Gota a gota, el agua se agota es un refrán popular que ilustra con triste claridad el estrés hídrico que vivimos en el planeta. Y en estas condiciones, la transparencia y la apertura institucional son herramientas poderosas para activar la gobernanza del agua y de las aguas residuales.
Las aguas residuales son cualquier tipo de este líquido cuya calidad ha sido afectada negativamente por la influencia de la actividad humana. Se trata de agua que ya no tiene valor para el fin para el que se utilizó originalmente ni para el propósito para el que se produjo, ya sea debido a su calidad, cantidad o al momento en que se dispone de ella.
En general se reconocen cuatro tipos de aguas residuales según su origen: domésticas, urbanas, industriales y derivadas de la lluvia ácida. En esta época en la que 36 % de la población mundial vive en regiones donde el agua es un bien escaso, ya no debe considerarse a las aguas residuales como un ‘residuo’, sino más bien como un recurso.
Sin embargo, en el mundo 80 % del agua residual se vierte al medioambiente sin haber recibido un tratamiento adecuado. Invertir eficientemente en aguas residuales y otras infraestructuras de saneamiento es crucial para lograr beneficios de salud pública, mejorar el medio ambiente y la calidad de vida.
En la Ciudad de México, más de 40 % del agua que consumimos proviene de fuentes lejanas y una parte importante de los hogares no cuenta con acceso continuo y seguro. De acuerdo con datos de SACMEX, el 26 % de la población no recibe cantidad suficiente y el 15% no cuenta con el servicio diario. Además, 1.8 millones de personas sólo pueden acceder al agua mediante tandeo. Las alcaldías que tienen menor presión para recibir agua son: Cuauhtémoc, Benito Juárez, Iztacalco y Venustiano Carranza.
El propio SACMEX reconoce que uno de los principales problemas en la gestión de los recursos hídricos es que la red de drenaje es vieja y obsoleta: las redes primarias y secundarias han rebasado su vida útil pues tienen, en promedio, más de 60 años y en algunos casos son las mismas que funcionaban desde el Porfiriato. Esto ocasiona que 42 % del agua que llega a la CDMX se pierde en la red de drenaje por fugas. Además, al ser un sistema que funciona por gravedad, cuando el suelo se hunde se afecta su inclinación, lo que ocasiona que las aguas residuales se estanquen y con ello se agrave el deterioro de la calidad de los acuíferos.
Se estima que los acuíferos de la CDMX tienen una sobreexplotación de 18 metros cúbicos por segundo, lo que ocasiona que al año su nivel disminuya un metro en promedio. A su vez, al tener que extraer el agua cada vez de una profundidad mayor, hay un deterioro gradual de su calidad. Esto también provoca hundimientos del subsuelo de hasta 30 centímetros por año. Aún así, la CDMX tiene un déficit estimado de agua potable de 3 metros cúbicos por segundo.
Estos problemas, aunados a la dificultad de acceder a nuevas fuentes de abastecimiento de agua, nos obligan a repensar las estrategias de corto, mediano y largo plazos que orienten las acciones que permitan garantizar el derecho humano al agua y su gobernanza como recurso natural. Un factor clave está precisamente en el tratamiento de aguas residuales, la transparencia en su manejo, y la apertura que desarrollen para incorporar a la sociedad y comunidades en la planeación de su gestión.
La primera planta de tratamiento de aguas residuales en la CDMX se construyó en Chapultepec en 1956. En 1958 inició la construcción de más plantas en Xochimilco, la Magdalena Mixhiuca y San Juan de Aragón. Actualmente, de acuerdo con información del Módulo de Agua Potable y Saneamiento del «Censo Nacional de Gobiernos Municipales y Demarcaciones Territoriales de México», elaborado por el INEGI, la ciudad cuenta con 26 plantas de tratamiento de aguas residuales: 22 operadas por SACMEX y 4 que están concesionadas. Sin embargo, son pocas si se comparan con las 151 que tiene Puebla, 130 de Jalisco o 125 del Estado de México.
Las Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales juegan un rol vital en el manejo sostenible y disposición efectiva del agua residual generada por la población y las actividades industriales. El agua residual es tratada mediante procesos físicos, biológicos y químicos, hasta llegar a un estado donde puedan ser reutilizadas o vertidas de manera segura al medio ambiente, reduciendo su impacto en el ecosistema local. Este proceso protege la salud pública, previene daños a la biodiversidad y colabora activamente en la lucha contra el cambio climático.
A medida que la CDMX siga creciendo deberán aplicarse estrategias para un desarrollo urbano que minimice el consumo de recursos y que se centre en su recuperación, de acuerdo con los principios de la denominada ‘economía circular’
Por ejemplo, la ciudad de Guayaquil en Ecuador, con apoyo del Banco Mundial, se ha convertido rápidamente en un modelo a seguir para la región en el manejo de aguas residuales. Desde que inició el proyecto en 2016, ha concentrado esfuerzos en tres frentes: generación de energía en los procesos de las plantas de tratamiento de aguas residuales, planificación de cuencas hidrográficas, y fiscalización. Estos enfoques contribuyen a reducir la contaminación, ayudan en la lucha contra la escasez de agua, protegen la salud pública e impulsan la transición de la ciudad hacia una economía circular.
En temas de planeación, de aprovechamiento de recursos hídricos, es toral la transparencia y acceso a la información. Es uno de los temas que hacen factible, en la realidad y cotidianidad de las acciones y políticas públicas, del Acuerdo de Escazú. Únicamente con acceso a la información pública se facilita la justicia ambiental. Y en esa sintonía, contamos con el Protocolo de #AperturaAnteRiesgos que diseñamos, que hemos activado, socializado y que es parte de las buenas prácticas de transparencia proactiva y apertura reconocidos por la OCDE.
Es momento de usar la inteligencia colectiva plasmada en herramientas tan valiosas como este Protocolo de Apertura y Transparencia Ante Riesgos, que se ha construido y difundido con actores tan relevantes como el Cenapred, el Seminario Universitario de Riesgos Socio Ambientales de la UNAM, la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil de la Ciudad de México y la sociedad a través de personas damnificadas del sismo del 19S y quienes están interesadas en conocer sobre la calidad del agua.
Mahdy Krira es un artista palestino en Gaza que con sus títeres entretiene, educa y ofrece apoyo psicológico a un pueblo agobiado por una guerra implacable.
“Todo alrededor tuyo evoca desesperación. La muerte está por todos lados, junto al desplazamiento, la falta de vivienda, la enfermedad, el hambre, la sed y la pérdida. Pero hay fragmentos sueltos en tu ser que instan a la esperanza y la acción”.
Así es como Mahdy Krira, un artista palestino en Gaza, describe su impulso por desarrollar su arte en medio de un incesante bombardeo y llevarlo a su pueblo agobiado por la guerra, para animarlo, entretenerlo y educarlo.
Su arte actual son los títeres que, así como esos “fragmentos sueltos” que lo inspiran, los construye de los escombrosde la guerra: latas, pedazos de madera destrozada, retazos de tela y basura.
Krira dio sus primeros pasos artísticos dentro de la dramaturgia y el teatro, pero hace 18 años decidió dedicarse a los títeres, un arte que no existía en Gaza, a pesar de estar presente en muchos países vecinos, le contó a BBC News Mundo a través de un intérprete.
No tuvo quien lo entrenara, pero gracias a un talentoso amigo, mucha práctica autodidacta y ensayos que fluctuaron entre el fracaso y el éxito, fue adquiriendo experiencia.
“Lo que realmente te enseña son la acumulación de experiencias y reveses. Y la persistencia es la clave de la excelencia”, asegura.
Después de varios años, fundó una compañía de títeres llamada Khayyout, que significa Hilos, la primera en la Franja de Gaza.
“Los niños de mi nación necesitaban urgentemente este arte increíble y maravilloso”, expresa. “Cuando el títere aparece, empiezan los murmullos y las risas. Un niño o una niña se acerca a saludar a uno de los personajes… y todos abrazamos el cielo con alegría”.
Pero ha sido una práctica artística incompleta, señala. El histórico sitio de Gaza y la serie de conflictos armados en el territorio palestino no le han permitido una mayor exploración de las diferentes técnicas de los teatros y artistas de alrededor del mundo.
“Ciertamente hay una gran brecha entre lo que hago y lo que debería estar haciendo, o por lo menos estar al tanto de los desarrollos e innovación”.
La situación es ahora mucho más difícil, después del ataque de Hamás en territorio israelí el 7 de octubre de 2023, cuando mataron a más de 1.200 personas y secuestraron a 250, y la apabullante ofensiva militar de Israel que todavía continúa y se ha cobrado más de 42.000 vidas palestinas.
Puedes leer: Palestino FC, el equipo de futbol profesional chileno que representa la resistencia palestina
A sus 43 años, Mahdy Krira está casado y tiene seis hijos. Según cuenta a BBC News Mundo, antes de que su casa fuera bombardeada y destruida, al igual que su taller, ya había sido forzosamente desplazado nueve veces. Huyó con su familia al sur de Gaza, pero las Fuerzas de Defensa de Israel no les permitieron llevar nada consigo y lo perdieron todo.
“Fue el inicio de una fase de agotamiento, destierro y desesperación”, explica. “El bombardeo es constante, donde quiera que vayas, con aviones volando por encima y literalmente dentro de tu mente”.
No obstante, de lo más profundo surgió una renovada pasión y decisión. “Amo el teatro y los títeres, y echaba de menos a (la compañía) los Hilos y la determinación de continuar trabajando se apoderó de todos mis sentidos”.
Aunque ya no tenía acceso a las materias primas para construir sus marionetas, ni a herramientas, ni pinturas y no había electricidad, usó lo que tenía en su entorno.
“Me di cuenta de que tenía que construir por lo menos un títere para ayudar a mis hijos y a mí a escapar el estrés de la guerra y robarle unos momentos al miedo”, manifiesta.
Latas vacías y los remanentes de la guerra como únicos materiales disponibles, sumados a una “determinación y ambición” fueron la base para crear nuevos títeres e historias que le ayudaran a registrar la experiencia de una guerra que él tilda de “genocida”.
A pesar de todas las dificultades, surgió la idea de producir estos espectáculos para más niños, construyendo escenografías y llevándolas en un teatro móvil a los campamentos de refugiados para entretener a las familias y sus hijos.
“Montamos el teatro, los títeres salen y las sonrisas aparecen”, dice, señalando que la moral se eleva y la audiencia pide más.
“Es realmente extraordinario. Imagínate crear vida entre la muerte desperdigada”, apunta.
Pero sus espectáculos cumplen más funciones que ser una mera diversión. Como el sistema educativo ha quedado completamente destruido por el conflicto, Krira también participa activamente en estrategias de aprendizaje y desarrollo educacional.
“La responsabilidad se ha vuelto mayor ahora”, relata. “Incluye entretenimiento, educación, apoyo psicológico y primeros auxilios de salud mental”.
Su teatro de títeres atrae a mujeres, ancianos, padres, hijos y proveedores de servicios, asegura Mehdy Krira.
Aspira a llevar su teatro móvil, tal vez en un camión reciclado, no sólo por toda Gaza sino el mundo. “Presentándonos en España, Egipto, Jordania, Londres, Berlín, Canadá y Brasil y decirle al mundo ‘Aquí estamos, nos bombardearon con todo, pero estamos creando alegría y buscando la vida entre los escombros”.
“La esperanza es propagar la alegría y el optimismo, que es lo primero que se ha logrado”, afirma.
“Sembramos sonrisas, sanamos nuestras almas y luego construiremos esta nación. Construiremos la humanidad sin sumisión y sin extremismo”.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.