Desde hace unos años varios han reflexionado sobre la naturaleza autoritaria del nuevo régimen político mexicano. Ejemplos sobran, aquí un par: “¿Cómo se llama esto?”, de Mauricio Merino en El Universal y en este mismo portal “¿Será fascismo?”, de mi autoría. “Exageran”, se dijo.
En los últimos meses, y más aún en las últimas semanas, ya no es extraño leer columnas de opinión, textos académicos e incluso escuchar mesas de análisis en las que claramente se habla de la construcción o consolidación de un régimen autoritario, antidemocrático, totalitario y ultranacionalista en México. Incluso en organismos internacionales oficiales, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en la audiencia sobre la reforma al Poder Judicial el comisionado Carlos Bernal afirmó que esta reforma es autoritarismo de libro. Claro, las voces propagandistas del oficialismo lo siguen negando, sustentándose en otro elemento propio de los populismos autoritarios, totalitarios o fascismos que es la legitimidad del ”pueblo”, lo que eso signifique y más en nuestra realidad que, con el 54 % del voto, el oficialismo alcanzó al 74 % de la Cámara de Diputados mediante una lectura alejada de la Constitución por parte del INE y el TEPJF, defraudando la voluntad de los votantes. A esto se sumó la operación gansteril para conseguir los votos necesarios en el Senado.
Una vez aceptado por la inmensa mayoría de las voces independientes de que se trata de un régimen autoritario, habría que dar el siguiente paso para detallar ese autoritarismo. Gobiernos populistas autoritarios hay muchos en nuestro mundo, cada uno con sus particularidades: Putin, Orbán, Erdogan, Bukele, Modi y Netanyahu, entre muchos otros. Abiertamente fascistas tendremos a Trump en unas semanas. El caso mexicano tiene elementos propios que vale la pena analizar.
En un Amicus Curiae presentado a la SCJN por cincuenta especialistas de gran renombre, con motivo de la reforma al Poder Judicial, se realiza un análisis de las reformas al texto de la Constitución y afirman que “aparecen en estos tiempos nuevas formas de destrucción o ‘muerte lenta’ de la democracia (‘la muerte a través de mil cortes’), basadas en el paulatino deterioro o desarticulación de los sistemas de equilibrio y control” y adicionalmente reflexionan sobre las reformas que han empoderado al ejército concluyendo que se “da paso a una república cívico-militar”.
La realidad política en tiempos de la autodenominada transformación, primero o segundo piso, da igual, es claramente autoritaria en un entorno de brutal violencia perpetrada por agentes no estatales (crimen organizado y desorganizado de distintos tamaños), así como agentes del Estado (desde policías municipales hasta militares, fiscalías, alcaldes, gobernadores e incluso políticos a nivel federal). Todos ellos actuando por su cuenta o entrelazados. Los vínculos político-criminales se ventilan a plena luz del día, sin consecuencias legales ni pudor. A esto se suma la militarización de la seguridad y la vida pública, la prisión preventiva oficiosa, la enorme corrupción y la casi absoluta impunidad. Por si fuera poco, el régimen está desmontando cualquier contrapeso. Desde el Poder Judicial federal y locales, la SCJN, los órganos autónomos, y ha colonizado la CNDH, el INE y el TEPJF, entre otros. También ha mostrado interés por acabar con la pluralidad representativa en las cámaras con la propuesta de eliminar la representación proporcional.
¿Qué es esto? Un régimen autoritario “cívico-militar” que ha desmontado la democracia a fuerza de “mil cortes” que, con una visión totalitaria, solo acepta como parte del “pueblo” a aquellos que simpatizan con su movimiento, que nada fuera de Morena tiene legitimidad alguna, que la cúpula política del oficialismo es la representante única e intérprete de la voluntad del “pueblo”, que sostiene una lectura rancia del nacionalismo, que tolera y promueve cuadros criminales o con relaciones criminales, y que articula herramientas de represión judicial. Por si fuera poco, con una tesis trasnochada y perversa de la soberanía que, junto con la reforma mal llamada de “supremacía constitucional”, permite la modificación constitucional a placer sin control alguno dentro o fuera del país. Esto será motivo de un próximo texto.
A falta de términos más precisos que la realidad contemporánea no ha logrado acuñar, no estamos ante un fascismo clásico, pero está cerca, como lo afirmamos Alfredo Figueroa y yo en entrevista en Aristegui Noticias. ¿Con qué objetivo? Crear una nueva oligarquía “con visión etnonacionalista o ‘pueblo-bueno-nacionalista’”, como lo escribí en este portal hace unos meses.
Como bien dijo la presidenta: lo que no se nombra, no existe. Es tiempo de nombrar al régimen.
Bluesky: @jacobodayan.bsky.social
Un grupo de científicos logró estimar por primera vez la antigüedad de Pando.
Para el visitante desprevenido, Pando no es más que un hermoso bosque de una especie de álamos llamados temblones.
Pero durante miles de años sus raíces han guardado un secreto genético que lo hace aún más interesante.
Ubicado en un área de 43 hectáreas cerca de Fish Lake, en Utah, Estados Unidos, algunos científicos lo consideran “el organismo vivo más grande y más pesado del mundo”.
¿Por qué?
Resulta que los 47 mil árboles que lo conforman están conectados por un sistema de raíces y son idénticos genéticamente.
“Todos estos árboles son en realidad un solo árbol”, le dijo a BBC Mundo el geógrafo Paul Rogers en 2018.
El fenómeno ha atraído durante décadas a los científicos. Y una de las grandes dudas que había respecto de Pando tenía que ver con su antigüedad.
Aunque desde hace tiempo ha sido considerado como uno de los seres vivos más antiguos de la Tierra, los expertos no sabían con certeza su edad.
Ahora, esa duda se disipó luego de que un equipo de biólogos lograra datarlo por primera vez.
¿Su conclusión?
Pando, el árbol más grande del mundo, tiene al menos 16 mil años.
Para estudiar la historia evolutiva de Pando, la bióloga Rozenn Pineau, del Instituto de Tecnología de Georgia, en Atlanta, y sus colegas, recolectaron y secuenciaron más de 500 muestras del árbol, así como de varios tipos de tejidos, incluyendo hojas, raíces y corteza.
El objetivo era extraer datos genéticos, buscando en particular las mutaciones somáticas, que son alteraciones en el ADN que ocurren en las células de un organismo después de la concepción.
Según declaraciones de Pineau recogidas por la revista especializada New Scientist, “al principio, cuando Pando germinó a partir de una semilla, todas sus células contenían ADN esencialmente idéntico”.
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“Pero cada vez que se crea una nueva célula y se replica la información genética, pueden producirse errores que introduzcan mutaciones en el ADN”, explicó.
De acuerdo con el estudio, al observar la señal genética de esas mutaciones presentes en diferentes partes del árbol, los investigadores pudieron reconstruir la historia evolutiva de Pando y estimar su edad.
Cabe recordar que los bosques de álamos se pueden reproducir de dos maneras: una es cuando los árboles maduros dejan caer semillas que luego germinan y, la otra se da cuando liberan brotes de sus raíces, a partir de las cuales nacen nuevos árboles a los que se les llama clones.
Pando no es el único bosque clon, pero sí el más extenso. Como los expertos lo consideran un mismo organismo, suman el peso de todos sus árboles, lo que da como resultado un ser viviente que pesa un estimado de 13 millones de toneladas.
Los investigadores hicieron tres estimaciones diferentes de la edad de este árbol, pues no estaban seguros de si habían pasado por alto algunas mutaciones o si algunas de las mutaciones que identificaron eran falsos positivos.
Suponiendo que los científicos identificaran correctamente cada mutación en la parte del genoma que secuenciaron, la primera estimación dice que Pando tiene unos 34 mil años de antigüedad.
Si los expertos incluyen posibles mutaciones somáticas no detectadas, la segunda estimación —y la menos conservadora— sugiere que el árbol Pando tendría unos 81 mil años.
Y si se considera que sólo el 6% de las mutaciones que observaron los biólogos son “positivas verdaderas”, Pando entonces tendría 16 mil años.
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Considerando todas estas incertidumbres, Rozenn Pineau y su equipo calcularon que la edad del árbol probablemente se encuentre entre 16 mil y 81 mil años.
“Aunque estos escenarios nos dan cifras bastante diferentes, todos apuntan a una conclusión notable: Pando es antiguo”, dijo Pineau a New Scientist.
“Incluso en su edad estimada más joven (16 mil), este clon de álamo ha estado creciendo desde la última edad de hielo”, agregó.
A través de su cuenta de X (Twitter), Will Ratcliff, otro de los biólogos que participó de la investigación, indicó que “para poner la edad de Pando en perspectiva, incluso según nuestra estimación más conservadora, estaba vivo cuando los humanos cazaban mamuts”.
“Según nuestra estimación más antigua, germinó antes de que nuestra especie abandonara África”, agregó.
En el estudio, en tanto, se indica que “independientemente del escenario, estas estimaciones destacan la notable longevidad de Pando (…), lo que lo convierte en uno de los organismos vivos más antiguos de la Tierra”.
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