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Defender al INE desde la izquierda: nadar a contracorriente
Técnico de Izquierda
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Sociólogo y politólogo por la UNAM, El Colegio de México, y King’s College London. Ha... Continuar Leyendo
7 minutos de lectura

Defender al INE desde la izquierda: nadar a contracorriente

Defiendo al INE porque quienes no comulguen con el programa lopezobradorista estarán en el ostracismo permanente.
13 de diciembre, 2022
Por: Raúl Zepeda Gil

La voluntad de la coalición gobernante siempre fue cristalina. Aunque arropados en discursos emancipadores, los hoy ocupantes del poder están motivados por su pulsante necesidad de ser la nueva élite del partido hegemónico autoritario. La agenda nunca fue emancipatoria, sino un programa de reemplazo de élites y un regreso nostálgico al nacionalismo petrolero. El intento de minar al Instituto Nacional Electoral es la culminación de un proyecto: el regreso de una forma caprichosa y ambivalente de nacionalismo que, como en los viejos tiempos, depende del ocupante en turno de la presidencia.

Ante este hecho, al final del año, la melancolía regresa a mí. Pasé por un largo duelo político -y emocional- al ver cómo el proyecto en el que me embarqué, con muchos, se parecía más al PRI que a la izquierda liberadora que se nos prometió. En días recientes, lo que me provocó todavía más pesadumbre fue observar que, ante una amenaza directa a la democracia mexicana, personas y sectores de izquierda -sean o no morenistas- simplemente han caído en el cinismo, el desinterés y quizás ya en la resignación de que volveremos a los viejos tiempos.

Como muchos, me sentí tremendamente incómodo de que partidos y sectores sociales de la derecha mexicana estuvieron más dispuestos a enfrentar al nacionalismo autoritario que la izquierda no morenista. En un regreso al siglo XX mexicano, la izquierda parece estar resignada a medrar del partido hegemónico, mientras unos pocos hablan de elecciones, ahí en su rincón. Yo quería manifestarme con “los míos”, las izquierdas, los movimientos, pero los sentí francamente apáticos. Entiendo que no queríamos marchar con quienes nos han atacado por décadas, pero no creamos una alternativa, o nuestra propia narrativa democrática.

Sin embargo, entiendo perfectamente por qué el llamado a defender al INE es tan necesario para la derecha mexicana en todas sus expresiones: saben que un regreso al pasado implica el ostracismo de su agenda política. En cambio, para la izquierda (que está en sus filas o en los márgenes a espera del cambio de sexenio), lo que ha logrado Morena es crear una poderosa ilusión de que su agenda no será marginalizada también. Pero después de cuatro años de agresiva austeridad, ecocidio, ortodoxia macroeconómica y continuación militarizada de la guerra contra las drogas, no puedo seguir bebiendo de esa ilusión que tuve que engullir por meses.

Igualmente, comprendo que hay izquierdas que no tienen fe alguna en la democracia electoral, o incluso en la misma idea de la democracia, que pasa de los comunistas a los anarquistas, y a las bases indígenas comunitarias. Este texto probablemente poco les apelará y, quizás con la misma sorna que escribía el subcomandante Marcos en 2006, nos asestarán un cruento recordatorio de que esta coalición gobernante siempre fue honesta con sus intenciones autoritarias. Lo único que puedo decir es que los escucho, y los entiendo, aunque sigo convencido de la democracia.

En esta era de incertidumbre tan abrumadora, quizás solo puedo avizorar un escenario en que el INE sobrevive, las elecciones libres continúan, y que Morena al menos no tendrá las mayorías parlamentarias que ha tenido hasta ahora para que se le regrese al INE la integridad que tenía después de lo que será la última reforma a las leyes electorales secundarias en próximos días. Sin embargo, incluso en esta hipotética situación optimista, el desastre de fondo es que cualquier agenda de izquierda que no sea petróleo y algunas transferencias monetarias quedará enterrada por un largo rato.

Inicialmente pensé en escribir sobre cómo la integridad administrativa del INE -más allá del Consejo General- es esencial para el conteo de votos, la parte más profesional de nuestro sistema electoral. Pero me queda claro que sería infructífero porque muchos creen en el mito fundacional de Morena: hubo un fraude electoral en 2006. Yo estuve en esas elecciones como representante de partido, y conociendo el proceso en cada uno de sus pasos, me quedó claro que la acusación del fraude como manipulación directa de las casillas jamás tuvo suficiente evidencia. Pero este es un mito dogmático. No una realidad. Los convencidos simplemente no dejarán de estarlo por más que se pretenda entablar una discusión razonable.

Pero más allá de 2006, Morena descansa sobre la idea de que ellos -esa amorfa élite política- son la única dueña y representante de la voluntad popular. Que todo fue fraude y engaño cuando no ganaban. Que todo fue verdad cuando “hicieron lo imposible” para que “el fraude no sucediera” en 2018. En cambio, la realidad electoral fue más sencilla, en 2006 ese polo político -en el que yo estaba- no logró convencer a suficientes mexicanos, y en 2018 sí pudo. Y esa es la democracia electoral: es un proceso intenso de convencimiento político. En mucho, la gran diferencia entre esos dos momentos fue el colapso de la oposición. De esa manera, ni las derechas hoy fuera del gobierno fueron dueñas de las mayorías después de 1997, ni Morena lo será en 2024. Los ciudadanos son libres e iguales, en cada ciclo electoral, para decidir quién gobernará, y ya. En eso, no sé si Morena gane tanto en 2024 como en 2018, pero ese parece el escenario más probable. Morena ganará porque sigue representando una insatisfacción mayoritaria con la élite anterior. Mi problema, desde mis principios de izquierda, es que “no ser los otros”, petróleo, militares y transferencias no es el programa de gobierno con el que concuerdo.

Luego entonces, me siento aislado y sin alternativas políticas. Seguro varios militantes de las ideas de izquierda sentimos eso, y es un producto -en parte- del diseño del sistema electoral: las barreras para la formación de partidos son muy altas y tendientes solo a favorecer a organizaciones clientelares. Por el otro lado, las izquierdas no lopezobradoristas están atomizadas, desorganizadas y sin capacidad de cambiar la agenda política.

Sin duda, creo que la crítica más profunda y acertada a la democracia electoral es que muchos sectores y alternativas políticas no están representados a pesar de que haya elecciones. Hay todavía -incluso en este gobierno- capturas por parte del sector privado de las estructuras de poder que deberían servir al ciudadano. Ante esta crítica, los defensores clásicos de la transición democrática en México han hecho oídos sordos. Pero incluso si hoy se redujeran las barreras para formar partidos, o para lanzar consultas, el problema de fondo es que Morena logró desactivar a partes importantes de los movimientos y organizaciones sociales del país. Morena logró redirigir la insatisfacción mayoritaria con la élite anterior al proponerse a ellos como un reemplazo supuestamente honesto. Desafortunadamente, el costo que todos cargamos es que, ante las dimensiones tan tremendas de los problemas del país, el programa y calidad del gobierno actual es francamente mediocre.

Mi preocupación más urgente es que un gradual proceso de restitución del sistema de partido hegemónico autoritario cerrará puertas a la disidencia, a la expresión, a la organización, pero sobre todo a la transformación política de izquierda socialista democrática en México. Hoy por hoy, algunos han decidido que preferirán éxitos políticos ocasionales dentro de las entrañas del partido aspirante a hegemónico. Les aviso que los oportunistas que han llenado las filas de dicha organización los bloquearán hasta el cansancio, porque ellos son usufructuarios del cambio gatopardista: todo se revolucionó “por cuarta vez” para quedar más o menos igual. Quizás ya lo han sufrido y piensan que el sexenio que sigue será diferente con quien ocupe la presidencia por Morena. Que solo hace falta aguantar dos años más. Les deseo suerte, pero después de cuatro años, soy francamente escéptico de dicha ruta.

Aquí llamo a defender a la democracia electoral -la integridad del sistema de conteo del voto- no porque comulgue con las derechas que no están en el gobierno (aunque hay muchas derechas en el gobierno y en el partido gobernante). Defiendo al INE porque, como ellos, yo veo el mismo el mismo riesgo para las izquierdas: quienes no comulguen con el programa lopezobradorista estarán en el ostracismo permanente.

Me niego a creer que no hay un espacio para un socialismo de izquierda, ecologista, feminista y antimilitarista. Defiendo el derecho a votar y ser votado -en lugar de aceptar el arbitraje de un partido hegemónico de centro nacionalista cacha todo-, porque me gustaría que al menos haya una luz para que quizás un día, los que creemos en los ideales antes mencionados, podamos organizarnos y tener la misma oportunidad que tuvo el lopezobradorismo de convencer a la población del país. Y quizás, ahora sí, ganar con nuestro programa. Cierro el año con tristeza porque parece que la izquierda no lopezobradorista parece resignada, sin esperanza. Les digo algo: no habrá esperanza si no la creamos. No obstante, estoy agotado. Después de cuatro años, siento que estoy nadando a contracorriente. Pero sé que no soy el único.

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Imagen BBC
Deportes exclusivos de los Juegos Paralímpicos, cuáles son y cómo se practican
4 minutos de lectura

Los juegos Paralímpicos comienzan este 28 de agosto en París con la presencia de cerca 4.400 atletas que competirán en 22 deportes.

30 de agosto, 2024
Por: BBC News Mundo
0

Este miércoles comenzaron los Juegos Paralímpicos en París 2024.

Como viene ocurriendo desde Seúl 1988 (aunque los Paralímpicos existen desde 1960), los 4.400 deportistas paralímpicos usarán las instalaciones que hasta el pasado 11 de agosto fueron escenario de los Juegos Olímpicos de París 2024.

Serán 10 días en los que deportistas de 185 países se reunirán para disputar cerca de 540 eventos donde se entregarán medallas.

Una de las principales características de los Juegos Paralímpicos es que cada deporte tiene una clasificación de discapacidad, por lo que es posible que en un mismo evento se adjudiquen varias medallas.

Muchas más que en los Olímpicos: en estos hay 329 eventos en 32 deportes que entregan preseas, mientras que en los Paralímpicos esa cifra es de 549 eventos con premiación en 22 deportes distintos.

Por ejemplo, en natación hay una clasificación de 1-10 que agrupa las discapacidades físicas, de 11-13 para los niveles de discapacidades visuales y la 14 que tiene que ver con la discapacidad intelectual.

Otra gran diferencia son los símbolos: mientras que los Olímpicos están representando por los cinco famosos anillos, los Paralímpicos se asocian con las cinco “medialunas” o “agitos” (que proviene del latín “me muevo”) de tres colores: rojo, azul y verde.

Y otra de las grandes diferencias entre estos dos grandes eventos son los deportes que se practican.

Aunque la mayoría de las disciplinas paralímpicas tiene una versión homóloga en los Olímpicos, hay dos deportes que son exclusivos de los Juegos Paralímpicos: el boccia y el golbol.

1. Boccia

Dos hombres en silla de ruedas dispuntan un encuentro de boccia
Getty Images
El boccia es uno de los dos deportes paralímpicos que no tienen un homólogo en los Olímpicos.

En italiano “boccia” significa bola.

Y para este deporte la bola es fundamental.

Tiene sus orígenes en un popular juego que se practica en varios países europeos. En Italia se lo conoce como “boccia” y en España y Francia hay variaciones conocidas como “bochas” o “petancas”.

La disciplina paralímpica, que existe desde 1984, se disputa en un campo cubierto que no tiene más de 12 metros por seis, donde se puede competir de forma individual, por parejas o en equipos de tres personas.

El objetivo del juego es, como lo señala la organización de los Paralímpicos, “lanzar o hacer rodar estas bolas lo más cerca posible de otra pequeña bola llamada “diana’”.

Los jugadores pueden utilizar las manos. Al ser un juego táctico, donde no importa tanto la fuerza o la distancia sino la estrategia, los deportistas pueden pedir la ayuda de una persona para lanzar la pelota.

Juego de boccias que se disputa en los juegos PAralímpicos
Getty Images
El boccia es un deporte que proviene de los famosos juegos de bochas o petancas.

Los encuentros se dividen en cuatro mangas o partidas cuando es individual o en parejas y seis cuando es por equipos.

Una de las cualidades del “boccia” es que permite a personas con discapacidad grave participar en la mayor competencia deportiva.

El británico David John Smith ha ganado el oro en Río 2016 y Tokio 2020 y es considerado una de las leyendas de este deporte.

2. Golbol

Después de la II Guerra Mundial, centenares de soldados quedaron con problemas de visión como secuela del conflicto.

Hacia 1946, el austríaco Hans Lorenzen y el alemán Sepp Reindle diseñaron un juego con la idea de rehabilitar a estos veteranos de guerra.

De allí nació el “goalball” o “golbol”, un deporte que consiste en dos equipos de tres integrantes cada uno que defienden un arco que mide unos nueve metros de largo.

La idea es evitar que una pelota -que lleva un cascabel o campanas en su interior- entre dentro de ese arco y se convierta en una anotación.

Partida de Golbol
Getty Images
El golbol fue creado exclusivamente para personas con discapacidad visual.

Todos los jugadores tienen los ojos cubiertos (para estandarizar la competencia y evitar ventajas) y la idea es utilizar todo el cuerpo para cubrir la portería.

El golbol consiste en tratar de anotar con una pelota dentro de un arco que mide nueve metros y que está protegido por tres rivales.

Es un deporte de alta exigencia física, ya que los jugadores más entrenados pueden llegar a lanzar la pelota a una velocidad de 70 km/h.

A raíz de su popularidad, en los Paralímpicos de 1976 fue incluido como deporte de exhibición y en los Juegos de 1980 comenzó a dar medallas.

En los Paralímpicos de Tokio 2020 la medalla de oro fue para el equipo de Brasil en masculino y Turquía, que ya había ganado en Río 2016, en femenino.

Linea gris
Getty Images

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