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El gran triunfo de López Obrador
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Rubén Aguilar Valenzuela: Socio fundador de Afan y Asociados, S.C. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor... Continuar Leyendo
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El gran triunfo de López Obrador

El sistema político que el presidente restaura a unos días de concluir su mandato tiene los mismos elementos que el de hace 50 años. De su mano, el país da un salto hacia atrás, para alcanzar el ideal que se había propuesto. Para él es un gran triunfo, para el país una trágica derrota.
16 de septiembre, 2024
Por: Rubén Aguilar

El presidente López Obrador al inicio de su mandato se propuso restaurar el régimen político del presidencialismo autoritario, en el que se formó y militó cuando ingresó al PRI al final del gobierno del presidente Luis Echeverría Álvarez (1970-1976).

Ese modelo deslumbró al joven militante tabasqueño y se convirtió en la figura a imitar. Tenía un ejemplo a seguir en la concepción del poder, la retórica del discurso y las formas de hacer política, las propias del caudillo populista, para el caso tropical.

En la madrugada del 11 de septiembre de 2024 se consumó el proyecto de restauración de López Obrador cuando la mayoría de Morena en la Cámara de Senadores, antes lo había hecho en la de Diputados, aprobó la reforma judicial, para que el Ejecutivo pase ahora a controlar al Poder Judicial.

A días de terminar su mandato, el presidente logra terminar su proyecto y lo hace con gran éxito. Para eso tuvo el apoyo de una parte de los consejeros del INE y de magistrados del TEPJF, ellos le dieron la mayoría de legisladores en ambas cámaras que no les otorgó el electorado.

El sistema político que el presidente restaura tiene los mismos elementos que el de hace 50 años. El país, de su mano, da un salto hacia atrás, para alcanzar el ideal que se había propuesto. Para él es un gran triunfo, para el país una trágica derrota.

Los elementos que constituyen el “nuevo” sistema político son los mismos diez que hace cinco décadas:

  1. Partido hegemónico. Ahora existe un partido hegemónico. Los otros partidos no tienen la oportunidad real de competir por la presidencia. Hay posibilidad de que este partido se pueda volver de Estado.
  2. Presidencialismo autoritario. El presidente es el centro del sistema, sobre él gira todo. Tiene las atribuciones que le da la Constitución, pero también, son todavía más, las metaconstitucionales. Ejerce su poder en clave autoritaria. Tiene todo para hacerlo.
  3. Mayoría en las cámaras. El gobierno y el partido oficial tienen la mayoría en la Cámara de Diputados y Senadores. Para hacer mayoría calificada utilizan toda la fuerza del Estado y corrompen y compran a congresistas de la oposición.
  4. Sin distinción de poderes. El Poder Judicial y el Poder Legislativo están sometidos al Poder Ejecutivo. Este les ordena lo que deben de hacer y estos lo obedecen. Se refuerza el autoritarismo. Solo hay un poder, el Ejecutivo.
  5. República central. La gran mayoría de los gobernadores son del partido oficial. Estos están sometidos a las órdenes del presidente. En la vía de los hechos se funciona como una República Central.
  6. Control del partido. El presidente controla al partido oficial. Decide los cargos y a los candidatos. Todos sus militantes tratan de congraciarse con él. Aquí se da un cambio, ya que antes de irse el presidente “regaló” el partido a uno de sus hijos. ¿La presidenta tendrá injerencia en las decisiones y nombramientos?
  7. Corporativismo. Solo tiene lugar las organizaciones que me pertenecen, que de una u otra manera están “corporadas” al gobierno y al partido. Todas las otras deben desaparecer. Se les asume como adversarias o incluso enemigas.
  8. Clientelismo. Desde el Ejecutivo, a través de los programas sociales, se construyen clientelas afines al gobierno, que son los beneficiarios de los programas. Es el “pueblo bueno” y fiel.
  9. Paternalismo. El presidente opera como un gran padre que cuida de su pueblo a través de la dádiva, que no es un derecho social sino un “regalo”. Se establece una relación de padre a hijo. ¿De amo y esclavo?
  10. Control de los medios. Se presiona a los medios y a los periodistas que no son afines al régimen. Vía la “publicidad” se compra a medios y periodistas. Se forma un grupo de propagandistas incondicionales a sueldo.

López Obrador lo logra: la restauración total del viejo sistema priista del presidencialismo autoritario a días de dejar su mandato. Quien la va a gestionar es su heredera, su discípula predilecta, la presidenta Claudia Sheinbaum. La rueda de la historia giró hacia atrás, el pasado ha vuelto.

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Imagen BBC
Racionalidad vs. Superstición: ¿Por qué incluso las mentes más lógicas creen en lo absurdo?
7 minutos de lectura

La mente humana intenta asociar distintos eventos que le permitan anticiparse a la realidad, lo que deriva en supersticiones.

17 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
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Según he escuchado alguna vez, la actriz española Elsa Pataky llevaba calcetines de diferente color en una de sus primeras audiciones en Hollywood.

Con las prisas se puso los primeros que encontró por casa. La audición le fue genial. En el siguiente casting, volvió a su costumbre habitual de lucir calcetines emparejados, y la prueba le salió fatal. A partir de ese momento, Elsa Pataky siempre lleva calcetines de distinto color en sus audiciones.

Le dan buena suerte.

No dispongo de pruebas de la veracidad de esta anécdota, pero es un excelente modelo de cómo se forja y se consolida una superstición en nuestra mente. Confío en que Elsa Pataky no se moleste por utilizarla como ejemplo. Toquemos madera.

Tendencia predictiva

Una de las principales motivaciones de la mente humana es la necesidad de encontrar asociaciones entre distintos eventos que le permitan anticiparse a la realidad.

La selección natural ha favorecido la búsqueda de relaciones causa-efecto para descubrir las reglas del mundo y así promover la supervivencia y la reproducción.

Somos buscadores compulsivos de conexiones, arqueólogos de la regularidad, futurólogos intuitivos. Nuestro sistema cognitivo tiene alergia a la ambigüedad y a la incertidumbre. La asociación de eventos es el antídoto para esta “reacción alérgica mental”.

Las supersticiones son el lado oscuro de esa tendencia predictiva tan útil para la supervivencia: asocian eventos que, en realidad, no están relacionados de ninguna forma. ¿Qué tendrá que ver el color de los calcetines con las dotes actorales de Elsa Pataky?.

La tendencia humana a predecir el mundo inventa estas conexiones. Al fin y al cabo, el aprendizaje de asociaciones es la piedra angular de nuestra adquisición de comportamientos.

Con las supersticiones, esos mecanismos asociativos se pasan de largo, pecan por exceso.

Qué dice la ciencia

El primer acercamiento científico a la conducta supersticiosa la realizó en 1948 el psicólogo B. F. Skinner mediante un famoso estudio con palomas.

Skinner programó que la dispensación de comida ocurriera de manera automática cada quince segundos. Hicieran lo que hicieran, las palomas recibirían alimento con esa cadencia.

Transcurrido un tiempo, el científico norteamericano comprobó que la mayoría de las aves (seis de ocho, en concreto) habían desarrollado sus propios rituales supersticiosos para conseguir la comida.

Vaquita de San Antonio.
Getty Images
La superstición determina conexiones ficticias entre distintos eventos.

Una paloma daba vueltas sobre sí misma, otras movían la cabeza de un lado a otro y otra picoteaba el suelo.

Este fenómeno se denomina “condicionamiento adventicio” para diferenciarlo del aprendizaje por “condicionamiento operante”, cuando el animal aprende en función de las consecuencias positivas o negativas realmente causadas por su comportamiento.

Con humanos se han encontrado resultados muy similares mediante tareas en las que se instauran conexiones ficticias entre eventos.

De hecho, hay todo un campo de estudio en Psicología dedicado a las ilusiones de causalidad, que incluso se han relacionado con la proliferación de pseudomedicinas alternativas, como la homeopatía o el reiki, o las creencias paranormales.

El “sesgo de confirmación”

Cuando ya hemos creado una conexión causal entre eventos, uno de los mecanismos que fomenta su mantenimiento es el llamado “sesgo de confirmación”, que forma parte de nuestra caja de herramientas cognitivas.

Tendemos a prestar más atención a aquellos sucesos que confirman nuestras creencias que a los que las contradicen: “Siempre que lavo el coche, llueve”; “el repartidor de Amazon siempre llega cuando no estoy en casa”.

Trébol de la suerte.
Getty Images
Determinados objetos pueden convertirse en amuletos de la suerte para los supersticiosos.

Olvidamos con facilidad las numerosas veces que no se cumplieron tales predicciones. Y, al mismo tiempo, recordamos vivamente el momento en que ocurrieron esos incómodos eventos debido al impacto emocional que generan.

Otro mecanismo que favorece el mantenimiento de las supersticiones se basa en lo que los psicólogos denominan “profecía autocumplida”. Es decir, la propia creencia en una predicción puede hacer que se convierta en realidad a través de nuestras acciones.

Así, si obligamos a Elsa Pataky a llevar calcetines del mismo color para su siguiente audición, probablemente se pondrá muy nerviosa al no disponer de su amuleto y su rendimiento se verá seriamente afectado.

La actriz llegará a la conclusión de que se confirma su profecía, aunque haya sido ella misma quien se ha ocupado de ratificarla.

Nuestras supersticiones nos esclavizan: si las ignoramos, la ansiedad hará que rindamos peor. Que se lo digan a los deportistas, acumuladores compulsivos de manías, rituales y supersticiones.

“Por si acaso”

Las supersticiones son absurdas, pero generalmente fáciles de cumplir.

Se mantienen gracias al “por si acaso” y al “¿y si fuera cierto?”. Tocar madera, no pasar por debajo de una escalera, no brindar con agua, cruzar los dedos: todos son actos muy fáciles de realizar, muy baratos.

Herradura.
Getty Images
El físico Niels Bohr tenía colgada una herradura en la pared de su despacho para la buena suerte.

El físico Niels Bohr (1885-1962) tenía colgada una herradura en la pared de su despacho. Cuando le preguntaron cómo era posible que una de las mentes más analíticas de su tiempo creyera en amuletos, Bohr respondió: “No creo en ellos, pero me han dicho que dan suerte incluso a los que no creen en ellos”.

Tampoco cuesta tanto, ¿no? La conducta supersticiosa lo tendría más difícil si tuviéramos que realizar cien flexiones para acumular suerte antes de un examen. Somos tontos, pero no tanto como para ganarle a la pereza.

El vínculo con la cultura

A menudo, las supersticiones se implantan en el acervo de las tradiciones y costumbres de una sociedad. Nos permiten identificarnos con los valores de nuestra cultura, a través de hábitos y rituales compartidos.

Resulta sencillo imaginar que la superstición de Elsa Pataky se extendiera entre la población y que la gente llevara calcetines desparejados en el examen de conducir o en sus citas de Tinder.

Muchas supersticiones culturales tienen raíces centenarias o incluso milenarias, lo que dificulta mucho rastrear sus orígenes.

Parece que tocar madera proviene de las antiguas creencias celtas sobre las almas que habitaban los árboles.

Por su parte, los gatos negros se asociaban a las brujas durante la Edad Media, aunque en Escocia es símbolo de buena suerte. Una bonita demostración de la arbitrariedad de las supersticiones, por cierto.

El número trece tiene muy mala prensa. Según la compañía Otis, en torno al 85 % de sus ascensores instalados en edificios más de doce plantas omiten el botón con el número trece.

Parece que el origen está relacionado con Judas Iscariote, el comensal número trece en la Última Cena del cristianismo. El miedo al Viernes 13 combina esta superstición numérica con el recuerdo de la celebración del Viernes Santo, día fatídico en el que fue crucificado Jesucristo.

De la lógica a la intuición

Somos seres racionales… pero de los que toman raciones en los bares, tal y como declama la banda Siniestro Total en una de sus canciones. Nuestra racionalidad natural no es lógica sino bio-lógica o psico-lógica.

La evolución nos ha dotado de un arsenal de atajos cognitivos para procesar grandes cantidades de información y tomar decisiones rápidas (generalmente exitosas) con los datos parciales y ambiguos que recibimos del medio.

Un gato negra y una escalera.
Getty Images
Los gatos negros o pasar por debajo de una escalara pueden ser sinónimo de mala suerte para los supersticiosos.

En cambio, el ejercicio del pensamiento lógico y razonado requiere de la fatigosa tarea de disciplinar nuestra mente para prevenir las falacias y sesgos del pensamiento humano.

Ambos sistemas de pensamiento habitan en nosotros sin aparente conflicto.

Por un lado, un sistema intuitivo y automático que está guiado por reglas de andar por casa y que puede derivar en sesgos y falacias del pensamiento.

Por el otro lado, un sistema analítico y reflexivo pero más lento y más costoso, que en las condiciones adecuadas puede comportarse de manera racional y lógica.

Por eso, incluso en las mentes más racionales y analíticas pueden residir creencias irracionales y supersticiones absurdas. Que se lo digan a Niels Bohr, con su herradura de la suerte.

Cuando nos quitamos la bata del científico o la toga del juez, nuestra mente es tan crédula como la de nuestros antepasados prehistóricos. Cruzaremos los dedos para que la razón no nos abandone del todo.

*Pedro Raúl Montoro Martínez es profesor titular del Departamento de Psicología Básica I de la UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia, en Madrid.

Línea gris.
BBC

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