¿Cuántas veces has decidido tu voto aprobando o censurando una política de seguridad? ¿A cuántas personas conoces que lo han hecho? Cualquiera podría pensar que hay una relación obvia entre los resultados de un gobierno en seguridad y el voto; no es el caso. Nada de esto es obvio y de hecho estamos encontrando indicios múltiples de lo que podría ser una muy mala noticia: la inmensa mayoría de la gente quizá decide su voto por razones que tienen que ver poco o nada con las condiciones de seguridad o inseguridad en las que viven.
¿Por qué es una muy mala noticia? Porque algunos gobiernos podrían venir aprendiendo que son otras las pulsiones detrás del voto, de manera que hacerlo bien o hacerlo mal en seguridad puede pasar a segundo plano en la lista de prioridades. Insisto, esto puede parecer contrario a la intuición, pero la escasa investigación, la evidencia sistematizada insuficiente, el análisis precario y la casi inexistente deliberación pública al respecto no nos permiten concluir nada, si bien algo parece claro: es posible que un gobierno sea popular y a la vez repruebe en seguridad, cual es el caso de la presidencia de López Obrador.
Desde la demoscopia, hace tiempo se ha afirmado que la violencia influye poco o nada en los resultados electorales. Una investigación analizó los resultados de Nuevo León en 2009 y concluyó que “la alta percepción de inseguridad ciudadana y las cifras de ejecuciones en narcotráfico, no tienen un efecto determinante para un resultado electoral adverso”, habiendo retenido la gubernatura el PRI.
El asunto es mucho más complejo de lo que parece si se indaga cómo juegan las emociones y la razón en la decisión del voto: “algunos estudios recientes indican que es altamente factible que la intuición y las simpatías por un candidato primen sobre la supuesta valoración racional y reflexiva del programa o de la plataforma electoral de la formación política a la que pertenece. De hecho, se considera que la justificación racional se hace a posteriori de la toma de decisión, ante los otros e incluso frente a nosotros/as mismos/as”.
Muy interesantes reflexiones han identificado la decisión del voto “sobre la base de imágenes y ‘las imágenes constituyen en realidad representaciones políticas simplificadas y esquemáticas’ que tienen contenido político… Las imágenes pueden ser definidas como… atajos en términos de reglas informales de pensamiento que simplifican el procesamiento de la información y el proceso de toma de decisiones”.
¿Qué quiere decir todo esto? Son apenas algunas viñetas de algo extraordinariamente complejo: qué pensamos y qué sentimos antes, durante y después de votar. En el Programa de Seguridad Ciudadana de la Ibero CDMX estamos buscando respuestas porque lo que tenemos a la mano nos hace dudar cada vez más de que el voto en efecto reprueba la crisis de violencias e impunidad o en su caso aprueba la reducción de ambas. Es más, nos han explicado que hay evidencia empírica que confirma la resignación y personas que han asesorado campañas por décadas nos explicaron recientemente que, en efecto, la mayoría de la gente de todas maneras no espera ya mejoras en este y otros temas.
Así que, en lo que hace a la intención del voto y colocando a un lado los contextos donde el voto es de alguna manera cooptado de manera directa por poderes criminales, tenemos que dudar de la relevancia de las crisis de violencias e impunidad en las elecciones, primero, porque en algunas partes ha sido comprobada la disociación entre la experiencia de las personas en contextos de alta violencia y delincuencia y el sentido de su voto y, segundo, porque un gobernante puede ser popular cuando su política de seguridad es impopular.
Imposible terminar sin una pregunta más: ¿qué saben de todo esto las personas que aspiran a cargos de representación y, en su caso, cómo lo usan?
El astrofísico y fotógrafo documental Jordi Busqué comparte 11 fotografías de cielos oscuros que trascienden los límites de la ciencia y se adentran en el reino de la pura maravilla.
Antes de que comenzara el siglo XIX, cuando París se convirtió en la primera ciudad de Europa en utilizar iluminación de gas para iluminar sus calles, ver la Vía Láctea era tan común como ver la Luna.
Pero en las últimas décadas, la contaminación lumínica se ha vuelto tan intensa que muchas personas rara vez pueden admirar una noche estrellada.
Siempre me ha fascinado la astronomía.
Cuando era niño, pasaba una semana cada verano en el pueblo de mi abuela, un pequeño lugar llamado Peñarroyas en la provincia de Teruel, España, que tenía sólo cuatro habitantes permanentes.
El cielo nocturno era increíble, con tantas estrellas que ni siquiera podía distinguir las constelaciones principales. Era tan impresionante como saltar en un cohete e ir al espacio.
Unos años más tarde, tomé mis primeras fotografías del centro de la Vía Láctea elevándose detrás de las colinas que rodean el pueblo.
Con el tiempo me convertí en astrofísico, lo que hace que la experiencia de estar ahí fuera, bajo las estrellas, sea aún más significativa para mí.
Ahora viajo por el mundo como fotógrafo documental y comunicador científico en busca de los últimos lugares de la Tierra donde todavía se pueden ver noches verdaderamente oscuras y estrelladas.
Desde Marruecos hasta la Patagonia, estas 11 fotografías revelan algunos de los últimos santuarios de cielo oscuro del mundo y ofrecen una visión de la majestuosidad que una vez envolvió a la humanidad.
Tomada en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, a una altitud de casi 4 mil m, esta vista panorámica de la Vía Láctea muestra su trayectoria a través del cielo.
El desierto de Atacama es una de las zonas más secas del mundo y ofrece una de las tasas más altas de días soleados. Eso significa que no hay nubes por la noche, lo cual es esencial si quieres fotografiar las estrellas.
En el lado izquierdo de la foto se puede ver el centro de la Vía Láctea, que es la parte más brillante de la galaxia.
Capturé esta foto hace mucho tiempo en un pueblo abandonado en el norte de Chile, donde las noches se habían vuelto oscuras una vez más.
En el cielo se puede observar la parte de la constelación de la Osa Mayor. Es una de las constelaciones visibles tanto desde el hemisferio norte como desde el hemisferio sur.
Aquí está al revés respecto a cómo se vería en ese momento desde el norte.
Afortunadamente, el charco de agua en el suelo refleja la Osa Mayor en la posición vertical.
Gracias a su brillo, el centro de la Vía Láctea es relativamente fácil de observar.
Desde el hemisferio norte, se ve mejor durante el verano mirando hacia el sur, como se muestra en esta fotografía tomada desde las Islas Canarias de España.
Nuestro Sistema solar orbita el centro de la Vía Láctea cada 250 millones de años.
Dado que nuestro planeta tiene unos 4 mil 500 millones de años; eso significa que ha completado unas 20 órbitas alrededor del centro de la galaxia.
Una de las pruebas de calidad más desafiantes para un cielo nocturno es la visibilidad de la luz zodiacal, que es mucho más débil que la Vía Láctea.
La luz zodiacal resulta de la luz del Sol que se refleja en las partículas de polvo que flotan dentro de nuestro Sistema solar y aparece como un resplandor tenue, estrecho y de forma algo triangular en el cielo nocturno, que se extiende hacia arriba desde el horizonte.
En primavera, puedes ver la luz zodiacal aproximadamente una hora después del atardecer y en otoño aproximadamente una hora antes del amanecer.
La época del año también es muy importante.
Sólo en primavera y otoño se extiende verticalmente hacia arriba desde el horizonte. Durante el verano y el invierno, el resplandor forma un ángulo más pequeño con el horizonte y no llega tan alto en el cielo.
En la tradición musulmana, la luz zodiacal se conoce como el “falso amanecer”, porque en las noches oscuras del desierto puede confundirse con el amanecer real.
Esta fotografía fue capturada en los desiertos de sal del altiplano boliviano, a una altitud de aproximadamente 3 mil 700 m.
Cuando estás en lugares verdaderamente oscuros, puedes ver galaxias a simple vista.
Esta fotografía fue tomada en un campo de cactus gigantes en Bolivia.
La forma blanca parecida a una nube en el centro de la foto se llama Gran Nube de Magallanes. Es una galaxia enana y un satélite de nuestra Vía Láctea.
Antonio Pigafetta, que acompañó la circunnavegación del mundo de Fernando de Magallanes entre 1519 y 1522, fue el primero en informar de su aparición a los europeos, que desconocían su existencia, ya que sólo es visible desde el hemisferio sur.
En algunos lugares casi parece que se pueden tocar las estrellas.
Esa era la sensación que quería transmitir con esta imagen de estrellas reflejadas en una poza de marea en la costa argentina de Tierra del Fuego.
La región es conocida por sus fuertes vientos, por lo que seguí el pronóstico de viento durante muchos días para maximizar mis posibilidades de lograr condiciones de agua estables y, por lo tanto, un reflejo claro.
Me tomó tres visitas capturar esta foto del Cerro Torre, el pico legendario de Los Andes patagónicos en Argentina, ya que el pico a menudo está envuelto en nubes.
Aquí se pueden ver los diferentes colores de las estrellas, que proporcionan información sobre la temperatura de su superficie y, hasta cierto punto, la etapa de sus ciclos de vida.
Las estrellas que parecen más rojas son más frías y normalmente más viejas que sus contrapartes más azules.
Para encontrar lugares con cielos nocturnos despejados, es necesario ir a lugares donde la densidad de población sea baja. Por esa razón, los desiertos suelen ser buenos lugares para admirar las noches estrelladas.
Esta fotografía fue tomada en un oasis en el desierto del Sahara; Aquí puedes ver formas parecidas a nubes que son visibles a simple vista.
Pero las formas guardan un secreto que sólo se revela cuando se utilizan un telescopio o binoculares.
Galileo Galilei fue la primera persona en hacer esto (con su pequeño telescopio casero) en 1610 y descubrió que las nubes de luz son en realidad densos enjambres de millones de estrellas individuales.
Aquí, en la costa atlántica de Marruecos, se puede ver el brillo muy suave que produce la luz de las estrellas, que es más fuerte de cara al mar que de cara a tierra.
Las crías de tortugas marinas utilizan esta luz para moverse hacia el mar inmediatamente después de nacer.
Desafortunadamente, la contaminación lumínica hace que la tierra brille más fuerte que la del mar, lo que hace que se confundan y caminen en dirección opuesta.
La contaminación lumínica molesta a los astrónomos, pero también a otras criaturas nocturnas como las crías de tortugas marinas, polillas y luciérnagas.
En Europa cada vez es más difícil encontrar lugares sin contaminación lumínica.
Lo mejor que podemos esperar es encontrar un lugar donde al menos una parte del cielo permanezca oscura.
Lugares así todavía existen en algunas zonas rurales montañosas, como los Pirineos, donde tomé esta fotografía en un cementerio para transmitir la sensación de eternidad que a menudo se obtiene al mirar las estrellas.
Tomé este autorretrato en el salar de Uyuni en Bolivia.
Cuando te acuestas y miras hacia arriba en un lugar sin árboles u otros objetos altos, tu campo visual sólo contiene estrellas y es muy fácil imaginar que simplemente estás flotando en el espacio o en la superficie de la Luna.
Me gustaría animar a la gente a que lo pruebe.
Mirar hacia una noche estrellada ofrece un cambio de perspectiva y nos insta a reevaluar nuestras prioridades.
Maravillarnos ante la inmensidad del cielo nocturno nos recuerda que nuestro planeta es un lugar excepcional.
En la brevedad de nuestras vidas, en comparación con los cuerpos celestes, debemos ser conscientes de nuestro viaje en la Tierra.
* Si quieres leer el artículo original de BBC Travel en inglés, haz clic aquí
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