
Para la gran mayoría de la sociedad mexicana es desconocida la existencia de una estructura de civiles que depende directamente del Ejército, los Cuerpos de Defensas Rurales (CDR), que también se les conoce como Guardia Rural (GR).
En el país existen 26 CDR, que se concentran en 21 de las entidades federativas y están al mando de un director general, ahora el general de brigada Rodrigo Herrera. Sus integrantes son ejidatarios voluntarios que se organizan en 12 cuerpos de Caballería y 14 de Infantería. Cada uno de estos se integra con cuatro compañías, que se distribuyen al interior del estado. Los CDR en sus comunidades no se enfrentan directamente al crimen organizado, no tiene capacidad para eso, pero si recogen información sobre su accionar, que luego entregan al Ejército.
“Su misión es proporcionar seguridad a la población donde se encuentran establecidas y sus contornos, manteniéndolos en contacto con las Unidades de Defensa Rurales cercanas (…) y funcionan como órganos de información para nuestras unidades”, afirma el general Herrera (Reforma 09.02.23).
El Ejército a los CDR proporciona armamento, uniformes y botas. Los caballos y equipo de transporte son propiedad de sus integrantes, que utilizan en su tarea. Para el general Herrera estos ejidatarios son militares porque se someten a un mando y a la legislación militar. Cuando se presentan como voluntarios reciben un adiestramiento básico, para uso de armamento y en la normatividad. Para incorporarse existe un proceso de “verificación” para ver si realmente son ejidatarios con posesión de parcela y que sean personas honorables y reconocidas por su comunidad.
El director general de los CDR considera que estos cumplen tareas enfocadas a fortalecer y a apoyar a sus comunidades, pero también que proporcionan “información muy valiosa”, para las actividades del Ejército.
Los CDR tienen su origen en los Cuerpos de Policía Rural, que el presidente Benito Juárez crea el 6 de mayo de 1861 bajo las órdenes del Ministerio de Guerra. Su misión era garantizar la seguridad de los caminos y combatir al bandolerismo.
En la actualidad estos cuerpos están bajo el mando de la zona militar que le corresponde por el lugar en el que se ubican sus comunidades. Para este artículo busqué cuántos efectivos tienen ahora los 26 CDR, pero no lo obtuve. En los ejércitos una compañía se integra entre 70 y 250 elementos. Los CDR tienen 104 compañías, así el número total de integrantes de esta estructura civil-militar podría estar entre los 7 280 y 26 000 efectivos.
El gobierno bajo los principios de transparencia y rendición de cuentas debería de dar a conocer lo que realizan estos cuerpos civiles, pero con mando militar. De ellos se conoce muy poco.

En lo que respecta a la monogamia, los humanos se parecen más a las suricatas y a los castores que a nuestros primos primates.
En nuestra vida amorosa, nos asemejamos más a estas mangostas sociales y unidas que a nuestros primos primates, según sugiere una clasificación de monogamia elaborada por científicos.
Con un 66% de monogamia, los humanos obtienen una puntuación sorprendentemente alta, muy superior a la de los chimpancés y los gorilas, y a la par de las suricatas.
Sin embargo, no somos ni mucho menos la criatura más monógama.
El primer puesto lo ocupa el ratón californiano, un roedor que forma vínculos inseparables para toda la vida.
“Existe una liga de élite de la monogamia, en la que los humanos se encuentran cómodamente, mientras que la gran mayoría de los demás mamíferos adoptan un enfoque mucho más promiscuo para el apareamiento”, afirmó Mark Dyble, investigador del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge.
En el mundo animal, el emparejamiento tiene sus ventajas, lo que podría explicar por qué ha evolucionado de forma independiente en múltiples especies, incluida la nuestra.
Los expertos han propuesto diversos beneficios para la llamada monogamia social, en la que las parejas se unen durante al menos una temporada de reproducción para cuidar a sus crías y ahuyentar a los rivales.
Dyble examinó varias poblaciones humanas a lo largo de la historia, calculando la proporción de hermanos de padre y madre (individuos que comparten la misma madre y el mismo padre) en comparación con los medio hermanos (individuos que comparten la madre o el padre, pero no ambos).
Se recopilaron datos similares para más de 30 mamíferos monógamos sociales y de otras especies.
Los humanos tienen un índice de monogamia del 66% de hermanos de padre y madre, por delante de las suricatas (60%), pero por detrás de los castores europeos (73%).
Mientras tanto, nuestros primos evolutivos se sitúan en la parte inferior de la tabla: los gorilas de montaña con un 6%, y los chimpancés con solo un 4% (al igual que el delfín).
En último lugar se encuentra la oveja de Soay, de Escocia, donde las hembras se aparean con múltiples machos, con un 0,6% de hermanos de padre y madre.
El ratón californiano ocupó el primer puesto, con un 100%.
Sin embargo, estar clasificados junto a suricatas y castores no significa que nuestras sociedades sean iguales: la sociedad humana es completamente diferente.
“Aunque la proporción de hermanos de padre y madre que observamos en los humanos es muy similar a la de especies como las suricatas o los castores, el sistema social que vemos en los humanos es muy distinto”, declaró Dyble a la BBC.
“La mayoría de estas especies viven en grupos sociales similares a colonias o, quizás, en parejas solitarias que se desplazan juntas. Los humanos somos muy diferentes. Vivimos en lo que llamamos grupos con múltiples machos y múltiples hembras, dentro de los cuales existen estas unidades monógamas o de pareja estable”, explicó.
Kit Opie, profesor del Departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de Bristol, que no participó en el estudio, afirmó que este es otro elemento clave para comprender cómo surgió la monogamia en los seres humanos.
“Creo que este artículo nos proporciona una comprensión muy clara de que, a lo largo del tiempo y en diferentes lugares, los humanos son monógamos”, declaró.
“Nuestra sociedad se parece mucho más a la de los chimpancés y los bonobos; simplemente hemos tomado un camino diferente en lo que respecta al apareamiento”, agregó.
El nuevo estudio fue publicado en la revista científica Proceedings of the Royal Society: Biological Sciences.
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