El libro de Daniel sitúa al lector en el siglo VI a.C. durante el exilio de los israelitas Babilonia en el reinado Nobucondonosor II. Se describe un tiempo de persecución y dificultad para mantener la fe.
Los especialistas están de acuerdo que la obra se compone en el siglo II a.C. El autor no se refiere a hechos del siglo VI a.C., sino a lo que Israel está viviendo a consecuencia del proceso de helenización del mundo judío como parte del proyecto de Antíoco IV Epifanes de la dinastía seléucida.
En ese tiempo los judíos fieles a sus creencias se rebelan contra la opresión de la que son objeto. Es el tiempo del levantamiento de los macabeos (167-164 a.C.) El objetivo es motivar y dar aliento al pueblo perseguido.
El libro forma parte de la Tanaj hebrea y del Antiguo Testamento cristiano. En la primera no se encuentra en la sección de Los Profetas (Nevi’im) sino entre Los Escritos (Ketuvim). En el segundo aparece como el primero de los libros de los doce profetas menores.
Del texto hay dos variantes; la más breve está en la Tanaj hebrea y en versiones de las iglesias de la Reforma. En las biblias de las iglesias católicas, ortodoxas y de oriente se añaden cinco relatos deuterocanónicos, cuyos originales sólo se conservan en la versión griega de los Setenta: La oración de Azarías; El cántico de los tres jóvenes compañeros de Daniel dentro del horno; La historia de Susana; Daniel y los sacerdotes de Bel y Daniel y el Dragón.
Estos relatos, sin embargo, aparecen en versiones protestantes de los escritos bíblicos como las Biblias de Casiodoro de Reina (Basilea, Suiza, 1569), y de Cipriano de Valera (Ámsterdam, Países Bajos, 1602).
El libro se divide en tres partes: 1) La historia de Daniel (Dn 1-6), 2) Las visiones de Daniel (Dn 7-12), 3) Las historias deuteronómicas. La primera y la tercera parte están escritos en el género literario ejemplar conocido como hagádico, que se propone transmitir una enseñanza moral. El género de la segunda parte es apocalíptico recurso literario en tiempos de crisis. Se propone trasmitir a través de visiones, símbolos y seres celestes la intervención definitiva de Dios.
El mensaje teológico central es infundir esperanza al pueblo judío en medio de la persecución. Recuerda los valores fundamentales de la fe, el monoteísmo, la ley y la oración. Ofrece también una comprensión de la historia: es cierto que el pecado parece conceder la victoria a los enemigos del Señor y del pueblo. Eso, con todo, es solo un paréntesis ante el triunfo definitivo y completo de Dios. Los creyentes a pesar de las dificultades deben resistir ante cualquier prueba que el Señor les ponga.
Dios nunca va a fallar a su pueblo y siempre estará con él. Esto debe provocar en los creyentes una actitud de confianza en el Dios que todo lo puede. Aquí también se encuentra una de las primeras manifestaciones de la esperanza en la resurrección y el día de juicio individual: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2).
Daniel
Biblia de América
PPC Editorial
Madrid, 2013
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