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La llegada de Trump y la columna vertebral rota
Ruta Crítica
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Coordinador del Programa de Seguridad Ciudadana de la Universidad Iberoamericana. Fundó y dirigió el Instituto... Continuar Leyendo
4 minutos de lectura

La llegada de Trump y la columna vertebral rota

México recibe la segunda llegada de Trump en medio de una crisis sistémica, profunda y crónica del Estado en lo que se refiere a la seguridad, la justicia y la construcción de paz.
20 de enero, 2025
Por: Ernesto López Portillo

Hoy Donald Trump será presidente de los Estados Unidos por segunda ocasión. En mi convicción personal es quizá el más grave, delicado y riesgoso evento político para ese país, para México y para el mundo entero. No creo exagerar; viene una etapa donde la lucha por el poder político y económico llegará a extremos que tal vez ni siquiera queremos imaginar, pasando la disputa por la depredación del planeta y la multiplicación al infinito de las violaciones a los derechos humanos, especialmente, por mucho, de quienes no tienen recursos para defenderse. Toda persona que desvalore los altísimos riesgos, en mi concepto, es porque no quiere o no puede valorar la evidencia sobre la trayectoria del sujeto. Lo he dicho, lo seguiré diciendo: las vidas son trayectorias y para entenderlas lo que hay que hacer es “conectar los puntos”. Trump es quien es, quien ha sido y quien será, solo que ahora con todo el poder porque los contrapesos funcionales que lo contuvieron relativamente en su primera presidencia han sido parcial o totalmente desmontados.

Allá, acá y en cualquier parte del planeta, el camino más rápido a la destrucción del Estado democrático de derechos es la concentración del poder en una sola persona. Ningún secreto hay en ello, siempre lo hemos sabido y la novedad, si acaso, es que esa concentración se apoya cada vez más en los hombros del apoyo social.

¿Y México? Nuestro país recibe la segunda llegada de Trump en medio de una crisis sistémica, profunda y crónica del Estado en lo que se refiere a la seguridad, la justicia y la construcción de paz. El aparato de Estado camina sobre tres pistas: no sabe, no puede y no quiere hacer lo indispensable para terminar con esa crisis: reconstruir sus fundamentos de diseño y operación. Estamos secuestrados por los destructores del Estado que también se imponen a los escasos liderazgos que buscan el cambio. Las personas que llamo destructoras ejercen su parcela de poder desde la función pública ancladas a una o más entre estas tres opciones: a) sin conocimiento para hacerlo; b) sin poder para hacerlo, y c) sin querer hacerlo.

El epítome de las tres actitudes sumadas es la impunidad. El sello de la casa. La realidad que está por encima de cambios de gobiernos, por encima de las incontables reformas legales, de las interminables reorganizaciones institucionales, del gasto público, de la militarización y del rosario de promesas de las mujeres y los hombres del poder. ¿Alguien ha contado cuántas veces algún operador del Estado ha afirmado que no habrá impunidad, digamos, cuando menos en este siglo? ¿Alguien ha cuantificado la mentira?

Si alguien encarna el grado cero de autoridad moral para hablar de Estado de Derecho es precisamente Donald Trump, de eso no tengo la menor duda. La mala noticia es que eso importó nada de cara a su capacidad de representar el descontento, el odio y el impulso revanchista típico de los populismos; es más, habiendo sido él mismo condenado penalmente en medio de su exitoso camino a la Casa Blanca, estamos ante una incomparable representación del carácter estrictamente simbólico del sistema penal.

Vaya cita la que nos trajo la historia: Estados Unidos ha empoderado a quien representa un proyecto político nacionalista que al parecer será ejercido mediante los más agresivos impulsos de dominio global, un proyecto que llevará al extremo lo que el investigador Tony Payán caracteriza como la especialidad de ese país: exportar los costos de sus problemas; mientras en México, a casi dos décadas de la epidemia de homicidios y con un agujero negro por donde desaparecen decenas de personas al día, las y los gobernadores no se comprometen siquiera a trabajar todos los días por la seguridad, como lo dejó en claro la llamada de atención que les hizo la presidenta Sheinbaum el 10 de diciembre pasado en el Consejo Nacional de Seguridad Pública.

Trump nos va a embestir desde el día 1 de su gobierno y quizá no lo deje de hacer en toda su gestión; eso está claro. Y el gobierno federal, los estatales y los municipales podrán usar el ataque para llamar a la defensa de los intereses nacionales y todo eso. En la dimensión simbólica el embate será útil para la demagogia que siempre ha funcionado para esconder nuestros problemas estructurales.

El problema es que el soporte que debería sostener nuestra fuerza para contener el embate, especialmente en seguridad, justicia y construcción de paz, para mí no es otro que un Estado democrático de derechos sólido y el nuestro está roto hasta la médula misma por esa impunidad que lo atraviesa todo y ante la cual no saben, no quieren y no pueden.

Es como pelear con un boxeador de peso completo con la columna vertebral rota.

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Imagen BBC
¿Realmente podrá Trump deportar a un millón de migrantes indocumentados tal y como propone?
10 minutos de lectura

La propuesta de Donald Trump tiene enormes implicaciones legales, financieras y logísticas. Los defensores de los migrantes también advierten de los costes humanos.

19 de enero, 2025
Por: BBC News Mundo
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Donald Trump se convertirá este lunes en el 47 presidente de los Estados Unidos. Ahora se podrá ver si el republicano cumple todas las promesas que hizo en su campaña, como la deportación masiva de aquellos que no tienen permiso para permanecer en ese país.

Tras ganar las elecciones de noviembre, aseguró que planea declarar una emergencia nacional y utilizar al ejército estadounidense para llevar a cabo su plan.

El costo de hacerlo no será un elemento disuasivo, dijo Trump, señalando que su prioridad al asumir el cargo es hacer que la frontera sea “fuerte y poderosa”.

“No es una cuestión de precio. En realidad, no tenemos otra opción”, dijo Trump en una entrevista hace unas semanas.

Durante la campaña, su equipo respondió de distintas formas a la pregunta de cuántos migrantes podrían terminar siendo expulsados.

Pero su compañero de fórmula, el vicepresidente electo JD Vance, dio una cifra concreta durante una entrevista con la cadena de televisión ABC.

“Empecemos con un millón de personas. Ahí fue donde Kamala Harris falló y a partir de ello podemos nosotros comenzar a trabajar”, señaló.

Esta idea está contemplada en la plataforma electoral de Trump bajo el lema “¡Deportaciones masivas, ahora!”. Los expertos advierten que expulsar del país a tantas personas implicaría una serie de desafíos legales e incluso prácticos.

Y los defensores de los migrantes también han advertido sobre el significativo costo humano de las deportaciones, con familias separadas y operativos en comunidades y lugares de trabajo a lo largo y ancho de EU.

¿Cuáles son los desafíos legales?

De acuerdo con las últimas cifras del Departamento de Seguridad Nacional y del instituto de investigación Pew Research, hoy viven en el país unos 11 millones de migrantes indocumentados, un número que ha permanecido relativamente estable desde 2005.

La mayoría de ellos son residentes de larga duración: cerca de cuatro de cada cinco de los migrantes indocumentados llevan en el país al menos una década.

Los inmigrantes que están en el país sin un estatus legal tienen derecho al debido proceso, incluida una audiencia judicial antes de ser expulsados.

Así que un aumento drástico en las deportaciones pasaría probablemente por expandir antes el sistema de tribunales de inmigración, hoy saturado y con retrasos a la hora de resolver los casos.

La mayoría de los inmigrantes que se encuentran en el país no ingresaron en el sistema de deportaciones después de haber sido detenidos por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), sino por la policía local.

Donald Trump señala con su mano derecha
Getty Images
Donald Trump aseguró que deportará a millones de migrantes indocumentados.

Sin embargo, en muchas de las principales ciudades del país se han aprobado leyes que restringen la cooperación entre la policía y el ICE.

La campaña de Trump se ha comprometido a emprender acciones contra esas urbes, llamadas “ciudades santuario”, pero el entramado de leyes locales, estatales y federales en EU complican la situación.

Kathleen Bush-Joseph, una analista del Instituto de Políticas de Migración con sede en Washington, señala que la cooperación entre agentes del ICE y las autoridades locales será fundamental para poder llevar a cabo un programa de deportación masiva.

“Es mucho más fácil para el ICE ir a recoger a alguien a la cárcel si las autoridades locales colaboran, en vez de tener que ir a buscarlo a las calles”, señala Bush-Joseph.

Como ejemplo de cuán crucial es este aspecto, Bush-Joseph recuerda las declaraciones de principios de agosto de funcionarios de la Oficina del Alguacil de los condados de Broward y Palm Beach en Florida, que aseguraron que no enviarían a ninguno de sus agentes a ayudar en planes de deportaciones en masa.

“Hay muchos otros condados que no van a cooperar con el plan de deportación masiva de Trump. Y eso lo vuelve mucho más difícil”, explica.

Cualquier programa de deportación masiva también tendrá muchas implicaciones legales, especialmente por las demandas que se prevé presentarán las organizaciones defensoras de los derechos humanos.

Sin embargo, un fallo de la Corte Suprema de 2022 estableció que los tribunales no pueden emitir mandatos judiciales sobre las políticas de aplicación de la ley de inmigración, lo que significa que estas continuarían en vigor incluso mientras las impugnaciones se abren paso en el sistema legal.

Carteles con la frase Deportación Masiva Ahora
Getty Images
Está por ver cómo se implementará la deportación masiva de personas indocumentadas.

¿Es factible desde el punto de vista logístico?

Ahora, si el gobierno de EU lograra avanzar con los pasos legales que posibiliten su plan de deportación masiva, las autoridades todavía tendrían que lidiar con los enormes desafíos logísticos.

Durante el mandato de Joe Biden, los esfuerzos de deportación se enfocaron en los migrantes detenidos en la frontera.

Los que ya estaban en el país y terminan siendo deportados suelen contar con antecedentes penales o son considerados una “amenaza para la seguridad nacional”.

En 2021 quedaron suspendidas las controvertidas redadas que se llevaron a cabo durante el primer gobierno de Donald Trump en los lugares de trabajo.

Y a diferencia de los detenidos en la frontera, la cifra de deportaciones de personas que fueron arrestadas dentro de EU ha ido cayendo en la última década hasta situarse por debajo de los 100 mil anuales, después de haber alcanzado su máximo —230 mil— durante los primeros años del gobierno de Barack Obama.

“Para multiplicar ese número y que en un solo año se alcance el millón (de deportados) va a necesitar una inversión enorme de recursos que hoy por hoy no parecen existir”, le dijo a la BBC Aaron Reichlin-Melnick, director de políticas en el Concejo de Inmigración de EU.

Por una parte, los expertos dudan de que los 20 mil agentes del ICE y el personal de apoyo vayan a ser suficientes para buscar y encontrar incluso a una fracción de esa cantidad a la que apunta el equipo de Trump.

Además, Reichlin-Melnick señaló que el proceso de deportación es largo y complicado y que la identificación y el arresto de un migrante indocumentado no es más que el inicio.

Después, los detenidos van a tener que estar en un centro de detención o en un programa alternativo, a la espera de comparecer ante un juez de inmigración, y el sistema lleva años acumulando casos sin poder cerrarlos.

Una vez superado ese paso es que se procede a la deportación, lo que también requiere de la cooperación diplomática del país recipiente.

Personas descienden de un avión.
Getty Images
La deportación masiva implicaría el aumento de vuelos a países que reciben a las personas deportadas.

“En cada uno de esos pasos, el ICE simplemente no tiene la capacidad de procesar a millones de personas”, señala Reichlin-Melnick.

Trump ha dicho que va a involucrar a la Guardia Nacional y al ejército para que asistan en las deportaciones.

Históricamente, las fuerzas militares estadounidenses han tenido un papel limitado, más de apoyo, en la frontera entre México y EU.

Ahora, más allá de apoyarse en los militares y de contar con la ayuda de “cuerpos policiales locales“, Trump ha dado pocas pistas sobre cómo llevaría a cabo su plan de deportación masiva.

En una entrevista con la revista Time hace unos meses, el republicano dijo que no descarta construir nuevas instalaciones de detención de migrantes y que tomaría medidas para brindar inmunidad procesal a la policía, para blindarla ante posibles demandas de grupos progresistas.

Y añadió que podría haber incentivos para los cuerpos policiales locales y estatales que participen en el plan, y que aquellos que no lo quieran hacer “no van a participar de los beneficios”.

“Tenemos que hacerlo. No es sostenible para nuestro país”.

Además, Tom Homan, el “zar fronterizo” designado por Trump, dijo hace unas semanas que el uso de centros de detención familiar para migrantes está “sobre la mesa”, planteando la posibilidad de que la práctica terminada por la administración Biden pueda regresar próximamente.

“Es algo que estamos considerando”, dijo en una entrevista Homan, quien fue director interino del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas durante la primera administración Trump.

Homan también ha dicho que la prioridad de las deportaciones serán los 1.4 millones de inmigrantes que han recibido órdenes de deportación después de no calificar para un estatus legal en EU.

Eric Ruark, el director de investigaciones de NumbersUSA —una organización que aboga por controles más estrictos a la inmigración— dijo que cualquier programa de deportación desde el interior del país solo será efectivo si va de la mano de un aumento del personal que controla la frontera.

“Esa tiene que ser la prioridad. Si no lo es, no va a haber un gran progreso en el tema. Es lo que hace que la gente siga llegando hasta la frontera”, apunta.

Y agregó que también es necesaria una ofensiva contra las empresas que contratan inmigrantes indocumentados.

“(Los inmigrantes) están viniendo por el trabajo”, subrayó. “Y lo están consiguiendo, básicamente porque la capacidad de vigilar y hacer cumplir la ley ha sido desmantelada”.

Migrante en el río con su hijo en brazos.
Getty Images
Se estima que en EE.UU. hay cerca de 11 millones de migrantes indocumentados, una cifra que permanece estable desde 2005.

El costo político y financiero

Los expertos calculan el costo de mantener un plan como el que propone Trump en unos US$100.000 millones.

El presupuesto de 2023 del ICE para el traslado y deportación fue de US$420 millones, y expulsó del país a cerca de 140 mil personas.

De acuerdo con el plan de Trump, miles de personas que están a la espera de sus audiencias de inmigración podrían ser detenidas y se prevé construir grandes campamentos para albergarlas.

También se tendrían que multiplicar los vuelos para llevar a cabo las deportaciones, y eso pasaría probablemente por contar con el apoyo de la Fuerza Aérea.

Lo que está claro es que cualquier aumento en la operatividad de los departamentos correspondientes implica que los costos se disparen.

“Incluso un cambio menor supone decenas de millones de dólares”, explicó Reichlin-Melnick.

Además, tendrían que sumarse a los gastos de otros esfuerzos de control fronterizo que Trump ha prometido: seguir construyendo el muro en la frontera con México, un bloqueo naval para evitar que el fentanilo ingrese al país y el traslado de miles de soldados a la frontera.

Adam Isacson, experto en migración y fronteras de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), dijo que “imágenes espantosas de deportaciones masivas” también podrían tener un costo político para Trump a nivel de relaciones públicas.

“Cada comunidad de Estados Unidos vería a personas que conoce y ama siendo subidas a esos autobuses”, explicó.

“Habría imágenes muy dolorosas de niños llorando, de familias, en la televisión. Todo eso es muy mala prensa. Es lo que ya vimos con la política de separación familiar, pero amplificado”, remató.

Otro factor limitante es la capacidad o voluntad de los países de aceptar de vuelta a los deportados.

Incluso los países que cooperan con ICE, como México, Honduras y Guatemala, no tienen en la actualidad la capacidad de recibir a muchas más personas de las que ya están aceptando.

Mujer es requisada por agentes de la frontera.
Getty Images
Actualmente los esfuerzos de control de la migración ocurren principalmente en la frontera sur de EE.UU.

¿Ha habido deportaciones masivas antes?

El único programa comparable con el que propone Trump sería quiza el que se llevó a cabo en 1954 en el marco de la llamada “Operación espaldas mojadas” (Operation Wetback), bautizada así por un insulto común que se usaba en aquel entonces contra los mexicanos, y que supuso la deportación de 1.3 millones de personas.

Aunque hay historiadores que ponen en duda la cifra.

El plan, aprobado bajo la presidencia de Dwight Eisenhower, se topó con una considerable oposición pública —en parte porque también se deportaba a algunos ciudadanos estadounidenses—, así como con la falta de financiación.

En 1955 se suspendió.

Los expertos en inmigración dicen que, el hecho de que se centrara en personas originarias de México y la falta del debido proceso hacen que aquella operación no se pueda comparar con un programa de deportación masiva actual.

“Los deportados eran hombres solteros, mexicanos”, señaló Bush-Joseph.

“Ahora, la gran mayoría de los que cruzan la frontera por zonas entre puertos de entrada no son originarias de México, ni siquiera de la parte norte de Centroamérica. Y eso hace que sea mucho más difícil deportarlos”, añadió.

“Son situaciones incomparables”.

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