Sesenta y un demandas casi todas civiles relacionadas con 7 temas —fondos congelados, ciudadanía al nacer, DOGE, migración, derechos de comunidades trans, agentes del FBI que investigaron el 6 de enero y datos del C.D.C.— se han presentado y se litigan en este momento en un puñado de cortes en los Estados Unidos desde que inició la administración del presidente Donald Trump.
Las querellas comparten el objetivo de bajarle la velocidad al vertiginoso arranque del nuevo jefe del ejecutivo quien, una vez ungido, se empeñó en mostrar que viene dispuesto a honrar sus promesas de campaña para lo que ha dedicado los primeros 20 días de su mandato a signar órdenes ejecutivas a destajo.
Muchas de esas decisiones, tomadas desde el desmedido poder de un cargo cuasi monárquico y sin contrapesos, han afectado de manera especial a grupos vulnerables como inmigrantes indocumentados sobre los que se han desatado furiosas cacerías, ciudadanos de a pie u organizaciones de la sociedad civil a las que han congelado fondos, y colectivos LGBTI o minorías raciales, debido a la obsesión del nuevo inquilino de la Casa Blanca y sus grupo político por borrar de la cultura estadounidense las políticas de Inclusión, Equidad y Diversidad (DEI, por sus siglas en ingles).
Estando uno de los tres poderes en el sistema de república federal estadounidense, el legislativo, sometido a los designios del Trump, de momento son pocos quienes han decidido enfrentar tanto al presidente como al vicepresidente no electo, Elon Musk, el hombre más rico y menos empático del mundo, quien asumió gustoso la encomienda de despedir a miles de trabajadores y recortar fondos que no estén destinados a cumplir con la conservadora agenda trompista vía una agencia que le inventaron: el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE según su acrónimo en inglés).
De ese grupo que se mantiene firme frente a la carnicería del actual régimen podemos incluir a legisladores, gobernadores de estados demócratas y miembros de la sociedad civil.
Pero si debiéramos responder a la interrogante de quién puede en este momento detener a Trump, son las cortes las que aun cuentan con la autoridad y armas jurídicas para limitar sin dramas las extralimitaciones en que desea incurrir el mandatario, quien se halla muy activo en querer cambiarle la fachada no sólo al gobierno sino a la sociedad norteamericana en general.
Mientras algunos de los 61 litigios abiertos mencionados llegan a la Corte Suprema federal donde Trump se siente seguro por las simpatías que levanta entre la mayoría conservadora en ese cuerpo colegiado, se abre otra interrogante: en caso de que tribunales locales logren frustrar legalmente sus órdenes ejecutivas, ¿cumplirá el presidente con el mandato de los jueces o seguirá adelante sin importarle que se desate una crisis constitucional?
Por lo pronto este jueves el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, ingresó oootra demanda civil debido a que la Casa Blanca no ha liberado recursos federales a los estados como se los ordenó un juez. “No lo han hecho”, reclama el gobernador Shapiro, quien aclara que los recursos “están comprometidos con necesidades (en su caso) como recuperar tierras mineras para evitar socavones, tapar pozos abandonados y ayudar a reducir las facturas de servicios públicos de los consumidores”.
Como bien lo ilustra Free Law Project, también en ocho cortes distintas se halla detenida la orden ejecutiva de Trump de terminar con la ciudadanía para los nacidos en territorio de los Estados Unidos, protección que data de finales del siglo XIX y que, todo parece indicar, recorrerá la larga ruta de escurrirse hasta la Corte Suprema donde finalmente debería ser rechazada.
No parece que vayan a correr la misma suerte órdenes ejecutivas como la de los despidos fulminantes o la de ofrecer renuncias voluntarias con algunos meses pagados como compensación ofrecida a burócratas. Es casi un hecho que las cortes tarde o temprano permitirán los recortes.
En las próximas horas se espera además que otro juez más frene de momento el desmantelamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que en todo el planeta apoya causas sociales, periodísticas y de paz. La USAID tiene empleados en todo el mundo en misiones de ese tipo y en este momento todos ellos se han quedado sin recursos paras sobrevivir. Este martes uno de esos empleados asignado en la República del Congo y afiliado a la Asociación de Servicio Extranjero de América, demandó a Donald Trump en la corte sur del Distrito de Columbia por, justamente, haberlo dejado abandonado en aquella nación. La orden de Trump y Musk para ellos fue “regresen a su país”.
La administración Trump puede que vea frustrados muchos de estos empeños, pero al final de cuentas su interés es el de comenzar a erosionar el terreno en temas que antes eran tabúes como el de la ciudadanía automática. Ahora ya está sobre la mesa y es cuestión de tiempo para que en un futuro el bloque conservador de congresistas, gobernadores y jueces pueda puedan conseguir ese otro “triunfo” para su causa.
Se repetiría así el esquema de cuando se comenzó a discutir el aborto que desde 1972 estaba protegido por la Constitución en los Estados Unidos. En su primera presidencia Trump inició con la discusión de si debería prevalecer como estaban los derechos reproductivos de la mujer hasta que, en el 2022, los tres jueces conservadores nominados por él fueron la diferencia para que la Suprema Corte terminara con la histórica ley Roe vs. Wade. El asunto del aborto pasó a ser una decisión de cada estado y ahora en más de 20 donde gobiernan republicanos ya manejan algún tipo de prohibición.
Tiene mucha razón el documentalista Michael Moore quien dijo no estar sorprendido de las acciones de Donald Trump desde el 20 de enero. “Ha anunciado una y otra vez lo que iba a hacer si el pueblo estadounidense lo dejaba regresar a la Casa Blanca. No solo nos ha dado los hechos y el plan de su golpe prometido desde hace mucho tiempo, sino que ha hecho lo más audaz que cualquier autócrata en la historia”.
Una de las cosas que Trump prometió en campaña es que iba a ser “dictador sólo un día”, pero como le fue insuficiente ha extendido el plazo. Dijo que iría “contra sus enemigos al interior”, purga que ya comenzó, y que trataría de acabar con buena parte de la amplia burocracia estadounidense que él y sus aliados han apodado “el estado profundo”. Realizado.
Su plan de desaparecer el Departamento de Educación ya arrancó, y su deseo de instalar a puros fieles en puestos claves sin importar si están capacitados para el cargo, casi se completa, además de aquella vieja tarea de ser aliado y no enemigo del primer ministro ruso Vladimir Putin. Objetivos irreflexivos que hace un año se veían lejanos pero que hoy están cerca de concretarse.
La respuesta a todos esos intentos, entonces, se halla en congresistas y ciudadanos que demandan, y en jueces que deciden.
Será un interesante ver en qué termina este duelo de poderes.
La presidenta de México superó su primera gran crisis con Donald Trump. BBC analizó su estrategia; una que probablemente tendrá que volver a usar.
“Lo que logró hoy la presidenta es algo totalmente insólito. Ayer esto era imposible. Entonces yo sí la felicito, presidenta, es un orgullo”.
Con estas palabras el secretario de Hacienda mexicano, Marcelo Ebrard, se refirió al acuerdo alcanzado este lunes entre Claudia Sheinbaum y Donald Trump, el cual, entre otras cosas, logró suspender los aranceles impuestos este sábado a las exportaciones mexicanas por el estadounidense.
Palabras que pueden sonar a la adulación típica de un subalterno a su jefe, pero recordemos que no hace mucho Ebrard era el gran oponente —y crítico— de Sheinbaum en las internas de su partido para la presidencia. “Yo no me voy a someter a esa señora”, llegó a decir el otro peso pesado del oficialismo.
Las cosas, por supuesto, han cambiado: ahora Sheinbaum no solo lleva las riendas de Morena, la coalición de gobierno, sin muchas alteraciones al orden, sino que goza de un inusual 80 % de aprobación entre los mexicanos, y eso antes de esta rencilla con Trump.
El mandatario puso los aranceles del 25 % a las importaciones de México —lo que sería un golpe inédito a las economías de ambos países, pero sobre todo de México, que exporta el 80 % de su producción a ese país— con el argumento de que hay una crisis de seguridad en la frontera que permite el tráfico de fentanilo y de migrantes hacia el norte.
Pero tras la conversación con Sheinbaum este lunes, Trump accedió a suspender los aranceles por un mes a cambio de que la presidenta mande 10 mil agentes de la Guardia Nacional a la frontera.
Cualquier conocedor del tema sabe que, a juzgar por la historia, México no tiene mucho margen de maniobra frente a una contraparte que es más grande y poderosa.
Hace ocho años, por ejemplo, Trump puso aranceles del 5 % a las exportaciones mexicanas y el entonces presidente, Andrés Manuel López Obrador, no tuvo otra opción que acceder a militarizar el tema migratorio.
Pero esta vez Trump viene con una agenda más drástica y por eso es esperable que las amenazas de aranceles o incursiones militares contra los carteles o deportaciones masivas de mexicanos vuelvan más pronto que tarde.
Dicho eso, el primer impase se superó. Y la estrategia que usó Sheinbaum para atenderlo, la misma que probablemente use de acá en adelante, combina varios frentes que aquí analizamos.
Desde que Trump fue electo, y las alarmas se prendieron en México debido a la agenda dura contra el país vecino planteada por el republicano en la campaña, Sheinbaum ha hecho diferentes llamados a la calma.
“Habrá una buena relación”, dijo al día siguiente de la elección. “Estamos preparados, estamos listos”, aseguró cuando él se juramentó el 20 de enero. “No hay que acelerarse”, indicó la semana pasada. “Serenidad y paciencia”, añadió.
Y este lunes, en la rueda de prensa tras la conversación, le preguntaron cómo fue el trato con Trump, y ella, pese a la notable distancia ideológica y de estilo, dijo: “No quiero calificarlo, todos los presidentes merecemos respeto, yo no quisiera entrar a un tema personal”.
El sábado, cuando se le vio su versión más vehemente ante los aranceles, Sheinbaum aseguró: “No es con la imposición de los aranceles como se resuelven los problemas, sino hablando y dialogando”.
La mandataria dialogó y, al menos por ahora, logró evitar unos aranceles que generarían una recesión en México.
Sheinbaum, como todos sus antecesores en el pasado, tuvo que ceder ante el deseo de Washington, que en la última década, en parte por el efecto político de Trump, ha ido acentuando su preocupación por la entrada de migrantes al país.
En ese sentido, anunció el despliegue de 10 mil soldados de la Guardia Nacional a la frontera. Ella dijo que era para detener el tráfico de drogas; Trump añadió que era para los migrantes.
En cualquier caso, será para ambas cosas. Y la pregunta es si esta vez será diferente al pasado, cuando los derechos humanos de cientos de migrantes fueron violados.
Sheinbaum, por si acaso, prometió que no será así.
Y al tiempo que cede en el tema prioritario de Trump, Sheinbaum ha mandado mensajes a sus bases: “La soberanía no es negociable”, dijo el sábado; “el trato tiene que ser entre iguales”, añadió este lunes.
Sus críticos, sin embargo, aseguran que la militarización de la frontera y del tema migratorio son precisamente formas de ceder la soberanía, así como lo hicieron todos sus antecesores, incluido López Obrador.
La firmeza retórica de Sheinbaum, sin embargo, no se quedó en los mensajes de corte nacionalista: también ha puesto sobre la mesa el hecho de que, según el Departamento de Justicia de EU, el 75 % de las armas que usan los carteles mexicanos son vendidas por empresas estadounidenses.
Un tema que suele pasar inadvertido para presidentes en Washington y en el que AMLO había hecho hincapié con una demanda “sin precedentes” de su gobierno en 2021 contra empresas de armas del país vecino.
En su rueda de prensa de este lunes la mandataria también aseguró, con una sonrisa quizá irónica, que le había propuesto a Trump revisar su política de salud pública para atender la crisis de consumo de estupefacientes, que es, según ella, lo que está detrás del tráfico de fentanilo.
Como profesora convertida en política, Sheinbaum tiene una especial tendencia a planificar y gestionar los diagnósticos con la rigurosidad de una académica laureada.
Por eso parte de su respuesta a la llegada de Trump al poder ha sido desarrollar planes detallados de contención.
Uno es, por ejemplo, en materia migratoria: se llama “México te abraza” y espera, por un lado, atender a los migrantes que estén en peligro de deportación en EU con programas de ayuda legal, y por el otro darles bonos, becas, seguro y demás beneficios sociales a quienes terminen retornando a México.
“A los hermanos y hermanas mexicanos quiero decirles que aquí está su presidenta y un pueblo entero para defenderlos”, aseguró en un video el domingo. “Si desean regresar a México, aquí los abrazamos”, aseguró mientras se ponía la manos en los hombros en señal de fraternidad.
Además del plan para los migrantes, Sheinbaum desarrolló un ambicioso plan económico, el Plan México, que busca reindustrializar la economía mexicana y atraer inversiones extranjeras con el objetivo, no precisamente declarado, de depender menos del intercambio con EU, tan volátil ahora con Trump al otro lado.
Ebrard, el secretario de Hacienda, se ha reunido con decenas de empresarios de ambos países en los últimos días. Sheinbaum anunció que la idea es seguir colaborando con el sector privado.
Durante el fin de semana Trump publicó una gráfica del número de encuentros de las autoridades estadounidenses con migrantes indocumentados en la frontera en la que se registra un descenso del 94 % desde la llegada del republicano al poder.
“La gráfica que el presidente Trump ha estado subiendo a sus redes sociales sobre la disminución de la migración fue elaborada por mi equipo de trabajo, que ha estado en constante comunicación con el suyo”, reveló Sheinbaum el domingo.
Viri Ríos, una analista mexicana, escribió apropósito en su columna de Milenio: “El equipo mexicano tiene completa conciencia de que la principal forma de apaciguar a Trump no es mediante políticas públicas exitosas, sino mediante la implementación de acciones que le permitan dar anuncios espectaculares y mensajes extraordinarios”.
Vistos hoy, los aranceles del 25 % del sábado parecen más un gesto de Trump que una medida concreta; una forma del apostador para llegar con margen a la negociación. Quien lo conoce sabe que esta es una movida clásica del manual trumpista.
Y Sheinbaum, al parecer, sabe con quién está tratando. Por eso reitera sobre lo que viene: “Estoy convencida de que vamos a llegar a muchos acuerdos”.
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