlo; eso facilita el trabajo de los jefes del centro que, quizás, también fueron alguna vez reclutas.

Frente a un cuerpo inerte el nuevo recluta ejecuta un ritual macabro. Con torpeza, ha dado ya el primer paso hacia su destrucción como persona, no tiene alternativa. La transformación está en marcha: el recluta no solo es entrenado, es despojado de su humanidad.

El reclutamiento en estos campos es un proceso de aniquilación de lo humano. Para sobrevivir, el recluta debe matar. Para pertenecer, debe aprender a obedecer sin cuestionar. Se entrena con cuerpos, con sangre, con horror. No es casualidad que el crimen organizado haya convertido estos espacios en fábricas de la muerte: aquí no solo se adiestra, se extermina.

Y entonces podemos ir a una capa más terrible, el campo de entrenamiento. Al reclutamiento forzado se añade el aprendizaje del horror, tortura por tortura, descalificación, humillación, romper todo vínculo con lo que alguna vez fue la persona. Ahí, los cuadernos encontrados, esa tecnología análoga que los administradores del exterminio llevaban para contabilizar cuerpos y poner apodos. Antes del exterminio de los no aptos, de los débiles, los rebeldes, viene el sometimiento.

Me detengo en mis apuntes que conservo en mis libretas de trabajo de campo y encuentro una nota subrayada con plumón amarillo: Primo Levi, un sobreviviente de los campos de exterminio nazis, llamó ‘zona gris’ al espacio donde la víctima y el verdugo se confunden, donde la resistencia se diluye en el miedo y la sobrevivencia depende de la capacidad de obedecer. En los campos de entrenamiento del crimen organizado, la zona gris no es una metáfora, es una estrategia. Se recluta a la fuerza, se tortura, se somete. El resultado es un ejército de cuerpos entrenados para matar, despojados de su voluntad, atrapados en un círculo donde la única salida es la muerte. No son solo centros de adiestramiento y sometimiento de cuerpos y voluntades. Son espacios de exterminio donde el recluta es transformado en ejecutor, donde la vida y la muerte pierden sus límites y donde el terror es la única regla. Lo que ahí ocurre es la sistematización del horror.

En los lager, campos de concentración y de exterminio nazi, existió una figura, un personaje extremo y espectral que era llamado “musulmán” por los propios prisioneros y por los guardias; las razones de tal apodo no son del todo claras hasta hoy. El musulmán no solía durar mucho; era un muerto en vida y su destino casi siempre era la selección para la ejecución o simplemente colapsaban. Pero me interesa plantear aquí que esta figura de cuerpos desechables representaban el triunfo de la maquinaria de muerte, cuerpos reducidos a una biología agonizante. Primo Levi los describió como los hundidos, los que ya no podían salvarse. Su figura encarnaba el último estadio de deshumanización impuesto por los nazis y el desprecio de otros prisioneros por los musulmanes nos habla de cómo esta maquinaria de exterminio lograba romper la solidaridad natural entre las víctimas.

Esta rotura, este desgarramiento en la zona gris, se ha venido haciendo pública a través de videos que los mismos criminales graban: jóvenes ejecutando a otros jóvenes, amigo asesinando a su amigo. El horror.

Los cuerpos en estos campos no son solo materia de entrenamiento, sino piezas descartables en un engranaje de exterminio, que he llamado Necromáquina, que recuerda las dinámicas de los lager alemanes. Como los ‘musulmanes’ en los campos nazis, los reclutas son reducidos a una condición de vida mínima, donde la debilidad equivale a sentencia de muerte. Son jóvenes arrancados de la calle, del desempleo, de aspiraciones de futuro, secuestrados con promesas de empleo, de futuros posibles. Pero el destino del recluta no es la ascensión en la estructura criminal, sino su uso y su descarte. Su vida es provisional: al menor signo de flaqueza, duda o resistencia, se convierte en carne de ejecución. Son los miles de rostros en las fichas de búsqueda del hijo, del hermano, de la tía, la sobrina, que la máquinaria de terror convierte en cuerpos anónimos, fragmentos, una camiseta, un zapato. Espectros de un sistema donde la muerte es meticulosamente administrada.

Pero hay algunos de estos reclutas, según todos los relatos a mano, que logran ascender en el proceso de entrenamiento, escapar a un destino fatal. Son, tal vez, los que cambiaron el pantalón desgarrado y las botas vaqueras por el uniforme del grupo criminal. Esto abre una infinidad de preguntas incómodas.

¿Qué debe romperse en la subjetividad de un recluta para convertirlo en torturador y soldado del crimen? Primero, su propia identidad debe ser erosionada hasta la nulidad. La humillación, la violencia recibida, la imposición de pruebas de crueldad lo convierten en una pieza más de la maquinaria. Luego, el miedo y la incertidumbre son reemplazados por una única certeza: matar o ser asesinado. No hay lugar para la duda, la culpa o la empatía. El recluta es moldeado a través de la repetición del horror, hasta que la violencia deja de ser excepcional y se convierte en reflejo condicionado. En los campos de entrenamiento, el umbral de lo humano es desdibujado a fuerza de golpes, obediencia ciega y muerte administrada como ritual de iniciación.

En los campos de concentración nazis hay otras figuras, otros personajes del horror: los sunderkommados, que fueron grupos de prisioneros, en su mayoría judíos, forzados a trabajar en los crematorios y cámaras de gas de los campos de exterminio. No eran verdugos por elección, sino víctimas atrapadas en una estructura de muerte diferida: su labor consistía en retirar los cadáveres, extraer dientes de oro, limpiar las cámaras y operar los hornos crematorios, sabiendo que eventualmente podían ser eliminados. La violencia los atravesaba no solo como destinatarios del exterminio, sino como piezas funcionales de la maquinaria de aniquilación.

Como en los lager nazis, donde los sonderkommandos eran obligados a colaborar con el exterminio bajo la certeza de su propia muerte diferida; en los campos de entrenamiento del narco el recluta es convertido en verdugo con la promesa “ilusoria” de una supervivencia prolongada. La lógica es la misma: se les despoja de elección, se les introduce en un sistema donde obedecer y matar son las únicas opciones viables, y se les mantiene en una frágil suspensión entre la vida y la muerte. En ambos casos, la estructura del horror se sostiene sobre la anulación progresiva de la voluntad y la instauración de una rutina de violencia que, lejos de ser arbitraria, está meticulosamente diseñada para producir cuerpos funcionales a la maquinaria del exterminio.

Estos campos no solo reflejan el horror de la violencia organizada, sino que revelan la estructura de una necromáquina, un dispositivo de exterminio que administra la muerte como parte de su lógica operativa. La muerte no es solo un fin, sino un recurso: se mata para disciplinar, para infundir terror, para regular el flujo de cuerpos disponibles. ¿De qué modelo de negocio nos habla el centro de exterminio en Teuchitlán? ¿Quiénes sostienen su funcionamiento y quiénes se benefician de su continuidad? No estamos ante anomalías o excesos, sino ante un sistema perfectamente articulado donde la producción de cadáveres es parte del orden económico y político del crimen organizado en México.

Lo que hacemos en Animal Político requiere de periodistas profesionales, trabajo en equipo, mantener diálogo con los lectores y algo muy importante: independencia
Tú puedes ayudarnos a seguir.
Sé parte del equipo
Suscríbete a Animal Político, recibe beneficios y apoya el periodismo libre.
Iniciar sesión

Registrate
Suscribete para comentar...
Imagen BBC
“Un escape de la soledad”: las tiendas de Seúl que luchan contra el aislamiento
7 minutos de lectura

Ofrecen reconfortantes tazones de ramen, compañía y son el último esfuerzo de Corea del Sur para combatir la soledad.

18 de agosto, 2025
Por: BBC News Mundo
0

Hee-kyung sonríe mientras entra a una nueva “tienda bondadosa” de Seúl.

Con 29 años, la gente no pensaría que es una persona solitaria ni que se beneficia de una campaña de la capital de Corea del Sur para combatir la soledad.

Pero Hee-kyung visita la tienda todos los días. Come fideos de ramen instantáneos gratuitamente y pasa horas charlando con otros visitantes y trabajadores sociales.

“Me digo a mí misma: ‘Otro día, otra forma de escapar de la sensación de soledad'”, explica Hee-kyung.

Es una joven que ya no tiene comunicación con nadie de su familia, debido a que cuando era adolescente se fugó de su casa.

Los amigos que tiene los conoció por internet, gracias a su pasión por el grupo de K-pop SuperJunior, y viven lejos.

Además, como actualmente está desempleada, no tiene compañeros de trabajo.

Vive sola y se pasa su tiempo acostada en el suelo mirando videos de animales en su teléfono.

“No tendría otro lugar a donde ir si no fuera por (esta tienda)”.

Hee-kyung es una de las 20.000 personas que han visitado cuatro tiendas de este tipo desde que abrieron en marzo.

La ciudad esperaba solo 5.000 visitantes durante el primer año.

Este lugar en particular, en el distrito de Dongdaemun, al noreste de la ciudad, recibe entre 70 y 80 visitantes por día.

La mayoría tiene entre 40 y 50 años, pero Hee-kyung está lejos de ser la única joven que acude a la tienda.

Un estudio de 2022 reveló que aproximadamente 130.000 jóvenes de la ciudad (de entre 19 y 39 años) están aislados socialmente o confinados.

Ese mismo estudio también encontró que la proporción de hogares unipersonales en la capital había alcanzado casi el 40%, lo que alarmó a un gobierno que ha estado tratando de revertir la caída de las tasas de natalidad y de matrimonio.

Personas sentadas en sillas y pufs viendo una película,
Jake Kwon/ BBC
Las tiendas, que se asemejan a la sala de estar de una casa, ofrecen comodidad y compañía.

El día que la BBC visitó el lugar, alrededor de una docena de visitantes (hombres y mujeres, jóvenes y personas mayores) estaban sentados en bancos o acurrucados en pufs, viendo una película.

“Tenemos días de cine para fomentar vínculos afectivos”, susurra Kim Se-heon, el director de la División de Lucha contra la Soledad de la ciudad.

Las tiendas están diseñadas para ofrecer un ambiente cálido, similar al de una cafetería. En una esquina, una mujer mayor cierra los ojos mientras se hunde en el sillón de masaje automático.

En otra esquina, hay montones de cajas de fideos.

“El ramen es un símbolo de comodidad y calidez en Corea del Sur”, apunta Kim.

Mientras esperan que se cocinen los fideos, se pide a los visitantes que completen una breve encuesta sobre su estado de ánimo y condiciones de vida.

Este es solo un pequeño grupo del creciente número de personas socialmente aisladas a las que la ciudad está tratando de llegar.

El cambio que ha experimentado Corea del Sur es sísmico: en una generación, ha pasado de una sociedad agraria devastada por la guerra a una economía desarrollada.

Hace unas décadas, era común ver familias numerosas con seis u ocho hijos viviendo bajo el mismo techo. Pero años de migración a las ciudades han reducido las familias y convertido lugares como Seúl en metrópolis en expansión.

La vivienda inasequible, el aumento de los costos y las jornadas laborales extenuantes han llevado a que cada vez más jóvenes rechacen el matrimonio, la paternidad o ambos.

Por otro lado, cuenta con una población envejecida que se siente abandonada por sus hijos que están corriendo para no quedarse rezagados en una sociedad tan exigente.

Lee In-sook, consejera en la tienda de conveniencia.
Jake Kwon/ BBC
Lee In-sook trabaja como consejera en la tienda de conveniencia.

“¿Conoces el dicho de que la comida menos sabrosa es la que comes solo? A las personas mayores que vienen les pregunto si están comiendo bien. Se les llenan los ojos de lágrimas solo con esa pregunta”, afirma Lee In-sook, la consejera de la tienda.

Después de un divorcio y de que sus hijos adultos se fueran de casa, ella entiende lo que es estar sola.

La primera vez que Hee-kyung, que tiene más o menos la edad de su hija, llegó a la tienda, inmediatamente le llamó la atención.

Como muchos visitantes, Hee-kyung se mantuvo en silencio el primer día, apenas hablando con los demás.

La segunda vez que vino, empezó a hablar con In-sook.

Las muertes solitarias

Fue el creciente número de “muertes solitarias” lo que preocupó a las autoridades de Seúl lo suficiente como para actuar.

Las personas mayores morían solas en casa y sus cuerpos no se encontraban sino días o hasta semanas después.

Esa misión pronto se amplió para abordar la soledad misma. Pero Seúl no es el primero en hacerlo.

En 2018, Reino Unido nombró un ministro para la soledad. Japón siguió el ejemplo y creó una agencia para abordar el problema que, según afirmó, se había agudizado durante la pandemia de covid-19.

El fenómeno de aislarse por completo de la sociedad es tan común en Japón que tiene un nombre: hikikomori.

También en Corea del Sur, un número creciente de jóvenes se ha aislado voluntariamente de una sociedad altamente competitiva y exigente.

“Quizás fue la pandemia la que provocó esto”, reflexiona Lee Yu-jeong, quien gestiona uno de los programas contra la soledad de Seúl.

Señala cómo sus hijos permanecen absortos en sus teléfonos cuando sus amigos los visitan. “Hoy en día, la gente expresa lo difícil que es tener una red de amigos. La soledad se ha convertido en algo que debemos abordar como sociedad”.

Cuatro hombres sentados en fila en una zona de asientos públicos en una estación de metro y navegando en sus teléfonos móviles en Seúl, el 8 de abril de 2025.
Getty Images
Un estudio muestra que cada vez más surcoreanos se sienten socialmente aislados.

El primer paso fue abrir una línea directa para quienes necesitan hablar con alguien. Una encuesta nacional realizada en 2023 reveló que un tercio de los adultos surcoreanos no tienen a quién pedir ayuda con las tareas del hogar o con quién hablar cuando se sienten tristes.

Sus consejeros ofrecen una llamada de 40 minutos para hablar sobre cualquier tema.

Desde su cubículo, Park Seung-ah ha estado llamando tres veces al día.

“Me sorprendió ver que muchos jóvenes querían estas sesiones. Quieren compartir la carga que llevan sobre sus hombros, pero a menudo hay una dinámica de poder con sus padres o amigos. Por eso acuden a nosotros”.

Las “tiendas bondadosas”

Rápidamente aparecieron las “tiendas bondadosas”, un lugar físico donde la gente solitaria es bienvenida.

La ubicación de Dongdaemun fue elegida debido a su proximidad a viviendas de bajos ingresos, donde los residentes viven solos en pequeños apartamentos subdivididos.

Sohn, de 68 años, visita la tienda una vez a la semana para ver películas y escapar de su estrecho hogar.

“Las tiendas deberían haber abierto antes de que yo naciera. Me hace bien pasar aunque sean solo dos o tres horas”, cuenta.

Sohn dedicó más de cinco décadas de su vida al cuidado de su madre, quien sufrió un aneurisma cerebral cuando él era niño. Por ello, nunca se casó ni tuvo hijos.

El coste de su dedicación quedó claro cuando su mamá murió.

Sin dinero y caminando con un bastón desde que sufrió una hemorragia cerebral hace varios años, dice que no hay muchos lugares para él.

“Los lugares cuestan dinero, ir al cine cuesta dinero”, explica.

Dos hombres juegan Janggi, a veces llamado ajedrez coreano, en una calle de Seúl, el 1 de julio de 2025.
Getty Images
La población envejecida de Corea del Sur afirma cada vez más sentirse sola.

Las tiendas fueron creadas especialmente para darle la bienvenida a aquellos que no son bienvenidos en otros lugares, explica la gerente de una de las tiendas, Lee Bo-hyun.

Ofrecen más que un poco de espacio y un sitio para ver una película: tienen aire acondicionado durante los meses más calurosos del verano, algo que puede ser muy útil para aquellas personas con bajos ingresos que no pueden permitírselo en casa.

También es un espacio donde las personas solitarias pueden eludir el estigma de pedir ayuda.

La elección del nombre —”tiendas de conveniencia”— es un intento deliberado de distanciarlas de las clínicas psiquiátricas. Esto es importante en un país donde aún existe un estigma cuando se trata de pedir ayuda en temas de salud mental, especialmente entre las personas mayores.

Al principio, los visitantes se sienten incómodos al hablar o comer con otra persona, explica Lee.

Asegura que la soledad típica, si se extiende en el tiempo, se vuelve más que un sentimiento.

“La gente empieza a evitar los lugares con otras personas. Muchos nos preguntan si pueden servirse el ramen para llevar porque no suelen comer frente a otra gente”.

Lee les dice que no necesitan hablar. Que simplemente pueden sentarse en la misma mesa para comer fideos.

Han pasado meses desde que Hee-kyung era una de aquellas personas tímidas y silenciosas que recién llegaban.

¿Ha cambiado algo desde entonces? In-sook recuerda que durante una conversación que tuvo con un periódico local mencionó a su hija, sintió una punzada repentina y se le quebró la voz.

“Voy a abrazarte”, exclamó entonces al verla Hee-kyung. Luego caminó desde el otro lado de la habitación y abrazó a In-sook.

Línea
BBC

Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.

Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.

También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro nuevo canal de WhatsApp.

Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.

Lo que hacemos en Animal Político requiere de periodistas profesionales, trabajo en equipo, mantener diálogo con los lectores y algo muy importante: independencia
Tú puedes ayudarnos a seguir.
Sé parte del equipo
Suscríbete a Animal Político, recibe beneficios y apoya el periodismo libre.
Iniciar sesión

Registrate
Suscribete para comentar...

Utilizamos cookies propias y de terceros para personalizar y mejorar el uso y la experiencia de nuestros usuarios en nuestro sitio web.