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Campos de exterminio, jóvenes desechables y economía de la muerte en el crimen organizado
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Campos de exterminio, jóvenes desechables y economía de la muerte en el crimen organizado

¿De qué modelo de negocio nos habla el campo de exterminio en Teuchitlán? ¿Quiénes sostienen su funcionamiento y quiénes se benefician de su continuidad? No estamos ante anomalías o excesos, sino ante un sistema perfectamente articulado donde la producción de cadáveres es parte del orden económico y político del crimen organizado en México.
14 de marzo, 2025
Por: Rossana Reguillo

En sus ojos no hay vida ya. Hincado frente a sus torturadores, el joven está resignado, exhausto, su devastación es total. Es un “recluta”. “Tienes que hacerlo, no hay de otra. Si no, ya sabes, sigues tú”, escucha esa voz adormecido, casi inerte, como si estuviera muy lejos de ese lugar, ya sin voluntad; el miedo inicial lo ha abandonado. Es un “recluta”, ha sido ya despojado de toda humanidad.

La palabra “recluta”, que se repite de manera constante en estos días en los que el horror nos ha golpeado con contundencia, me persigue, me obliga a volver sobre mis archivos, mis entrevistas, mis etnografías. Me enoja, me entristece, me indigna, pero sobre todo, enciende todas mis alarmas. Qué es un recluta. El diccionario lo define como aquella persona que ha ingresado recientemente en una organización militar o en un grupo similar. Se usa para describir a alguien en la etapa inicial de su formación o entrenamiento. Así, “recluta” enfatiza la condición de novato, de aprendiz.

El campo de “reclutamiento” ubicado en un rancho en Teuchitlán, Jalisco, nos ha entregado imágenes atroces. Los hallazgos que el colectivo Guerreros Buscadores ha ido mostrando en transmisiones en vivo a través de su página de Facebook, dislocan la imaginación y hacen colapsar el lenguaje. ¿Quiénes eran los dueños de esos zapatos que se apilaban desordenados? ¿A quién pertenecían las prendas desgarradas sobre un polvo infinito? ¿De quién los fragmentos de huesos escondidos entre la tierra removida? Cada objeto encontrado es un vestigio de una vida truncada, un indicio, un eco del horror sistemático que opera en estos espacios.

Para entrenar al recluta, para someterlo, primero hay que despojarlo de su identidad, de su humanidad, cosificarlo; eso facilita el trabajo de los jefes del centro que, quizás, también fueron alguna vez reclutas.

Frente a un cuerpo inerte el nuevo recluta ejecuta un ritual macabro. Con torpeza, ha dado ya el primer paso hacia su destrucción como persona, no tiene alternativa. La transformación está en marcha: el recluta no solo es entrenado, es despojado de su humanidad.

El reclutamiento en estos campos es un proceso de aniquilación de lo humano. Para sobrevivir, el recluta debe matar. Para pertenecer, debe aprender a obedecer sin cuestionar. Se entrena con cuerpos, con sangre, con horror. No es casualidad que el crimen organizado haya convertido estos espacios en fábricas de la muerte: aquí no solo se adiestra, se extermina.

Y entonces podemos ir a una capa más terrible, el campo de entrenamiento. Al reclutamiento forzado se añade el aprendizaje del horror, tortura por tortura, descalificación, humillación, romper todo vínculo con lo que alguna vez fue la persona. Ahí, los cuadernos encontrados, esa tecnología análoga que los administradores del exterminio llevaban para contabilizar cuerpos y poner apodos. Antes del exterminio de los no aptos, de los débiles, los rebeldes, viene el sometimiento.

Me detengo en mis apuntes que conservo en mis libretas de trabajo de campo y encuentro una nota subrayada con plumón amarillo: Primo Levi, un sobreviviente de los campos de exterminio nazis, llamó ‘zona gris’ al espacio donde la víctima y el verdugo se confunden, donde la resistencia se diluye en el miedo y la sobrevivencia depende de la capacidad de obedecer. En los campos de entrenamiento del crimen organizado, la zona gris no es una metáfora, es una estrategia. Se recluta a la fuerza, se tortura, se somete. El resultado es un ejército de cuerpos entrenados para matar, despojados de su voluntad, atrapados en un círculo donde la única salida es la muerte. No son solo centros de adiestramiento y sometimiento de cuerpos y voluntades. Son espacios de exterminio donde el recluta es transformado en ejecutor, donde la vida y la muerte pierden sus límites y donde el terror es la única regla. Lo que ahí ocurre es la sistematización del horror.

En los lager, campos de concentración y de exterminio nazi, existió una figura, un personaje extremo y espectral que era llamado “musulmán” por los propios prisioneros y por los guardias; las razones de tal apodo no son del todo claras hasta hoy. El musulmán no solía durar mucho; era un muerto en vida y su destino casi siempre era la selección para la ejecución o simplemente colapsaban. Pero me interesa plantear aquí que esta figura de cuerpos desechables representaban el triunfo de la maquinaria de muerte, cuerpos reducidos a una biología agonizante. Primo Levi los describió como los hundidos, los que ya no podían salvarse. Su figura encarnaba el último estadio de deshumanización impuesto por los nazis y el desprecio de otros prisioneros por los musulmanes nos habla de cómo esta maquinaria de exterminio lograba romper la solidaridad natural entre las víctimas.

Esta rotura, este desgarramiento en la zona gris, se ha venido haciendo pública a través de videos que los mismos criminales graban: jóvenes ejecutando a otros jóvenes, amigo asesinando a su amigo. El horror.

Los cuerpos en estos campos no son solo materia de entrenamiento, sino piezas descartables en un engranaje de exterminio, que he llamado Necromáquina, que recuerda las dinámicas de los lager alemanes. Como los ‘musulmanes’ en los campos nazis, los reclutas son reducidos a una condición de vida mínima, donde la debilidad equivale a sentencia de muerte. Son jóvenes arrancados de la calle, del desempleo, de aspiraciones de futuro, secuestrados con promesas de empleo, de futuros posibles. Pero el destino del recluta no es la ascensión en la estructura criminal, sino su uso y su descarte. Su vida es provisional: al menor signo de flaqueza, duda o resistencia, se convierte en carne de ejecución. Son los miles de rostros en las fichas de búsqueda del hijo, del hermano, de la tía, la sobrina, que la máquinaria de terror convierte en cuerpos anónimos, fragmentos, una camiseta, un zapato. Espectros de un sistema donde la muerte es meticulosamente administrada.

Pero hay algunos de estos reclutas, según todos los relatos a mano, que logran ascender en el proceso de entrenamiento, escapar a un destino fatal. Son, tal vez, los que cambiaron el pantalón desgarrado y las botas vaqueras por el uniforme del grupo criminal. Esto abre una infinidad de preguntas incómodas.

¿Qué debe romperse en la subjetividad de un recluta para convertirlo en torturador y soldado del crimen? Primero, su propia identidad debe ser erosionada hasta la nulidad. La humillación, la violencia recibida, la imposición de pruebas de crueldad lo convierten en una pieza más de la maquinaria. Luego, el miedo y la incertidumbre son reemplazados por una única certeza: matar o ser asesinado. No hay lugar para la duda, la culpa o la empatía. El recluta es moldeado a través de la repetición del horror, hasta que la violencia deja de ser excepcional y se convierte en reflejo condicionado. En los campos de entrenamiento, el umbral de lo humano es desdibujado a fuerza de golpes, obediencia ciega y muerte administrada como ritual de iniciación.

En los campos de concentración nazis hay otras figuras, otros personajes del horror: los sunderkommados, que fueron grupos de prisioneros, en su mayoría judíos, forzados a trabajar en los crematorios y cámaras de gas de los campos de exterminio. No eran verdugos por elección, sino víctimas atrapadas en una estructura de muerte diferida: su labor consistía en retirar los cadáveres, extraer dientes de oro, limpiar las cámaras y operar los hornos crematorios, sabiendo que eventualmente podían ser eliminados. La violencia los atravesaba no solo como destinatarios del exterminio, sino como piezas funcionales de la maquinaria de aniquilación.

Como en los lager nazis, donde los sonderkommandos eran obligados a colaborar con el exterminio bajo la certeza de su propia muerte diferida; en los campos de entrenamiento del narco el recluta es convertido en verdugo con la promesa “ilusoria” de una supervivencia prolongada. La lógica es la misma: se les despoja de elección, se les introduce en un sistema donde obedecer y matar son las únicas opciones viables, y se les mantiene en una frágil suspensión entre la vida y la muerte. En ambos casos, la estructura del horror se sostiene sobre la anulación progresiva de la voluntad y la instauración de una rutina de violencia que, lejos de ser arbitraria, está meticulosamente diseñada para producir cuerpos funcionales a la maquinaria del exterminio.

Estos campos no solo reflejan el horror de la violencia organizada, sino que revelan la estructura de una necromáquina, un dispositivo de exterminio que administra la muerte como parte de su lógica operativa. La muerte no es solo un fin, sino un recurso: se mata para disciplinar, para infundir terror, para regular el flujo de cuerpos disponibles. ¿De qué modelo de negocio nos habla el centro de exterminio en Teuchitlán? ¿Quiénes sostienen su funcionamiento y quiénes se benefician de su continuidad? No estamos ante anomalías o excesos, sino ante un sistema perfectamente articulado donde la producción de cadáveres es parte del orden económico y político del crimen organizado en México.

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Imagen BBC
Las impresionantes imágenes que muestran cómo era la gran Tenochtitlan
11 minutos de lectura

La gran ciudad de México-Tenochtitlan fue fundada hace siete siglos y en un periodo de 200 años se convirtió en una urbe muy desarrollada. Un experto neerlandés ha reconstruido su aspecto.

13 de marzo, 2025
Por: BBC News Mundo
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“Esta gran ciudad de Temixtitan está fundada en esta laguna salada… Tiene cuatro entradas, todas de calzada hecha a mano, tan ancha como dos lanzas jinetas. Es tan glorande la ciudad como Sevilla y Córdoba. Son las calles de ella, digo las principales, muy anchas y muy derechas, y algunas de éstas y todas las demás son la mitad de tierra y por la otra mitad es agua, por la cual andan en sus canoas”.

Así es como el explorador español Hernán Cortés describía a la ciudad de México-Tenochtitlan (Temixtitan, según su entendimiento) en uno de los más antiguos recuentos escritos (fechado en 1520) de cómo era el corazón político y social de los mexicas.

Y es que México-Tenochtitlan y su ciudad gemela, México-Tlatelolco, causaron asombro a los españoles por su nivel avanzado de urbanización.

“Tiene esta ciudad muchas plazas donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de 70 mil ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de vituallas, joyas de oro y de plata, de plomo, de latón, de cobre, de estaño, de piedras, de huesos, de conchas, de caracoles y de plumas”, contaba Cortés.

En el momento de su llegada, la ciudad estaba en una de sus épocas de mayor esplendor. Los mexicas habían fundado México-Tenochtitlan más de dos siglos antes y en ese periodo se convirtieron en la potencia militar de Mesoamérica (la región político-cultural del actual centro y sur de México).

Aunque el año de su fundación ha sido motivo de debate entre los expertos, se cree que pudo haber ocurrido en la primera mitad del siglo XIV. En la época moderna, el gobierno mexicano ha fijado una fecha, el 13 de marzo de 1325, lo que lleva a la antigua ciudad prehispánica –que luego se convertiría en Ciudad de México– a celebrar su 700 aniversario este año.

Una visualización panorámica de Tenochtitlan
Thomas Kole/Retrato de Tenochitlan
Tenochtitlan estaba asentada en islotes que fueron extendidos sobre el lago de Texcoco.

“El imperio estaba en su máxima expansión. La ciudad tenía su mayor riqueza”, explica a BBC Mundo el doctor Federico Navarrete, un especialista de la historia prehispánica e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

A pesar de que Cortés y otros cronistas de la época realizaron descripciones verbales y representaciones gráficas de la ciudad, en los últimos cinco siglos no hubo una imagen tan detallada como la publicada en 2023 por el neerlandés Thomas Kole.

A lo largo de un año y medio, Kole lideró un proyecto llamado “Retrato de Tenochitlan”, que es el trabajo más detallado sobre la ciudad mexica publicado hasta la fecha y el cual ofrece una perspectiva única de cómo habría sido aquella urbe prehispánica.

“Es fascinante ver lo que inventaron: su concepto de ciudad, cómo la organizaron y distribuyeron”, le dice a BBC Mundo Kole, desarrollador de software entre cuyas especialidades está el modelaje artístico en tres dimensiones.

El corazón del dominio mexica

Además de las descripciones de Cortés, otra de las crónicas sobre Tenochtitlan más citadas es la del fraile español Bernardino de Sahagún, que da cuenta de lo sorprendidos que quedaron los europeos al encontrase con México-Tenochtitlan y los sitios que la rodeaban.

“De que vimos cosas tan admirables, no sabíamos qué nos decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, e veíamoslo todo lleno de canoas, y en la calzada muchos puentes de trecho a trecho, y por delante estaba la gran ciudad de México”, señalaba en su relato.

Y no era para menos, pues los mexicas –un grupo de nahuas que, según la tradición, emigró de un mitológico lugar llamado Aztlán y fundó su pueblo en lo que hoy es Ciudad de México– había logrado la existencia de una ciudad entre los islotes y el agua del gran lago de Texcoco.

Kole explica que trabajó durante un año y medio con múltiples expertos y fuentes para darle forma a su visión de México-Tenochtitlan y su ciudad hermana, México-Tlatelolco.

Empecé por curiosidad, tanto técnica como personal, porque estaba leyendo sobre el tema y no podía visualizar el aspecto que habría tenido la ciudad. Pensé que tal vez podría utilizar la tecnología para visualizarla, primero para mí, y luego quizá para los demás. Así empezó”, cuenta.

Asegura que le resultó notable ver cómo una civilización que evolucionó sin la influencia de otros continentes desarrolló un concepto de ciudad como ocurrió en otras civilizaciones: “En muchos aspectos, llegaron a las mismas conclusiones que en otros lugares: el poder en el centro, los ricos con casas más grandes, los campesinos con granjas. Muchas de nuestras ideas sobre las ciudades y sus elementos básicos se aplican a Tenochtitlan, pero ellos lo hicieron a su manera, lo que me parece realmente interesante”, comenta.

Una visualización panorámica de Tenochtitlan
Thomas Kole/Retrato de Tenochitlan
Tenochtitlan tenía una urbanización reticular, con calzadas y canales que conectaban sus cuadrantes y otras islas.
Una visualización de edificios de Tenochtitlan
Thomas Kole/Retrato de Tenochitlan
En el centro de México-Tenochtitlan, lo mexicas edificaron grandes centros ceremoniales.

Y es que como las fuentes le mostraron, en el centro de la ciudad mexica estaba asentado el poder de sus altos gobernantes y sacerdotes, que habitaban en palacios. En las imágenes producidas por Kole, se aprecian las grandes estructuras, piramidales las más altas, así como centros ceremoniales mexicas.

En Tlatelolco además estaba uno de los más grandes mercados que existían no solo en Mesoamérica, sino en el mundo. Ahí se comerciaban productos de todo tipo traídos desde los dominios mexicas, que con la Triple Alianza con los señoríos vecinos de Texcoco y Tlacopan dominaron buena parte de Mesoamérica.

“La parte más difícil [para realizar el modelaje] fue no tener buenos mapas de esa época. Es probable que los mexicas tuvieran mapas detallados de su ciudad. Al ser muy burocráticos, los habrían utilizado probablemente para resolver disputas o trazar fronteras. Pero ya no existen, se perdieron o se quemaron, probablemente durante la conquista”, dice Kole.

Las fuentes disponibles muestran que Tenochtitlan estaba conformada por calzadas y canales de agua que conectaban los distintos islotes. La ciudad se expandió a lo largo de dos siglos con la ampliación de esas islas con una gran técnica y conocimiento del manejo del agua.

Lo que se encontraron los españoles, explica el historiador Navarrete, en realidad era el resultado de dos milenios de aprendizaje del manejo de la vida lacustre.

“Todo parece indicar que donde se fundó Tenochtitlan había un asentamiento previo de otomíes, como proponen diversos autores. Y entonces esa ciudad sería anterior a la fundación de Tenochtitlan”, explica Navarrete.

“Pero en términos generales, podemos decir que esa ciudad que conocemos como México-Tenochtitlan duró unos 200 años”, añade.

Una visualización panorámica de Tenochtitlan
Thomas Kole/Retrato de Tenochitlan

Tenochtitlan… y más allá

El trabajo de Kole trató de dar una idea más allá de la simple visualización de cómo era México-Tenochtitlan, una ciudad con una gran actividad.

El neerlandés plantea lo fascinante que es “imaginar el aroma del aire salado” y productos de la cocina, como el chile asado. O escuchar “el sonido de la lengua náhuatl y de las canoas en los canales”, mientras se siente el calor y se escuchan las aves.

Además de lo que contaba Cortés, otras fuentes que hay sobre cómo era Tenochtitlan se produjeron años o décadas después, lo que presenta un reto para quienes han investigado la época. Kole, explica, no fue ajeno a esto.

“Hay que reconstruir a partir de material más reciente: decenas de años después de la conquista si se tiene suerte, cientos si no. Eso es todo lo que hay para trabajar. Por ejemplo, tenemos descripciones escritas de partes de la ciudad, algunos mapas y pruebas arqueológicas, pero a menudo se contradicen. Hay que decidir cómo conciliar estas fuentes contradictorias en algo razonable”, explica.

La arquitectura de ciertos palacios, centros ceremoniales y mercados es lo que más trabajo requería para proyectar una visión de Tenochtitlan. Uno de los aspectos más llamativos es el Templo Mayor, un centro ceremonial mexica ubicado en las inmediaciones de lo que hoy es el Zócalo de Ciudad de México y sus cuadras aledañas. Según diversas fuentes, ahí había casi 80 estructuras que Kole representó con algunas pirámides y palacios.

Una visualización panorámica de Tlatelolco
Thomas Kole/Retrato de Tenochitlan
La ciudad gemela de Tlatelolco tenía uno de los mercados más grandes del mundo en su época.
Una visualización panorámica de Tenochtitlan
Thomas Kole/Retrato de Tenochitlan
El desarrollo de Tenochtitlan fue cuidadosamente planeado por los mexicas.

Tenochtitlan también tenía escuelas, donde se preparaba a guerreros y sacerdotes, así como miles de viviendas y talleres para su población, que practicaba distintos oficios, desde artesanos hasta agricultores. Las fuentes difieren sobre el tamaño, con números que van desde 50.000 hasta 200.000 habitantes, pero sobre todo, una gran movilidad de miles de personas entrando y saliendo de la ciudad por tierra o por agua.

El historiador Federico Navarrete explica que más allá de la idea de una ciudad solitaria en medio de un gran lago, en realidad la región entera del Valle de México estaba comprendida por numerosas ciudades, tanto en los islotes del lago como en las márgenes.

“Es Texcoco, es Coyoacán, es Iztapalapa… muchas ciudades que ya existían antes de Tenochtitlan. Lo que tenemos en el Valle de México son 2.000 años de ocupación por ciudades y México-Tenochtitlan no era una ciudad singular, sino una parte del sistema urbano del Valle de México que tenía unas 50 ciudades diferentes”, explica el experto, que afirma que Tenochtitlan en realidad solo tenía un 15% de la población del entorno.

Una visualización panorámica de Tenochtitlan
Thomas Kole/Retrato de Tenochitlan
Tenochtitlan era parte de un conjunto de ciudades en el lago de Texcoco y sus márgenes.
Una visualización panorámica de Tenochtitlan de noche
Thomas Kole/Retrato de Tenochitlan
Kole recreó la ceremonia del “Fuego nuevo” de la cosmología mexica.

De hecho la organización política de la época era menos centralista de lo que se cree. Tenochtitlan, por ejemplo, era un centro urbano poderoso por su fuerza militar y Tlatelolco por su comercio, pero cada una tenía su gobierno en un sistema “internacional” con gobiernos independientes, asegura Navarrete.

Las ciudades aledañas tenían un menor tamaño, pero no eran menos avanzadas que la gran Tenochtitlan. El cronista Francisco López de Gómara, por ejemplo, describió Iztapalapa como una ciudad de “grandísimos palacios de cantería todos y carpintería y muy bien labrados, con patios y cuatro bajos y altos y todo servicio muy cumplido”.

“En los aposentos, muchos paramentos de algodón, ricos a su manera. Tenían frescos jardines de flores y árboles olorosos, con muchos andenes con red de cañas, cubiertos de rosas y yerbecitas y con estanques de agua dulce”, dijo sobre uno de los sitios donde Cortés y sus hombres llegaron antes que a la capital mexica.

Según su recuento, ahí había 10.000 casas, mientras que en otras como Coyoacán había 6.000 o en Mexicalzingo unas 4.000. “Tienen estas ciudades muchos templos, con tantas torres, que las hermosean”, escribió.

Kole explica que su trabajo solo se centró en Tenochtitlan y Tlaltelolco, pero reconoce que existieron muchas más ciudades en el entorno.

“Sería interesante ver reconstrucciones de otras ciudades, como Iztapalapa o Texcoco, que serían lugares históricos fascinantes. Pero hay aún menos información de ellas que de Ciudad de México”, explica.

La ciudad en el agua

Los mexicas y pueblos vecinos tenían gran conocimiento sobre cómo manejar el entorno lacustre que habitaban.

Además de los sistemas de canales, diques y acequias que les permitían controlar el agua y evitar inundaciones -en una cuenca caracterizada por su abundante lluvia estacional-, también crearon una extensa barrera de tierra y piedra para separa las aguas saladas y dulces. El agua potable, incluso, era transportada con gran efectividad en acueductos.

“Lo realmente asombrosos de estas ciudades del Valle de México era su relación con las lagunas y la manera en que habían logrado un desarrollo urbano muy avanzado, de alta densidad, con una agricultura muy productiva, sin destruir el ecosistema de las lagunas y lagos del Valle de México. Era un sistema de administración hidráulicas muy complejo”, explica Navarrete.

“Y las lagunas eran un medio de transporte para llevar una gran cantidad de materiales de manera más eficientes que el otro medio, que las personas cargaran cosas sobre sus hombros”.

Los mexicas idearon un sistema de agricultura en islotes, llamados chinampas, que les permitía un cierto grado de autosuficiencia alimentaria sin necesidad de traer comida de tierra firme. La agriculutra en chinampas es una de las pocas técnicas prehispánicas que aún perdura al sur de la actual Ciudad de México.

Cinco siglos después, Ciudad de México y su zona metropolitana enfrenta serios problemas relacionados con el agua: por un lado, la región de 20 millones de habitantes enfrenta sequías que obligan a limitar el consumo de agua potable; por otro, las fuertes lluvias estacionales generan serias inundaciones en zonas donde antes había causes naturales.

“La manera como actualmente se maneja no tiene nada que ver con la manera en que lo manejaban los mexicas y otros pueblos prehispánicos. Y lo que ha habido es un ecocidio cometido por los españoles y por los gobiernos mexicanos. El hundimiento es culpa de que hemos sacado toda el agua del valle”, afirma Navarrete.

La extracción del agua del subsuelo, además, ha generado un problema de hundimiento de la ciudad que se agrava año tras año.

“Ciudad de México es un símbolo de cómo no se puede vencer al agua: es más fuerte que uno. Puedes intentar domarla, pero no la vencerás. Creo que esa es una lección que también hemos aprendido en los Países Bajos. Hemos aprendido a aceptar el agua y darle el espacio que necesita, lo que crea un entorno más saludable”, opina Kole.

“Espero que en México puedan reconciliarse con eso. La Ciudad de México es un lugar hermoso, con una identidad única y fuerte, diferente a cualquier otro sitio. Y creo que merece existir, tiene derecho a hacerlo”.

Una visualización de una tormenta en Tenochtitlan
Thomas Kole/Retrato de Tenochitlan
La cuenca del Valle de México siempre fue una región de grandes afluentes que los mexicas sabían controlar.
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